no debemos dejar huellas

sábado, 28 septiembre 2013. Parece que hay una fiesta en el puerto. Llegamos en una furgoneta, pero en vez de tomar la primera curva tomamos la segunda y caemos al agua. Damos varias vueltas, me crujen los dientes, puedo ver las enormes piedras sobre las que vamos a caer. No quiero morirme ahora, pienso. La furgoneta cae de pie, como los gatos, apenas tenemos unos rasguños. Pido ayuda a gritos, unos policías se asoman y acto seguido empujan dos coches sobre nosotros. Al cabo de un buen rato aparece un hombre, saca de un maletín gorros y fundas para zapatos de plástico con gomilla, como las que dan en los quirófanos. Me explica que no debemos dejar huellas y me pide disculpas por haber tirado dos coches sobre nosotros. Era para despistar. Después saca del maletín un plato de jamón y una botella de vino y se sienta a comer. Los políticos, usted ya sabe, me dice comiendo a dos carrillos. No sé de qué me habla, pero asiento a todo lo que dice para irme cuanto antes de allí.

generar agua

viernes, 27 septiembre 2013. Mi padre ha construido una fuente enorme con restos de metal que ha encontrado aquí y allí. Dice que el mecanismo consigue no sólo ahorrar agua sino generarla, pero que necesita la ayuda de alguien. Me gusta verlo tan ilusionado. De repente aparece Mario, un compañero de Diseño al que no veo hace mucho. Mi padre le pide ayuda. Después de trabajar codo con codo, Mario se echa a llorar. No puedo hacerlo, no soy ingeniero, sólo diseño trajes de novia, dice.

demasiado rosa

lunes, 24 septiembre 2013. Voy en bus. Una chica le pega a la conductora con el bolso, se ríen. Supongo que son amigas. El bus se convierte en una pescadería donde venden bloques de gambas congeladas y barras de labios. La chica del bolso quiere que me pruebe alguna. Demasiado rosa para mí, le digo. La conductora me ofrece gambas. Le digo que llevaré un kilo porque esa noche vienen los amigos a ver el fútbol.

no molestar

sábado, 21 septiembre 2013. Una calle con escombros. Veo a Jonás a lo lejos, me acerco. Veo que se tumba boca arriba y sube las piernas sobre una piedra. Se duerme en seguida. Me acerco sin hacer ruido y le dejo sobre el pecho un ticket de compra del supermecado, para ese juego de inventar historias.

construcciones de fruta

jueves, 19 septiembre 2013. Purranki y yo hacemos construcciones con trozos de fruta. La habitación tiene dos paredes de piedra y dos de cristal. Mientras tanto, Juan de niño corretea por allí.

poesía de cálculo sin fin

martes, 17 septiembre 2013. Hay un poema escrito en una hoja de cálculo. Cuando lo leo en alto algunos caracteres, por su cuenta, hacen sonidos que acompañan al poema. Si alguien me preguntara cómo se llama este nuevo tipo de poesía le diría "de cálculo sin fin", pienso.

un vagón

viernes, 13 septiembre 2013. Estoy tumbada, boca arriba con los brazos pegados en paralelo al cuerpo, en lo que parece un vagón sin techo. Sólo puedo ver las paredes del vagón y el cielo. El vagón se mueve. Quiero bajar, quiero moverme, pero no puedo.

de incendios

miércoles, 11 septiembre 2013. Mi madre grita y da patadas de karate en la cocina. De repente una pierna le sangra con un grifo abierto toda presión. Camino por la inmensa entrada de un hospital, parece que no alcance nunca la puerta. Mesa Toré me da una identificación falsa para que pueda colarme a ver a mi madre. Las habitaciones son pequeñas, oscuras, colchonetas y mantas en el suelo donde se apiñan los enfermos. Al fin encuentro a mi madre. Me tumbo a su lado.
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Lo que parecía una reunión de amigos se transforma en un caos de desconocidos que desordenan unas estanterías en un portal. Una chica se prueba un vestido que fue mío. Dos tipos con mala pinta inspeccionan mis cámaras de fotos. Intento recuperar algunas de mis cosas, pero no encuentro bolsas suficientes para guardarlas. Una chica que pasa por la calle rocía el portal con gasolina y tira una cerilla. Todo empieza a arder.

totoro no es mi vecino

viernes, 6 septiembre 2013. Nos habían robado todos los muebles y se los habían regalado a nuestros vecinos. Los vecinos porretas vaciaban nuestros cajones por la ventana, pero lo que caía al vacío no eran nuestras cosas, eran muñecos de dibujos animados en 3d muy parecidos a Totoro. Los miraba caer, deseaba que remontaran el vuelo y lo hacían. Después intentaba llamar a la policía, pero cada vez que descolgaba el teléfono salía mi madre hablando de sus cosas.