luna

miércoles, 13 agosto 2025. Llaman a la puerta de la casa de mis padres, abro y la gata aprovecha para escaparse. La llamo varias veces, me asomo a la escalera (que es distinta, tiene barrotes), nada. Bajo a la calle y la busco. Hay un puesto de feria donde venden coco cortado, turrón y altramuces. También puedes llevar tu mascota para que otra persona la adopte. Una chica me tiene unos impresos, dice que puedo dejar a la gata allí y que otra familia la acogerá. De repente me doy cuenta de que llevo a la gata en brazos. La aprieto contra mi cuerpo y corro hacia casa, feliz de haberla encontrado.
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Voy con Sonia y Mesa Toré por un parque desangelado, de vuelta a casa. Le digo a Mesa que en el homenaje a Manuel Alcántara leí un poema suyo. Eres buena, me dice.
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Alberto y yo vamos por el paseo marítimo sentados en una especie de sillón con motor. Veo a Francis mirando el mar. Pasamos por su lado sin detenernos. Me vuelvo a mirarlo y le hago un gesto como diciéndole: ya te contaré.

gallur

martes, 12 agosto 2025. Estoy esperando para cruzar Muelle Heredia. Se acercan tres chicos. Pienso que acaban de llegar en patera. Me preguntan dónde pueden ir a comer. Uno de ellos dice, calle Bolsa. Le digo que allí todo es muy caro; hacia el este todo muy caro, hacia el oeste más barato. Aparece un coche pequeño amarillo, hace un trompo para entrar en el puerto y los tres chicos salen corriendo. De repente estoy en una habitación anexa a la iglesia de la Victoria. Una de las profesoras pregunta a tres chicas de dónde son. De Zaragoza. Les dice que digan nombres de calles de su ciudad. Dicen nombres muy raros, parecen nombres que yo les pondría a unas cabras. Se lo digo: ¿En vuestra ciudad ponéis a las calles nombres de cabras? Todas ríen como si hubiera contado un chiste. La profesora quiere recordar el nombre de una sierra. Guadarrama, le digo. Me mira con admiración. Le digo que no tiene importancia, que yo todo lo aprendí hasta los siete años, después nada. Vuelve a preguntar a las chicas por pueblos de su tierra, pero no saben ninguno. Gallur, respondo. Todas se miran y cuchichean.

edredones

lunes, 11 agosto 2025. Estoy preparando el desayuno. Llaman a la puerta. Pienso que siempre miro por la mirilla con el ojo derecho y esta vez voy a hacerlo con el izquierdo. No veo nada. Abro. Mi hermana y mi prima Cristina son niñas. Están acostadas en el descansillo sobre edredones y sábanas revueltas. Hablan de sus cosas. Les pregunto si han llamado. Dicen que no saben, que igual le han dado al timbre por error. Vuelvo a lo mío. Al meter la taza en el microondas, choca y se derrama. La taza es ovalada. No sé de dónde ha salido. Busco mi taza favorita pero no doy con ella. Me paro a pensar: ¿cuál es mi taza favorita?

neopreno

domingo, 10 agosto 2025. Estoy de visita en casa de una chica a la que no conozco. De repente me dice que su hermana acaba de llamarla, tiene que contarle algo muy personal y tengo que irme. Ponte los zapatos y te acompaño, dice. Le digo que puedo irme sola, pero ella insiste. Le digo que solo me acompañe la mitad del camino. A su lado está Oeste que intenta varias veces acercarse a mi mochila. Supongo que quiere meterme de regalo un mechero que le dije que es muy bonito.
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Estoy en la cola de un puesto de helados hecho de madera. Alguien se pone detrás, muy pegado a mí. Me vuelvo y es un chico muy alto, miro hacia arriba y es Paco. Me mira muy serio, me saluda fríamente. Soy yo. Lo sé, responde. Le digo que me alegro muchísimo de verlo. Dice que también, pero actúa mecánicamente. Le digo que justo hace un momento acabo de saludar a José Miguel y a Laura. Miro a ver si están todavía en la playa. Paco entra al patio de un bar. Se sienta en una mesa con una pareja mayor (imagino que son sus suegros). A su lado hay una sillita de bebé. Me dice que la ropa que lleva la ha hecho su hijo (es una especie de vestido muy ancho de lino verde militar; me extraña porque hace un momento llevaba un traje corto de neopreno). Dice que también hace bordados. Miro la sillita y es de bebé de pocos meses, no creo que pueda sostener ni el biberón, mucho menos una aguja, pero no digo nada.
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Estoy en un hotel caótico. Comparto habitación con una señora mayor mal teñida. Está viendo la tele a un volumen exagerado. Cojo la mochila y salgo a buscar un lugar tranquilo. Cuando bajo al patio, una chica aparece con un cuenco de sopa. Se le va cayendo por el camino, se tambalea como si caminara por una pasarela. Me dice que no salga, que el cielo va a explotar. Miro al cielo y está de un color rarísimo y una forma abombada. Le pregunto al dueño del hotel si puedo ir al monte a leer. Dice qe no me lo recomienda, que en los días explosivos todo el mundo va al bar a emborracharse. Es que yo quiero leer y la señora pone la tele muy fuerte. Tenías una habitación para ti sola, pero me pediste que te cambiara. Vuelvo al hotel. Me fijo en que voy vestida de rosa pálido. En el suelo encuentro una tira de tela de cuadros madrás muy bonita en tonos pastel. Al ponérmela veo que los dobladillos están solo hilvanados. Mientras espero el ascensor llega una pareja mayor. Él va de blanco de la cabeza a los pies (incluidos pelo y cara)Pienso que parece un personaje de David Lynch. Al entrar en el ascensor, solo entra ella. Le pregunto a qué piso va. Dice que al 8 pero le da al 2. Bajamos. Frente al ascensor hay una taquilla de cine antiguo. Un chico desde dentro grita: ¡ha llegado la abuela! Y sobre la ventanilla se enciende un luminoso rojo donde puede leerse LA ABUELA. Pienso que ese hotel es una locura. Al ir hacia mi habitación, noto el sueño del pasillo blando. Parece que caminara sobre un colchón de agua. Delante de cada habitación hay un agujero con agua. Pienso que quizá hayan inundado la planta de abajo para conseguir ese efecto. Al llegar donde se supone que estaba mi habitación, pasan del número 13 al 15. Le pregunto al dueño qué ha pasado. Como decías que había mucho ruido la he eliminado, si quieres puedes quedarte con la mía, dice. Siento una tristeza enorme, quiero irme a casa, pero estoy tan cansada que acepto quedarme con su habitación. Sígueme, dice.

solo

sábado, 9 agosto 2025. Levanto a mi padre de la cama. De repente vamos andando por la calle. Va muy diligente hasta el punto de que lo suelto del brazo y camina solo. ¡Mira mamá, papá vuelve a caminar solo! No te confíes, dice mi madre.

bricolaje

viernes, 8 agosto 2025. Estoy en casa, pero tiene la distribución de la casa de mi abuela, incluso la terraza se parece al patio. Salgo y a la izquierda dos señoras barren. Me preguntan qué es eso tan bonito que hay junto a la ventana del baño. Eso tan bonito es un engendro de bricolaje que, se supone, hicimos entre Alberto y yo para matar el tiempo. Una tabla de aglomerado a la que fuimos pegando piezas rotas de plástico y mármol.

castores

jueves, 7 agosto 2025. Estoy en un bar. Veo a Alberto y Salvatore en otra mesa. Cojo mi vaso y voy con ellos. El camarero pregunta si quiero tomar algo y yo pongo mi vaso sobre la mesa. El camarero se va y apaga la luz. Alberto cuenta que una amiga ha estado de viaje, que el hotel era muy barato, que compartía habitación con una familia con un montón de niños, y lo peor era que los niños tenían cada uno como mascotas castores que se pasaban la noche haciendo ruido. Lo cuenta muerto de risa (yo no le veo ninguna gracia). Pienso que nunca lo había visto reírse tanto de algo.

erizo

miércoles, 6 agosto 2025. Alberto y yo llegamos a un centro comercial. A un lado del pasillo hay una cubeta grande y cuadrada de plástico transparente de la que salta un erizo. Cuándo está a nuestros pies se hace una bola, lo cojo con cuidado y lo devuelvo a su sitio. En la cubeta hay bolas de papel virutas de madera. El erizo vuelve a saltar. Alberto intenta cogerlo pero se pincha. El erizo se me sube a la pierna como si quisiera venirse a casa conmigo.
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Mi padre está metido en la cama. Mira el reloj aunque sé que no puede ver la hora. Están tardando mucho, dice. Es que no he llamado a Urgencias, se reirían de nosotros por llamarlos para una tontería.

música

martes, 5 agosto 2025. Perkins me está esperando tumbado sobre el césped. Me tumbo junto a él. Le cuento que han convertido en música un libro mío, que ha quedado precioso. Miramos el cielo, lo recorren dos estelas paralelas de nubes.

revolución

lunes, 4 agosto 2025. Entro en una tienda (pero entro desde dentro). Paso por delante del mostrador de mármol, donde un tipo coloca lonchas de jamón como si fuera pescado fresco. Pienso que, ya que estoy allí, podría comprar para la fiesta de feria que quiero hacer en casa de mis padres. Una chica me llama desde otra puerta que hay junto a la que da a la calle. Quiere enseñarme algo. Entro. Pasillos y una gran habitación destartalada a modo de almacén. Me recuerda a las imprentas clandestinas. Sobre la mesa hay papeles amontonados y cajas de cartón abiertas. Me enseña un catálogo sin encuadernar con fotos de políticos, entre ellos Alberto Garzón. ¿Qué fue de él?, pregunto. Me manda callar. Me enseña otro catálogo con fotos de pueblos. Eso es Teba, le digo, mi suegro era de allí. ¿Sabías que Teba fue el único pueblo que apoyó la Revolución de Asturias en el 34?, le digo. Me saca del brazo de la habitación, me acompaña hasta la calle. No vuelvas, dice.

medio corte

domingo, 3 agosto 2025. Alguien me dice que le gusta mi corte de pelo. Le digo que de la mitad hacia la nuca me lo han hecho en una peluquería y de la mitad hacia adelante en otra.

mascota azul

sábado, 2 agosto 2025. Estoy con un grupo de personas que no conozco. Aparecen Maribel, Purranki y Ash. Purranki lleva una mascota con correa. La mascota es una bayeta azul de 25x25 cm. Se mueve alegremente cuando la acaricio. No te extraña nada, dice Maribel muy contenta. Ash lleva una pecera con asa en la tapa a modo de maleta. Dentro hay pequeñas bayetas de colores de no más de 5x5 cm. No comprendo que la que supuestamente es su madre pueda vivir fuera del agua, pero no digo nada.

teba

viernes, 1 agosto 2025. Llegamos a una calle de casas matas bajando unos escalones de piedra. De la que hay frente a la que se supone que es la nuestra, salen Sr. Chinarro y dos tipos con cara de no haber dormido. ¿De trasnoche?, le digo. Dice que no, que se acostaron pronto porque hoy tienen dos conciertos, uno en Fuengirola y otro en Tebas, que si llega a saber que íbamos a vernos me hubiera guardado un par de entradas. Le digo que no se preocupe, que estoy muy cansada. Cuando se van le digo a Alberto si se ha fijado en que ha dicho Tebas en vez de Teba, que todo el mundo lo dice mal.

azotea

jueves, 31 julio 2025. Estoy en un hostal. Se supone que he ido a un congreso sobre un poeta (no recuerdo el nombre). Me estoy cepillando los dientes cuando entra una chica cargada de maletas (no recordaba que tenía que compartir habitación. Mis cosas están todavía sobre la cama, las aparto hacia el lado derecho y me arrepiento de momento porque yo suelo dormir en el izquierdo. La chica dice que está muy emocionada, pero que el poeta en cuestión tampoco le emociona. En algo hay que entretenerse, le digo y me enjuago la boca. La chica quiere fumar, le digo que tenemos terraza y azotea. me pregunta si a Alberto no le importará que fume. Le digo que está en la habitación de al lado y no creo que le llegue el humo. La terraza está llena de trastos y macetas. Tiene una escalera muy precaria. La chica intenta subir pero tiene una tela metálica que lo impide. A pesar de que la chica es muy agradable, pienso que hubiese preferido que me tocara Sonia de compañera de habitación.

