azotea

jueves, 31 julio 2025. Estoy en un hostal. Se supone que he ido a un congreso sobre un poeta (no recuerdo el nombre). Me estoy cepillando los dientes cuando entra una chica cargada de maletas (no recordaba que tenía que compartir habitación. Mis cosas están todavía sobre la cama, las aparto hacia el lado derecho y me arrepiento de momento porque yo suelo dormir en el izquierdo. La chica dice que está muy emocionada, pero que el poeta en cuestión tampoco le emociona. En algo hay que entretenerse, le digo y me enjuago la boca. La chica quiere fumar, le digo que tenemos terraza y azotea. me pregunta si a Alberto no le importará que fume. Le digo que está en la habitación de al lado y no creo que le llegue el humo. La terraza está llena de trastos y macetas. Tiene una escalera muy precaria. La chica intenta subir pero tiene una tela metálica que lo impide. A pesar de que la chica es muy agradable, pienso que hubiese preferido que me tocara Sonia de compañera de habitación.

concierto

martes, 29 julio 2025. Llego con mis padres a una plaza donde un tipo va a empezar a cantar. Me siento en el suelo. No lo conozco, pero me sé todas las canciones. Cuando el concierto acaba, bajo las escaleras de un local (ya no estamos en la plaza) y el tipo me sigue. Quiero que me pregunte cómo es que me sabía las letras, pero me adelanta escaleras abajo y sigue su camino.

tacones

domingo, 27 julio 2025. Voy por Alcazabilla arriba con Alberto y Joan. Han puesto bares a la izquierda. Uno de ellos tiene un columpio de madera en vez de sillas. Joan se sienta, una chica de otra mesa le dice que el columpio es solo para niños. No le hacemos caso. El camarero trae unos rollitos negros brillantes (me recuerdan a las babosas que quedaban sobre la arena cuando bajaba la marea). De repente, Alberto dice que va a pasar el autobús y tenemos que irnos. Allí quedan las tapas sin probar. Me alegro porque me pareció que se movían.
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Voy por las calles de un pueblo que no conozco. Están en fiestas, oigo el murmullo de la multitud a lo lejos. Llevo tacones muy altos (los que llevé a la boda de Tony) y la falda beige estampada que también tiene muchos años. Como solo he abrochado los primeros botones, al andar, deja ver las piernas (parecen largas y preciosas). Las calles están vacías y mal asfaltadas, es de noche, pero me siento tan guapa que avanzo segura y feliz. A ratos hasta me permito correr (no doy ni un traspiés). Llego a un descampado con una cancha de fútbol de tierra, muy precaria. Nadie. Sigo el murmullo, pero todo está vacío. Tampoco me importa, me siento bien andando sin llegar a ninguna parte.

botines de goma

sábado, 26 julio 2025. Mi madre dice que la gata está preñada. La miro y tiene la barriga floja, pero nada más porque nunca sale de casa. Mi madre dice que la niña de la vecina juega con la gata y, como tiene un perro, quizá haya traído "algo" en los dedos y al tocarla, ya sabes. No sé si habla en serio. No creo que la gata esté preñada, le digo. Tú hermana también lo está, dice.
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Bajo por Fernando el Católico. A la altura de Gordón, un coche aparca, calcula mal y queda sobre dos coches. La chica que conduce le dice a su madre que baje inmediatamente y entré en la tienda a comprar algo. Después la chica baja el coche a la calzada. me sorprende lo rápida que ha sido. Veo a su madre muy despistada y entro a ayudarla. Me doy cuenta de que voy descalza. Salgo y entro en una zapatería que hay justo al lado. Hay botines de goma con botones colgados en ristras como si fuesen ajos. Pregunto si tienen el 38. Solo lo que hay colgado. Me pruebo un 36 y me queda enorme. Pienso que las tallas están mal y me llevo unos rojos. Pienso que son del estilo de mi prima Cristina. Cristina aparece en la tienda. Mira, los he comprado por solo cuatro euros, le digo. Le encantan. Se los regalo.
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Vamos por la calle. De repente todo se vuelve sombra. Miramos hacia arriba y vemos que es un árbol que da distintos frutos. Aguacates, ciruelas, uvas, cebollas, incluso algunas que no conocemos. Alberto prueba una fruta morada. Dice que está muy buena. Las cebollas tienen forma de pera. Me pregunto si serán dulces. Alberto se sienta en un sofá bajo el árbol. Qué suerte tener esto dentro de casa, dice. Miro a mi alrededor y, efectivamente, estamos en casa.

