tortitas

sábado, 31 diciembre 2016. Estoy en la casa de mis padres y empieza a llover. Por alguna razón tendí ropa en la terraza de la vecina. Salgo a recogerla. La casa está llena de gente desayunando. Se supone que la vecina ha convertido su casa en un hostal. También hay ropa que cuelga de las paredes del cuarto donde desayunan. La recojo intentado no molestar. Oigo sus conversaciones. Hablan de que la ultraderecha ha vuelto a ganar y los nazis llegarán pronto. Pienso que lo mejor sería irme a otro país. Como si pudiera leerme el pensamiento, un hombre dice satisfecho que habrá muchos que tengan que irse a otro país, pero, ¿a cuál? Se ríe a carcajadas dando a entender que todos están en el mismo bando. Su hija, una niña muy pequeña, dice con la boca llena de tortitas: ¡Los nazis son lo mejor!

bata blanca

miércoles, 28 diciembre 2016. Al borde de la acera hay una orilla que más bien parece de estanque que de mar. Una mujer golpea a mono enorme. Cuando reúno el valor para acercarme, la mujer me dice que me aleje, que es un experimento científico. Como la mujer lleva bata blanca, la creo. La cabeza del mono está abierta en la orilla. La mujer dice que aquello no sirve para nada y se va. El mono comienza a cobrar vida, el cerebro se nutre de ese agua sucia y comienza a levantarse. Huyo. Voy dando aviso a todos lo que me encuentro. Me escondo en una casa que he encontrado abierta. Oigo a la gente correr y gritar por las calles.
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En la casa de mis padres hay dos niñas que no me suenan de nada. Pienso que si están allí, serán de la familia. Las dos tienen el pelo rubio muy rizado. Una se queja de que su madre le hace daño al peinarla. Le digo que usen acondicionador, que yo lo uso y me va muy bien. Eso habrá que demostrarlo, dice una. Voy al cuarto de baño y me meto en la ducha para hacer una demostración. Acondicionador no hay, y la botella de champú está cortada, como si fuese un vaso, y al abrir la ducha se llena de agua. Las cortinas de la bañera se me pegan al cuerpo, me da mucho asco. En ese momento de querer librarme de ellas, entra mi padre. Acuérdate de encontrar el coche de tu hermana, lo robaron anoche, dice.

viaje familiar

martes, 27 diciembre 2016. Llego a la casa de mis padres y todo es un caos. Están preparando las maletas para ir de viaje a China. No comprendo nada. Mi madre dice que todos soñamos con ver, en algún momento de nuestras vidas, una estupa. En China no hay estupas, le digo. Además, la estupa más grande de Europa, está cerca de casa. Se da la vuelta contrariada y se pone a llover de repente. Le digo que me marcho. En el fondo me molesta que no me hayan invitado a ir con ellos, porque también van mis primas, sus maridos y los niños. Corro escaleras abajo para no tener que esperar al ascensor. Llueve, no tengo paraguas.

cuadros y flores

lunes, 26 diciembre 2016. Estoy en un jardín. Hay sillas blancas de plástico, como si fuera a hacer un concierto o una charla al aire libre. Veo un escenario con una pantalla, pero no le presto atención. Me dedico a mover el pie, a rozar con la punta del zapato, unas ramas que sobresalen de un seto. Me pregunto si algo así será la eternidad, repetir conscientemente un gesto sin posibilidad de cambio. Decido que si fuera así, estaría conforme con ese gesto al sol para siempre. En el propio sueño me sorprende pensar en la posibilidad de otra vida porque nunca he creído en nada. De repente, entre las sillas, aparece Cumpián, que me saluda muy cariñosamente. Me alegro mucho de verlo, aunque no comprenda por qué se ha puesto unos bermudas de flores con una camisa de cuadros.

elena

domingo, 25 diciembre 2016. Me asomo a la ventana de la cocina y en vez de la iglesia hay un edifico. Pienso en que he perdido intimidad, en que quizá la solución sea hacerme amiga de todas las personas que vayan a habitarlo, y así me importaría menos que me vieran desde sus ventanas. Una chica rubia muy guapa se asoma en camisón. Me saluda sonriente. Es mi sobrina Elena.

volver

sábado 24 diciembre 2016. Parece que vuelvo de un viaje aunque no recuerdo haber estado en ningún sitio. En el aeropuerto revisan todo lo que llevo a la llegada. Les digo que no voy, que vuelvo. La chica policía me dice muy sonriente que deje todo lo que llevo en el bolso sobre la mesa. ¿Qué es eso?, pregunta. No lo sé. Abrimos la funda y veo una cámara de fotos cuadrada que jamás había visto. Tienes que decirme la clave, dice. Me invento cuatro números. La chica los apunta y me dic que puedo pasar. Llego a otro control. Un hombre negro con un montón de teléfonos sobre la mesa, dice que tengo que esperar mi turno. Le explico que no voy a ningún sitio, que vuelvo. Me doy cuenta de que me he dejado la cámara en el primer control. El hombre me dice que no puedo volver a por ella. ¿Puede llamar a su compañera para que me la guarde? No, dice muy sonriente, y cuando le señalo todos los teléfonos que tiene delante, me responde que son de adorno. Le digo a un tipo que me recuerda a José Sacristán que cuando pase por el primer control recupere mi cámara. El tipo me mira con mala cara. Pienso que la chaqueta no es suya, le queda enorme. Quiero irme de allí cuanto antes.

sin techo, sin jardín

jueves, 22 diciembre 2016. Llego a una librería enorme con estanterías hasta el techo, pero techo no hay. Se puede ver el cielo. Al rededor hay un barrizal con cuatro coches aparcados. Entro a curiosear. Como me da vergüenza no comprar nada, pido dos títulos inventados para hacer tiempo. Un chico muy amable los busca en el ordenador y, sorpresa, me dice que los tienen, que me siente con él a esperar que los suban. El chico se tumba en unas gradas y miramos como los clientes entran y salen. Algunas señoras se prueban ropa años 40. Empiezo a no entender nada. Una niña pasa agitando uno de los libros que he pedido. El chico se lo quita al vuelo. Al parecer era un cuento para niños. Se lo devuelvo a la niña e intento marcharme de allí, pero otra chica me dice que quiere enseñarme las obras que está haciendo mi primo Francesco en sus jardines. Miramos hacia abajo desde una baranda mal fijada. Temo que caigamos. Los jardines es un solar con montones de tierra y setos sin forma. Todavía puede verse cómo eran antes. Al fondo hay una iglesia de piedra de la que salen de misa madres muy jóvenes con sus hijas de la mano. Las madres y las hijas van vestidas igual. Tu primo la está convirtiendo en una iglesia moderna, dice la chica. No entiendo que Francesco se haya metido en ese lío, no digo nada. La chica me mira esperando una respuesta. Mi hermana tiene un profesor que tiene once hijos, le digo para cambiar de conversación.

fórmulas

miércoles, 21 diciembre 2016. Parece un colegio mayor algo siniestro, porque nos meten la comida por debajo de las puertas. Todo es demasiado blanco, las luces siempre están encendidas, hay que dormir con el edredón tapándonos las cabezas. Tengo dos compañeros de habitación que se pasan el día resolviendo problemas de matemáticas. Toda mi cama está cubierta por sus papeles llenos de fórmulas. Pienso que buscan la fórmula de deshacerse de mí. Saco la cabeza del edredón y veo la ventana abierta. Aprovecho un descuido y salto a los jardines. De repente todo está oscuro y debo ir saltando entre setos muy negros. Junto a la cancela hay una cabaña pequeña hecha con cañas. La pisoteo con odio.
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No quiero levantarme de la cama, pero tengo que llevar a dos niñas al colegio. Las oigo jugar, las busco, pero no las encuentro en toda la casa. Me doy cuenta de que sólo me quedan 15 minutos para salir y todavía estoy en pijama. Entro en el cuarto de las niñas y ya están con el uniforme y las mochilas puestas. Dicen que me dé prisa. Veo salir a Alberto de casa con su amigo Robin. Robin lleva algo en la mano y lo va secando con mi secador. Pienso que si se lo lleva tendré que salir a la calle con el pelo mojado.