concierto

martes, 29 julio 2025. Llego con mis padres a una plaza donde un tipo va a empezar a cantar. Me siento en el suelo. No lo conozco, pero me sé todas las canciones. Cuando el concierto acaba, bajo las escaleras de un local (ya no estamos en la plaza) y el tipo me sigue. Quiero que me pregunte cómo es que me sabía las letras, pero me adelanta escaleras abajo y sigue su camino.

tacones

domingo, 27 julio 2025. Voy por Alcazabilla arriba con Alberto y Joan. Han puesto bares a la izquierda. Uno de ellos tiene un columpio de madera en vez de sillas. Joan se sienta, una chica de otra mesa le dice que el columpio es solo para niños. No le hacemos caso. El camarero trae unos rollitos negros brillantes (me recuerdan a las babosas que quedaban sobre la arena cuando bajaba la marea). De repente, Alberto dice que va a pasar el autobús y tenemos que irnos. Allí quedan las tapas sin probar. Me alegro porque me pareció que se movían.
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Voy por las calles de un pueblo que no conozco. Están en fiestas, oigo el murmullo de la multitud a lo lejos. Llevo tacones muy altos (los que llevé a la boda de Tony) y la falda beige estampada que también tiene muchos años. Como solo he abrochado los primeros botones, al andar, deja ver las piernas (parecen largas y preciosas). Las calles están vacías y mal asfaltadas, es de noche, pero me siento tan guapa que avanzo segura y feliz. A ratos hasta me permito correr (no doy ni un traspiés). Llego a un descampado con una cancha de fútbol de tierra, muy precaria. Nadie. Sigo el murmullo, pero todo está vacío. Tampoco me importa, me siento bien andando sin llegar a ninguna parte.

botines de goma

sábado, 26 julio 2025. Mi madre dice que la gata está preñada. La miro y tiene la barriga floja, pero nada más porque nunca sale de casa. Mi madre dice que la niña de la vecina juega con la gata y, como tiene un perro, quizá haya traído "algo" en los dedos y al tocarla, ya sabes. No sé si habla en serio. No creo que la gata esté preñada, le digo. Tú hermana también lo está, dice.
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Bajo por Fernando el Católico. A la altura de Gordón, un coche aparca, calcula mal y queda sobre dos coches. La chica que conduce le dice a su madre que baje inmediatamente y entré en la tienda a comprar algo. Después la chica baja el coche a la calzada. me sorprende lo rápida que ha sido. Veo a su madre muy despistada y entro a ayudarla. Me doy cuenta de que voy descalza. Salgo y entro en una zapatería que hay justo al lado. Hay botines de goma con botones colgados en ristras como si fuesen ajos. Pregunto si tienen el 38. Solo lo que hay colgado. Me pruebo un 36 y me queda enorme. Pienso que las tallas están mal y me llevo unos rojos. Pienso que son del estilo de mi prima Cristina. Cristina aparece en la tienda. Mira, los he comprado por solo cuatro euros, le digo. Le encantan. Se los regalo.
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Vamos por la calle. De repente todo se vuelve sombra. Miramos hacia arriba y vemos que es un árbol que da distintos frutos. Aguacates, ciruelas, uvas, cebollas, incluso algunas que no conocemos. Alberto prueba una fruta morada. Dice que está muy buena. Las cebollas tienen forma de pera. Me pregunto si serán dulces. Alberto se sienta en un sofá bajo el árbol. Qué suerte tener esto dentro de casa, dice. Miro a mi alrededor y, efectivamente, estamos en casa.

morir en rusia

viernes, 25 julio 2025. Estamos en la terraza de un bar. Me extraña que Alberto se haya pedido una Coca-Cola. Escribe algo en un papel y se lo pega a la copa. Deja el dinero sobre la mesa y se levanta. Solo le ha dado dos sorbos. Ya sabía yo que no te gustaba, le digo. Se echa a llorar, dice que no es eso, que sus problemas para tragar han ido a más. Pero tiene solución, puedes operarte. Con todo lo que tú tienes..., dice. No te preocupes por nada, todo irá bien, le digo y lo abrazo. De repente vamos por la autovía. Al pasar por Benalmadena en vez de verse la estupa se ve la Catedral de San Basilio. Que horteras son los rusos, le digo. También hay unos bloques pintados de rojo y azul muy feos. Al apartar la vista de la carretera, el coche se le va hacia el quitamiedos y Alberto tiene que dar un volantazo. Pienso que esa sería otra solución, caer rodando con el coche y que dijeran: murieron en Rusia.

de la mano

jueves, 24 julio 2025. Estoy en lo que parece una fiesta. Veo pasar a lo lejos a José Miguel (un niño que me gustaba de niña y al que no veo desde hace más de treinta años). Unas niñas, entre ellas su hermana Eva, quieren ayudarme a alcanzarlo. Me cogen de la mano y corremos a la calle, pero no está. Creo que se ha ido por allí, dice una. Es muy difícil avanzar porque las calles son de adoquines muy gastados.

michelin

martes, 22 julio 2025. He quedado con Salva en la esquina de Michelin. Veo a Emilio. Imagino que Salva lo ha avisado. Emilio va con un bañador tipo nadador muy pequeño y esta comiendose un bocadillo. Cuando llega Salva no lo reconozco porque se ha afeitado la barba y la cabeza. No entiendo nada. Lo único que tengo claro es que no pienso ir a comer con estos dos con esas pintas.

naranjas y cubiertos oxidados

lunes, 21 julio 2025. Entro en un supermercado muy oscuro. Busco naranjas para llevarle a Juan. Solo quedan algunas aplastadas en el fondo de un cajón. Una chica me dice que no sabe qué pasa con la fruta, que sospecha que los dueños se la quedan y dejan la podrida para los clientes. Me consigue unas naranjas y las meto en una bolsa muy bonita. Juan vive en una habitación dentro del supermercado. Llamo a la puerta con el típico toc-toctoctoc-toc para que se ría y responda, como Roger Rabbit, toc-toc. Pero un tipo se me adelanta y hace toc-toc. Juan abre. Ya no sé si debo entrar porque a quien ha abierto es al tipo. El tipo entra. Juan parece no verme. Entro. Es una habitación con una cama enorme, casi no caben más muebles (una cama y una mesilla de noche con muchos libros). A pesar de todo me gusta la habitación, tiene una ventana a la izquierda y buena luz. Pienso que no se necesita mucho más para vivir. No sé donde dejarle las naranjas.
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Estoy en la cocina de la casa de mis padres preparando la cena. Voy y vengo para poner la mesa. El resto de la familia está sentada alrededor, charlando. Nadie se ofrece a ayudarme. Al buscar los cubiertos, no doy con ellos, los han cambiado por cubiertos de cartón que no sirven par nada. Los llevo y distribuyo de todos modos. Al ponerlos en la mesa se convierten en cubierto de metal oxidado. Mi padre se queja. También dice que no paro, que me siente a la mesa. Mi hermana me ha cambiado el sitio y me ha colocado de espaldas a la tele. No me importa, no pensaba verla de todos modos. Todos protestan de todo. La comida en los platos también parece oxidada.

sinsorga

domingo, 20 julio 2025. Entro en una tienda donde vender piedras y barras de labios. Hay varias chicas jóvenes sentadas en un banco bajo que recorre el perímetro de la tienda. Están probándose distintos colores con purpurina. La dueña me pregunta si he visto la serie Sexo en Nueva York. Le digo que la vi hace poco porque siempre voy con retraso, del tirón, y que no me gustó nada. Después me pregunta qué me parece Harrison Como decís en tu tierra, es un sinsorga. Se ríe. Pone una silla alta a modo de mesa y sirve lo que parecen canapés. Me fijo en que quien come con ella es Eduardo. Me acerco sin que ella me vea, le hago señas, le digo que no coma, que son pastelitos de piedras venenosas. La tienda se ha convertido en un bar oscuro. Estoy en una mesa larga con Alberto y Andrés. Cuando por fin viene el camarero y vamos a pedir algo, Andrés dice que acaban de decirle que hay una mesa libre en un bar de su barrio. Alberto le responde que propuso ese bar hace un rato y (Andrés) le dijo que no le gustaba. Nos levantamos, nos ponemos nuestros sombreros vaqueros y salimos. Cruzamos la plaza de la Merced (que es como antiguamente, con adoquines y tráfico). Es de noche, ha llovido y los adoquines brillan. Pienso que debemos de tener una pinta extraña. Me parece reconocer a Caína. Me vuelvo, me quito el sombrero y lo agito en el aire para saludarla. Pienso que si se viniera con nosotros se le ocurrirían un montón de cosas divertidas y lo pasaríamos mejor. Llegamos al bar. El bar no es más que una sala con las paredes color crema, desconchadas, y un tablao al fondo. La luz es mala (un par de fluorescentes en el techo). Javi entra muy animado, dice que bailemos. Se ha dejado el flequillo largo, lo mueve a soplidos mientras baila (me recuerda a un personaje de las leliculas de Rocío Durcal). Me gusta verlo feliz. Veo a Inma con una mini Inma a la espalda, como si fuera una mochila. Está muy delgada. Le pregunto si se está cuidando, que si sigue sin comer pronto su "mini yo" será más grande que ella. Me da igual, dice. Vale, pero si te mueres ven a contarme cómo es el otro lado, le digo.

sillas de tijera

sábado, 19 julio 2025. Estoy en casa de mis padres. Me despido hasta el próximo día. Mi tía le pregunta a mi hermana si me lo ha dicho. Mi hermana dice que no. Al parecer, me dijo que dormía tres noches fuera pero ahora serán más. Le digo que ya había hecho planes, que así nunca puedo organizarme ni descansar. Salgo de la habitación conteniendo mi rabia. En el suelo del salón hay varias sillas de tijeras tiradas que no dejan pasar. Voy plegándolas y ordenándolas contra la pared. También cojines planos, de sillas de terraza (que no sé de dónde han salido). Los amontono sobre una butaca. De repente estoy en la calle. Al mirar la hora veo que al reloj  de pulsera (no suelo llevar) se le ha caído la tapa trasera. Al ir a recogerla del suelo (está entre unos adoquines), Antonio la pisa. Se supone que solo está jugando, pero me enfado de verdad. Cuando la cojo se trata de una lámina de papel plateada. Antonio habla con una chica, le cuenta cómo nos conocimos. ¿Te acuerdas de que siempre me ha gustado el mismo tipo de hombre?, le digo. No sabe de qué le hablo. ¿No te acuerdas de que Araceli me dijo que no distinguía a mis amigos porque todos se parecían? No se acuerda. Al ver que no podemos seguir con ese tema le digo que da igual, que ya no tengo tipo de hombre, que a partir de ahora jamás me verá con ninguno.

zapatos feos

miércoles, 16 julio 2025. Llego a una zapatería que están desmantelando. Hay un cajón lleno de pares sueltos. Todos parecen usados. Le pregunto a una dependienta si tiene alguno del 38. No me hace caso, sigue hablando con otra clienta que le cuenta con acento argentino cómo le va a su hija. La dependienta con muy mala cara, al ver que no me voy, me responde un no rotundo. Miro el cajón de zapatos, hay manoletinas con el empeine alto, muy feas. Las manoletinas hacen pies de Minnie Mouse, recuerdo que decía Mario. En realidad no quiero esos zapatos tan feos, no sé qué hago allí.

americana

martes, 15 julio 2025. Estoy en una cancha de baloncesto donde va a empezar una lectura de poemas. La chica que está a mi lado explica lo que va a leer. Le digo que no hace falta, que se entiende muy bien todo. Lo explica de todas maneras. El público se aburre, hablan, otros se van. De repente estoy llegando al portal de la casa de mis padres con mi hermana y mi sobrino Abel. Sale un vecino, lo saludo. Le digo a mi hermana que debería saludar a los vecinos, ser más amable, que después no se queje de no encontrar pareja, que lo ideal sería alguien del edificio, que ya sabe como son los pisos. Me veo reflejada en el cristal de la puerta. Llevo un vestido por la rodilla y unos leotardos burdeos que me hacen las piernas torcidas. Me cojo del brazo de Abel (lleva una americana amarilla) y nos vamos. Por el camino pienso que, él con esa americana y yo con los leotardos burdeos, debemos de parecer dos payasos. Llegamos a una cafetería. Al entrar pienso que ya he estado ahí y me alegro mucho de volver. No la recordaba tan bonita, le digo. El suelo es de baldosas exagonales blancas, unidas por las esquinas con baldosines rojos. Han pintado las patas de las sillas de turquesa pálido. Para pasar a la parte de la cristalera le pido permiso a una niña está en un taburete alto. ¿Puedo mover el taburete un poco para pasar? La niña tiene la boca llena y niega con la cabeza. Tiene los ojos muy grandes, es preciosa. No te preocupes, paso por detrás de la columna, le digo.