morir en rusia

viernes, 25 julio 2025. Estamos en la terraza de un bar. Me extraña que Alberto se haya pedido una Coca-Cola. Escribe algo en un papel y se lo pega a la copa. Deja el dinero sobre la mesa y se levanta. Solo le ha dado dos sorbos. Ya sabía yo que no te gustaba, le digo. Se echa a llorar, dice que no es eso, que sus problemas para tragar han ido a más. Pero tiene solución, puedes operarte. Con todo lo que tú tienes..., dice. No te preocupes por nada, todo irá bien, le digo y lo abrazo. De repente vamos por la autovía. Al pasar por Benalmadena en vez de verse la estupa se ve la Catedral de San Basilio. Que horteras son los rusos, le digo. También hay unos bloques pintados de rojo y azul muy feos. Al apartar la vista de la carretera, el coche se le va hacia el quitamiedos y Alberto tiene que dar un volantazo. Pienso que esa sería otra solución, caer rodando con el coche y que dijeran: murieron en Rusia.

de la mano

jueves, 24 julio 2025. Estoy en lo que parece una fiesta. Veo pasar a lo lejos a José Miguel (un niño que me gustaba de niña y al que no veo desde hace más de treinta años). Unas niñas, entre ellas su hermana Eva, quieren ayudarme a alcanzarlo. Me cogen de la mano y corremos a la calle, pero no está. Creo que se ha ido por allí, dice una. Es muy difícil avanzar porque las calles son de adoquines muy gastados.

michelin

martes, 22 julio 2025. He quedado con Salva en la esquina de Michelin. Veo a Emilio. Imagino que Salva lo ha avisado. Emilio va con un bañador tipo nadador muy pequeño y esta comiendose un bocadillo. Cuando llega Salva no lo reconozco porque se ha afeitado la barba y la cabeza. No entiendo nada. Lo único que tengo claro es que no pienso ir a comer con estos dos con esas pintas.

naranjas y cubiertos oxidados

lunes, 21 julio 2025. Entro en un supermercado muy oscuro. Busco naranjas para llevarle a Juan. Solo quedan algunas aplastadas en el fondo de un cajón. Una chica me dice que no sabe qué pasa con la fruta, que sospecha que los dueños se la quedan y dejan la podrida para los clientes. Me consigue unas naranjas y las meto en una bolsa muy bonita. Juan vive en una habitación dentro del supermercado. Llamo a la puerta con el típico toc-toctoctoc-toc para que se ría y responda, como Roger Rabbit, toc-toc. Pero un tipo se me adelanta y hace toc-toc. Juan abre. Ya no sé si debo entrar porque a quien ha abierto es al tipo. El tipo entra. Juan parece no verme. Entro. Es una habitación con una cama enorme, casi no caben más muebles (una cama y una mesilla de noche con muchos libros). A pesar de todo me gusta la habitación, tiene una ventana a la izquierda y buena luz. Pienso que no se necesita mucho más para vivir. No sé donde dejarle las naranjas.
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Estoy en la cocina de la casa de mis padres preparando la cena. Voy y vengo para poner la mesa. El resto de la familia está sentada alrededor, charlando. Nadie se ofrece a ayudarme. Al buscar los cubiertos, no doy con ellos, los han cambiado por cubiertos de cartón que no sirven par nada. Los llevo y distribuyo de todos modos. Al ponerlos en la mesa se convierten en cubierto de metal oxidado. Mi padre se queja. También dice que no paro, que me siente a la mesa. Mi hermana me ha cambiado el sitio y me ha colocado de espaldas a la tele. No me importa, no pensaba verla de todos modos. Todos protestan de todo. La comida en los platos también parece oxidada.

