pluma

jueves, 30 junio 2011. Caína camina delante de mí por un pasillo estrecho y oscuro. Lleva una pluma Sheaffer en la mano idéntica a una que tengo. Yo llevo un rotulador de marcar cedés. Le pregunto si la pluma es mía. Dice que no y la aprieta contra su cuerpo para que no se la quite. Sé que es mía, pienso.

el erizo césar y marylin

miércoles, 29 junio 2011. Virginia y yo entramos a una tienda caótica que hay en un camping. Va de una prenda a otra. Me hace gracia pensar que va exactamente a las mismas prendas que yo compré por la mañana, incluso elige una toalla roja idéntica a la que yo he comprado. Mientras tanto un hombre se ha puesto a hablar con alguien y ha olvidado sus tickets firmados sobre un mostrador. Me da vergüenza decírselo porque pensará que he estado espiándolo. Por otra parte, pienso en que tengo que decirle a Virginia que he perdido la cámara de fotos y al erizo César. Pienso que va a llevarse un disgusto enorme.
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Parece una secuencia de película en la que un hombre va regalando a Marylin cosas: ropa interior, joyas, y por último un vestido. Ella dice que es el vestido más precioso que ha tenido nunca. Pienso que sobreactúa porque el vestido es de camiseta, del blanco al azul en degradé, bastante feo. Él va tachando en una lista los regalos que le hace. Ella pregunta si no hay más. Los cumpleaños se han acabado, dice él con tono muy triste. Ella se enfada. Ya sé que si no te hago regalos no me quieres, dice él. Se me parte el corazón, me siento a su lado, no puede verme.

tetería roja

martes, 28 junio 2011. Salgo de casa con mi madre. Lleva un vestido que no parece suyo, de flores liberty enormes, hasta los pies. Pienso que es raro que no se haya arreglado. Pues tú vas descalza, me echa en cara como si pudiera leerme el pensamiento. Llegamos a una tetería. Todo esto parece cosa tuya, dice. Es verdad, los manteles y los cuadros parecen míos. Mi madre pide un té. La camarera le explica que ya no son tetería, que tuvieron que cerrar, que ahora son restaurante. Los vecinos protestaban porque poníamos La Internacional. Me fijo en el cartel, pone "Tetería roja" y han tachado roja de mala gana. Mi madre se alegra y agita los cubiertos. Me gustaría comer una tapa de esas porquerías verdes, dice. Pienso que la chica se molestará, pero le trae sonriente una cazuelita de habas con jamón. No tengo hambre, no sé qué beber. Varias personas se acercan y me dicen a la vez qué debo pedir. Unos dicen tónica, otros Bitter Kas. Me va a explotar la cabeza. Al fondo del bar veo a Penélope Cruz tumbada en un sillón, lleva un vestido largo. Le pregunto si no es muy raro volver a los sitios de siempre, si la gente a trata igual. Se ríe. Le digo que ayer mismo la vi en una revista junto a Woody Allen y que no sé si debería llamarle Doña. Se ríe muy fuerte, pienso que está actuando.

desconocidos

domingo, 26 junio 2011. He llegado con tiempo a una estación de bus. Aun así, veo que mi autobús se va. Mientras sube la curva, corro por las escaleras para alcanzarlo. Golpeo la puerta en marcha, consigo entrar. El autobús es ahora una habitación de hotel, el conductor dice que lo espere, que no tardará nada. Me siento en una habitación pequeña que hay junto al dormitorio. No sé qué hago allí.
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Tengo una niña en los brazos, tendrá un año, no deja de darme besos. A mi lado está Daniel. No sé cómo decirle que la niña es suya, ni cómo no se da cuenta porque es idéntica a él. Ahora besos a papá, dice la niña y comienza a darle besos. Daniel no dice nada.
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Acabo de llegar a una ciudad, entro en el bar de un museo y busco una revista para no sentirme sola. Veo a Luciano tomándose un té, está solo, me acerco a su mesa. ¿Entonces estoy en Barcelona?, le pregunto. No dice nada y se va. En la revista hay un artículo sobre el taller de Rubén, un amigo de Begoña. Hay fotos de grupos en conferencias, bailando la danza del vientre o en pupitres. Pienso que está posando, que son fotos de mentira. En una se ve a Begoña en segundo plano. Pienso que cuando llegue a casa se la enviaré por correos. También pienso que quizá no esté en Barcelona, sino en A Coruña, y ella ya la tenga. Pregunto a todo el mundo en qué ciduad estoy, pero nadie me responde. Ni siquiera me miran.
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Al entrar del comedor al dormitorio, las tablas del parqué se hunden bajo mis pies. El parquetero aparece de repente, me pregunta si quiero que las arregle o si prefiero un agujero para ver la casa de los vecinos.