fun fun fun

martes, 20 diciembre 2016. Todo estaba preparado para que encendieran las luces de navidad. Abrían un sobre. Leían que en la votación había salido que ese año no habría luces ni fiestas. La gente se volvía a sus casas sin rechistar, resignados. Yo me sentía culpable porque había votado en contra de las fiestas.

reformas

lunes, 19 diciembre 2016. Yo iba cada mañana a ducharme a una ferretería y cada mañana había menos cosas en los escaparates. Pensaba que quizá estaban haciendo reformas de mejora. Las reformas de mejora siempre acaban estropeando las cosas bonitas. En uno de los escaparates sólo quedaban 4 copas con el cristal gastado y una pandereta con la cara de un chico que se parecía a Masip. Cada mañana, antes de entrar, pensaba que cuando desapareciera esa pandereta, para mí, sería el fin del mundo.

botijo gigante

miércoles, 14 diciembre 2106. Llego a una casa típica sureña. Es de noche y el jardín está muy oscuro. Aparecen varios motoristas, pero las luces de sus motos no iluminan nada. Corro a esconderme detrás de un seto, pero ya hay escondido un botijo gigante. Cuando los motoristas desaparecen entro en la casa. Todo está revuelto, como si no hubieran acabado de instalarse. Mi madre está en la cocina haciendo panellets con formas muy raras. Seremos quince a la mesa, no me va a dar tiempo, dice. Le digo que no se esfuerce, que puedo hacerlos o  comprarlos yo. Tú, mejor, vete a por el besugo, dice. Entre los panellets hay un teléfono. Suena. Es Pablo. Dice que ha decidido estudiar cine. ¿Vas a dejar derecho? La llamada se corta. Aparecen mis tías con mi abuela. Una d ellas se queja de que la otra ha perdido en la mudanza sus zapatillas de yoga. Me pregunto desde cuándo hará yoga, pero no digo nada y le ofrezco el botijo gigante para consolarla.

luces muy veloces

martes, 13 diciembre 2016. Amanece. Antonio y yo caminamos por una plaza vacía. Me extraña verlo tan abrigado. Lleva una gabardina cerrada y las manos en los bolsillos. Se santigua y dice algo en latín. Lo miro sorprendida, se ríe. No decimos nada, caminamos muy juntos, quiere enseñarme algo. Corre una cortina y salimos a la playa por un lateral de la calle. Me pregunto si la ciudad era un decorado. Aquí nació la ópera, dice. Anochece de repente. Notamos que alguien nos sigue. Me cuesta andar sobre la arena. Corre, dice y me toma de la mano. No sé si huimos, pero vamos a una velocidad increíble por un camino de arena, entre cañas. Como si me desdoblara, corro y nos veo correr desde lejos. Somos dos luces muy veloces por el camino de arena.

horizonte

lunes, 5 diciembre 2016. Hay una especie de celebración en a tienda donde mi madre solía comprar cuando yo era niña, justo enfrente de casa. Busco al escritor Chivite. Lo veo sentado en el bordillo de la acera, al sol. Le digo que no vuelva a cortarse el pelo y que se deje un poco de barba. Dice algo, sin dejar de mirar el horizonte. El horizonte es la acera de enfrente.

tomate negro

viernes, 2 diciembre 2016. Alguien ha colocado un puesto de verduras ecológicas a las puertas del edificio de la Diputación. A las diez deben cerrar las puertas, pero no podemos irnos mientras queden verduras por vender. Una chica se acerca. Alberto le ofrece un tomate negro por un euro. La chica se aleja corriendo como si hubiese visto al diablo.

colocada

miércoles, 30 noviembre 2016. Vamos en caravana por una carretera de montaña, detrás de unos coches. Oscurece de repente. Los coches desaparecen y vemos a una chica tendida en mitad del asfalto. Tiene una postura extraña, de lado, como si durmiera, el pelo le tapa la cara. El pelo parece una peluca. Está demasiado colocada para haber sufrido un accidente. No hay sangre ni vemos magulladuras. No entiendo que los coches que iban delante no se hayan parado ni hayan pasado por encima al encontrársela de repente. Pienso que no deberíamos salir del coche, que podría tratarse de una emboscada, pero no digo nada.

blanco piernas

martes, 29 noviembre 2016. Por la imagen, da la sensación de que estoy en huelga o pidiendo a la puerta de una iglesia. Sólo estoy descansando, tumbada en los escalones con una manta sobre las piernas. Se acerca Corcobado y señala la manta. Habla, pero no puedo oírlo, sólo veo que mueve los labios. Me levanto a saludarlo. Me doy cuenta de que sólo llevo una camisa masculina blanca, las piernas desnudas, y vuelvo a tumbarme. Él sigue hablando, parece triste. Mis hijos, le oigo decir. De repente estamos en la casa de mis padres. Yo, en la misma posición, pero en el suelo. Corcobado dice que necesita una ducha. Puedo oírlo. Me levanto y le señalo dónde están las toallas. Me mira de arriba a abajo. Me miro las piernas, las tengo blanquísimas. Tú siempre con las piernas desnudas, me dice.

vértigo

domingo 20, noviembre 2016. Tengo que coger el tren de cercanías, hay una fila enorme que va por varios pasillos, de lo que fue un jardín, entre setos secos y barandas oxidadas. Al entrar en las vías, una chica uniformada dice que me he equivocado de fila. En vez de dar la vuelta me propone subir a una tapia y caminar sobre ella como un funambulista hasta llegar a mi andén. Subo, la tapia es tan estrecha que se balancea con mi peso, me quedo con trozos de cemento y tubos oxidados en las manos. Intento agarrarme a las ramas de un árbol, pero siento vértigo. Le digo a la chica, y a toda la fila que me mira, que voy a bajar.
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Estoy en una semiesfera de tela muy blanca en lo alto de una noria. Veo la playa llena de gente que espera. Al parecer todos están allí para ver la salida del sol. Quiero bajar, voy pidiendo permiso a cada ocupante de su semiesfera, baja pasar de una a otra hasta llegar al suelo. Una chica dice que no con una sonrisa enorme. Pienso que no me ha entendido, que creerá que quiero ocupar su semiesfera. Se lo pregunto en inglés y me dice "Of course". Llego por fin al paseo marítimo. Una señora extremadamente delgada, doblada como si hubiesen hecho papiroflexia con ella, me pide que la despliegue. Lo hago. Me cuesta mantenerla en pie por ser tan delgada. Cuando voy a alejarme para ver l salida del sol, me dice: No te vayas, todavía me tienes que enseñar a volver a caminar.

evolución

jueves, 17 noviembre 2016. Parece que hay una reunión o fiesta en el comedor de la casa de mis padres. La mesa está abierta, sobre el mantel quedan restos de comida y copas vacías. Oigo ruido de fondo, pero sigo en el hall, sin querer entrar. Veo una araña en la pared, intento aplastarla con un artilugio que no sé de dónde ha salido (una especie de zapatilla de cuadros con un palo). De repente, la araña, no es una son más de veinte. También hay orugas del tamaño de un dedo. Me da asco aplastarlas, pero temo que se metan por todos los rincones. De un hueco de la pared que nunca había visto, sale una salamanquesa que, según se acerca a mí, se va convirtiendo en una iguana enorme. No puedo moverme, sólo hago un movimiento brusco con el cuello para evitar que me muerda la cara. (Me despierto con un enorme dolor de cuello).

jaqueca

jueves, 10 noviembre 2016. Estoy con Joan esperando para subir a un avión. Me doy cuenta de que voy en pijama y me ha venido la regla. Temo manchar los asientos. Joan me mira como diciendo: No pasa nada.
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Parece que visitamos un museo de piezas de cristal. Lo raro es que en la tienda de souvenires vendan morcillas, unas morcillas gelatinosas que saben a carne cruda. Camino con los amigos por la calle, les pregunto dónde iremos la próxima vez. Después de darle un bocado a la morcilla, la escupo en la acera. Repugnante.
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Parece un palacete abandonado. En los salones sólo hay restos de molduras doradas y papel despegado sobre los desconchones de las paredes. Empezaré por arreglar el jardín, dice Alberto muy animado. Lleva puesto una especie de mono de lana muy viejo. Pienso que se enredará en las matas secas. Como si pudiera escuchar mis pensamientos, se quita el mono y me tiende la mano, sonriente, para que lo ayude.