sinsorga

domingo, 20 julio 2025. Entro en una tienda donde vender piedras y barras de labios. Hay varias chicas jóvenes sentadas en un banco bajo que recorre el perímetro de la tienda. Están probándose distintos colores con purpurina. La dueña me pregunta si he visto la serie Sexo en Nueva York. Le digo que la vi hace poco porque siempre voy con retraso, del tirón, y que no me gustó nada. Después me pregunta qué me parece Harrison Como decís en tu tierra, es un sinsorga. Se ríe. Pone una silla alta a modo de mesa y sirve lo que parecen canapés. Me fijo en que quien come con ella es Eduardo. Me acerco sin que ella me vea, le hago señas, le digo que no coma, que son pastelitos de piedras venenosas. La tienda se ha convertido en un bar oscuro. Estoy en una mesa larga con Alberto y Andrés. Cuando por fin viene el camarero y vamos a pedir algo, Andrés dice que acaban de decirle que hay una mesa libre en un bar de su barrio. Alberto le responde que propuso ese bar hace un rato y (Andrés) le dijo que no le gustaba. Nos levantamos, nos ponemos nuestros sombreros vaqueros y salimos. Cruzamos la plaza de la Merced (que es como antiguamente, con adoquines y tráfico). Es de noche, ha llovido y los adoquines brillan. Pienso que debemos de tener una pinta extraña. Me parece reconocer a Caína. Me vuelvo, me quito el sombrero y lo agito en el aire para saludarla. Pienso que si se viniera con nosotros se le ocurrirían un montón de cosas divertidas y lo pasaríamos mejor. Llegamos al bar. El bar no es más que una sala con las paredes color crema, desconchadas, y un tablao al fondo. La luz es mala (un par de fluorescentes en el techo). Javi entra muy animado, dice que bailemos. Se ha dejado el flequillo largo, lo mueve a soplidos mientras baila (me recuerda a un personaje de las leliculas de Rocío Durcal). Me gusta verlo feliz. Veo a Inma con una mini Inma a la espalda, como si fuera una mochila. Está muy delgada. Le pregunto si se está cuidando, que si sigue sin comer pronto su "mini yo" será más grande que ella. Me da igual, dice. Vale, pero si te mueres ven a contarme cómo es el otro lado, le digo.

sillas de tijera

sábado, 19 julio 2025. Estoy en casa de mis padres. Me despido hasta el próximo día. Mi tía le pregunta a mi hermana si me lo ha dicho. Mi hermana dice que no. Al parecer, me dijo que dormía tres noches fuera pero ahora serán más. Le digo que ya había hecho planes, que así nunca puedo organizarme ni descansar. Salgo de la habitación conteniendo mi rabia. En el suelo del salón hay varias sillas de tijeras tiradas que no dejan pasar. Voy plegándolas y ordenándolas contra la pared. También cojines planos, de sillas de terraza (que no sé de dónde han salido). Los amontono sobre una butaca. De repente estoy en la calle. Al mirar la hora veo que al reloj  de pulsera (no suelo llevar) se le ha caído la tapa trasera. Al ir a recogerla del suelo (está entre unos adoquines), Antonio la pisa. Se supone que solo está jugando, pero me enfado de verdad. Cuando la cojo se trata de una lámina de papel plateada. Antonio habla con una chica, le cuenta cómo nos conocimos. ¿Te acuerdas de que siempre me ha gustado el mismo tipo de hombre?, le digo. No sabe de qué le hablo. ¿No te acuerdas de que Araceli me dijo que no distinguía a mis amigos porque todos se parecían? No se acuerda. Al ver que no podemos seguir con ese tema le digo que da igual, que ya no tengo tipo de hombre, que a partir de ahora jamás me verá con ninguno.