bajar paredes

sábado, 25 junio 2011. Voy corriendo por la calle porque van a cerrar el mercado y tengo que comprar patatas. Los puestos están llenos, intento hacerme un hueco. Cuando por fin llego a las patatas, recuerdo que compré el día alnterior. Veo unos nísperos preciosos, pero tampoco puedo llegar hasta ellos. Doy toda una vuelta la mercado, paso por donde acumulan las cajas y la basura, llego a una mesa de quirófano donde hay unos nísperos enormes y pelados. Meto unos cuantos en una bolsa. Pienso que la chica del puesto tendrá que pesarlos para cobrármelos y sabrá que he dado la vuelta la mercado. Los dejo de nuevo en la mesa y me voy. Al salir, en vez de caminar por la acera, me subo a las paredes de un edificio agarrándome a las columnas con enorme facilidad. Desde allí arriba veo el jardín de un hotel. Una chica preciosa sale a la ventana, mira el jardín con gesto de anuncio de perfume y se va. Me siento enormemente triste. Me gustaría ser ella, pienso. Quiero irme a casa, bajar del edificio, pero no sé cómo.
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Parece que están rodando un programa para la tele. Rafa es el regidor. Han puesto una canción de los 70 y Francisco sale a la pista de baile. Pienso que va a morir de vergüenza, pero, al contrario, se le ve con una soltura increíble. Lleva un traje de chaqueta rojo y baila de maravilla entre varias bailarinas. Cuando acaba, bajamos a felicitarlo. Le digo que siempre es capaz de sorprenderme. Andrés, mordiéndose las uñas, dice que él nunca se hubiera atrevido.
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Estamos en casa de Héctor y miramos el salón de su casa desde arriba. Unas chicas juegan sentadas en el suelo con unos libros de cocina. Bajamos pegados a la pared, está muy alto, temo caer al vacío. A mitad de camino hay una ventana que da a la cocina, intento entrar, pero la ventana da al fregadero, esta lleno de libros y temo pisarlos. Mientras bajamos Héctor nos pregunta qué queremos beber. Alberto y Blanco piden gintónic. No sé cómo pueden pensar en beber en esas circunstancias, yo sólo quiero llegar al suelo. Una vez abajo, en mitad del salón, hay una pecera gigante con más de diez personas viendo un documental. Monos como Beckam, dice alguien. ¿Como el futbolista?, pregunta otro. Quiero irme a casa, pienso. ¿Por qué están ahí encerrados?, le pregunto a Héctor. Porque están peleados conmigo, dice.

esquelas

jueves, 23 junio 2011. Encuentro en un periódico una foto de Xoán Abeleira. Habla de sus amigos, los nombra. Busco entre ellos a Begoña y a Pepo, no están. No estoy segura de si es una entrevista, una reseña o una esquela. Me alegro de que los nombres de Begoña y Pepo no estén, por si es una esquela.

mechón azul

miércoles, 22 junio 2011. Begoña Abad nos ha invitado a su casa, es una casa de campo, antigua, con escaleras que llevan a plantas intermedias donde hay que agachar la cabeza para no darse un golpe. Es una casa con sorpresa, dice. Lleva el pelo de color rojo. Echo de menos su mechón azul. Al momento me dice que ha estado tomando algo para el pelo porque se le caía. Le digo que a mí se me está cayendo, y al mirarme en un espejo veo que estoy completamente calva. Por allí andan algunos amigos, visitando la casa como si fuera un museo. Miro un álbum de fotos, que se supone que es el último libro de Carmen. Hay fotos de grupos en bares. En algunas aparezco con el pelo muy largo, sin pecas. Me echo a llorar.

inocentada

martes, 21 junio 2011. Estoy viendo en la tele uno de esos programas horribles de inocentadas. María Teresa Campos va en un coche con tres chicas en el asiento de atrás. Conduce un hombre con aspecto de cotilla. Le preguntan cosas sin sentido a las que ella responde con mucha paciencia. Me parece un horror, pero me siento tan sola que busco por toda la casa alguien a quien contarle con un poco de entusiasmo el programa para que se siente conmigo a verlo.