karate a muerte

sábado, 5 noviembre 2016. Estamos en un bar que parece, a ratos museo, a ratos teatro. Alguien me regala un cuadro de madera con relieves muy antiguo. Si lo pongo en horizontal parece una caja para guardar piedras en cada departamento. Si lo miro en vertical, es sólo un precioso cuadro. Una chica intenta quitármelo. A mi pesar, comienza una pelea a puñetazos (empieza ella). Siento un odio primigenio, como si llevara aguantándomelo demasiado tiempo. Gano yo. Creo que en algún momento llego incluso a escupirle. El problema es que debemos volver a casa en el mismo coche. Si esto sigue así, va a parecer Karate a muerte en Torremolinos, pienso. En ese momento veo pasar a Camilo con unos amigos. Intento hacerle señas, que me vea, que me saque de allí.

el centro de la tierra es una patio de luces

martes, 1 noviembre 2016. Han construido una ciudad subterránea. Es la inauguración. Azafatas uniformadas te indican por dónde debes ir. La ciudad es un laberinto de túneles recubiertos de tela plastificada que se abomban cuando caminas sobre ellos. Casa túnel lleva, escrito en alemán, el nombre de una calle. No se ve ninguna lámpara, sin embargo la iluminación es perfecta. A pesar de conducir al centro de la tierra tendrán la sensación de estar al aire libre, dice una de las azafatas. Me aburro. Al desviarme del camino acabo en una plaza con una rotonda llena de basura. Al otro lado hay casas que cuelgan sobre un foso de agua. De unas casas a otras hay cuerdas para tender la ropa. Algunos se lanzan de cabeza a pesar de que el agua tiene un color oscuro horrible. Se les ve felices.

lentejuelas ionizadas

sábado, 29 octubre 2016. Parece una procesión o una verbena de barrio. Hay banderitas de balcón a balcón y mucha gente comiendo en la calle, en mesas improvisadas. Un tipo con pinta de usurero le dice a una chica rubia que hoy han sacado mucho. Los veo alejarse entre el bullicio y entrar en una pensión. En el suelo, a mis pies, hay una bolsa de tela. Dentro, varios rollos de billetes que no reconozco y dólares. Pienso en entregarlo a la policía, pero también hay dos paquetes de papel de seda con bolitas de hachís. Pienso que si entrego el bolso puedo meter a alguien en un lío. Por otra parte, supongo que la bolsa era del usurero y no me ha caído nada bien. Camino entre la gente hacia la pensión, pensando que quizá la bolsa no sea suya. Por el camino, que se me hace muy largo, un chico muy joven intenta ligar conmigo. Le digo que estoy casada. Pues no llevas alianza. Pero podría ser tu madre, no: tu abuela. De repente las luces de la calle se encienden, el chico me mira y se va. Sigo pensando en cómo hacer para que todo ese dinero llegue a su verdadero dueño. Me siento en la terraza atestada de un bar y aparece Antonio. Sin saludar siquiera, como si hubiéramos dejado la conversación hace un minuto, me dice que ya tiene las lentejuelas ionizadas que le pidió Esther. No sé quién es Esther ni sé lo que son las lentejuelas ionizadas, pero me alegro tanto de verlo que no le pregunto. Las lentejuelas son para que las cosa en las bocamangas, parecerán escamas, me explica con un gesto. Se le ve feliz. Le cuento mi historia del dinero. Caminamos. Dice que lo mejor es poner un anuncio en la radio, que él es mucho de radio. De repente es de día y ya no queda nadie en las calles, sólo papeles en el suelo. Mientras lo oigo hablar, me pregunto cuándo me dirá que tien que irse.

las mejores intenciones

viernes, 28 octubre 2016. Alguien enviaba un bebé, de otro planeta o de otro tiempo, para matarme. Y yo lo adoraba de inmediato y lo cuidaba como si fuera inofensivo y mío.
(Dedicado a mi amiga Begoña Paz).

semillas sueltas

jueves, 27 octubre 2016. Hay un casting. Las chicas no son precisamente modelos. Yo llevo un vestido demasiado corto y un bolso enorme. No sé qué hago allí, pero le digo a alguien que me quedaré para saber si la han elegido. Las chicas se depilan sin pudor unas delante de las otras, no saben caminar con tacones, son demasiado jóvenes, pienso. De repente estoy en una calle con mucho tráfico. Una chica me pregunta si le presto mi táblet. No tengo táblet, le digo y sale  corriendo, baila entre los coches que pasan a toda velocidad. De repente estoy en el patio de la casa de mi abuela. Una niña me pregunta qué llevo en el bolso. El bolso es ahora una bolsa enorme de tela. Llevo una botella de cristal vacía, un puñado de semillas sueltas, restos de comida. Un desastre. Intento ordenarlo todo. La niña me dice que ahora vuelve, que va a la farmacia y después me dará una sorpresa. Pienso que quizá vaya a recoger los resultados de un test de embarazo. Pienso que espero que la sorpresa no sea que está embarazada.

careta

viernes, 21 octubre 2016. Una chica quiere enseñarnos su casa. En realidad no es suya, dice que acaba de comprarla para su madre y que sólo tiene un dormitorio. El cuarto de baño está entre las dos plantas, dice. La casa, vista desde fuera, sólo tiene una planta.
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Carlos me dice que va a participar en un concurso y quiere que cante con él. No sé sí sé cantar, le digo. No sabe si hablo en serio o en broma. Cantaré contigo si puedo llevar careta, le digo.

sombrillas

miércoles, 19 octubre 2016. Al salir de un bar, un tipo me dice que acaba de recordar que su mujer cumple 50 años y no le ha comprado nada. Le digo que es una fecha muy señalada, que debería regalarle algo. Se acerca a mirar el precio de una botella que hay un estante. Para eso se encarama a gatas sobre la barra y sobre las personas que están allí bebiendo. La botella es perfecta porque es del 88, pero es muy cara. No comprendo por qué es perfecta, las cuentas no me salen. Salimos a la calle, hay mucha gente, todas las mujeres llevan sombrilla. Temo perderme. Ese sí sería un buen regalo, pienso.

iluminación ecológica

lunes, 17 octubre 2016. Una chica me presenta a su novio y me enseña su jardín. Me cuenta cómo le gustaría que fuera la ceremonia. Sospecho que me confunde con una decoradora. Cada vez que se vuelve, el novio hace gestos, la imita, se ríe de ella. A pesar de todo el novio me cae mejor que la chica. De repente noto algo en la boca, algo amargo. Busco una maceta vacía y lo escupo. Es un puñado de cristales azules. Brillan. El gesto de los novios va de la sorpresa al asco. Y esta es mi propuesta para iluminar el jardín, les digo, cristales fluorescentes completamente ecológicos. La maceta está iluminada, ellos aplauden.

funambulista

domingo, 16 octubre 2016. Parece una ciudad en obras o en ruinas. Salto de un montón de escombros a otro. Mi madre me espera al final de la calle. Dice que crucemos el puente, que nos esperan para comer. El puente es una especie de cornisa de cristal o metacrilato de unos 20 centímetros de ancho. Pienso que mi madre puede caerse. De un brinco se sube a la baranda y camina como un funambulista. Apúrate, me dice, o llegaremos tarde.

la eternidad no es divertida

sábado, 15 octubre 2016. Llevo un rato escondiéndome por diferentes habitaciones, casas, ciudades. Salgo de una caja de madera muy frágil, como esas que se usaban para transportar naranjas, y me escondo bajo un montón de ropa que hay sobre una silla. Alguien me saca de allí en el momento que van a encontrarme. Es Jurdi. Podemos hacer dos cosas, me dice, te pincho con mi una metálica en la espalda y te pincho en el cuello y entonces te convertirías en uno de nosotros. Pínchame en el cuello, le pido. La inmortalidad no tiene nada de divertido, me dice. No me importa. Me pincha. Quienes venía a por mí se dan media vuelta. ¡Funciona! Claro que funciona, pero ahora vagarás toda la eternidad. Lo pasaremos bien juntos. Ya te he dicho que esto no es divertido, me voy. Jurdi desaparece. Veo a Daniel, lo están persiguiendo. Lo agarro de la mano y corremos a escondernos detrás de unos coches. Pienso si debo pincharlo e la espalda o en el cuello.

