gravedad

martes, 30 noviembre 2010. Álvaro García está solo en mitad de la calle. Me acerco a saludarlo, le pregunto si está bien. Somos iguales, dice. Al momento se transforma en Avi, una niña del colegio que murió muy joven. Me alegro mucho de verla, le pregunto por otras compañeras. Según las nombro, aparecen. África va vestida de monja, pero con una gran pamela. Empiezo a sentirme incómoda, nunca me gustaron las reuniones de colegio. Me despido. En el hall del hotel donde se supone que me alojo, veo a Mesa Toré. Cuida a Álvaro, por favor, le digo. Subo a una habitación. Me quedo con el pomo en la puerta. Dentro están Emilio y su hijo Dani. Ven a tirar habas desde la ventana, me dicen. Las habas explotan, dice Dani entusiasmado. Lo veo tan feliz que no me atrevo a decirle que, aunque esté allí, su padre está muerto. Sus habas explotan siempre, las mías no. Será que las tiro con menos fuerza, digo. ¿Es que no has aprendido nada sobre la gravedad?, dice Dani. Emilio y yo nos miramos asombrados. Decido marcharme, entro en mi habitación y encuentro a mi madre cambiándose de ropa. Me da un susto de muerte. Se maquilla con unas pinturas que parecen de juguete.

tendedero

lunes, 29 noviembre 2010. Miro desde abajo un tendedero que atraviesa la calle. Intento adivinar quién vive en esa casa por la ropa que está colgada. Las cuerdas se desatan lentamente y la ropa queda colgada en vertical, casi rozando el asfalto.

kit reparaheridas

domingo, 28 noviembre 2010. Cumpián, Ferran y yo hablamos en la terraza de una cafetería. Hablamos con las cabezas muy juntas, echados sobre la mesa, como si estuviéramos conspirando. Cumpián nos cuenta, como si fuese el mayor de los misterios, que ha descubierto que lo único importante es llevar siempre encima un kit reparaheridas. Nos enseña el suyo, una cajita blanca con unas cuántas píldoras, alcohol, vendas y un costurero. ¡Así, invencibles!, dice levantando el índice.

el chico más dulce

sábado, 27 noviembre 2010. Estoy en la terraza de un bar con dos chicas. Una de ellas le da una patada a mi sandalia y la manda al otro extremo de la calle. No le veo la gracia, les digo. Unos niños se ponen a jugar con mi sandalia al fútbol. Intentan que discuta con ellas, se ríen. Me levanto y me voy. Me siguen en bicicleta. Pienso que las he esquivado y entro en un bar. Las dos chicas llegan disimulando y e sientan en una de las mesas del fondo. Un chico muy joven se acerca, me saluda, me abraza como si hiciera años que no nos vemos. Sígueme el cuento, me dice al oído. Me saca del bar de la mano. Las chicas no pueden seguirnos porque el camarero acaba de servirles. El chico me pregunta si quiero acompañarlo al concierto de un amigo. Sí. Me besa suavemente. Vamos, dice. En la puerta del bar un tipo mira unos papeles. Podéis entrar, dice. No comprendo cómo tenía mi nombre en su lista, pero no digo nada. Nos sentamos al fondo del bar, sobre unas alfombras. Vuelve a besarme. Estaremos poco tiempo, dice. Pienso que nada de eso está pasando, escondo la cara entre las manos, pienso que al volver a mirar estaré en casa. Nada. Sigo en ese bar lleno de alfombras y cables, con ese chico tan dulce que no hace más que besarme. Seguro que esto no está pasando, pienso mientras me abraza. Si esto es un sueño tengo que preguntarle su nombre antes de despertar, pienso.

hamaca de lona

viernes, 26 noviembre 2010. Mi suegra está tumbada en una hamaca de lona, en el jardín de la casa de mi abuela. Por la calle pasa un grupo de gente, entre ellos un cura que entra al jardín y bendice a mi suegra. Ella se echa a llorar. Empujo con muy malos modos al cura hasta la calle. Vuelvo a la hamaca, la abrazo, le digo que no llore, que no tenga miedo, que no va a morir, que ese hombre no es más que un imbécil. Pues por eso lloro, porque quiero morirme y no me muero, dice ella.

camas individuales

jueves, 25 noviembre 2010. La habitación sólo tiene una pared, pero sigue siendo una habitación, no un simple muro. Hay dos camas individuales. Un tipo intenta besar a una mujer rubia impresionante, pero no atina a encontrarle la boca. Pienso, desde la otra cama, que está ciego. La mujer se levanta aburrida y se va. Pienso que me gustaría salir de mi cama, meterme en la suya y besarlo. Ni se te ocurra, dice como si me hubiera leído el pensamiento.