barra libre

lunes, 20 junio 2011. Hay fiestas en todos los bares y mucha gente de un lado a otro. Todo el mundo va cargado de bebidas. Andrés se me acerca de vez en cuando y me pregunta si quiero beber algo. Siempre le digo que no. No sé qué hago allí entre tanta gente que no conozco. Veo comida en tápers, sobre todo purés y salsa de tomate. Pienso que con el calor se estropearán. También hay paquetes de magdalenas. Busco un congelador. Mañana es el último examen de matemáticas, me dice un tipo cargado de libros. Yo voy cargada con tápers y siento una vergüenza enorme. Andrés llega con otro vaso, me pregunta si quiero beber algo y me enseña una perla que ha encontrado en el suelo. Dime si es buena, dice. La raspo suavemente con los dientes. Resbala, no es buena, le digo. Una chica rubia que va con él me dice que no tengo ni idea, se ríe. Quiero decirle que estudié gemología y diseño de joyas, pero no le digo nada y me alejo para cruzar la calle. No hay coches, pero cada vez que intento poner el pie en el asfalto aparecen.

cuatro horas en roma

domingo, 19 junio 2011. Alberto y yo tenemos que pasar en Roma cuatro horas hasta que salga nuestro avión. Un coche con dos ancianas sale de una calle muy estrecha, parece una casa particular, nos colamos en un despiste del vigilante. Alberto baja al jardín y se baña completamente vestido en una lago artificial. Justo en el momento en que estoy pensando que podría ser feliz en un sitio así, un chico idéntico a Eduardo me pregunta, ¿vives aquí? Le explico que me he colado, que estoy esperando a que mi marido salga del agua, que no somos italianos, que estamos haciendo tiempo. Dice que parezco italiana. Le digo que mi bisabuelo era de Florencia. Blasfema en italiano, dice que los florentinos le caen mal, que son todos unos pijos. Tú no, dice. Nos reímos. Alberto llega con la ropa empapada, me enseña dos piedras que me ha traído del lago artificial. Pienso que quizá no me dejen meterlas en el avión. El chico dice que quiere presentarnos a sus amigos. Todos quieren preguntarme cosas. Alberto dice que se están burlando de mí, que me toman por una paleta, que les hable de todos los países que conozco y que les recuerdo de somos Campeones del mundo. A veces es mejor así, le digo. Un chico quiere regalarme una botella de Grappa y otro un abrebotellas. Les explico que no voy a facturar, que lo siento. Se ríen de mí, dicen que hemos perdido cuatro horas porque no hemos sabido planear el viaje. Miro al doble de Eduardo y pienso que no hemos perdido cuatro horas, al contrario. Él me mira con cierta vergüenza ajena. Un taxi está esperándonos. Con toda naturalidad, me cambio de ropa delante de todos, nos despedimos y se van. Intento hacerle alguna foto al chico, pero todas salen a contraluz a pesar de que es de noche. Lo raro del sueño es que todo el tiempo llevo una toalla azul en la cabeza, con toda la naturalidad del mundo, como si acabara de salir de la ducha.

wittgenstein y el misterio del azúcar

viernes, 17 junio 2011. Un chico muy parecido a Wittgenstein me coge de la mano y me saca de una multitud. Mientras caminamos me habla despacio, como si yo no comprendiera su idioma. Llegamos a una plaza adoquinada que brilla como si la acabasen de regar. Le digo que queda un sitio libre para aparcar aunque no llevamos coche. Subimos al piso donde se supone que vive Antonio. Todo está muy desordenado. Sobre los muebles hay cientos de paquetes de azúcar colocados como si fuesen ladrillos sobre un muro. Nos miramos, nos preguntamos para qué querrá tanto azúcar. No sé si ponerme a ordenarlo todo o dejarlo como está.

tela metálica

jueves, 16 junio 2001. Estoy en un bar. Quiero ir al servicio, me dicen que está en el otro extremo de la calle. A la entrada hay una escoba. Antes de entrar barro el suelo por encima. En la tapa hay un letrero escrito a mano donde dice que no es unisex, pero no explica si es para hombres o mujeres. La puerta es una tela metálica con un agujero. Mientras orino tapo el agujero con la mano, aunque la tela metálica no oculta nada.