cajón

domingo, 13 julio 2025. Una chica me dice que llame a alguien (no recuerdo el nombre) porque están muy preocupados por él, que ya tenía que haber llegado, que seguro que a mí me hace caso. Llamo, le dejo un mensaje en el contestador. Al rato alguien me dice que no me preocupe, que está en el fútbol. Parece que la chica se queda conforme. Miro la hora, es muy tarde y tengo que hacer la maleta. Abro el cajón de la ropa interior, pero está desordenado y no reconozco ninguna prenda. Lo vacío sobre la cama (el cajón es pequeño, me sorprende la cantidad de ropa que sale). Hay varios camisones enormes (según los doblo se hacen de talla pequeña), bragas también enormes sin estrenar (todavía llevan la etiqueta), pendientes de diseños raros (que jamás me pondría). No sé qué hacer ni qué meter en la maleta porque no podré ponerme nada. De vez en cuando corro a la cocina a mirar en el reloj qué hora es, cuánto tiempo me queda.

receta

sábado, 12 julio 2025. Estoy en una farmacia. Dos chicas insisten en que no puedo dejar el tratamiento porque puedo quedarme ciega. Les digo que he olvidado la receta, que puedo pasar un día sin gotas. De ninguna manera, llévatelas de todas formas, dicen y me dan una caja de madera llena de damasquillos.

luz de postal

viernes, 11 julio 2025. Vamos por la autovía. Hay un coche haciendo maniobras extrañas. De repente frena y una chico joven muy delgado se baja tranquilamente, como si fuera a fumarse un cigarrillo. Algunos coches lo esquivan, otros chocan entre sí. Le digo a Alberto que pare en el arcén hasta que todo vuelva a la normalidad. Más que en lo que está ocurriendo, pienso en la luz tan brillante y maravillosa bajo la que sucede todo.

ducha imposible

miércoles, 9 junio 2025. Estoy en una habitación de hotel, es enorme, el cuarto de baño sin pared ni puerta. Tengo que darme prisa porque debo dejar la habitación. Cada vez que intento ducharme aparece alguien: Juano con una novia (se asoman por la ventana, se ríen, intentan entrar, me hacen bromas), les digo que tengo prisa y que no hagan el tonto; Juan y su hija (se sientan en uno de los sofás y leen revistas), no les digo nada; tres chicas (una de ellas les enseña cómo llevarse cosas del hotel sin que nadie lo note), tú no eres una influencer, eres una ladrona, le digo me voy. Doy una vuelta a la manzana a ver si se van todos. Detrás del hotel veo un perro boca arriba con la barriga abierta. Me da pena y asco. Cuando intento volver al hotel no está, toda esa zona de ha convertido en un decorado. Pienso en dónde estarán mis cosas. En un rincón veo un montón de sandalias con tiras, pero son de goma. Me las pruebo, pienso en si sería capaz de llevarlas (no me gusta ir con los pies desnudos). De repente estoy en una terraza de una especie de venta (aunque se supone que es mi casa). Recibo a algunos amigos que han venido a celebrar un homenaje a Cumpián. Cuan veo que llega Jacinto me acerco y lo abrazo. Poneos cómodos que ahora vuelvo, les digo y cruzo una explanada por donde pasan coches que parecen de juguete. Una chica me da un resguardo y dice que vaya a por sus maletas. Pienso que quizá también encuentre la mía, la que dejé en el hotel. Llego a una cola, entramos por unos pasillos muy largos (tienen las paredes de baldosas blancas, parece un psiquiátrico). Junto a mí va un actor que se supone es argentino. ¿No te han llamado nunca el Ewan McGregor argentino?, le pregunto. Como me pone mala cara le digo que a lo mejor no es argentino, es uruguayo. Me pone peor cara todavía. Me dice, soy gallego soy de Toledo, Cantabria. No estoy segura de si allí hay una región que se llame así o bien se está riendo de mí. Una chica con carpetas se le acerca (pienso que es su secretaria), él se queja de que por ser famoso la gente se cree que es idiota (la chica lo consuela). Sigo por el pasillo feo, pero no da a una sala para recoger maletas sino a un vagón de tren donde la gente va apilada en literas (una madre le da de comer un yogur enorme a su hija). Desde una de las ventanillas veo al actor Ernesto Alterio en el andén, en una hamaca (pesa como 200 kilos), pienso que ha tenido que engordar para un personaje. Quiero preguntarle cómo va a hacer para adelgazar, pero el tren se pone en marcha. Junto a la señora con su hija reconozco a una amiga de mi hermana (me alegra ver a alguien conocido). Le pregunto si ella también ha perdido su maleta. Dice que no, que las envían a casa. Miro por la ventanilla, no reconozco las calles. ¿Tú no te mudaste? Piensa un poco y responde que da igual, que confía en que la maleta llegará a su destino. Pienso que, como se ha mudado cerca de casa de mis padres, mi maleta lleva el mismo camino que la suya.

un borracho

martes, 8 julio 2025. Mi madre dice que hay que hacer la compra. Mi hermana no le hace caso. Mi madre se encierra en el ascensor, dice que no entra en casa hasta que no vea la lista hecha. Le digo a mi hermana que me diga qué hace falta. Va nombrando cosas que ve el frigorífico. Le digo que me diga lo que falta, no lo que ya hay. No hay manera. Hago yo una lista por mi cuenta con cosas básicas y le digo a mi madre que ya puede entrar. De repente estamos en casa de mi abuela. Hay un montón de ropa en la calle, la pongo sobre un muro, la voy doblando y hago una pila con ella. Mi tía sale del jardín y me hace señas. Me cuesta mantener la pila sin que se me caiga. Cuando llego señala a la acera de enfrente. Veo a mi prima Elisa en pijama y bata queriendo dar de comer a un gato. ¡Alex, Alex!, le grita. Un hombre muy borracho baja la calle cantando. Elisa lo ve, cruza y viene corriendo hacia casa. Le hago señas a mi hermana para que vuelva, pero se deja agarrar por el hombre y los veo que bailan. El hombre empieza a manosearla. Ella se deja. No sé si le gusta o lo hace porque le da pena. Sigo diciéndole que vuelva. No voy a por ella porque todavía llevo la pila de ropa y temo que se me caiga. Mi tía sale a rescatarla, los separa como puede, entramos en casa y por fin nos sentamos en el salón, a salvo. Mi hermana nos cuenta que se siente muy orgullosa de que el hombre la eligiera a ella.

cookies

lunes, 7 julio 2025. Estamos en una habitación de hotel. Cada uno duerme donde puede. Yo duermo pegada a Enrique porque me duele la espalda y el calor me hace bien. Carmen dice que algo le sentó mal en la cena y ha vomitado. Recuerdo que el camarero preguntó si alguien tenía alguna alergia. Miro el suelo, nos dejamos la ventana abierta, ha llovido y hay un charco enorme de agua. Una chica con mala pinta me dice que ahora le toca a ella (supongo que se refiere a dormir junto a Enrique). De repente estamos los tres en un ascensor. Ella me mira con odio.
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Mi padre conduce un autobús. Da vueltas al rededor del patio de una especie de claustro. Intenta no chocar con nada, pero roza paredes y columnas. En el bus solo vamos mi prima Elisa (de niña) y yo. Agarro a Elisa por el cuello del jersey y la ayudo a bajar (hay que bajar en marcha). En una hora te recogemos, dice mi padre. Decido bajarme en marcha y quedarme con ella para que no esté sola. Aparece Alberto. Entra en un supermercado muy mal iluminado y sale sin nada. Dice que no encuentra las cookies. Una cajera le dice que están al fondo junto a los huevos. Pues ya que vas trae también huevos, le digo. Vuelve sin nada. Entro y encuentro las cookies a la primera, pero de repente el supermercado se convierte en una habitación bastante oscura. Hay un hombre muy siniestro. Busco la salida, empujó las paredes hacia un lado y se pliegan como si fueran cortinas, pero detrás hay otra pared. De repente estoy otra vez en el claustro con Elisa, le acaricio la cabeza. Alguien dice que tenía que haber sido mi hermana y no mi prima.
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Me encuentro a Marcos. No me reconoce. No te has acordado de vestirte de verde, hoy es el día de la granizada.

salto

domingo, 6 julio 2025. Alberto y yo volvemos en casa.  Cuando vamos a cruzar el cauce seco del río, no hay puente. El cauce no es cómo es en realidad, es mucho más hondo, da vértigo. Alberto dice que podríamos saltar cogiendo impulso. Lo miro como preguntándole si esta seguro. Él  responde que sí  con la mirada. Me agarro de su mano, damos unos pasos hacia atrás, corremos y saltamos.

vecino

sábado, 5 julio 2025. Se supone que estoy en casa de mis padres (no se parece a nada). La puerta está abierta y se ve la casa del vecino (también tiene la puerta abierta). Alguien dice, lo ha hecho. Cuando miro veo que el vecino se ha ahorcado (solo le veo los pies en el aire). También veo a un bebé colgado, atado de los pies con la cabeza hacia abajo. Mis padres se acercan a la puerta, les digo que no miren y cierro. Llamo a la policía, les cuento lo que ha pasado, me dicen que eso es imposible, que esas cosas ya no pasan.

toritos

sábado, 28 junio 2025. Pasamos por unos pasillos que se parecen al que fue mi colegio. Un grupo de catequesis toma refrescos en una de las clases. Alberto asoma la cabeza y dice que tomemos algo. Me asomo, no me gusta nada el ambiente. Ni loca, le digo y me voy. Subo unas escaleras, llevo un abrigo hasta los pies (no sé de dónde ha salido) y debo recogerlo para no pisarlo. Al llegar arriba pasamos por el jardín de la Victoria. Una señora muy arreglada (lleva incluso un collar de perlas) vende pescado. ¿Son toritos?, pregunto. Son. Hacía mucho que no los veía, ¿a cuánto está el kilo? Depende. Una señora llega y pide dos kilos. Se forma una cola detrás de mí. La señora de las perlas no nos hace caso y se pone a hablar con otras. Es usted una maleducada, le digo y me voy. Laura dice que ojalá ella fuera capaz de ser así, que ella se hubiese quedado allí todo el tiempo sin decirle nada. Llegamos a un coche destartalado. Laura es ahora Puri, nos despedimos. Un niño pequeño (hijo de Puri, se supone), me ofrece una goma de borrar del gato Doraemon. No gracias, ya no colecciono nada, le digo. Al llegar a casa (se parece a nuestra antigua casa) dejo la mochila en el suelo. Suena el timbre. Le digo a Alberto que no haga ruido, que no quiero que nadie sepa que hemos vuelto. Suena el móvil, lo busco en la mochila. Es Andrés, dice que quedemos para comer. Le digo que estoy en la cama, muy cansada, que mejor otro día. Te estoy oyendo, estoy en el descansillo, acabo de llamar a la puerta, dice.

cuentas

miércoles, 26 junio 2025. Voy con Salud por calles encaladas. Salud ve unas ramas que salen de un muro y tira. Como si la planta fuera una tragaperras, comienzan a caer cuentas de collar. Pongo las manos en forma de cuenco para que no se pierdan calle abajo.

residencia

lunes, 23 junio 2025. Acompaño a dos chicas por la calle. Llegamos a una residencia donde la más joven y alta se va a quedar. Le enseñamos las instalaciones. En una de las habitaciones está Diego Medina. Está sentado en el suelo junto a la mesita de noche. Escribe compulsivamente en hojas sueltas. Tiene abierta una caja de bombones y una botella de algún licor. Le propongo que venga con nosotras. Niega con la cabeza. Miro a las chicas a ver qué opinan. Temo que vuelva a morirse, les digo. Se encogen de hombros. Decido dejarlo solo, pero le digo que volveré en un rato por si necesita algo. Por allí también anda Nacho Escuín (parece que es el organizador). Nos abrazamos, nos alegramos mucho de vernos. Le presento a las dos chicas. Una de ellas dice que le envió caramelos. En la pared hay un póster con distintas clases de dulces, ella señala los que le envió (dónuts con glaseado rosa y virutas de colores). Esta es tonta, pienso. Ya en el bar, las dos chicas hablan en la barra. Les digo que voy a ver cómo sigue Diego, que ya que voy, me den sus bragas para que las lave. Se las quitan y las ponen en un barreño de plástico que llevo en la mano.