móvil de lana

domingo, 9 octubre 2016. Estoy con mis padres y Jonás en una especie de parque de atracciones que simula calles famosas de ciudades emblemáticas. Los tres llevan maletas. Tengo que estar pendientes de que no se las vayan dejando en cualquier sitio. A ratos Jonás se convierte en Paco, mi amigo de la infancia. Mientras se hace fotos en un decorado que simula un café de Viena, yo no lo pierdo de vista desde una azotea. Intento seguirlo apuntándolo con el zoom de mi cámara. Desde allí arriba, me distraigo con una monja que se ha tumbado sobre el asfalto a tocar la guitarra. Cuando vuelvo a enfocar a Jonás-Paco, ya no está. Temo haberlos perdido. Intento llamarlos pero mi móvil se ha convertido en un móvil de lana.

abrazo de lana

lunes, 3 octubre 2016. Alberto y yo hemos quedado con Antonio. Acuérdate de que no sabe que está muerto, me advierte Alberto. Al verlo, me lanzo sobre él a darle besos, lo abrazo muy fuerte. Me extraña que lleve un jersey muy grueso de lana, con lo caluroso que suele ser. Se ha afeitado la barba y parece mucho más joven. Le pregunto cómo ha venido. En moto, responde muy sonriente, y señala una moto aparcada sobre la acera. ¡Tengo tantas cosas que contarte!, le digo. No me atrevo a preguntarle cuánto tiempo podrá quedarse.

ágatas

viernes, 30 septiembre 2016. Alberto y yo saltamos de un tren en marcha. Caemos en una playa de arena muy blanda, tanto que a cada paso me hundo hasta las rodillas. Pierdo los zuecos que llevaba. Cuando a fin llegamos a un terreno más duro, veo unas piedras planas muy pulidas. Parecen ágatas. Paso las manos sobre ellas como si acariciara a un gato.

emilio el cazador

jueves, 29 septiembre 2016. A una chica se le cae algo al suelo y yo lo recojo al vuelo porque la acera está mojada. Se siente tan agradecida que me invita a su casa. El portero me suena muchísimo, pero lo recuerdo más joven. ¿Se acuerda de mí?, le pregunto. Por supuesto, lo recuerdo todo, ese es mi trabajo, responde. Veo que le faltan dientes. Me apena mucho verlo así, allí, trabajando en el mismo sitio. La chica tiene la casa llena de fotos de sus hijos. Hay un piano. Empiezo a pensar que también la conozco de algo. Le pregunto so conoce a mi amigo Emilio. Sí, es cazador, dice muy contenta. Le explico que lo que suele llevar Emilio no es una escopeta sino un bokken porque practica aikido. La chica se ríe muy fuerte. Dice que tenemos que volver a quedar.

pintaúñas

miércoles, 28 septiembre 2016. Unas chicas quieren pintarme las uñas de negro. Por no decirles abiertamente que no me gustn nada las uñas pintadas, les cuento cómo evité que me las tiñeran de henna en Tinduf: pintándomelas con laca transparente. Insisten en pintarme también las de los pies. Parece que no han entendido nada. Escapo como puedo. Entro en un bar. Sólo hay hombres. Las dos mujeres que hay me miran extrañadas y me hacen señas. Es un prostíbulo. Yo, con otra seña, les explico que huyo de las chicas pintaúñas. Me disfrazan con un chal de plumas y un sombrero para que no me encuentren.

diógenes

domingo, 18 septiembre 2016. Mi madre llega al portal de su casa acompañada por tres personas a las que no conozco. Les digo que suban en ascensor. Mientras tanto yo corro escaleras arriba para llegar antes que ellos y ordenar la casa. En el salón hay un montón de cosas variopintas en el suelo. Intento separarlas por temas (ropa, collares, ovillos de lana, juguetes viejos). Empiezo a no querer tirar cosas porque cada una me recuerda a algo. Cuantos más objetos separo del resto, más crece el montón de basura.

del revés

sábado, 17 septiembre 2016. Parece un festival de música, pero todo sucede en una especie de garaje cutre. Hay dos puertas de metal mal pintadas por donde sale y entra una banda de la que cuentan que su mérito es cantar canciones al revés. Si caminan hacia delante, entiendes la letra. Si caminan hacia atrás, es que están cantando al revés. No le veo ningún sentido a nada, no comprendo como eso vuelve locos a los fans. A un lado del garaje hay una bañera enorme. Estoy tan aburrida que decido ducharme. Como hay mucha gente en el festival, me ducho vestida.

hamacas

jueves, 15 septiembre 2016. Daniel y yo estamos tumbados en unas hamacas de lona. Sé que tengo que contarle muchas cosas, pero estamos tan bien callados al sol, que prefiero no romper el silencio. Como si él pudiera leer mis pensamientos, dice de repente: no hables.

flashmode

miércoles, 14 septiembre 2016. Laura ha preparado un flashmode en la estación del tren de cercanías. Lleva una falda negra de vuelo. Al bailar, levanta las piernas y deja ver una pañuelo atado al muslo, como si fuera una liga. Hay otras chicas que bailan, pero ella, sin duda, es la mejor.

el peso de la fe

lunes, 5 septiembre 2016. Encuentro unas hojas sueltas esparcidas en la Plaza del Obispo. Pertenecen a los Evangelios apócrifos, que presté a alguien y nunca me devolvieron. Recupero todas las páginas, las ordeno, les pongo cola. Levanto los primeros escalones de la catedral como si fueran una alfombra, y dejo que todo ese peso ayude a pegarlos.

barbas

domingo, 4 septiembre 2016. Una cama en un patio de luces. La vecina lo ha cubierto de tierra y observo que lo que parecía una cuna cuna de juguete es una tumba. Primero pienso que quizá se la haya muerto un hijo, después que quizá sea la tumba de su perro. Junto a la tumba hay cajas con juguetes ordenados por temas. Me sobrecoge una caja llena de brazos y piernas de muñecas, otra con las cabezas. Algunas cabezas de muñecas llevan mal pintada una barba. Intento dormir, pero no puedo.

robar copas

sábado, 3 septiembre 2016. Parece una clase con pupitres, pero los pupitres son mesitas de noche. Una chica levanta la voz, hace que baila y la expulsan del colegio, si es que eso es un colegio. En una terraza adosada hay una fiesta. Salgo por la ventana. Hay vasos y copas abandonadas junto a las macetas, sobre la baranda de obra. Pienso en cómo podría robarlas todas.

mudanza

lunes, 29 agosto 2016. Parece que acabo de mudarme. La casa no tiene muebles y los marcos de las puertas están separados unos centímetros de la pared. Puedo ver al vecino. Al abrir las ventanas los cristales se rompen. Veo una calle que me recuerda a la calle donde vivía mi abuelo.
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Alberto viene con alguien. No distingo bien quién es. Al subir las escaleras y verlo de cerca, reconozco a José Antonio, 35 años después. Lleva barba. Lo abrazo, me alegro muchísimo de verlo.

horquilla

miércoles, 24 agosto 2016. Primero parece que hago autoestop en un camino de tierra con eucaliptos. Después parece que intentan secuestrarme. En el coche van unas cuantas personas más. El coche no arranca y soy la única que sabe andar entre zanjas de barro. Me mandan comprar una horquilla. No sólo hay zanjas, también vallas de alambre. Una calle que parece Marruecos, con muchas tiendas pequeñas y ninguna ferretería. Un chico que también busca algo. Recorremos la calle juntos, pero no encontramos nada. Todo el tiempo llevo la horquilla rota en la mano y la mano en alto para que nadie la roce o no se me pierda. En ningún momento pienso en escapar, sólo en comprar otra horquilla.

una niña

martes, 23 agosto 2016. Recibo una carta donde dice que ha llegado la niña que pedimos. No sé a qué se refieren. Como la si la carta dialogara conmigo, me responde: "Sí, la niña que pediste para ser su madre, ahí están los documentos que firmasteis". Los documentos son servilletas de bar donde Juan y yo hemos escrito, con mala letra, que queremos que nos envíen una niña. Llamo a Juan por teléfono, no sé cómo se tomará la noticia ni cómo nos arreglaremos para cuidar de ella, cada uno en una ciudad diferente.

