cortinas

lunes, 29 septiembre 2014. Acompaño a mi madre por la calle, pero no puedo seguir su ritmo, las piernas se me doblan, me duelen las rodillas, se me cae todo lo que llevo entre los brazos (carpetas, papeles). Me encuentro a mi prima Elisa con sus hijos. No sé de qué me habla, pierdo a mi madre de vista. Entro en una casa que parece abandonada a buscarla. Alguien me pregunta si busco el coche que me han robado. ¿Me han robado el coche? Me indican que entre en una habitación donde hay más de cincuenta niñas. Parecen refugiadas de guerra. Una me dice que son polacas, que están esperando que alguien las lleve a casa. Me han robado el coche, le digo. Me señala un pasillo. Las puertas son cortinas. Cada vez que me acerco a abrir alguna alguien desde detrás me agarra las manos y los brazos.

quesito

jueves, 25 septiembre 2014. Salgo de la casa de la abuela de Odila (y que ya no existe) comiéndome un quesito. En los escalones de la puerta hay varios hombres armados. Llevan turbantes. Mientras me alejo de ellos me como el quesito de manera que lo vean, como si ese quesito fuera mi salvoconducto.

cierra los ojos, ¿qué ves?

a ratos eras un niño
y cruzabas la calle
y yo te seguía con la mirada
como si así pudiera protegerte
de la velocidad

a ratos eras un hombre
y me amabas
y yo te seguía con las manos
como si así pudiera protegerte
del dolor

(domingo, 21 septiembre 2014)

no hacemos nada más que hacer

sábado, 20 septiembre 2014. Playa. La han cubierto de piedras. No una playa de piedras, una playa con piedras que alguien ha colocado sobre la arena. David leo se sienta a mi lado y apoya la cabeza en mis piernas. Le digo que me ha encantado cómo termina uno de sus poemas: "No hacemos nada más que hacer". Le pregunto si vale la pena vivir. ¡Vivir, siempre! Dice y se queda dormido.

pasta flora

martes, 16 septiembre 2014. Entro en la casa de mis padres. Miro el buzón, hay dos Pasta Flora y ninguna carta. Al entrar, la casa se convierte en la de mi abuela. Todo está oscuro y en silencio. Alguien llega. Me escondo en el cuarto de baño. La bañera está llena de pelos largos como si hubiesen esquilado a Chewbacca.

la habitación de los sensatos

lunes. 15 septiembre 2014. Varios vecinos llegan a casa y se dividen en dos grupos. Cada grupo se encierra en una habitación. En la que me toca hay varios niños que empiezan a tocarlo todo. Deseo que estemos en otra casa y así ocurre. Ahora todos estamos en una habitación con poca luz y los niños saltan sobre el sofá. Mayores y niños saltan, incluso un bebé desaparece por uno de los agujeros que han hecho en el forro de la tapicería. Rompen los cojines y todo se llena de plumas. Me asomo a la habitación de los sensatos, discuten en voz baja cómo arreglar la puerta del ascensor, que tiene un leve arañazo.

con todas mis fuerzas

sábado, 13 septiembre 2014. Camino junto a un niño por una calle mal iluminada. Caminamos detrás de alguien que nos guía. El niño cae por un agujero enorme que hay en acera. Al intentar agarrarlo caigo con él. Intento gritar para que los que caminaban delante nos ayuden, pero en el agujero no hay oxígeno y, mientras seguimos cayendo y llevo la boca abierta y grito con todas mis fuerzas, no sale ningún sonido. Mientras caigo pienso que va a ser una manera muy fea de morir.

manchas de café

lunes, 8 septiembre 2014. Estoy en un bar de carretera con un grupo de poetas. Tenemos una lectura en unos minutos. Un chico dice que ha escrito un poema en una servilleta de papel, que le diga qué tal está. Retuerce la servilleta hasta convertirla en una flor. La abro, sólo hay manchas de café. Aparece Luciano de la mano de un niño. Lo oigo hablar con Pepe sobre la salud de su padre. Todos se van a la lectura. Alberto y yo salimos con retraso, los perdemos de vista. Me doy cuenta de que voy descalza y llevo un vestido que nunca he visto. La lectura ha comenzado. Busco al chico para devolverle la servilleta, ya sin forma, pero no está. Me toca leer. He olvidado los poemas en el bar. Saco unas cuartillas en blanco e improviso unos poemas. El último es una canción, digo al público. La canto en francés. Mientras canto, pienso que me he vuelto loca, que es imposible que yo esté haciendo todo eso.

tres tirantes y una melé

viernes, 5 septiembre 2014. Vivo frente a la casa de Sora, entre los dos edificios hay una plaza pequeña. Llega, le hago señas, se acerca. Estaré toda la tarde escribiendo, le digo y señalo una mesa y una silla muy pequeñas que hay junto a mi ventana. ¡Siete años!, dice muy contenta. Imagino que se refiere a un aniversario. Llega Daniel con un grupo de amigos, celebran algo, hacen una melé y se dan puñetazos. No sé bien si están de broma o van en serio. Bajo a ayudarlo, pero ya no hay nadie. En el portal me cruzo con Sora. Lleva un vestido a cuadros con cancán, le pregunto si se lo ha hecho ella. ¿Llevas tres tirantes?, me pregunta. Parece que vayamos disfrazadas de los años 50. Al llegar a casa veo que me dejé las llaves puestas en la puerta. Daniel está sentado en la cocina jugando con harina y agua. Le doy un trozo de tarta de manzana y le acaricio la cabeza. Me cuenta que en la pelea le han cambiado su ropa por la de otro. Me hace gracia mirarlo comer porque parece un niño pequeño con barba.

tarta

jueves, 4 septiembre 2014. Una ciudad entera hace cola para que les den un trozo de tarta. Alguien me empuja y entro en la cola. Todos llevan su trozo en la mano. También regalan revistas y nubes de caramelo. A mí nadie me ha dado nada.

espigas

miércoles, 3 septiembre 2014. Sobre la mesa hay espigas. Tienen vida propia, se mueven, se entrelazan, se hacen una bola, se estiran, aparecen otras espigas más pequeñas. Pienso que se aman. Las envidio.

g

martes, 2 septiembre 2014. Alguien ha robado la letra G. Doy vueltas en la cama intentando dormir. Se que no podré hacerlo hasta que componga algunas palabras, pero sin la G no puedo hacerlo.

caer

lunes, 1 septiembre 2014. Parece que estamos en China y hemos ido a visitar la muralla. Al fondo de se ven unos montes rojos iluminados por el sol. Quiero que nos hagamos una foto. Salvatore pierde pie y cae al vacío. Lo veo caer a cámara lenta. ¡Te quiero!, le grito mientras cae. Veo que cae a cuatro patas, como lo haría un gato. Me hace una seña con la mano y se levanta. A los pocos segundos aparece intacto. Lo abrazo.