galgos

domingo, 22 junio 2025. Entro a un servicio público. Hay dos sillones grandes. Una chica sale y le pido que me vigile el bolso (un Kelly que no parece mío). El váter es muy alto, tiene varios asientos uno encima del otro y un tenedor adosado a un lado. Orino como puedo intentando no rozarme con nada, pero es difícil. Al salir, veo a Alberto en un bar. Entro y me siento a su lado para contarle lo del tenedor. No lo entiende. Se lo dibujo en una servilleta de papel. Dice que seguramente Salva sepa para qué sirve. Le digo (en serio) que podría ser un método de limpieza de la época de Napoleón. De repente estamos fuera del bar, en una plaza amplia y vacía con adoquines color albero. Dos galgos se acercan, parecen muy cariñosos, les acaricio las cabezas, cierran los ojos. Dos señoras se acercan, dicen que los perros se llaman Tristán y (no recuerdo el nombre; macho y hembra). Yo soy de gatos, dice una de ellas y se aleja. La otra la sigue. Temo que los abandonen y tengamos que adoptarlos. Yo también soy de gatos, pienso.

hotel y colonoscopia

sábado, 21 junio 2025. Estoy con francis en el hall de un hotel. Se supone que se ha quedado allí por trabajo unos días. Al dejar la llave, la recepcionista le pasa la factura. Él dice que ya pagó su empresa. La chica mira papeles y él me dice que nos vayamos. Le pregunto si no va a esperar a su encuentre los papeles. Seguimos andando. De repente se hace de noche. Le pregunto dónde va a dormir. No lo sabe. Le digo que puede quedarse en casa. Dice que prefiere irse a cualquier otro sitio. Lo dice muy serio. No sé si está enfadado conmigo o con la recepcionista.
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Discutimos por algo. Alberto dice que da igual y sale de la habitación. Le digo que así no se arreglan las cosas, que eso es como esconder cajas bajo la cama. Me doy cuenta de que hace rato que se ha ido.
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Purranki está en la barra de un bar. Me acerco y, sin llegar a saludar siquiera, le digo que cuando te hacen una colonoscopia deberían aprovechar para empastarte o quitarte a una muela, que así aprovecharían la anestesia. Nos reímos a carcajadas cómo si fuera el chiste más gracioso del mundo.

pañales baratos y váter celeste

viernes, 20 junio 2025. Salgo de la casa de mis padres y el ascensor tarda mucho. Al ir a bajar por la escalera, hay un frigorífico que entorpece el paso. Vuelvo al ascensor. Se abren las puertas y una chica está vendiendo pañales para adultos. El ascensor es enorme, la gente se agolpa a comprarlos porque, dicen, son mucho más baratos que en la farmacia. Vuelvo a la escalera e intento meterme por un hueco pequeño que queda entre la pared y el frigorífico. Nada. Vuelvo al ascensor. La chica me da una bolsa sin preguntar. Le digo que ahora vuelvo, que no llevo dinero encima. Salgo del ascensor, vuelvo a intentarlo por las escaleras para escapar. Nada.
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Voy en autobús, como siempre al fondo. Veo a Mariángeles. No me reconoce a pesar de estar a mi lado. En el centro del bus hay alguien que lleva un váter celeste enorme. Le digo a Mariángeles, de broma, que como es el único asiento libre, voy a sentarme en él. Vuelve la cara avergonzada.

eslsp

miércoles, 18 junio 2025. Hay un festival en una plaza yo estoy casa de mi abuela oigo desde allí la música me acerco cinco bailarines y por alguna pista, ya sea la música o algo que lleven en su ropa, hay que adivinar qué letra es cada uno y formar una palabra. Esas Son Las Spice Girls, pienso y me vuelvo a casa.

trabajo

martes, 17 junio 2025. Tengo una entrevista de trabajo. La prueba consiste en meter en un tubo una crema pastelera rosa. Mientras lo hago me preguntan por qué sería buena para ese puesto. Porque no tengo que tratar con humanos, respondo. La chica se ríe (aunque yo lo he dicho en serio). Y se me da muy bien, ¿ves? De repente estoy en una bici estática (no sé si es otra prueba, ahora de resistencia). Otra chica me pasa libros y marcapáginas que ordeno por tamaño mientras pedaleo. Los dejo sobre una cama (la habitación se parece a mi dormitorio) y pienso que guardaré los marcapáginas para Francis y Blanco, y uno con forma de lima de las uñas para mí. No son para ti, me dice la chica como si me leyera el pensamiento, son para enviar a nuestros clientes. De repente estoy en el que fue mi cuarto en casa de mis padres. Todo está manga por hombro. Para dormir coloco dos sillas enfrentadas. Mariángeles entra por la ventana. Dice que al llegar a casa su cama estaba ocupada y que si puede dormir conmigo. ¿Tienes una cama para mí? Le señalo la mía. ¡No puede ser!, dice asombrada.

bandera

lunes, 16 junio 2025. Vamos en el coche con Juan y una niña pequeña. Entre los dos asientos delanteros hay una bandera palestina. Lleváis la bandera del revés, les digo. La niña y yo nos bajamos en una plaza llena de gente. Juan dice que me lleve la bandera por si los para la policía. Solo hemos dado dos pasos y la niña me dice que no puede andar, que les duelen los pies. Me fijo en que lleva zapatos de tacón. Corro al coche (que ya está en marcha) para que se cambie de zapatos. Les hago señas con los brazos para que paren. El me saludan desde lejos. Creen que me estoy despidiendo.

hojas amarillas

domingo, 15 junio 2025. Estoy en la que fue mi casa en cale Salitre. Me asomo a la cristalera y veo a Francis, Cocó y Víctor. Francis se para justo debajo. Los tres miran hacia arriba y saludan. Justo detrás les crece un árbol frondoso de hojas amarillas.
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Es de noche. Alberto y una chica muy gorda se abrazan sobre un muro. Alberto le dice a la chica que yo había dicho que cuando llevaba el pelo con canas le quedaba muy bien. La chica me da las gracias. Les digo que sigan a lo suyo. Se ríen. Le pego a Alberto con una zapatilla de cuadros (que no sé de dónde ha salido). Se ríen más fuerte. Me alejo llorando.
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Alberto y yo salimos de calle Beatas hacia calle Granada. Hay muchos turistas y todos llevan niños. Pienso que me he dejado atrás al mío. Vuelvo sobre mis pasos, no lo veo, pienso que lo han secuestrado. Entro en un edificio muy antiguo a preguntar. Pienso que quizá el portero lo tenga escondido. El portero es Colombo. Cuando le cuento lo que ha pasado, se echa las manos a la cabeza. Pienso que es inocente. El pobre se lleva tal mal rato que le digo que el niño no era mío, que no hay niño.

dos kilos en dos horas

sábado, 14 junio 2025. Vamos en coche por calles muy estrechas. De repente me acuerdo de Farfán (compañero del instituto al que no veo desde hace años). Por la ventanilla, veo a un tipo ayudando a su padre a echar escombros en una cuba. Es Farfán. Le digo a Alberto que pare, bajo la ventanilla para decirle que me había acordado de él hacía unos segundos. Me mira muy serio, no me reconoce.
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Llego a casa de Juan. El salón es enorme con un gran sofá en el centro. Todo está en penumbra. Lo veo muy quieto vestido de traje y corbata. No sé si sale o se ha vestido así para recibirme. Lo ves, me queda justo, dice. Nos sentamos en el sofá a ver la tele. Su hija trae un álbum de fotos para que vea a sus amigas. No creo que pueda vivir aquí, pienso.
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Tengo que hacer unas copias de fotos, pero he olvidado el camino. Entro en una especie de centro comercial. Está a oscuras. Las tiendas están cerradas. En una primera planta se ve un gran letrero que anuncia con letrar enormes rojas: Pierda 2 kilos en 2 horas. Se ve a un tipo empujando un coche contra una pared (se supone que ese es el ejercicio que adelgaza). Me doy cuenta de que no tengo piernas (o no me funcionan) y voy reptando por el suelo. Intento llegar a un ascensor con una flecha que dice: Cafetería Estación. Mas que un ascensor parece un montacargas gigantesco. Al entrar, se convierte en un autobús. Me lleva junto al paseo marítimo. Reconozco a lo lejos el recinto ferial de Fuengirola, pero no llego a orientarme porque las calles y sus tiendas son distintas. De repente paso andando junto a la terraza de un bar. Una madre da de merendar a sus hijas. A una le da sandía. Me sorprende que la niña la coma entusiasmada porque en la mesa hay dulces y chucherías. La cara de su otra hija es una tortilla de patata (con ojos y boca). ¿Nacería así o será de tanto comer tortilla?, pienso. Sigo andando y ahora voy con un grupo de turistas. Una chica va explicando cada rincón por el que pasamos. Hay zonas del suelo que resbalan, se puede patinar sobre ellas. Le pregunto si son de hielo o de cristal. Me dice que son de (una palabra que no recuerdo). Dos chicas me piden que les haga una foto sentadas junto a esas baldosas transparentes.
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Estoy en casa de mis padres, intento hacerme una foto poniendo el móvil sobre el taquillón. Tengo prisa porque debo enviarla a algún sitio. cada vez que le doy al disparados automático, aparece el gato de mi hermana y mete la cabeza en la foto.

clic

viernes, 13 junio 2025. Estamos con un grupo, entre ellos Nacho Escuín. Nos presenta a una chica, Raquel Lanseros (aunque no se parece en nada). Le digo que la conocemos de verla en la tele. De repente estamos en una habitación con otras dos chicas. Una de ellas dice que es actriz y hace un numerito parecido al que hacía Cecilia Roth en Arrebato. Cuando termina le aplaudo entusiasmada, le digo que no sé cómo ha hecho para que la luz tuviera la temperatura de los años 70. De repente nos dicen que tenemos que irnos. Me fijo en que es una habitación de hotel con cuatro camas. Alguien ha colocado un montón de tablones sobre mi bolsa de viaje y me cuesta mucho sacarla. Nadie me ayuda, ya están todos fuera. Cuando consigo salir me doy cuenta de que voy en pijama. Hay poetas haciendo cola para hacerse una foto. Hay que pasar por una taquilla donde apuntas tu nombre para que después puedan mandártela. Escribo mal mi nombre, tengo que repetirlos varias veces en distintos papeles (la cola sigue avanzando). Sobre el mostrador hay marcapáginas y unas cucharillas. Me fijo en que tienen precio y devuelvo los marcapáginas. Alberto ha cogido varios. Le digo que había que pagarlos y se encoge de hombros. Cuando llegamos ya están recogiendo. Le digo al fotógrafo que quedamos nosotros. Dice que posemos y, como si fuéramos dos niños a los que engañar, pone las manos delante de su cara (sin cámara) y dice "clic, ya está".

espumillón y uniforme

lunes, 9 junio 2025. Tengo que hacer la maleta porque se supone que volvemos a casa, pero estamos en el patio de la casa de mi abuela. Al abrir la puerta del lavadero, veo a mi madre haciendo la suya. Ha metido tantas cosas que no cierra. Le digo que podemos repartirlas en dos porque yo no llevo casi nada. Recuerda las medidas, me dice. Al abrir la mía para meter sus cosas aparecen adornos navideños de cuando era niña. Me entra una tristeza enorme al ver espumillón de colores y bolas doradas.
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Mi prima Cristina llega a casa muy contenta. Dice que por fin ha encontrado una tienda donde venden zapatos a su gusto. La tienda se llama Paréntesis. Le digo que no la conozco. Me dice que prefiere comprar allí que en las tiendas que compra mi hermana y sus amigas porque visten todas igual. Llevas un look ochentero que me gusta, le digo. Aparece Carlos, dice que se ha dejado algo entre mis cosas. Busco en una carpeta pero no encuentro nada. Ya vendré otro día, dice y se va. Aparece Antonio. Hace mucho que no nos vemos, dice. Me toma del hombro y nos asomamos  a la calle desde la terraza. La calle se mueve como si estuviéramos en un barco que se aleja del puerto. Le cuento que una vez un niño le pidió a mi abuelo (que iba con el uniforme de marino) chicle y otro le dijo "déjalos, que son ingleses", así, en plural. Nos sentamos. De repente, mi abuela está sentada entre nosotros y le cuenta a Antonio que en otra ocasión (yendo mi abuelo también de uniforme), lo tomaron por un músico de una banda y le preguntaron a qué hora era el concierto. Antonio ríe las dos anécdotas exageradamente.