huida

domingo, 21 agosto 2016. Exposición de un neón con forma de osito que cambia de postura cada dos minutos. Intento hacerle una foto. A pesar de estar sola en la sala, que es enorme, una chica siempre se pone delante. Desisto, salgo. La chica me sigue, me cuenta cosas de su compañera de piso y su exnovio. Yo ni la escucho. Intento salir de allí a toda prisa porque debo llegar a una comida familiar. Corro, la chica me sigue. Entro en los camerinos de un teatro, le pido ayuda. Me esconden en un servicio donde hay un lavabo con latas de berberechos. No sé cómo he conseguido zafarme de ella y cojo un autobús que me lleva en sentido contrario. El conductor y los pasajeros me acusan de pulsar el botón en todas las paradas, pero yo no veo ningún botón. Salgo, corro de nuevo. Alguien me empuja y acabo haciendo un test en una perfumería, donde me preguntan la edad de mis padres y si me gustan los perros. El chico que me hace el test dice que mejor vuelva otro día porque empiezan sus vacaciones.

charcos celestes

sábado, 20 agosto 2016. Entro en un local muy pequeño donde, se supone, que está durmiendo Perkins. Mi intención es limpiarlo. Intento no hacer ruido. Sólo hay una silla de peluquería y un lavabo empotrado en la pared. En el suelo hay charcos celestes. Al intentar secarlos con toallas, veo que son láminas de plástico. Las tiro a la basura. Perkins sale y me mira con gesto de no comprender. Siento haberte despertado, le digo.

botella rota

jueves, 18 agosto 2016. Salimos de un autobús con unas maletas enormes. En la parada hay mucha gente y hay que hacer malabares para poder pasar por la acera. Subimos una cuesta escalonada. Un grupo de chicas quiere hacerse una foto con Alberto. Las chicas discuten porque todas quieren salir en la foto. Me ofrezco a hacerla. Dejo el bolso en un escalón. La cámara está pegajosa y tienes unos botones diminutos que no sé usar. Junto al  bolso hay un perfume que alguien ha olvidado. Lo meto en el bolso, pero empieza a rezumar. El frasco se ha roto, pero ahora es una botella de Cointreau. Las chicas quieren que cenemos con ellas. Entran en una pensión muy cutre. Hay que pasar por un bar con barra en forma de herradura. Está lleno de parroquianos medio borrachos. En camarero, muy viejo, me ofrece una gamba cruda. La pelo, me da asco, se la ofrezco a Alberto. Tampoco la quiere. No sé qué hacer. No sé qué pintamos allí.

atar

lunes, 15 agosto 2016. Alberto quiere acordonar una calle. Lleva un rollo de cinta roja y blanca como la que usa la policía. La ata a una farola y me dice que cruce la calle. Un coche pasa a toda velocidad, pero en vez de romper la cinta, se le queda enganchada. La cinta estira doscientos metros sin romperse. La corto con los dientes. Cuando voy a atarla a otra farola, en realidad estoy atando bolsas de plástico a una cortina de una cristalera en un primer piso. Hay que unir las cortinas para que no pase luz, dice Alberto. Las bolsas son ahora muestras de tapicería. Las cortinas han quedado muy bien, a pesar de todo. Parece una casa nueva, por habitar. No hay muebles. Desde la cristalera veo una jardín donde juegan unas niñas. Me gusta esto, pienso.

brócoli

domingo, 14 agosto 2016. Mi hermana quiere comprar árboles. Cuando lo dice, soy capaz de ver, como si tuviera Rayos-x, árboles dentro de su pecho. Le crecen desde el esternón hacia los lados y hacia abajo, dentro de los pulmones. Más que árboles me parecen brócoli.

cartera de cartero

martes, 9 agosto 2016. Se supone que es la casa de mis padres, pero las habitaciones no tienen ventanas. Sobre la cama de mi cuarto hay una cartera de cartero muy vieja. Alguien la ha remendado con piezas de lana tejida y el asa está cosida en el interior. Siempre quise una cartera de cartero y cuando por fin tengo una es un desastre, pienso. En uno de los bolsillos laterales de lana hay retales. Parece que alguien dejara a medio coser varias prendas. Me las pongo sobre el cuerpo por si puedo sacar algo de ellas. Mi padre entra, dice que se van con mi hermana a pasear y tomar algo. ¿Los tres? Sí, tú te quedas, adiós.

zapatos de bruja

viernes, 5 agosto 2016. La puerta de servicio está entreabierta. Pienso que alguien se ha colado. Pienso en coger el rodillo de la cocina y mirar se ha escondido en el cuarto rosa. Oigo voces. Por la puerta principal oigo a mi suegra hablar con alguien. Le dice que la niña ha subido al descansillo de la azotea. Pienso en quién será la niña, si mi sobrina o su hija. Pienso que quizá haya alguien escondido allí. La niña baja, es una desconocida. Lleva un zapato de cada color. Pienso que efectivamente hay alguien arriba y que le ha hecho algún tipo de brujería.

paraguas

miércoles, 3 agosto 2016. Estoy sentada en la terraza de un bar. En realidad no es una terraza, es la acera, donde sólo cabe una mesa con dos sillas. Estoy sentada mirando hacia el frente, esperando. Antonio sube por la acera sonriente. Cuando está delante de mí, antes de sentarse, dice: Te he comprado un paraguas.

barandilla

sábado 30 julio 2016. La puerta de la calle da directamente al dormitorio o bien hay una cama en el recibidor. Los muebles son muy antiguos, pesados, de madera oscura. La cama está revuelta, Jonás está tumbado leyendo. Hola, le digo. Me mira, no me reconoce. Hueles a isabelbono, dice así, todo seguido. Me quito una gorra de cheviot, que parece a juego con los muebles y que no sé de dónde ha salido. ¡Sí, eres tú!, dice contento. El espacio cambia. Estamos en la casa de mis padres. Tengo que arreglarme porque vamos a salir. Llevo una falda de flores y unos zapatos de flores, pero los estampados son distintos, no pegan nada. Me pongo la yukata que compré en Varsovia. Parezco un fantoche. Mi madre y mis tías me gritan, me dicen que no tengo tiempo, que me dé prisa y que, además, tengo que ordenar la terraza. La terraza no tiene barandilla. Miro hacia abajo, reprimo las ganas de lanzarme al vacío. Entro. Hago que busco algo en un cajón, de espaldas a todos, para que vean que estoy llorando de rabia. Jonás se acerca y habla de cualquier cosa para cambiar de tema y nadie note nada.

bónor

jueves, 28 julio 2016. Parece un colegio convertido en centro de exposiciones, pero exposiciones no hay. En una sala hacen teatro. Reconozco a varios de ellos cuando eran jóvenes. Pienso que son hologramas que se activan al cantar una sintonía antigua. Yo iba cantándole a Marcos "Todo es posible en domingo". Alberto y Antonio nos acompañan. Antonio dice que no quiere encontrare con la chica de la cara quemada. De repente, recuerdo que tengo que subir a casa para algo, pero hay una chica con su hija viviendo en ella. Han convertido el comedor en una pocilga. Les pregunto si bajo el reciclaje. Nosotras no reciclamos, dice muy ofendida. Bajo las escaleras a todo correr. Hay escalones cubiertos de nieve pegajosa. Una niña china me dice en chino que es nieve de azúcar y no la pise. Intenta barrerla como puede. En uno de los pisos veo a Andrés con una guitarra. Va a cantar canciones de iglesia a unos niños. No comprendo nada. Lo acompañan unos tipos raros con mascarillas de plástico transparente que les cubren nariz y boca. Alguien dice que ahora todos los poetas tienen nombre raros. Les digo, en broma, que voy a cambiarme el apellido por Bónor para que parezca nombre de rapero. Andrés abre un mapa dibujado en papel de seda y dice que debe ponerse al día para vender también 30.000 ejemplares. Busutil, que está desayunando una ensalada de piña con arándanos, se vuelve y dice que 15.000 ya le parecen más que suficientes. Me despido, intento meter una banqueta plegable en el bolso, le abro la puerta del portal a una chica embarazadísima. El felpudo de la puerta es un sujetador azul enorme, tipo abuela. Una vez salgo a la calle, no reconozco nada, no sé dónde estoy.

