miércoles, 29 julio 2015. Llego a una casa con terrazas a distintos niveles. Se oye griterío, sonidos de fiesta. Juano orina desde la terraza más alta. Intento esquivarlo. Intento avisar a los demás de que tengan cuidado. Los demás parecen encantados y gritan y saltan mientras él los moja.
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Hay un bebé recién nacido sobre una cama. Parece muerto. Ha nacido muerto, me confirma la que se supone es su madre. Me extraña que lo diga con naturalidad, sin rastro de dolor ni tristeza. Le digo que dicen los expertos que, para tal trance, es bueno fotografiarse con el bebé, como si estuviera simplemente dormido. Lo cojo para demostrarle cómo. El bebé me mira y se ríe. ¡Está vivo!, le digo a la madre, ¡sólo estaba gastándonos una broma!
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He quedado con Daniel en una plaza enorme y desierta. Aparece entre los soportales. Va muy abrigado, con jersey grueso y una chaqueta de lana. Parece feliz, pienso. Lleva un libro entre las manos, lo ojea mientras camina hacia mí. Me da un beso, me enseña el libro, dice que acaba de descubrir a Vonnegut, que tengo que leerlo. Está tan emocionado que no le digo que ya leí todos sus libros. Una chica pasa en moto a toda velocidad. Me parece que te ha saludado, dice Daniel. Al volverme veo los rizos de Sofía a toda velocidad.