flanes

domingo, 8 junio 2025. Subo una verja de tela metálica con enorme facilidad. Arriba está Isa. Dice que la acompañe a su casa, quiere enseñarme algo, pero no me apetece encontrarme con Javier. Como si me leyera el pensamiento me dice que Javier no está. Al llegar está su hija Paula, pero son dos paulas iguales que saludan a la vez. Cada una de las paulas lleva un plato con un flan. Los flanes vibran. Quiero irme de allí.

merluza, sumidero y zapatos de niña

sábado, 7 junio 2025. Estoy en un restaurante con Perkins y Fernando. Los camareros van y vienen pero no nos traen nada. De repente tengo delante la camisa de uno de ellos. ¿Os habéis fijado que están hechas a mano?, tienen hilos sueltos y hace muy bonito, les digo. De repente estamos en la misma mesa pero en una terraza en la calle, junto a unos árboles. Sobre el restaurante hay habitaciones y se ve una luz encendida. Le digo a Perkins que lo único que importa es la luz, que hace poco estuve en un sitio parecido, con ruido de coches, pero la luz era tan bonita que el resto no me importaba. Un camarero nos trae al fin algo de comer. Una fuente grande de lo que parece rúcula y dos cajas de helado. Lo deja para que nos lo sirvamos nosotros. Bajo la rúcula hay varias merluzas crudas. ¿Os sirvo helado?, pregunto. Al otro extremo de la mesa se ha sentado uno de los camareros y charla con una chica. Me fijo en Fernando y digo en alto: no llevas gafas, luego te has operado los ojos y mañana te vas de viaje, eso solo puede significar una cosa. Antes de seguir hablando, Fernando me dice al oído que no se lo diga a nadie, que se va a Argentina a rodar un documental sobre una chica a la que le desaparecieron a su familia.
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Estoy en la habitación de un hostal. La ventana está abierta pero no se puede cerrar. Desde mi ventana veo otras ventanas. En una de ellas a una chica con una melena muy larga. Está sentada al lado de su cama donde debería ir la mesilla de noche. Tengo prisa, debo ducharme, pero temo que me vean desde fuera. Me ducho con una toalla liada al cuerpo. La ducha sale directamente de la pared. Me coloco sobre un sumidero que hay en el centro de la habitación. Hay dos alfombras. Intento no mojarlas, pero cuando les cae agua sale de ellas mucha suciedad que arrastro hacia el sumidero con el pie. Por más agua que echo, más suciedad 
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Estoy en casa de mis padres. A mi lado está Marina (amiga de la familia). Me enseña unas sandalias que se ha comprado. Se quita una para la que vea bien. Son unas merceditas moradas con tira sobre el empeine adornadas con una línea de perlitas. Si no fuera por el medio tacón parecerían de bebé, pienso. Muy bonitas, pero no son sandalias, le digo. Me cuenta que se está quedando calva y se está pensando ir a Turquía. Le digo que yo empiezo a tener entradas y me pongo las gotas para el glaucoma en las sienes.

rodillo de gomaespuma

miércoles, 4 junio 2025. Estoy con Sonia y Míchel en la Alcazaba, pasamos de un jardín a otro. Míchel dice que tiene que cortarse el pelo. En uno de los jardines hay una peluquería al aire libre.Le digo que podíamos aprovechar para cortárnoslo nosotras también.  Sonia encuentra una butaca libre y se sienta. Dice que busquemos otra más barata fuera, y si la encontramos la avisemos. De repente voy con la silla entre los coches. Aparece un camión enorme. Como no puedo esquivarlo, hago como en la playa cuando viene una ola grande, dejó que me pase por encima. Lo noto sobre mí como un rodillo de goma espuma. Cuando pasa sigo mi camino. Veo a Míchel que baja la calle. Dice que he encontrado una peluquería estupenda y que va a recoger a Sonia.

un sueño cursi

martes, 3 junio 2025. Estoy en la cama, en el dormitorio de la vecina de mi abuela. La habitación da al jardín y entra una luz preciosa. Pienso que es una pena que nadie más pueda disfrutar de ese momento. De repente aparece Marcos entre las sábanas. Me alegro mucho de no estar sola ante tanta belleza. Nos dormimos completamente felices.

lo peor

domingo, 1 junio 2025. No recuerdo cómo empieza el sueño, pero supuestamente hemos llegado a casa de Miki Nadal (nos ha llevado él). Hablo con su madre y su abuela. Son encantadoras. Me piden que convenza a su hijo de que coma menos, que adelgace, porque el médico le ha dicho que si sigue así puede pasar lo peor. Nadal a ratos es él y a ratos mi amigo Jorge. Nada más llegar se sienta a comer un postre enorme de chocolate. la madre y la abuela me hacen una seña para que le diga algo él creo que se da cuenta se levanta y desaparece. La abuela me dice, sé dónde se ha escondido pero no puedes decirle nunca que te lo he dicho. Me lleva a una especie de garaje donde hay una puerta pequeña que da a un cuarto supuestamente secreto. Ahí se escondía de joven para hacer música y se creía que no lo oíamos, dice la abuela. Cuándo vemos que va a salir nos escondemos, me agacho y cierro los ojos. Al abrirlos estoy cruzando un puente de Londres. Hay una estatua metálica enorme, con un hueco debajo, donde la gente entra para hacerse fotos. Oigo disparos, le digo a dos personas que están conmigo que no se muevan, que nos quedemos ahí hasta que pase el tiroteo.

nada va bien

jueves, 29 mayo 2025. Estoy en casa de mis padres. Todo está muy revuelto. Me dicen que coma, pero yo estoy pendiente de mi padre porque se ha levantado solo y va a toda velocidad hacia la puerta como si quisiera escapar. Mi padre se da la vuelta, señala uno de los cuadros y se burla del pintor con palabras ininteligibles. Nadie parece darse cuenta de que se ha vuelto loco. Lo dejo en su sillón y ve voy a la cocina. Me siento en el suelo, escondo la cabeza entre las manos y me echo a llorar. Mi hermana me pregunta en tono de azafata si todo va bien. Nada va bien, le digo.
+
La casa está llena de gente que no conozco. Llegan gritos desde la calle. Salimos a mirar desde la terraza. Pandillas de hooligans rompen botellas y vas destrozando todo a su paso. Según miramos la terraza va bajando hasta ponerse al nivel de la calle. Les digo a todos que entren en casa. Cuando creo que todos están dentro cierro la reja, pero siempre aparece alguien más. Tengo que volver a quitar el candado, etc. Dentro de casa, una señora muy mayor dice que tiene unos pechos preciosos. Se saca uno. Su hijo se avergüenza. También tiene dos bebés que andan por la casa en pañales. Un chico intenta dormir en el suelo, dentro de un saco. Alberto come unas gambas enormes que parecen de plástico en la mesa donde está la señora. La señora se levanta y trae una jarra de margaritas que parece agua sucia. Todos se acercan a beber como si fuera no pasara nada.

frasco

martes, 27 mayo 2025. Alberto está en la terraza de un bar (el bar es la iglesia de Fuente Olletas). Yo paso con prisa, lo saludo, le enseño un frasco muy feo y sucio. Le digo que voy a fregarlo y pintarlo por dentro para convertirlo en jarrón. Él hace un gesto de "mejor tíralo". Sigo mi camino hasta la que fue nuestra primera casa en calle Salitre. Al llegar a la esquina noto que hay guardias civiles por el barrio. Uno de ellos muy cerca de la puerta de casa. Pienso que no me dejará entrar con el frasco. Lo escondo. Pienso que, si me preguntara , le diría que lo acabo de bajar para reciclar. Entro en el portal a toda prisa. Un vecino me saluda. Dice que hace mucho que no me veía. Al notar mi cara de "no sé quién eres", me dice que fue quien me hizo la copia de la llave del portal. Quiero subir cuanto antes a casa, pero no recuerdo el piso ni la puerta. Entro en el ascensor a toda prisa antes de que suba alguien más. Le doy al tres. Una vez arriba me dejó llevar por la intuición y voy a la derecha. ¿Es esta la puerta B?, pregunto a dos chicas que están desayunando. Al parecer llevan un rato esperándome. El piso no tiene nada que ver con cómo era mi casa (ahora parece un hotel decorado tipo Ikea). No sé qué hacer, si sentarme o marcharme.

dos bodas

domingo, 25 mayo 2025. Somos los testigos de una boda (no sé de quién). Llevamos un calendario hecho por nosotros, donde en cada casilla hemos puesto un acontecimiento gracioso. Cuando entramos en la iglesia está atiborrada. Raquel se nos acerca muy sonriente y nos dice que ya no hace falta que hagamos de testigos, que lo hará Jairo (no sabemos quién es). Dudo si decirle que me parece muy mal habernos hecho ir para nada. Se lo digo suavemente. ¡Es que ha venido Jairo!, nos dice con una sonrisa enorme.
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Elisa se casa. Toda la familia está en casa de mis padres. No encontramos la camiseta que Elisa quiere llevar. Mi madre dice que fue a comprarla con ella y la metió en una bolsa. Busco dentro de su armario, pero solo encuentro los puños cortados. me los pongo y salgo. Para relajar el ambiente les digo que puede casarse solo con la falda y los puños. Todos ríen. Empieza a llover muy fuerte, nos asomamos. Algunos vecinos tienen caballos en sus terrazas. Se lo digo a mi padre muy asombrada. Dice que él no puede verlos, que ya casi no ve. Salgo a dar un paseo. Me encuentro a Luisa Etxenike (lleva una maleta enorme). Me miro los pies, voy en zapatillas. Para que no se dé cuenta le hablo de tonterías para distraerla (de que no me gustan los lunares en la ropa, o que mis zapatos favoritos para estar en casa son las alpargatas porque es como si estuviera siempre de vacaciones). Le cuento que me las pongo en chancleta, doblando el talón hacia adentro. Le pregunto cómo se dice eso en euskera. Dice dos palabras, la segunda, "etxaniz". Le pregunto qué significa porque he observado que la ponen al final de muchas frases. Antes de que me conteste ya hemos dado una vuelta a la manzana. Subimos a casa de mis padres (que no se parece a la casa de mis padres). En el ascensor hay una caja con huesos. No pienso subir con eso ahí, dice Luisa. Es mi prima, no pasa nada, le digo (no sé si me refiero a que es mi prima muerta o los huesos que le dimos para estudiar la carrera). Al llegar arriba, la casa es un enorme salón de actos con butacas numeradas. Todos están en sus asientos. Elisa no ha llegado. Salgo de nuevo a buscarla. La veo a lo lejos por la calle (ya es de noche). De repente alguien me atrapa con un cazamariposas y me mete en una jaula enorme donde hay mayores y niños. Elisa se asoma y pregunta si alguien sabe dónde revelan fotos, que acaba de casarse y no puede esperar a mañana para ver las fotos. Cierran la puerta y se queda dentro. Le explicamos al carcelero toda la historia, pero no nos cree, hace un gesto con la mano como diciendo que estamos borrachas. Elisa consigue escapar. Dos niñas lo intentan también. El carcelero les dice que si se portan bien la próxima vez las llevará al fútbol para que vean jugar al Granada, las niñas se ponen muy contentas y vuelven a la jaula.

cuscús

sábado, 24 mayo 2025. Estamos en un cine-restaurante. Nos sirven una ensalada de cuscús. Cuando vamos a empezar a comer y a ver la película intentan echarnos para que se sienten otras personas. Les digo que mi amigo es abogado, pero no sirve de nada.
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Vamos en un coche con el volante a la derecha. Yo voy detrás. La persona que conduce me dice que tienen que operar a Alberto. Les digo que se equivoca, que quiero bajarme, pero el coche corre cada vez más.