zapatos feos

miércoles, 16 julio 2025. Llego a una zapatería que están desmantelando. Hay un cajón lleno de pares sueltos. Todos parecen usados. Le pregunto a una dependienta si tiene alguno del 38. No me hace caso, sigue hablando con otra clienta que le cuenta con acento argentino cómo le va a su hija. La dependienta con muy mala cara, al ver que no me voy, me responde un no rotundo. Miro el cajón de zapatos, hay manoletinas con el empeine alto, muy feas. Las manoletinas hacen pies de Minnie Mouse, recuerdo que decía Mario. En realidad no quiero esos zapatos tan feos, no sé qué hago allí.

americana

martes, 15 julio 2025. Estoy en una cancha de baloncesto donde va a empezar una lectura de poemas. La chica que está a mi lado explica lo que va a leer. Le digo que no hace falta, que se entiende muy bien todo. Lo explica de todas maneras. El público se aburre, hablan, otros se van. De repente estoy llegando al portal de la casa de mis padres con mi hermana y mi sobrino Abel. Sale un vecino, lo saludo. Le digo a mi hermana que debería saludar a los vecinos, ser más amable, que después no se queje de no encontrar pareja, que lo ideal sería alguien del edificio, que ya sabe como son los pisos. Me veo reflejada en el cristal de la puerta. Llevo un vestido por la rodilla y unos leotardos burdeos que me hacen las piernas torcidas. Me cojo del brazo de Abel (lleva una americana amarilla) y nos vamos. Por el camino pienso que, él con esa americana y yo con los leotardos burdeos, debemos de parecer dos payasos. Llegamos a una cafetería. Al entrar pienso que ya he estado ahí y me alegro mucho de volver. No la recordaba tan bonita, le digo. El suelo es de baldosas exagonales blancas, unidas por las esquinas con baldosines rojos. Han pintado las patas de las sillas de turquesa pálido. Para pasar a la parte de la cristalera le pido permiso a una niña está en un taburete alto. ¿Puedo mover el taburete un poco para pasar? La niña tiene la boca llena y niega con la cabeza. Tiene los ojos muy grandes, es preciosa. No te preocupes, paso por detrás de la columna, le digo.

cajón

domingo, 13 julio 2025. Una chica me dice que llame a alguien (no recuerdo el nombre) porque están muy preocupados por él, que ya tenía que haber llegado, que seguro que a mí me hace caso. Llamo, le dejo un mensaje en el contestador. Al rato alguien me dice que no me preocupe, que está en el fútbol. Parece que la chica se queda conforme. Miro la hora, es muy tarde y tengo que hacer la maleta. Abro el cajón de la ropa interior, pero está desordenado y no reconozco ninguna prenda. Lo vacío sobre la cama (el cajón es pequeño, me sorprende la cantidad de ropa que sale). Hay varios camisones enormes (según los doblo se hacen de talla pequeña), bragas también enormes sin estrenar (todavía llevan la etiqueta), pendientes de diseños raros (que jamás me pondría). No sé qué hacer ni qué meter en la maleta porque no podré ponerme nada. De vez en cuando corro a la cocina a mirar en el reloj qué hora es, cuánto tiempo me queda.

receta

sábado, 12 julio 2025. Estoy en una farmacia. Dos chicas insisten en que no puedo dejar el tratamiento porque puedo quedarme ciega. Les digo que he olvidado la receta, que puedo pasar un día sin gotas. De ninguna manera, llévatelas de todas formas, dicen y me dan una caja de madera llena de damasquillos.