goofy

martes, 14 junio 2011. Mi tía dice que si quiero acompañarla a la feria tengo que disfrazarme de Goofy. Antes de ponerme el disfraz, me tiene toda una tarde ensayando los andares del personaje de un lado al otro de la habitación.

disfraz de burro

lunes, 13 junio 2011. Begoña y Paris Hilton toman el sol desnudas en la acera. Las miro, envidio su osadía.
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Un hombre reconoce ante otro que se había equivocado, se desnuda y se viste con un traje de burro hecho de lata. El vendedor de trajes de burro dice: pensé que jamás vendería ninguno.
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Daniel y yo estamos sentados en lo que parece una cocina, pero sólo hay algunas paredes. Donde no hay paredes se ve una playa. Estamos callados, quiero hacerle muchas preguntas, pero no sé cómo empezar. Mientras, miro una revista con menaje de cocina.
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Encuentro una caja donde hay insignias de los años 30 y un álbum de fotos donde se ve a mi suegra de joven con un grupo de amigas. También se ve una tribuna medio vacía mientras alguien da un discurso. Mi suegra aparece y me explica dónde está tomada cada foto. Pienso en lo enfadada que se pondrá cuando se entere de hemos echo obras en casa y que tiramos su ropa cuando murió.

humus de tomate

domingo, 12 junio 2011. Estoy preparando humus, llevo un buen rato con él, ya está casi listo. Voy al frigorífico a de dejar algo en su sitio y cuando vuelvo alguien le ha puesto salsa de tomate. Vuelta a empezar.

chupitos de cerveza

sábado, 11 junio 2011. Un tipo me pregunta por qué los vasos de chupito de cerveza son más grandes que los de licor. Pienso que me está tomando el pelo, pero le respondo que seguramente sea porque la cerveza tiene menos grados. Me invita a que me siente con su familia. Su padre dice que ha conseguido cuadrar las cuentas. El hijo protesta, dice que al final no va a heredar nada. La madre come sopa y le da pescozones a un niño que no hace nada malo. Hablan de sandeces en tono académico. Sobre la mesa hay un periódico monográfico sobre la vida de Verdi. Me entretengo ojeándolo con tal de no oírlos.

canadá

viernes, 10 junio 2011. Habitación empapelada, papel de flores, cama deshecha, desorden. Varias personas y yo hacemos la maleta, cada uno la suya, como si tuviéramos mucha prisa. Una señora que se parece a mi suegra da unos golpecitos en la pared, la pared se abre de par en par y saca unas bolsas. Dice que lleva ahorrando desde que se casó, que hay cientos de millones, que podremos ir donde queramos. Pienso en Canadá, y como si me leyera el pensamiento, dice: menos ahí.

custodios

jueves, 9 junio 2011. Fernando Aramburu y yo estamos en una habitación sin ventanas, sólo hay un armario y una alfombra. Dentro del armario se supone que hay un cuadro que debemos custodiar. Se supone que si alguien abriera el armario el cuadro se borraría.

los mails de octubre

miércoles, 8 junio 2011. Estoy muy contenta porque voy a leer poemas. La presentación la hará Jota. Estamos en su casa, me enseña unos dibujos que ha hecho especialmente para la ocasión. Dice que leerá los mails de octubre para que mis poemas se entiendan mejor. Se nos ve felices. Justo antes de salir me doy cuenta de que he olvidado los poemas que tenía que leer. No los metí en la maleta y también he olvidado los pantalones nuevos, le digo señalando el vaquero gastadísimo que llevo puesto. Dice que yo soy capaz de improvisar, que les hable de qué haría si se incendiara mi casa. Empieza a llegar gente que me saluda con besos y abrazos. No sé quiénes son. Me siento en el bordillo de la acera, les digo que me dejen un rato a ver si soy capaz de recordar algún poema y anotarlo a mano. Nada. Nos llaman para leer, mientras el público se sienta un tipo toca pasodobles en un organillo. Después dos tipos hace de solados y pelean. No entiendo nada. Andrés, que está entre el público, habla con ellos en polaco. La gente aplaude. De repente se encienden las luces, me felicitan aunque no he leído nada. Julio Neira se me acerca a darme la enhorabuena, dice que acaba de conocer a mis padres. Mis padres aparecen sonrientes. Al acercarme a ellos se me rompe la pulsera que llevo y las cuentas caen al suelo justo donde faltaba una losa. Mi padre me ayuda a recogerlas. Dice que son perlas buenas, que no las puedo perder. También hay canicas. Julio me pregunta si puede quedarse una de recuerdo. Le doy una canica amarilla muy bonita. Van Gogh dijo que el amarillo es el color de Dios, le digo.