entradas y telefono góndola

viernes, 23 mayo 2025. Estoy en una plaza enorme con Alberto y Salvatore. Se supone que queremos ir a un concierto, pero no hemos conseguido entradas. Alberto y salva van a intentar comprarle a algún reventa. Aparecen unos hombres negros enormes. Uno de ellos se sienta delante de mí. Creo reconocer al cantante del grupo. Me pregunta en inglés si voy a ir al concierto y le digo que no conseguí entradas. Hace un gesto y unas chicas me tienden una. Me da vergüenza decirle que somos tres.
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Alberto y yo estamos en una habitación decorada en tonos sobrios, en penumbra, sentados en unos sillones muy cómodos delante de una mesa camilla, un espacio sereno. Hablamos de apuntarnos a un curso de dos días sobre cómo hacer documentales profesionales. En ese momento aparece un teléfono góndola sobre la mesa y suena. Es mi hermana. Dice que lo ha pensado mejor y ha cambiado los días que va a salir, dice fechas al tuntún, como si estuviera en un bingo. Le digo que no me entero de nada. Mejor ven, dice y asoma la cabeza por la puerta. Le digo que no, que me lo diga claramente. De lunes a jueves, dice. Me sienta muy mal porque el miércoles y el jueves eran los días del curso. Alberto me consuela. Le grito a mi hermana que estoy harta de cambios, que si sigue así no volveré nunca más. Mientras lo digo sé que es mentira porque no puedo dejar de ir a cuidar a mis padres. De repente, estoy en casa de mis padres, mi hermana se va con sus amigas pero antes me dice que me perdona por haberle gritado, que ya le ha contado Alberto los problemas que tuve con la caca. No sé de qué me habla.
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Queremos ir a un concierto, pero no hemos conseguido entradas. Alberto y Salvatore van a intentar comprarle a algún reventa. Aparecen unos hombres negros enormes. Uno de ellos se sienta delante de mí. Creo reconocer al cantante del grupo. Me pregunta en inglés si voy a ir al concierto y le digo que no conseguí entradas. Hace un gesto y unas chicas me tienden una. Me da vergüenza decirle que somos tres.

nokia

miércoles, 21 mayo 2025. Tengo que enseñarle alguien un álbum de fotos. Es un álbum antiguo con hojas de papel donde las fotos están pegadas con esquinas adhesivas. Según voy pasando páginas, voy tachando las fotos con una brocha muy ancha y cola semi transparente.
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Alberto y yo nos despedimos cerca de Fuente Olletas. Empiezo a subir pero decido volver a casa en bus. Ya dentro de autobús le pregunto al conductor si es el C1, dice que es el C5, que mejor me baje y tome el 92 (como si supiera dónde está mi casa). Unos pasos más allá veo a Albero salir de una tienda donde arreglan móviles. Dice que el tipo que los arregla, cuando lo ha abierto, se ha echado a llorar y ha llamado a su madre para que lo consolara.
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Salvatore me llama por teléfono. Dice que no entiende cómo en su ordenador le ha salido el mío, que él solo quería sacar un billete de avión. Dice que ha visto que yo tengo uno guardado en descargas y que se puede usarlo.

muro fácil

martes, 20 mayo 2025. Voy por el paseo marítimo, no sé si voy andando o en un vehículo invisible. Llevo un carrito de supermercado, hay una fila de mujeres con carritos de dos supermercados distintos. Una chica vestida de azafata va dejando pasar según el carrito que lleven. Le digo que mi carrito es de un supermercado con una etiqueta azul y me manda hacia la derecha, pero hacia la derecha lo que hay es un muro que tengo que escalar con una cuerda. Curiosamente me resulta muy fácil. Cuando llego arriba no hay supermercado, lo que hay son muchos servicios uno al lado del otro. Dejo el carrito fuera y entro en uno de los servicios. Voy buscando uno que esté limpio. Todos están asquerosos.

llaveros

lunes, 19 mayo 2025. Mi hermana tiene una colección de llaveros de ranas. Los tiene colgados de una viga que ha colocado en el techo de su cuarto. La viga sale por el marco de la puerta y recorre todo el pasillo. Algunos llaveros son de goma y están medio derretidos. Me dan un poco de asco.

gusarapos

domingo, 18 mayo 2025. Paseo con Daniel por una calle estrecha y encalada, adornada con arriates de plantas y flores muy bien cuidadas. Es como si estuviéramos de viaje, le digo. Le cuento cómo arreglé un reloj, desmontándolo e imantando un destornillador para no perder los tornillos que eran del tamaño de las patas de una hormiga. Me enseña el suyo, dice que no es bonito pero se lo regaló su hija y tiene que llevarlo (un reloj de colores, con dibujos infantiles). La calle no es más que un arco que acaba en la misma plaza. Hay una fuente. Nos mojamos las manos. Las sacamos a la vez porque nos da asco (está llena de gusarapos). Nos miramos y nos reímos. Alberto nos espera leyendo el periódico.

los idiotas de la piscina

sábado, 17 mayo 2025. Estoy en una especie de chalet destartalado. Todo el mundo anda de un lado para otro preparándose para ir al funeral de Cumpián. Cada vez que intento salir me encuentro a alguien que me para para preguntarme o contarme algo. Cuando por fin consigo escabullirme y al salir al jardín, en la piscina hay un montón de gente bañándose con ropa. Al parecer empujan al agua a quien pase cerca. Me ven, me persiguen, intentó escapar por la parte de atrás. En la parte de atrás hay una plaza de toros pequeña (a ratos es plaza de toros y a ratos laberinto). Desde la terraza de un edificio que hay muy cerca, una señora me dice que tenga cuidado porque hay un toro suelto. Decido volver a la casa y esconderme en un armario a esperar que los idiotas de la piscina se vayan.

nido

viernes, 16 mayo 2025. A ratos parece un restaurante a ratos una playa improvisada junto a un pantano donde ha bajado el nivel del agua. Hay una familia descansando bajo una sábana atada a cuatro cañas. Llama la atención, eso tan rústico, con ropa blanca y elegante, las señoras parecen sacadas de un cuadro de Sorolla. Me invitan a sentarme con ellas. Le digo que me salen manchas en la piel. Unas niñas dicen que es bonito estar morena. Les digo que hay quien se pone morena y a quién le salen manchas. Hablamos de banalidades, pero se está bien. De repente de nuevo en el restaurante, un camarero le da un puntapié a un perro pequeño. Le pregunto a la dueña si lo ha visto. Me explica que no pueden echarlo, que tiene un contrato de por vida. De repente de nuevo con las hijas de las señoras de blanco haciendo montones de arena que parecen termiteros.
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Hay un espejo antiguo junto a la puerta de una casa. Delante están Sonia y Míchel. Van vestidos con ropa oscura de paño y están muy serios, parecen el matrimonio Curie. Intento hacerles una foto, pero aparecen reflejadas unas chicas muy modernas que están sentadas en una escalinata (llevan chándal fluorescente y chaquetones furry en rosa chicle y naranja). Imposible, les digo. Se abre la puerta. Aparece Miguel Ángel en batín, nos invita a pasar. Nos explica que su madre está cambiando toda la casa (el espejo era suyo; no entiendo que lo tiren, es precioso y antiguo). Donde estaba la cocina ahora hay un espacio enorme vacío. En una habitación muy pequeña, que quizá usaban para la plancha, ha montado una mesa para jugar al risk. Le digo que podría montarla en la nueva cocina, en el suelo, y podría hacer batallas de verdad. ¡Claro, qué buena idea!, dice pero no mueve nada. Nos enseña un salón sin ganas (no parece muy conforme con los cambios de su madre). Casi piso a un pájaro pequeño y muy rojo. Dice que su madre los tiene sueltos por la casa, que tengamos cuidado. Intento hacerle una foto, pero no se deja. Llegamos a un dormitorio con una cama enorme. Allí están sus hermanos y otros amigos. Hoy jugaremos desde la cama, dice. ¿Sois cinco hermanos y una hermana, no? ¡Cómo te acuerdas!, dice (todo lo dice con  exclamaciones; creo que exagera; en la vida real no es así ni tiene cinco hermanos). ¡Mi hermana es idéntica a ti, tiene muchas ganas de conocerte!, dice. Llega su hermana. Es idéntica a él, con los ojos igual de azules, pero con el pelo oscuro. Todos se meten en la cama para empezar a jugar. Todos llevan papel y boli. Les digo que prefiero jugar fuera, en una silla. Jugamos por grupos. Tenemos que dibujar algo y que el otro grupo lo adivine. Dibujo la cabeza de un viejo con unos puntitos cerca de la nariz. No lo acertarán nunca, le digo a la hermana (que es de mi equipo). Me fijo que en un rincón, a un metro del suelo hay un nido. ¡De ahí salen los pájaros rojos!, dice Miguel Ángel. De repente veo lo tarde que es, debo volver a casa. Miguel Ángel llama a un taxi. Aparece un coche antiguo negro (parece el coche de un gánster). ¡Llévela!, dice. Me despido con la mano pensando que no creo que vuelva. Llego a la casa de mi bisabuela en Estepona. Desde la calle puedo ver el piso de arriba porque las ventanas están abiertas. Me extraña verlas a todas, incluso a mi bisabuela, porque ya murieron todas. Salgo directamente del taxi por una escala metálica que apoya en la fachada. Detrás de mí sube alguien. Es mi tía Pepa (que también murió). Espera, le digo, será mejor que yo suba detrás de ti por si te caes.

escabechina

jueves, 15 mayo 2025. Se supone que hemos comprado una casa en la playa con otra pareja y vivimos allí los cuatro. Es una casa enorme con salones inmensos con muebles muy modernos. Parece sacada de una película de Hollywood. De repente empieza a entrar y salir gente, no sé quiénes son, le pregunto a la otra pareja si son sus invitados. Dicen que no, que debe de ser que hay una fiesta en el hotel de al lado, piensan que somos parte del hotel, y entran a usar mi cuarto de baño. Lo dicen muy tranquilos, sentados en el sofá tomando una copa. Soy yo la que tiene que explicarles todo y echarlos. Algunos se ponen violentos, otras olisquean toda la casa. No puedo más. Le digo a Alberto que no quiero vivir allí. De repente vamos por la calle los cuatro. Alberto y la pareja caen en una zanja. Me asomo y Alberto dice, esto ha sido una escabechina, enseñándome un brazo amputado de alguien. Llamo al 112, llegan inmediatamente, se llevan los cuerpos del chico y la chica. De repente volvemos a estar en la casa. Alberto parece muy triste, corre las cortinas. Le digo que la casa hay que venderla ya. Unos niños se bañan en la piscina. Cuando me acerco me piden perdón. Les digo que pueden bañarse todo lo que quieran, que la piscina es suya para siempre, y si conocen a alguien que quiera comprar la casa se la vendo muy barata o se la regalo.

camisa de lino

martes, 13 mayo 2025. Estoy con Elisa en una cama turca, charlando cómodamente. Dice que he adelgazado mucho, que tenemos la misma talla, nos reímos. Llega mi hermana llorosa y enfadada a la vez. Dice que su amiga Maricarmen le ha dicho que no va a salir más con ella, y que ahora tendrá que quedarse en casa. Inmediatamente se levanta, coge el bolso y se va, porque ha quedado con su amiga Virtudes.
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Estoy en lo que era el hall del cine Alameda. Se supone que ahora el dueño es Ricardo. Está tras la barra ordenándolo todo porque va a haber una actuación. Para no perderme nada, cada vez que voy al servicio orino con la puerta abierta. Entro en la sala, Francisco está actuando, canta muy bien y con mucho desparpajo. Lleva una camisa blanca de lino con bordados en el escote y las bocamangas. Parece feliz, el público lo aclama. Cuando termina se acerca a saludarme. También se acerca Iker, que ha venido expresamente de Asturias para la actuación. Le doy a Ricardo una cámara de fotos. Dice que no es suya, que se la habrá olvidado alguien. Es una cámara analógica. Una chica dice que para saber de quién es lo mejor es abrirla y mirar los negativos. Justo antes de abrirla le grito: ¡Vas a velarlas!