la secta del papel carbón

miércoles, 27 julio 2016. No sé dónde estoy ni cómo he llegado allí, pero parece que me ha captado una secta. Nos dicen que tenemos que entregar un saco con nuestra ropa y otro saco vacío, que nos dieron al entrar, lleno de papel carbón. En casa sólo encontré cuatro, y pienso que quizá me castiguen. Nos hacen pasar por pruebas absurdas como aparcar un coche en una calle con niños muy gordos que no deben quedar atrapados entre el coche y la pared. También pasamos por unos túneles de ladrillo hasta llegar a la cúpula exterior de una iglesia. Allí debemos entregar el saco de papel carbón y un diario resumen de nuestra experiencia esos días, a cambio de nuestra ropa. No entiendo bien para qué pueden querer tanto papel carbón, pero imagino que para nada bueno. Le pregunto a una chica si puedo entregar los diarios más tarde, para repasarlos. Parece que mi dedicación le gusta y me deja marchar. Aprovecho para huir.

un coche negro

martes, 26 julio 2016. Estoy en la antigua cafetería "La cosmopolita". Las mesas han sido sustituidas por un patio de butacas. María lleva el pelo azul, me pregunta algo. Pone tan cerca su cara de la mía que no entiendo lo que dice. Odila lleva un vestido ligero de flores. Pienso en una reunión de antiguas alumnas, pero hay poetas que gritan al fondo de la sala. Quiero salir de allí. Marcus Versus, que está sentado a mi lado, como si pudiera oír mis pensamientos, dice: Quédate. Afuera hay un coche negro con la puerta abierta, esperándome.

xanadú

lunes, 25 julio 2016. Mis amigos hacen una coreografía de Xanadú, subiendo y bajando escaleras, mientras yo peleo con mi familia en la cocina. La pelea comenzó porque dije que la cocina estaba muy limpia y ordenada, que la mantuvieran así.
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Acompaño a Sora al médico. Es media noche y nos atiende en pijama, en un despacho vetusto. Sora se sienta frente a él con las rodillas muy juntas. El médico le pregunta: ¿Has traído algún elefante? Mientras tanto, la espero en el cuarto de baño de la consulta. Miro por la ventana, comienza a amanecer. Miro porque Enrique dijo que vendría a recogerme y no quiero estar allí.

un top

sábado, 16 julio 2016. Estoy con los amigos en un hotel, en mitad de la nada, que parece sacado de un espagueti western. Por otro lado está Chivite y su mujer con unos amigos. Parece que se están organizando para buscar a alguien, pienso. Me acerco a ellos para ayudar. Ya tenemos las maletas hechas y no podemos irnos sin él, me explican. ¿Cómo es el niño?, pregunto. ¿Niño?, buscamos un pijama. Alguien grita que no es un pijama, que es un top. ¡Es un top!, ¡un top!, se gritan unos a otros.
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José Miguel, a quien no veo desde hace más de 30 años, actúa en una especie de club de la comedia. Cuenta su vida, habla de sus conquistas, su trabajo. Una chica corre hasta el centro de la sala, se abrazan, caen al suelo. Es mi mejor amiga, dice él a modo de disculpa. Todos aplauden y él se despide. Me acerco a saludarlo, pero al pasar por mi lado no me reconoce. Entra en el servicio de hombres. Lo espero fuera. Del servicio salen varias chicas riéndose. Sobre la puerta hay un foco que me deslumbra. Empiezo a pensar que cuando salga no sabré qué decirle.

ruinas

martes, 12 julio 2016. No sé dónde estoy. Marcos, Sr. Chinarro y yo paseamos por unas ruinas. Les cuento que alguien ha dicho que soy muy graciosa y que eso es lo único que me gusta que digan de mí. Chinarro dice que tenemos que escondernos de alguien que nos persigue. Nos metemos bajo la cama que hay en una especie de museo de piedra que se cae a pedazos. Por la mañana una chica en moto me persigue con unas perchas de plástico. Alguien me pregunta cómo conocí a Marcos y a su hermano. Jurdi aparece de repente. Parece un Jesucristo venido a menos. Me bajo de un autobús en marcha. Me despido de una pareja vestida al modo tradicional indio. Sigo sin saber dónde estoy.

caracoles políglotas

lunes, 11 julio 2016. Hay un ring con un micrófono que cuelga del techo. Tengo que subir a leer un relato muy corto y del que, al parecer, estoy muy satisfecha. Una chica me dice que mejor cambiemos los relatos y ella lea el mío, y yo el suyo. El suyo es un horror y sé que ella entonará engoladamente hasta cargarse el mío. No digo nada. Deseo en silencio que la lectura se suspenda.
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Llego a un edificio donde algunos estudiantes esperan su turno de examen sentados en el suelo y en las escaleras. Yo sólo llevo un papelito en la mano mientras que ellos llevan un papel enorme desplegable. Me acerco al mostrador y pregunto si necesito algo más que mi papelito. Un tipo sonriente me tienda un desplegable donde tengo que responder marcando cruces. Una chica pregunta lo mismo que yo y el tipo amable la manda a paseo. Una de las preguntas es si los caracoles pueden reconocer el idioma francés cuando se les habla. Respondo que sí.

gofio

domingo, 10 julio 2016. Me encuentro a alguien en el pasillo de un hotel. Le cuento con gran entusiasmo que hay cinco maneras de comer gofio.

masip&masip

sábado, 9 julio 2016. Hay dos Masip. Parecen gemelos, pero sé que hay algo que los distingue aunque no soy capaz de verlo. Uno de ellos tiene una mujer negra muy guapa que se queja de algo. Quiere que interceda, que hable con su Masip de su problema. Yo no digo nada. Veo caminar a los dos Masip por un camino entre árboles.
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Recibo una carta de Pepo. La carta es en realidad un dibujo tipo mandala hecho a boli. Lo miro y soy capaz de leerlo. Le respondo con otra carta igual. No entiendo mi propia letra mientras la escribo, pero estoy convencida de que él la entenderá cuando la lea.

accidente y cemento de mantequilla

viernes, 1 julio 2016. Vamos en el coche. La carretera es estrecha y mal iluminada. Pienso que hemos pasado por el mismo lugar varias veces. Llegamos a unas curvas muy juntas y muy cerradas. Al final no hay nada y caemos al vacío. (Me despierto llorando).
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Vamos por la calle. Alberto y yo discutimos por algo. Caminamos calle Ferrándiz arriba. Jonás me toma del hombro, intenta consolarme.
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Esto en un vagón. No conozco a nadie. Me siento sola al final. Un tipo entra con una cámara. Dice que es para la tele. Voy a esconderme entre los demás pasajeros. El vagón es ahora una clase con pupitres. Daniel me tiende un texto en francés, quiere que se lo corrija. Lo ha escrito sobre una página ya escrita de un libro. Veo a Francis en primera fila. En el suelo hay tres broches. Los recojo, le digo que nos pierda. Dice que no son suyos. Entonces me quedo este, le digo. Es un broche grande con la cara de Esther (la de "Esther y su mundo"). Una mujer muy arreglada saca una lista de preguntas. Francis responde a todo. La mujer me mira con cara de decepción. Le digo que casi no oigo y por otro no entiendo lo que oigo. Me tiende una cerveza con aspecto de miel y la dejo sobre una cama turca. Nos pregunta si Papá Nöel está vivo o muerto. Pienso que es una pregunta trampa, si digo que está muerto reconoceré que existió. La mujer sigue haciendo preguntas. Me hago una bola y me echo al suelo a llorar amargamente.
+
Estoy con un grupo de amigos en una especie de verbena. Me siento profundamente triste, hago bromas, todos ríen. No quiero que noten nada. Sonia me pregunta qué me pasa. Le digo que se lo contaré a Cristina. Me voy a enterar de todos modos, dice. Aparece Alejandro con un grupo de chicos, parece que han preparado una coreografía. A una chica se le ce un póster que ha pegado en la pared. Alejandro dice que ha aprendido a pegar pósters sobre cemento con los ojos. Toma una pajita de un refresco y la empuja con el ojo. La pajita entra como si el cemento fuese mantequilla. El póster queda perfecto. Aparece un señor con peluca y gorra al que todos conocen, le llaman Ismael. Les digo que no se llama así y que es un coleccionista de firmas de Marisol que conocí en un hospital. Según hablo me voy poniendo todavía más triste.