pizza para caníbales y helados de sémola

lunes, 6 junio 2011. He comprado una pizza a un tipo que tiene una carnicería dentro de un autobús. Le digo que por favor me cobre, que tengo prisa. Dice que antes debe vender los tickets a los pasajeros. Alguien le pide una pizza barbacoa y el tipo le muestra a una niña pequeña. La niña lleva una máscara y una correa de perro. Los pasajeros se despiden de la niña. Pienso que la carne de la pizza que yo he comprado también será de niña.
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Alguien despliega un cartón en la acera y, como si fuera una tienda de campaña de las que se montan solas, aparece una maqueta de una casa en ruinas. Varios viandantes se acercan. Nos pregunta qué conclusiones podemos sacar mirando la maqueta. Por los grafitis parece Málaga, le digo. Muy bien, pero, ¿qué calle? En ese momento un tipo aparece con un pájaro herido entre las manos.
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Carlos Pacho me pregunta si me gusta la sémola. Le digo que sí. Se ríe, dice que a él no. Tenemos delante un cuenco de sémola que moldeamos con las manos. Sonríe todo el tiempo. El sueño transcurre muy despacio. Mientras hablamos vamos construyendo bolas con la sémola que, al manosearla se va volviendo helado de distintos colores.
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Veo a Juano en una terraza de un bar. Se levanta, viene hacia mí, me abraza. No decimos nada, estamos un rato abrazados. Pienso que todas las personas de la plaza deben envidiarme en ese momento. Pienso que por fin estoy soñando que no está muerto. Sin que yo le diga nada, él me dice que ya era hora. Hazme preguntas de esas que hacéis los psicoanalistas, le digo.

mi padre

sábado, 4 junio 2011. Mi madre y yo llevamos a mi padre agarrado cada una de un brazo. Él va perdiendo fuerza hasta que tenemos que arrastrarlo. Lo tumbo en el suelo, lo aprieto contra mi cuerpo, le digo que lo quiero, lloro. Tenías que haber aguantado y morir en casa, no en la calle, le digo.

muchos folios y muchas tartas

viernes, 3 junio 2011. Mi padre me da un enorme taco de folios. Quiere que los lea. Casi no caben en una maleta. Es mi última novela y quiero que la corrijas, dice. Me abraza, llora.
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Camino con Blanco por la calle. Vemos cómo sale humo de una pastelería. Se han quemado todas las tartas y eran más de cien, dice una chica muy guapa. Blanco me mira. No eres guapa, pero te quiero mucho, me dice.

dos chicas y un chico

jueves, 2 junio 2011. Una chica rubia nos adelanta en su coche. Qué mal peinada va, digo. Al decirlo me arrepiento. Me repito varias veces: No debo pensar en alto, no debo pensar en alto.
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Una chica morena me dice que por la noche estuvo en el concierto de Algora y que estuvo hablando con él. Lo dice en un tono chinchoso. Me resulta infantil. Le digo suavemente que deje de mentir, que todos sabemos que Algora está muerto. Dice que no tengo ni idea de nada, que leo muy mal, que debería dar clases de declamación, se pone muy violenta, temo que vaya a morderme. Cuando llega Alberto ella se vuelve dulce y simpática, nos invita a cenar a su casa. Ve tú, le digo a Alberto. Alberto me dice que soy una maleducada.
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Un chico me dice que ha decidido dedicarme un día. Me enseña una enorme avenida. Estoy pavimentando y construyendo ese edificio para ti, para ese día, dice. Me enseña una lista de todos los sitios y las cosas que hablaremos ese día. Me pide que me siente sobre él, me saca un pecho y comienza a chuparlo. Le aprieto la cabeza contra mí mientras pienso que tiene la cabeza muy pequeña.

de sectas

miércoles, 1 junio 2011. Me llevan a un despacho de un centro comercial como si hubiera robado algo. Me dicen que si soy inocente Dios vendrá a salvarme. Les digo que no pretenezco a ninguna secta. Se escandalizan. Les pido que me expliquen las diferencias entre religión y secta. Mientras el ambiente se va calentando pienso en que Juan llegará de un momento a otro para sacarme de allí.