ibuprofeno

lunes, 12 mayo 2025. Mis padres y yo estamos a punto de salir de casa. Mi padre pregunta si ya nos han dado las notas. Le digo que he hablado con la profesora y me ha dicho que no diga nada hasta que no nos den los boletines, pero le adelanto que mi hermana mal todo y yo bien. Bien a secas, recalco. Mi madre protesta de que no entiende la letra de mi hermana, que le deja notas pero nunca se entera de nada. Al abrir la puerta para ir al ascensor, un perro pequeño (que no tenemos; ayer estuve jugando con el perro de Tony) escapa de casa a toda velocidad. Le digo a mis padres que podemos llevarlo si le ponemos la correa. Mi madre acepta no muy convencida. Esperamos el ascensor. me fijo en que mi padre no lleva zapatos ni camisa. Le hago un gesto a mi madre que responde con toro de "deja que vaya como quiera". En el portal hay muchos niños de mi edad (a ratos soy una niña a ratos soy mayor). Cristina presenta a mi padre a los niños como El capitán. Uno le pregunta (no sé si para reírse de él) si la tierra también es redonda en Andalucía. Mi padre responde muy serio que el arco del fragmento que le corresponde, por supuesto es curvo. El niño se ríe a carcajadas, le llama maricón. Mi padre acerca su cara a la del niño y lo amenaza (no llego a oír qué le dice). El niño se queda blanco. Bajo la calle detrás de mi madre. Al entrar en la farmacia, están hablando con la farmacéutica. Los cuatro, incluido el perro, me miran. Dicen que cierre le puerta. En la zona de fuera están Cristina y Jonás. Jonás tiene muy mala cara y está recostado en una hamaca. Cristina le dice que le dé una pastilla, que siempre llevo muchas. Es la reina de las pastillas, dice. Miro en el bolso, no llevo nada, les digo que yo también necesito ibuprofeno. Jonás se ofrece a ir a comprarlo. Dice que comprará la caja más grande y nos la repartiremos. No entiendo dónde va porque ya estamos en una farmacia, pero no digo nada. De repente voy por la calle con el perro. Espero para cruzar, pero un coche frena para dejar cruzar a alguien que parece muy enfermo. Es Marcos. Me acerco a preguntarle qué le pasa. No dice nada. le digo que se vaya directamente a casa y se meta en la cama.

sacarino

domingo, 11 mayo 2015. Estoy con un grupo de personas en un restaurante (se supone que son mis amigos con sus hijos, pero no conozco a nadie). Después de comer alguien quiere ir a felicitar al cocinero. Unos van por un camino; un chico muy alto y yo por otro. Llegamos a un punto en el que hay que pasar por una cornisa curva que parece mojada y resbaladiza. Le digo que no puedo pasar, me echo a llorar. Le digo que le doy todos mis muñecos (los saco, los llevo en el bolso) si no me obliga a ir a felicitar a nadie. No sé cómo llegamos al comedor sin haber pasado por la cornisa ni la cocina. El chico tiene mis muñecos sobre la mesa. Me acerco, cojo uno de ellos y me lo guardo. Lo siento, pero a Sacarino no puedo dártelo, le digo.

ahá

sábado, 10 mayo 2025. Tengo delante a Jota y a Cova. Están sentados muy juntos al sol. Ella apoya la cabeza en el hombro de él. Parecen dos bebés gigantes. Los miro y pienso que no saben que en un futuro se conocerán por 
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Tengo que hacer comida para muchísima gente. La cocina de la casa de mis padres está muy desordenada, tengo todos los fuegos encendidos y ni aun así doy abasto. A través de la puerta oigo hablar a mi hermana con Andrés. Él le da consejos. Ella solo dice ahí, de vez en cuando.

la risa de mi madre

viernes, 9 mayo 2025. Tengo que ir a algún sitio y llego tarde. Busco por todas partes (en la casa de mis padres) mi trenka verde (que llevé a Cudeca hace años). Mi madre dice que me ponga otra cosa. Le explico que en el bolsillo de la trenka hay algo muy importante, por eso debo encontrarla. Mi madre me ayuda sosteniendo una escalera plegable para que mire si está en el altillo del que fue mi cuarto. Por fin aparece hecha un gurruño. No hay nada en los bolsillos. Mi madre y yo nos miramos y nos encogemos de hombros. Mi madre se ríe y hace un gesto de "qué más da".

calendarios de bolsillo

jueves, 8 mayo 2025. Quiero comprar una batería externa para el móvil. Le he dicho a Francisco que venga conmigo para que me aconseje. La tienda parece un chiringuito de playa, una caseta de madera con el mostrador muy alto. Hay mucha gente. Cuando por fin puedo acercarme, le digo al dependiente lo que quiero. Mira mi móvil con asco, lo sostiene en el aire con dos dedos como si fuese un kleenex sucio. Aparece con una especie de teclado de un metro. Francisco y yo nos miramos. Saco de la mochila mi batería tipo tarjeta d crédito. Quiero algo así de pequeño pero con más potencia, le digo. El chico niega con la cabeza y se va. Francisco juega con mi móvil. ¿Sabías que no es un móvil, que es una radio?, dice. Los doy a los dos por perdidos. Me entretengo mirando en un mostrador calendarios de bolsillo para llevarle uno a Francis, pero todos están mal cortados.

termitero

miércoles, 7 mayo 2025. Cenamos, con los que se suponen son nuestros vecinos, en un patio encalado con una mesa larga. No conocemos a nadie. Se nota que quieren causar buena impresión, con velas y flores en la mesa. Me sirven unos espaguetis pegajosos. No digo nada. Justo en el momento que voy a empezar a comer, Alberto pone un mi plato un trapo sucio tan pegajoso como la comida. Lo miro asombrada. Come, dice muerto de risa. Los demás no saben si reír, mantienen el tipo. Me levanto y me voy. Para llegar a casa de mis padres tengo que trepar por un montículo de tierra seca color ladrillo (parecido a un termitero), que se me mete en las uñas. Cuando llego arriba, veo que en la calle hay varios coches de policía y varios ladrones tumbados boca abajo sobre el asfalto. Lo veo todo desde arriba como en una película. Me pregunto cuándo podré bajar y, sobre todo, cómo porque la altura es enorme y la pared del otro lado del termitero demasiado vertical.
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Estamos en una sala de cine estrecha que parece un autobús. No recuerdo qué estamos viendo, pero yo me aburro muchísimo. En ese momento la sala se convierte en un autobús de verdad. Una abuela y su nieta suben. El bonobús no tiene viajes. El conductor les dice que se bajen. La señora le pide que deje a su nieta ir hasta la siguiente parada, que allí la espera su madre y ella le pagará. El conductor se niega. Varios pasajeros nos levantamos a pagarle el billete. De repente el autobús se convierte en un patio estrecho con paredes de ladrillo donde dos señoras mayores recitan sus ripios. El público aplaude exageradamente. Después un chico, con la cara pintada de blanco y los labios rojos, se tumba boca arriba en el suelo y recita algo tan flojito que no se oye. Yo llevo unas botas que al mínimo movimiento me hacen botar y elevarme a una cuarta del suelo. Intento no moverme para no llamar la atención, pero el chico se da cuenta y, como si fuera un caracol, se esconde debajo de una de las mesas.

grifo

martes, 6 mayo 2025. Pablo está esperándome en una estación de metro o algo parecido. Me alegro mucho de verlo, le doy un abrazo. Él deja los brazos colgando a los lados de su cuerpo.
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Marcos y yo estamos fregando platos y cubiertos en casa de mis padres. Llega Sonia y nos pregunta si estamos liados. Marcos y yo nos miramos sorprendidos, como si nos viéramos por primera vez. ¡No!, decimos a la vez. Marcos podría ser mi hijo, le digo. Tampoco te pases, dice Marcos muerto de risa. Marcos se enfada ante la insistencia de Sonia, dice que no se lo cree. Marcos gesticula con restos de jabón n las manos, explicándole que eso es imposible. A mí me da igual lo que piense. Solo me preocupa el grifo que se ha quedado abierto.

chándal beige y camiseta de ovejas

lunes, 5 mayo 2025. Estamos en una habitación de hotel. Tengo que arreglarme  a toda prisa porque es la hora de la cena y tenemos reserva. Suena el teléfono, es Salud y está llorando. Alberto dice que me dé prisa. Mientras la escucho me voy vistiendo con la ropa que encuentro (un chándal beige muy feo que no sé de dónde ha salido). También me pinto los párpados con maquillaje usado que hay en una caja. De repente me doy cuenta de que no hay nadie al otro lado del teléfono, que voy horrible y, sobre todo, que no quiero ir a cenar.
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Estoy en un bar muy grande y destartalado con Marcos. Estamos solos y muy a gusto, sin ruido ni música. Me pregunta qué tal me fue con el hermano de la Miss, si nos besamos al final (en el sueño se supone que el hermano de la Miss es Miquel Barceló). Le digo que nunca me besaría con él porque nuestras bocas no son compatibles, que solo por la forma de una boca ya sabes que el beso no irá bien. Mientras hablamos el bar se va llenando de gente. A nuestra mesa se sienta un grupo que parece no haber comido en años. Piden estofado y magro con tomate, comen como cerdos. Marcos y yo queremos irnos pero no hay sitio ni para ponerse en pie. Al fondo veo a Sr. Chinarro haciendo de camarero. Lleva una bandeja extremadamente grande con una sola mano. Como era de esperar se le cae, todos los vasos y copas se rompen y por fin se hace el silencio.
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Estoy en una tienda mirando ropa por mirar. Veo unas camisetas muy baratas con dibujos de ovejas. Me hacen gracia, pero no sé si me atrevería a ponerme algo así. Una señora me pregunta si hay bragas para su hermana. Le pregunto por la talla. Es que tiene mal la cabeza, se le olvida, dice. ¿Se le olvida la talla? La señora no dice más y se echa a llorar.

fétido

domingo, 4 mayo 2025. Un tipo grande con gabardina (tipo Fétido Adams) dice que quiere entrevistarme. Entramos al hall de un hotel. Dice que busquemos un sitio con menos ruido. Llegamos a una zona de spa donde un montón de chicas están tumbadas con mascarillas blancas de papel en la cara. Todas llevan turbante, todas parecen la misma. El tipo empieza a hacerme preguntas a gritos. Siento muchísima vergüenza. Una de las trabajadoras nos pide que nos marchemos. De repente vamos por la calle, por dentro de un arriate lleno de barro. Llevo los zapatos Gaultier y temo haberlos destrozado. El tipo dice que si pongo los pies en alto durante diez minutos, el barro se secará y con un golpe seco caerá dejando los zapatos como nuevos. De repente estamos en una habitación de hotel, en la cama. El tipo me pregunta qué opino de la economía mundial y de cómo afectará a los países de África. Le digo que pensaba que las preguntas serían sobre poesía. Me levanto, busco mis zapatos para marcharme.

saco de piedras

viernes, 2 mayo 2025. Se supone que estamos de vacaciones en Buenos Aires. Nos reúnen a todos los extranjeros en el hall del hotel (que se parece a la casa de mis padres). Pienso que van a secuestrarnos. Veo llegar un caza. Corro a buscar mis cosas (un saquito con mis anillos y algunas chapas que no quiero perder). Veo que Elisa y Andrés se acercan al hotel. Me escabullo y se lo doy, le digo que huyan. Policías armados nos dicen que nos pongamos en fila pegados a la pared y que vayamos entrando en una habitación para meter en una bolsa lo indispensable. En otro descuido, le doy a una camarera una bolsa de tela con piedras. No quiere hacerse cargo. Le digo que si mete una en el monedero le dará suerte, que alguna vez volveré a recuperarlas. Acepta. Meto en una bolsa de deporte algo de ropa. Cuando nos sacan del hotel caminamos en fila por la acera. Javier e Isa están comprando cerveza para celebrar que su equipo ha ganado. Javier no se hace cargo de la situación, se ríe, dice que nuestro equipo ha perdido. Le hago una señal a Isa con la mirada, pero tampoco me entiende. Nos llevan a una especie de óptica para niños. Nos van pasando uno a uno para hacernos unas pruebas. La chica que tengo delante, en vez de preguntarme hace muecas con la cara para hacerme reír. Me río exageradamente, quizá por los nervios. Dice que es la mejor prueba que ha visto nunca y veo como escribe 10 (con una flecha hacia arriba) en su hoja. No tengo claro si en este caso 10 significa vida o muerte. Al fondo de la sala de espera está Momo y otro chico. Momo hace bromas, dice que si las preguntas son en inglés suspenderán todos. Alberto ha colado su móvil pequeño, suena, me lo pasa. Oigo la voz lastimera de mi hermana. Dice que está ingresada en el hospital, pero que no me preocupe, que le han dicho que solo necesita reposo. Le susurro que estamos retenidos, que es posible que estemos en peligro, que no sé cuándo voy a poder volver. Su voz se recompone de repente, pero ya no entiendo lo que dice.