salamanca

martes, 23 noviembre 2010. Alguien me regala una piedra amrilla en una caja de cerillas. Salamanca, pienso.

fusiles y mesas camillas

lunes, 22 noviembre 2010. Llego a la puerta del que fue mi colegio. Sobre la acera hay fusiles apilados. Un hombre vestido de militar dice que debo dejar el mío antes de entrar. En ese momento me doy cuenta de que voy vestida de camuflaje y llevo un fusil. Subo a clase. Sólo quedan dos asientos libres. Me siento en uno de ellos y miro el otro vacío. Me pregunto si tendré la suerte de que sea el pupitre de Chivite y qué pensará al verme vestida de camuflaje.
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Hago varios intentos por colocar un mantel redondo en una mesa cuadrada. Cada vez lo levanto en el aire como se hace para extender las sábanas sobre la cama. En cada sacudida el mantel es más pequeño. Mi madre me observa y niega con la cabeza. Le explico que las relaciones de parejas son igual que esa mesa y ese mantel. Uno crece y otro decrece con el tiempo. Déjate de tonterías y termina, que es la hora de comer, dice ella.

moqueta verde

domingo, 21 noviembre 2010. Paso la aspiradora por la moqueta verde que cubre un jardín.

carne cruda

sábado, 20 noviembre 2010. Estoy en un festival de cortos donde, a falta de gafas 3D, los efectos especiales se consiguen con pequeñas linternas. Llevo un pantalón corto y las piernas muy morenas. Un tipo pelirrojo me dice que tengo heridas y me las besa suavemente. Me acuerdo de ti, me dice, me llevabas al colegio y me hablabas como a un adulto. Eso me gustaba, dice.
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Cocó me ayuda a cruzar un semáforo porque las cintas de mis zapatos se han desabrochado. Son unas suelas de madera muy pesadas atadas con cintas amarillas.
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Una chica me regala unas láminas de chocolate blanco. Quiere que lo pruebe inmediatamente. Al morderla noto que, a pesar de ser tan fina, va rellena de algo salado. Es una loncha muy fina de carne cruda. Siento un profundo asco.

escalera y col

jueves, 18 noviembre 2010. Subo calle Ferrándiz. Veo que delante de mí sube Joaquín Reyes, camino del que fue mi colegio. Dudo si acercarme y preguntarle si Héctor le dio un libro que le dejé para él. Reyes se vuelve y me saluda. Me cuenta que actuará en el colegio esa misma noche. Le hablo del libro. No sabe nada. Le dejé a Héctor "Madre noche" para ti, le digo. ¿No te hacías daño de niña al bajar por la baranda de la escalera?, me dice señalando una escalera de obra.
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Mi madre está muy preocupada porque no podrá acompañar a mi hermana a la parada del autobús. Te recuerdo que Susana tiene ya cuarenta años, le digo mientras le quito hojas a una col enorme.

gritos

miércoles, 17 noviembre 2010. Mi abuela está en la cama muy enferma. Mi prima Elisa la cuida. Los vecinos entran en la casa para llevarse las cosas. ¡Todavía está viva!, les grito. Salgo a la calle, han colocado una manta en el suelo con objetos de la casa para venderlos, me entran ganas de pisotearlos. Mi madre y mis tías están allí y no hacen nada. Les grito que nos las entiendo. Les grito que me voy para siempre, que no volverán a verme jamás. Llama de vez en cuando, dice mi madre.

de visita

martes, 16 noviembre 2010. He ido a ver a Sr. Chinarro. Hablamos sentados en el pasillo. Se queja de lo solo que está. Le digo que me pega que acabe con una mujer extranjera. Al final vas a ser adivina, dice. Dime si está lloviendo, dice. Le digo que sí. Corremos a la cocina y vemos que se ha puesto a llover. Me pongo muy triste de repente, quiero irme de allí, pero al parecer he ido de visita con toda mi familia y hacer que se despidan me cuesta un buen rato. Ha ido hasta mi abuela. Se la ve ligera y juvenil. Chinarro la mira entusiasmado. Tiene 99 años y yo voy a vivir lo mismo que ella, grito con los puños en alto.

menorca y tabaco de liar

lunes, 15 noviembre 2010. Dibujo con tiza, en un muro, el contorno de Menorca. Un tipo me dice que lo he hecho muy bien y que en verano iremos a la isla y usaremos el mapa que he dibujado. Sus dos hijos me abrazan.
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Una niña intenta vender tabaco de liar a unos chinos. Como no le hacen caso, le mete un poco en los bolsillos sin que ellos se den cuenta. Mañana estarán muertos, dice. ¿Y cómo lo sabes? Porque ya he visto la película, dice.