luz de postal

viernes, 11 julio 2025. Vamos por la autovía. Hay un coche haciendo maniobras extrañas. De repente frena y una chico joven muy delgado se baja tranquilamente, como si fuera a fumarse un cigarrillo. Algunos coches lo esquivan, otros chocan entre sí. Le digo a Alberto que pare en el arcén hasta que todo vuelva a la normalidad. Más que en lo que está ocurriendo, pienso en la luz tan brillante y maravillosa bajo la que sucede todo.

ducha imposible

miércoles, 9 junio 2025. Estoy en una habitación de hotel, es enorme, el cuarto de baño sin pared ni puerta. Tengo que darme prisa porque debo dejar la habitación. Cada vez que intento ducharme aparece alguien: Juano con una novia (se asoman por la ventana, se ríen, intentan entrar, me hacen bromas), les digo que tengo prisa y que no hagan el tonto; Juan y su hija (se sientan en uno de los sofás y leen revistas), no les digo nada; tres chicas (una de ellas les enseña cómo llevarse cosas del hotel sin que nadie lo note), tú no eres una influencer, eres una ladrona, le digo me voy. Doy una vuelta a la manzana a ver si se van todos. Detrás del hotel veo un perro boca arriba con la barriga abierta. Me da pena y asco. Cuando intento volver al hotel no está, toda esa zona de ha convertido en un decorado. Pienso en dónde estarán mis cosas. En un rincón veo un montón de sandalias con tiras, pero son de goma. Me las pruebo, pienso en si sería capaz de llevarlas (no me gusta ir con los pies desnudos). De repente estoy en una terraza de una especie de venta (aunque se supone que es mi casa). Recibo a algunos amigos que han venido a celebrar un homenaje a Cumpián. Cuan veo que llega Jacinto me acerco y lo abrazo. Poneos cómodos que ahora vuelvo, les digo y cruzo una explanada por donde pasan coches que parecen de juguete. Una chica me da un resguardo y dice que vaya a por sus maletas. Pienso que quizá también encuentre la mía, la que dejé en el hotel. Llego a una cola, entramos por unos pasillos muy largos (tienen las paredes de baldosas blancas, parece un psiquiátrico). Junto a mí va un actor que se supone es argentino. ¿No te han llamado nunca el Ewan McGregor argentino?, le pregunto. Como me pone mala cara le digo que a lo mejor no es argentino, es uruguayo. Me pone peor cara todavía. Me dice, soy gallego soy de Toledo, Cantabria. No estoy segura de si allí hay una región que se llame así o bien se está riendo de mí. Una chica con carpetas se le acerca (pienso que es su secretaria), él se queja de que por ser famoso la gente se cree que es idiota (la chica lo consuela). Sigo por el pasillo feo, pero no da a una sala para recoger maletas sino a un vagón de tren donde la gente va apilada en literas (una madre le da de comer un yogur enorme a su hija). Desde una de las ventanillas veo al actor Ernesto Alterio en el andén, en una hamaca (pesa como 200 kilos), pienso que ha tenido que engordar para un personaje. Quiero preguntarle cómo va a hacer para adelgazar, pero el tren se pone en marcha. Junto a la señora con su hija reconozco a una amiga de mi hermana (me alegra ver a alguien conocido). Le pregunto si ella también ha perdido su maleta. Dice que no, que las envían a casa. Miro por la ventanilla, no reconozco las calles. ¿Tú no te mudaste? Piensa un poco y responde que da igual, que confía en que la maleta llegará a su destino. Pienso que, como se ha mudado cerca de casa de mis padres, mi maleta lleva el mismo camino que la suya.