santa rota

jueves, 1 mayo 2025. Estamos en una tienda de juguetes. La dependienta nos enseña un tablero en el que pones un poco de pintura y al pasar el pincel suena la música de la película que elijas. Una señora dice que quiere para su nieto la banda sonora de Harry Potter. Pasa el pincel con mucha agilidad y las notas van sonando al ritmo de cada pincelada. La señora compra el juego contentísima. La dependienta le dice a Alberto que pruebe. Suena la música de Barry Lyndon. Cuando la dependienta desaparece para envolver el regalo de la señora pruebo pasar el pincel, pero no suena nada. Pienso que es un truco, que cuando está la dependienta delante le dará a un botón.
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Estoy sentada frente a la tele y alguien me da una figura de Santa Rita como si se tratara de un bebé. Se me cae, se rompe en varios pedazos, la recompongo.
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Un grupo de amigos quiere ir a comer caracoles. Para eso cogemos un ascensor que nos deja en lo alto de un monte. Después empezamos a bajar por terraplenes. Bajan con mucha facilidad, como si esquiaran. A mí se me cruzan un montón de gallinas. Aparece un perro. Las va matando a todas a bocados. Grito desde arriba que no puedo seguir. Alberto intenta subir para ayudarme. Le digo que no suba, que hay un perro rabioso. Veo un túnel. A la entrada hay una bobina de hilo rojo. Lo sigo para no perderme, pero dentro del túnel hay un montón de gente atrapada, liada como si fueran capullos de seda en otros hilos de otros colores. Los separo y ayudo a salir uno a uno. Cuando por fin llego el restaurante está cerrado. Me alegro porque jamás comería caracoles.
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Vuelvo a estar sentada frente a la tele y vuelven a darme la figura de la misma santa. Se vuelve a caer, se me vuelve a romper. Está vez está tan rota que será imposible recomponerla. (Me despierta una jaqueca explosiva).

pastel de piña

miércoles, 30 abril. 2025. Voy a tender ropa en casa de mis padres. Veo que las cuerdas están llenas de ropa tendida. Deben de llevar mucho tiempo porque está todo acartonado. Intento correr las cuerdas, pero están atascadas. Pienso que si estiro muchos los brazos podré llegar hasta el final. Los brazos parecen de chicle. Incluso llegan al patio del primer piso donde unos niños juegan (yo estoy en el cuarto piso). Un niño dice que no toque sus cosas. Me doy cuenta de que entre la ropa que he recogido está una de las botas de uno de los niños.
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Acompaño a una niña a una pastelería. La niña va vestida de dependienta de otra pastelería con un uniforme blanco y un delantal con peto de rayas verticales blancas y color café con leche. Tienes que probar su mejor pastel, le digo, el de piña. La niña duda cuál pedir. De piña solo queda uno, dice el dueño. Ponga uno de piña y otro de fresa y así prueba los dos, digo. Una pareja de mi edad se acerca, me dicen que me oyeron leer ayer y se emocionaron mucho, que todo se solucionará. La chica me abraza. Lloro.

vecinas

martes, 29 abril 2025. Mi casa da a casa de los vecinos porque no hay pared de por medio. Son una familia numerosa (sobre todo mujeres) que parecen sacadas de una película del este (faldas de flores hasta los pies y pañuelos en la cabeza). Entran y salen de mi casa con fuentes de comida (casi todo dulces y gominolas). Se supone que Inma y Tito se han quedado en casa y están esperando a que me despida de ellos o los acompañe a la estación. Están con mala cara en la puerta con las maletas preparadas, pero no puedo atenderlos por culpa del trasiego de vecinas y sus hijos. De repente aparece mi madre. Cae hacia atrás. Corro hacia ella. No pasa nada, he tropezado, me dice. La miro fijamente. En realidad me he desmayado, dice. (Me despierto agitada).

visón

sábado, 26 abril 2025. Estamos en un bar de una plaza porticada. Carmen tiene una niña sentada en sus rodillas, pero no es suya. También está David (pero no se le parece en nada). Alguien me dice le pregunté a si de verdad Franco estuvo en su clase. Qué tontería, podría ser su bisabuelo, le digo. Le pregunto de todos modos. David se echa llorar, dice que está  harto de que le hagan a misma pregunta. Que sí, que es verdad, que estaba en su clase y que no puede decir nada malo de él. Que era un niño normal y corriente, que incluso ayudaba a los demás a hacer los deberes. Mientras habla, en segundo plano, hay una tele en la que se ve una clase dónde las niñas están boca abajo debajo del agua. Carmen se levanta y echa a andar, me agarro de su brazo. Noto un tacto raro y es que lleva un abrigo de visón hasta los pies. Salimos a la plaza. Hay dos grúas enormes. Casi nos atropellan. Le digo que nos va a pasar lo mismo que cuando nos marchamos los zapatos de graba. Nos reímos.

santo perro

viernes, 25 abril 2025. Estoy en un restaurante con un grupo de chicas. Solo conozco a Cristina. La mesa es pequeña y estamos apiñadas a su alrededor. Pienso que cuando traigan los platos no cabrán y nos daremos con los codos al comer. Hablan sin parar. Yo no tengo nada que decir. Intento sonreír y asentir de vez en cuando. Alguien saca el tema de lo que lleva en el bolso y aprovecho para decir que yo llevo una estampa del Santo Perro. Noto miradas y risitas. Los busco para demostrarlo. No doy con él. Empiezo a sacar papeles cortados con dibujos infantiles. Dudo que sea mi bolso. Tampoco está el DNI ni la tarjeta de crédito. Llegan dos chicos, se sientan a la mesa. Cristina me presenta al que está a mi lado. Te presento a salvador, dice. Los miro y es Camilo. No entiendo nada. De repente Cristina se levanta. Todas la siguen. La despedida más veloz de la historia, pienso. Al salir no sé en qué ciudad estoy ni cómo volver a casa. Una chica (que resulta ser Thais Villas), se despide con un abrazo sincero, dice que ella me cree. En ese momento aparece la estampa del Santo Perro y se la enseño. Escríbeme, me dice. No me gusta molestar, mejor escríbeme tú, y le digo mi mail al oído.

dos paraguas

miércoles, 23 abril 2025. Estoy en una ciudad enorme y busco la calle México. Nadie sabe decirme dónde está o me dan pistas falsas. Corro de un lado a otro. Entro en un edificio muy antiguo. Cuando por fin alguien me dice que está tan solo a dos calles, salgo a toda velocidad, pero en las escaleras del edificio han puesto un restaurante. Familias de extranjeros muy rubios toman cerveza y sangría. Una familia quiere invitarme a comer cuando paso por encima de su mesa. Les doy las gracias, les digo que llego tarde, que tengo cita con un editor. El padre de familia me dice que su hija pequeña escribe y lea sus poemas. Consigo zafarme de todos, salgo del edificio y comienza a llover. Llevo dos paraguas, uno abierto muy pequeño y otro más grande cerrado. Un chico que pasa por mi lado me mira como pensando: esta es idiota. Cruzo a lo loco (hay mucho tráfico). Una familia también cruza a mi lado. Pienso que así, juntos, será más fácil. Lo conseguimos. La madre me dice que quiere enseñarme su casa. Como doy por perdida la entrevista, acepto. Tiene colecciones de todo. Las paredes llenas de vitrinas. También una mesa con un gran cajón de cristal donde guarda fichas con números de teléfono. Dice que solo apunta las seis primera cifras para que nadie que los vea pueda molestarlos. Por ejemplo, este es el número de la Reina Sofía, dice. Las hijas se ríen entre dientes, la abuela pone los ojos en blanco. Pienso en todo ese tiempo perdido apuntando para nada. Me fijo en una pared donde ha pegado molduras de madera. La de polvo que debe acumular eso.

pasta cruda

lunes, 21 abril 2025. Estamos en un restaurante a punto de que nos sirvan la comida (parece una pizzería). Veo al fondo a Jurdi sacando algo de una máquina expendedora. Como la máquina no funciona se lía a patadas con ella. Temo que me vea y me relacionen con él. Me ponen delante un plato de pasta con tomate que no he pedido (además la pasta está cruda). En ese momento mi prima Elisa dice que nos vamos. ¡Rápido!, dice. Todavía no he comido, protesto. Vamos por la calle a toda prisa. No sé dónde me lleva.

medias de blonda

domingo, 20 abril 2025. Salgo con mi familia de un reunión en una especie de iglesia. Se supone que tenemos que ir a a boda de alguien de la familia de Isabel de Inglaterra, que ella misma asistirá. Mi madre dice que a las bodas no se puede ir de negro (eso para los funerales), tengo que llevar medias blancas. Mi padre, que jamás ha conducido, dice que él me lleva en el coche. Tiene un deportivo amarillo. Vamos a toda velocidad por una carretera muy estrecha llena de curvas. Me sorprende su pericia. Llegamos a una especie de parque temático infantil. Entramos en un edificio decorado con payasos y dinosaurios. Dentro hay ropa ordenada por colores. La ropa es feísima. Mi padre señala un pack de medias de varios colores. Son de blonda, horrorosas, pero son la únicas que hay. Buscamos la caja, tenemos prisa. Detrás de una cortina hay un salón de actos. Alguien dice que ya que estoy allí lea algún poema. Le digo que tenemos mucha prisa, que tenemos que asistir a una boda, que por favor me cobren. Nada. Dudo entre llevármelas sin pagar o ir a la boda sin medias, total, solo se me verá el tobillo porque voy a ponerme pantalones. En esas estoy cuando veo a mi padre hablando con su amigo Gabriel. No entiendo nada. Gabriel murió hace años.

tendedero de niñas

viernes, 18 abril 2025. En calle Cristo, a las puertas de Maskom, han puesto unas escaleras mecánicas en forma de L, la primera en el mundo, dicen. Incluso han venido de la tele para dar la noticia. Los hermanos Ordóñez suben y bajan dando piruetas. La gente enloquece y aplaude. Uno de ellos tira naranjas y tomates para que rueden calle abajo. No comprendo el funcionamiento de la escalera, cómo da la curva (que no es curva, es esquina de noventa grados). En esas estoy cuando uno de los hermanos cae rodando y al llegar a la acera se convierte en tomate. Arriba, donde comienzan a salir los escalones, hay un tendedero plegable. Me fijo y no es ropa lo que cuelga, son niñas muy pequeñas. Me acerco por si puedo ayudarlas. Intento quitar las pinzas de una de ellas, pero dice que le duele mucho, que la deje como está. Le digo que aguante lo que pueda, que en cuanto terminen de inaugurar la chorrada de escalera todo volverá a la normalidad.
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Me encuentro a Lucas por la calle y me alegro mucho de verlo. Va en un segway. Dice que puedo montar con él. Entramos en un edificio y hasta subimos la escalera sin problema a toda velocidad. le digo que lo maneja de maravilla, que estoy soprendidísima. En el último piso hay una escuela. Un niño nos insulta, dice que va a contárselo todo a sus profesores. Le digo al niño que siendo tan impertinente nadie va a quererlo y pasará la vida solo y morirá solo. El niño se echa a llorar. Me doy cuenta de lo desproporcionada que ha sido mi reprimenda. Le cojo la cara entre las manos, le digo que era broma, que quién no iba a querer a un niño tan encantador.
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Estoy en una boda. En mi mesa hay cinco mujeres a las que no conozco y Jesús Gea (a quien no veo desde hace más de 40 años). En el centro de la mesa hay un plato de queso con unas hojas verdes por encima. Todas comen en silencio. Este queso es dulce y no pega nada con estas hojas, digo y de repente todas se animan a opinar. A nadie le gusta. Les propongo comerlo con mermelada, que voy a robarla de la cocina. Se ríen, aplauden (me parecen muy infantiles). Llevo varias mermeladas distintas. Jesús va probando los distintos sabores. Antes de volver a meter la cucharilla en una mermelada distinta la limpia en el jersey de la chica que está a su lado. No estoy segura de si la chica no se da cuenta o le da igual.