excavaciones algo extravagantes

domingo, 14 noviembre 2010. Carles me quiere enseñar un bar, pero entramos en una iglesia excavada en una roca. En las paredes hay fotos de poetas que hace mil años que no veo. Todos están desnudos. En una de las fotos aparece Salvador López Becerra comiendo un bocadillo. Desnudo. El sacerdote, que no es otro que el fraile "Hermano Pepito", parece que va a comenzar una misa. Le hace una seña al monaguillo, que no es otro que Miguel López Gaspar, y éste reparte copas de fino a los feligreses. Cuando llega a mí, le digo que no me gusta el fino. Todos me miran alarmados, incluso Carles. Pienso que mejor me voy. Mientras espero fuera a Carles, me pregunto si López Becerra y López Gaspar serán familia.
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Unos niños juegan en la calle que los atropellen los coches. El mayor les enseña cómo deben saltar y tumbarse sobre el capó para que no les pase nada. Escribo una carta donde pido al alcalde que construya en cada barrio un agujero cuadrado descubierto de 80 metros cúbicos, donde los niños puedan jugar sin que les pase nada.

hare krisna y flan de arena

martes, 9 noviembre 2010. Estoy subida a una columna muy estrecha. Temo caer. Toco unos platillos metálicos y canturreo "Hare Krisna, hare hare". La columna se cubre de plantas. Pienso que quizá pueda bajar agarrándome a ellas. Cuando llego al suelo, veo que estoy en el patio de la casa de mi abuela. Me alegro mucho de verla. No te vas a creer de dónde vengo, le digo. Déjate de tonterías y ayúdame a tender las sábanas, dice.
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Carlos me da un flan hecho de arena. Lo trae entre las manos, teme que se le desmorone. Hubiese sido mejor que me regalaras otra cosa, cada vez me lo pones más difícil, le digo.

rifa y catavinos

lunes, 8 noviembre 2010. Llego tarde a casa de mis padres, pienso que si tuviera una bici llegaría antes. De repente voy en bici, pero tiene las ruedas pinchadas, la calle está en obras y no avanzo nada. En un bar se rifa una maceta, quieren que compre un número. Les digo que tengo prisa. Camilo sale del bar con un papel en la mano. Tienes que leer esto, dice. Nos sentamos en un escalón. El papel es un vinilo transparente con palabras recortadas y pegadas. Le digo que Herta Müller acaba de publicar un libro así. Camilo se ríe, y corre al bar agitando el papel sobre su cabeza y gritando: ¡Le ha tocado la maceta, le ha tocado la maceta!
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Entro con mi madre a una papelería. Mi madre se para a mirar lápices y rotuladores. No entiendo para qué los querrá. Me doy cuenta de que yo llevo en la mano varios cuadernos y dos lápices. Pienso que quizás crean que los he robado. Me quedo tranquila al ver que mis lápices están gastados y mordidos. Mi madre me enseña un catavinos verde. Le digo que no con la cabeza. Mi madre parece decepcionada. Los catavinos deben ser catavinos, le digo como si fuese una niña pequeña.

cita

domingo, 7 noviembre 2010. Joan ha quedado con una chica que ha conocido en un chat. La cita es en un bar. El bar tiene cuatro plantas, pero en el ascensor no aparece el botón del tercero. En el cuarto piso sólo sirven cócteles. Como queremos cerveza bajamos al segundo. Hay un concierto. Nos fijamos en una chica que baila en primera fila, nos hace señas, se ríe. Joan y yo nos miramos y nos encogemos de hombros. Pienso que a Joan se le ha olvidado que tenía una cita. Decido que no voy a recordárselo.

botas de pipo

sábado, 6 noviembre 2010. Sobrevuelo un bosque. Entre los árboles veo unas manchas cuadradas blancas. Oigo una voz que dice: Azúcar de lucha. Al momento, chicos y chicas entran en esos cuadrados como si fueran un ring, y luchan sobre el azúcar. Está amaneciendo y llego a la ciudad. Aterrizo en una estación de tren. Para bajar a la calle hay un tobogán de hierro pintado de verde. Es muy estrecho y algunas mujeres quedan atascadas. Alberto está esperándome abajo. Le cuento entusiasmada que he estado volando. Intento demostrarle que puedo volar dando pequeños saltos. Te pesan las botas de pipo, dice. Efectivamente llevo unas botas de agua azul marino con ribetes amarillos y un asa en el talón. Me fijo en que todos los niños que pasan llevan unas iguales. Por los altavoces de la estación gritan: ¡Compre sus botas de pipo!