un borracho

martes, 8 julio 2025. Mi madre dice que hay que hacer la compra. Mi hermana no le hace caso. Mi madre se encierra en el ascensor, dice que no entra en casa hasta que no vea la lista hecha. Le digo a mi hermana que me diga qué hace falta. Va nombrando cosas que ve el frigorífico. Le digo que me diga lo que falta, no lo que ya hay. No hay manera. Hago yo una lista por mi cuenta con cosas básicas y le digo a mi madre que ya puede entrar. De repente estamos en casa de mi abuela. Hay un montón de ropa en la calle, la pongo sobre un muro, la voy doblando y hago una pila con ella. Mi tía sale del jardín y me hace señas. Me cuesta mantener la pila sin que se me caiga. Cuando llego señala a la acera de enfrente. Veo a mi prima Elisa en pijama y bata queriendo dar de comer a un gato. ¡Alex, Alex!, le grita. Un hombre muy borracho baja la calle cantando. Elisa lo ve, cruza y viene corriendo hacia casa. Le hago señas a mi hermana para que vuelva, pero se deja agarrar por el hombre y los veo que bailan. El hombre empieza a manosearla. Ella se deja. No sé si le gusta o lo hace porque le da pena. Sigo diciéndole que vuelva. No voy a por ella porque todavía llevo la pila de ropa y temo que se me caiga. Mi tía sale a rescatarla, los separa como puede, entramos en casa y por fin nos sentamos en el salón, a salvo. Mi hermana nos cuenta que se siente muy orgullosa de que el hombre la eligiera a ella.

cookies

lunes, 7 julio 2025. Estamos en una habitación de hotel. Cada uno duerme donde puede. Yo duermo pegada a Enrique porque me duele la espalda y el calor me hace bien. Carmen dice que algo le sentó mal en la cena y ha vomitado. Recuerdo que el camarero preguntó si alguien tenía alguna alergia. Miro el suelo, nos dejamos la ventana abierta, ha llovido y hay un charco enorme de agua. Una chica con mala pinta me dice que ahora le toca a ella (supongo que se refiere a dormir junto a Enrique). De repente estamos los tres en un ascensor. Ella me mira con odio.
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Mi padre conduce un autobús. Da vueltas al rededor del patio de una especie de claustro. Intenta no chocar con nada, pero roza paredes y columnas. En el bus solo vamos mi prima Elisa (de niña) y yo. Agarro a Elisa por el cuello del jersey y la ayudo a bajar (hay que bajar en marcha). En una hora te recogemos, dice mi padre. Decido bajarme en marcha y quedarme con ella para que no esté sola. Aparece Alberto. Entra en un supermercado muy mal iluminado y sale sin nada. Dice que no encuentra las cookies. Una cajera le dice que están al fondo junto a los huevos. Pues ya que vas trae también huevos, le digo. Vuelve sin nada. Entro y encuentro las cookies a la primera, pero de repente el supermercado se convierte en una habitación bastante oscura. Hay un hombre muy siniestro. Busco la salida, empujó las paredes hacia un lado y se pliegan como si fueran cortinas, pero detrás hay otra pared. De repente estoy otra vez en el claustro con Elisa, le acaricio la cabeza. Alguien dice que tenía que haber sido mi hermana y no mi prima.
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Me encuentro a Marcos. No me reconoce. No te has acordado de vestirte de verde, hoy es el día de la granizada.

salto

domingo, 6 julio 2025. Alberto y yo volvemos en casa.  Cuando vamos a cruzar el cauce seco del río, no hay puente. El cauce no es cómo es en realidad, es mucho más hondo, da vértigo. Alberto dice que podríamos saltar cogiendo impulso. Lo miro como preguntándole si esta seguro. Él  responde que sí  con la mirada. Me agarro de su mano, damos unos pasos hacia atrás, corremos y saltamos.

vecino

sábado, 5 julio 2025. Se supone que estoy en casa de mis padres (no se parece a nada). La puerta está abierta y se ve la casa del vecino (también tiene la puerta abierta). Alguien dice, lo ha hecho. Cuando miro veo que el vecino se ha ahorcado (solo le veo los pies en el aire). También veo a un bebé colgado, atado de los pies con la cabeza hacia abajo. Mis padres se acercan a la puerta, les digo que no miren y cierro. Llamo a la policía, les cuento lo que ha pasado, me dicen que eso es imposible, que esas cosas ya no pasan.