siempre hacia abajo

lunes, 20 junio 2016. Salgo de un dormitorio en una pensión en un primer piso (donde ya he estado en otros sueños). Camino por una calle, pero la calle está en alto. Se supone que es otra manera de volar, o sobrevolar la ciudad. Veo el asfalto bajo mis pies, pero también a través de él, la calle de verdad con su asfalto de verdad. Al llegar al tronco de un árbol se acaba la calle del aire y debo bajar a la auténtica. Pienso que voy a matarme porque no hay de dónde agarrarse, pero por otro pienso que es un sueño y no puede pasarme nada malo.
+
Hay un descampado con unas casetas de obra con bañeras individuales. Todas están ocupadas y todas por mujeres. Llego a pensar que se trata de una prisión. Una chica me azuza con una vara, quiere que baje a unas duchas. Debo bajar por un agujero en el suelo, de donde pende una barra que no está sujeta  nada. Me niego. Hay mujeres esperando para bajar. Pienso que si todas nos negáramos no podría obligarnos. Otra chica dice que ella tampoco baja. La barra cae al vacío.
+
Anochece y observo la casa de mi abuela, y la de sus vecinos, desde el jardín. Están a punto de desmoronarse, aunque en la casa de los vecinos hay luz. Sale Paquito, que se ha hecho mayor. Me saluda con cariño, le pregunto por su hermana. Me pregunta si volví a ver a Josemiguel. Le digo que no. Caminamos, nos alejamos.
+
Estoy con un grupo de amigos, pero parece que no sepan quién soy. Quieren ir a un restaurante que parece una cueva. Hay que entrar por un túnel vertical muy estrecho. Todas las mesas están ocupadas. Una pareja nos dice que tengamos paciencia, que las mesas se quedan libres constantemente. Mientras esperamos, les cuento un chiste: ¿Sabéis que han descubierto un cuadro nuevo de Van Gogh? Se titula "El piponazo". Pateta dice que es muy malo. Nadie se ríe.

gotelé rosa

domingo, 19 junio 2016. Llego a un hotel o lo que se supone es un hotel. Hay un pasillo con dos camas, un cuarto de baño y una habitación enorme vacía, sin ventanas, totalmente cubierta de gotelé muy grueso de color rosa. Incluso el suelo y el techo. Pienso que será difícil dormir ahí, que quizá fuera mejor poner sobre el suelo los colchones de las camas. No me gusta, pero no puedo dejar de mirarlo.

el gran salón

martes, 14 junio 2016. Alberto nos ha llevado a un balneario. Un hombre gordo con bigote, que parece una caricatura, nos dice que esperemos en un cuarto (oscuro,  con pequeños catres de lona). Alberto dice que queremos "El gran salón". El hombre se ríe. Risa falsa. Abre la puerta y vemos una habitación enorme con una gran piscina de agua caliente. Por la ventana veo un paisaje precioso, un lago de agua transparente. Todos salimos a verlo. El hombre nos advierte con un gesto que no podemos bañarnos, que el lago es privado. Todos se dan media vuelta. Alberto discute con Josemari, porque dice que prefiere hablar de qué desayuna que disfrutar el paisaje. Salvatore, Emilio y yo nos quedamos. Trepamos por un muro de piedra, nos reímos recordando cuando íbamos de excursión a El chorro. Me fijo en que a Salvatore le han desaparecido las canas, tiene el pelo largo y rizado como cuando era joven. Le meto las manos en el pelo, se me hunden, nos reímos, le digo que no se lo corte nunca más.
+
Alberto y yo estamos en un dormitorio de un primer piso que da una playa donde el agua es espesa y amarilla. Una abuela se baña con su nieto. Sus cuerpos amarillos me resultan preciosos pero a la vez me producen asco. Se supone que hemos alquilado esa habitación para cambiarnos de ropa. Los amigos ya se han ido. Alberto dice que ha terminado y se va. Sobre la cama hay varias maletas con cámaras de fotos. No encuentro mi anillo, tengo que bajar demasiadas bolsas y no sé si podré con todo. Llega un señor mayor, me pregunta si he terminado.

anko

miércoles, 8 junio 2016. Sonia y yo trabajamos afanosamente en una cocina. La cocina no tiene techo. Hay unas cubetas blancas rectangulares, muy parecidas a las cubetas para revelar fotos, donde volcamos pasta de judías rojas. Se supone que debemos preparar gran cantidad de anko y no tenemos mucho tiempo. Trabajamos sin hablar, sólo nos miramos de ven en cuando para darnos ánimo mutuamente.

los chinos no son rusos

lunes, 6 junio 2016. Encuentro una caja con libretas, palilleros y plumines. Una de las libretas está encuadernada en tela. Alguien ha bordado letras muy pequeñas que dicen "Los chinos no son rusos". Dentro hay un cómic sin terminar, dibujado colores, sobre todo en tonos de naranja. Los textos de las viñetas están escritos con una letra exquisita, a mano, con plumín. Intento imitar la letra, pero la tinta se me acaba demasiado pronto. Pienso en todo ese trabajo. Pienso que sólo puede ser obra de Antonio. No comprendo cómo no me dijo que sabía dibujar. Lloro sobre los dibujos.

rugosidad verde

viernes, 3 junio 2016. Recibo una poema manuscrito de Jota, que leo con un lápiz rojo en las manos. Le señalo una tilde que falta y una palabra que me sobra. Por otra parte, Chivite está tumbado en la cama turca que había en el dormitorio de una de mis tías en la casa de mi abuela. No comprendo qué hace allí ni cómo estamos en esa casa que tiraron hace años. Quiero seguir corrigiendo el texto de Jota, pero por otra parte quiero preguntarle a Chivite cómo que está allí y, sobre todo, si va a quedarse mucho tiempo. Al final me decido por pasar el rato tocando la rugosidad de la colcha verde, que hace tanto tiempo no tocaba.

pomposa

miércoles, 1 junio 2016. Dos chicas me dan una revista donde aparece parte de mi novela. Se la enseño a Daniel entusiasmada. Me dice que es pomposa y que no le ha gustado. Que, además, el papel tan blanco no le pega nada al tono triste de la historia. Alberto lo apoya, dice que el principio es muy pomposo aunque después cambie. Por allí anda la madre de Daniel y Juano. Miro a Juano de lejos, parece triste. Quiero terminar cuanto antes esta conversación para ir a consolarlo.

grifo

sábado, 28 mayo 2016. Mis padres se quejan en murmullos, cada uno por un lado, mientras caminan de un lado a otro. Parece un patio mal encalado al que le han puesto techo para que parezca una casa, Casi no hay muebles. Las pocas cosas que hay está desvencijadas con la pintura descascarillada. De la pared sale un chorro de agua que cae sobre algo que parece una cama. Le digo que podríamos poner un grifo. Mi padre no quiere arreglarlo, dice que es mejor dejar las cosas como están. Mi madre protesta. Les grito que los odio.

recién nacido

miércoles, 25 mayo 2016. Estoy ante una mesa de camping. Dos mesas más allá distingo a Vicente. Le enseña a un tipo que está a su lado unas fotos de su bebé. Cuando el tipo se vuelve, veo que es Jesús Gea, al que no veo desde hace más de treinta años. Me pregunto de qué se conocerán. Podría saludar desde lejos, pero prefiero que me reconozca él.

poderes

martes, 24 mayo 2016. Algunas amigas de mi hermana están en el que se supone es el portal de mi casa. Me cuentan que están esperando a que llegue la novia. Al ver mi cara de asombro, me cuentan que mi hermana se ha casado por poderes. La veo llegar a lo lejos. Lleva un vestido de gasa verde y una varita mágica en la mano. Parece sacada de un cuento infantil. Subo a la casa de mis padres para ir advirtiéndolos. Mi padre me enseñan unos anillos flexibles. Son las alianzas de tu hermana, dicen sin asombro. Si las abres, se transforman en armónicas, dice mi padre.

tinta

lunes, 23 mayo 2016. Miro bolígrafos en una papelería. Todos son de tinta blanca.

vendrán

domingo, 22 mayo 2016. Sr. Chinarro y mi padre hablan de pintura y de amigos que murieron. Sr. Chinarro me pregunta por mi última novela. Le digo que le hice caso, que no volví a mirar hacia atrás. Dice que esa tarde dará un concierto y me dedicará una canción que acaba de escribir titulada "Vendrán". Dice que no tengo que preocuparme por nada. Mi padre asiente mientras juega con la correa de su bastón. La terraza donde estamos se convierte en un patio (muy parecido al patio del colegio donde hacíamos gimnasia), comienza a llenarse de gente. El público se sienta en unas gradas que antes no había. Sr. Chinarro sale al escenario, se sienta en un taburete y coge su guitarra. Me pregunto si recordará que ha dicho que me dedicaría una canción.