lejía

viernes, 5 noviembre 2010. Hay flores con tallos blancos por toda la casa. Mi padre me explica algo sobre los beneficios de la lejía. Caína nos observa desde un sillón. Tiene el pelo muy largo.
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La lavadora de la casa de mis padres explota y suelta agua y espuma. Le pido ayuda a Héctor. Héctor se pone a mi lado y apunta todo lo que digo y hago.

fuego

jueves, 4 noviembre 2010. Estoy en una habitación llena de muebles que no están en su sitio. Del piso de arriba baja un chico en ropa de deporte, se presenta, dice que mi vecino. No entiendo cómo su casa da directamente a la mía. Subo a ver la suya. En vez de cama he puesto una bañera redonda, dice orgulloso. Al lado de la bañera hay una estantería llena de medicamentos. No te preocupes, son proteínas, tú también deberías tomarlas, dice y me pone unas tabletas en la mano. Debes buscar otro modo de salir a la calle sin pasar por mi casa, le digo. No responde y se mete vestido en la bañera. Estoy en mi cocina, pienso que he sido muy antipática con él, y al abrir el grifo salta una chispa. Al momento la cocina entera está ardiendo. Subo a avisar al vecino. Cuando bajamos la casa se ha llenado de gente, incluso niños. Charlan unos con otros como si nada. Mientras las llamas ya salen de la cocina. Mi vecino me da una toalla enorme mojada, dice que me la ponga y salgamos de allí. Pienso que debería salvar algunas de mis cosas, pero miro a mi alrededor y no reconozco nada mío. Unos hombres uniformados de amarillo entran y apagan el fuego en dos segundos. Menos mal que alguien llamó a los bomberos, digo. No son bomberos, son taxistas, dice mi vecino.

rocieros

miércoles, 3 noviembre 2010. Alberto y yo subimos por una carretera recién asfaltada. Es de noche, llevo tacones y me cuesta mucho andar. Al llegar a un desvío de tierra, un tipo nos ofrece un hojaldre. Alberto empieza a comérselo mientras camina y el tipo le dice que se lo guarde para después. Pienso que nos lleva a una fiesta rociera. Llegamos a una casa en mitad del campo. Efectivamente son todos rocieros. Nos recibe Stella, una compañera de colegio a quien no he vuelto a ver. Se interesa por mi vida, me hace muchas preguntas, quiere que la acompañe para hacerme unas fotos. Me lleva a una cala con piedras. Casi todas son de rayas blancas y negras. Son iguales a la que me regaló Juan, pienso. Entre ellas distingo un cristal azul con vetas turquesas, lo escondo en el puño, pienso que se parece a otro con el que soñé una vez y que podría gustarle a Chivite. Entre las piedras hay figuras esculpidas. Aquello empieza a resultarme sospechoso. La playa comienza a ponerse en vertical, las piedras caen al agua, trepo como puedo, tratando de no perder el cristal azul.

tráfico

martes, 2 noviembre 2010. Hay una lectura en un bar. Muchos de mis amigos están allí, incluso Francis, que ha venido desde París. Cuando empiezan a leer, me doy cuenta de que he olvidado mis poemas. Le pregunto a la organizadora dónde hay una tienda donde pueda imprimirlos. Alberto se va con mi pendrive. Yo espero a la entrada del bar mirando hacia la calle. Veo cruzar a una chica. Lleva una chaqueta de hombre y tiembla. Pienso que va a suicidarse. La acera de enfrente está en alto y tiene baranda. La chica sube a una silla, después a la baranda y se deja caer entre el tráfico. Un autobús destroza su cuerpo. Los coches y peatones siguen pasando como si nada. Salgo a la calle e intento detenerlos. Una chica policía muy joven me pide que le cuente lo sucedido. Dice que no me aleje demasiado porque me necesitarán como testigo. Entro en el bar, la lectura ha terminado. Les cuento a Emilio y Francis lo que ha sucedido. Francis dice que prefiere no oírlo y llama a Alberto por teléfono para que no imprima nada. Francis dice que Alberto está muy enfadado por haber hecho ir a todos los amigos para nada. Algunos hasta han traído una sombrilla amarilla, dice.

barro

lunes, 1 noviembre 2010. Unos tipos preparan la llegada de alguien importante. Organizan una especie de exposición en un parque. Han hecho esculturas enormes con barro. Una de ellas es una casa a escala, la mitad sin terminar, como si la casa saliera de una montaña. Es preciosa. Les ayudo a subir con una polea un enorme trozo de barro blanco, para dejarlo caer en mitad del parque. Cuando cae, forma una figura preciosa. Me da cierta pena pensar en todo el trabajo que se han tomado, porque no creo que nadie vaya a verlas.