reyes godos

viernes, 20 mayo 2016. Voy con un grupo de señoras a las que no conozco. Se supone que vamos hacia una carpa que han puesto en el cauce del río para una lectura de poemas. Comienza a llover, saco un paraguas enorme que nos cubre a todas. Me doy cuenta de que llevo unos shorts y guantes de lana. Empiezo a pensar que no sé qué les voy a leer, y trato de hacer el camino lo más lentamente posible. Les cuento anécdotas, como que tengo una colección de marcas de té, o que en la carpa podríamos tomar rebujito aguado por la lluvia en vez de leer poemas. Se ríen, pero seguimos avanzando. José Luis, que aparece de repente, dice que tiene hambre y se sienta en una terraza cubierta con toldos improvisados de plástico. No sé si tiene hambre de verdad o sólo lo hace para ayudarme a no llegar a la lectura. Pide carne envuelta en hojaldre. Me siento a su lado y, mientras come, le cuento que con cuatro años me sabía la lista de los reyes godos, las preposiciones propias y los hijos de Jacob. Yo era una niña gafotas muy repelente, le digo. Me escucha, come, se ríe.

katiuskas

jueves, 19 mayo 2016. Tenemos que llegar a tiempo a casa de mis padres para cambiar las sábanas de la cama de mis padres. Saltamos varios obstáculos. Nos dejamos caer desde un armario altísimo hasta el dormitorio (se supone que es un atajo). Cuando llegamos, mi padre protesta. Sólo hemos llegado 30 segundos tarde, le digo. Cambiamos las sábanas mientras él da órdenes, mientras nos dice que todo lo hacemos mal. Sobre la cama, en la almohada de mi madre, coloco unas botitas katiuskas con un bordado en el empeine.

brazo abatible

miércoles, 18 mayo 2016. Alguien me dice que tenemos que escondernos en un refugio. Es una habitación mal encalada con un zócalo de pintura verde pito. Hay sillas de colegio con un brazo abatible que hace de mesa. Me siento a esperar no sé qué. Empiezan a aparecer actores, entre ellos Resines, Imanol Arias y Ana Duato. Se acercan a saludarme. Yo no puedo levantarme porque estoy atrapada detrás del brazo-mesa. Anoche soñé contigo, le digo a Ana Duato, e inmediatamente me doy cuenta de que no soñé con ella sino con Enma Suárez. Teneos que irnos, dice Daniel sacándome de la silla. Bajamos a una habitación con las ventanas cerradas, sin muebles. Daniel cierra la puerta. Aquí no nos encontrarán nunca, dice. ¿Y ahora qué?, le pregunto.

taxista

martes, 17 mayo 2016. Han convertido el Onda-Pasadena en una librería. Se supone que tengo que leer poemas. No me apetece nada. Veo, desde la acera, que hay mucha gente. Antes de llegar a entrar, huyo. Paro un taxi y le digo que arranque. ¿Dónde vamos? No lo sé, ¡arranque! Me fijo en que la taxista es Enma Suárez. Sin que yo le diga nada, se vuelve y sonríe. Sí, soy yo, dice.

tesoro

domingo, 15 mayo 2016. No sé dónde estamos, pero desde una terraza que da al mar vemos una playa pequeña. Bajo. Begoña habla con una pareja. Veo una marca en su hombro, parece que se haya borrado un tatuaje. Se sube la camiseta y muestra sus impresionantes abdominales. Por otra parte, veo una tabla de madera en la arena. Al levantarla, debajo hay un hueco lleno de copas y restos de algo que pudieron ser joyas. No me interesa nada de lo que hay, sólo un puñado de piedras muy blancas con forma de esfera. Al sacarlas, las esperas resultan ser de plástico.

piramidal

lunes, 9 mayo 2016. Parece que he ido de visita a casa de la familia Chivite. Todos llevan el pelo muy corto. Subimos por una escalera algo inestable a una habitación con paredes y techos de madera. Hay dos camas, una de matrimonio desembozada sólo por un lado, y otra cama individual. La que se supone es la mujer de Chivite me cuenta que tienen un gran problema porque Chivite se ha gastado todos sus ahorros en una página piramidal. No sé qué es una página piramidal, pero no la interrumpo. Dice que ya no escribe, que sólo se dedica a buscar páginas piramidales. De repente la habitación se llena de gente, parece una fiesta. Chivite aparece con una bolsa enorme de hielo. Veo a Salvador, no sé qué pinta allí. Le pregunto por sus análisis. Tengo el hielo alto, responde. ¿El hielo? Quería decir la tensión, dice y se ríe. Emilio escribe con tiza en el suelo de madera una lista de los restaurantes que más le han gustado. Cierro los ojos, pienso que nada de esto puede estar pasando. Al abrirlos, las hijas de Chivite están sentadas frente a mí, muy serias y con el pelo también muy corto. No decimos nada.

vena musical

lunes, 2 mayo 2016. Se supone que es la cocina de la casa de los padres de Daniel. Todos hacemos algo, ya sea pelar patatas como cocinar o limpiar. Un hombre negro muy lato y muy delgado va de un lado a otro bailando. Pienso que es el padre de Daniel, pero no recuerdo que fuera negro. ¿Es la primera vez que veo a tu padre?, le pregunto. Daniel no dice nada y se ríe. Pienso que quizá de ahí, de tener un padre negro, le venga a su hermano la vena musical.

poe y surf

domingo, 1 mayo 2016. Parece un restaurante de montaña. Mesa Toré quiere regalarme un libro de Poe. Le digo que ya lo tengo, pero él insiste. para demostrárselo, subo a mi habitación para enseñárselos. Mi habitación no existe, hay una especie de nave enorme con muchas camas. La mía es la del fondo. Han abierto mi maleta, todo está desperdigado. Quiero irme de allí. Al salir del hotel, casi me atropella un motorista que transporta una vela de tabla de surf desplegada y envuelta en papel de regalo. Evito que me atropelle y que caiga en una curva. El motorista se quita el casco, es Sr. Chinarro. En vez de reconocer que evitado su caída, me reprocha: Con todo lo que he hecho por ti, dice.

gotelé negro

sábado, 30 abril 2016. Alguien que se parece a Juano, me quiere enseñar una habitación que acaba de decorar. Las paredes están cubiertas de un gotelé negro con formas de arañas. Cuanto más lo miro más gracia me hace.

bomberos

martes, 26 abril 2016. Unos hombres vestidos de bomberos, iguales a los de la película Fahrenheit 451 venían a por mí. Alguien me decía desde el piso de abajo que me diera prisa. Intentaba calzarme. me ponía unos calcetines, pero me daba cuenta de que me había puesto varios, unos encima de los otros, y tenía que empezar de nuevo.

sartén gigante, almohada gigante

lunes, 25 abril 2016. Tengo que leer poemas. Mientras llega mi turno me concentro en una habitación donde los muebles parecen agrandar por segundos. Sobre la vitrocerámica hay una sartén enorme llena de aceite que temo volcar. Sobre la mesa hay varios abrigos y un montón de carpetas. No puedo con todo, temo perderlo todo.
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Estoy tumbada boca abajo sobre una almohada cilíndrica gigante. Hago que ruede un poco, que se balancee. Intento cruzar la calle, pero la almohada es muy lenta y pasan camiones. Cuando finalmente lo consigo, Alberto me pregunta si lo he pasado bien. No lo he pasado mejor en mi vida, le respondo. Pero no me parece muy higiénico que ruedes la almohada por las aceras, dice.

teatro

viernes, 22 abril 2016. Parece un teatro o una casa decorada dramáticamente. Dos salones separados por unas cortinas de terciopelo color rojo oscuro. Al fondo una mesa transversal (como si fuera un cuadro de la última cena) presidida por Helena. Helena dice muy seria: La música industrial es basura y los hípsters también.

fiesta

miércoles, 20 abril 2016. Hay una fiesta en la casa de la abuela de Odila, pero la casa es un jardín enorme. Hay más de mil personas, beben, bailan, otras se sientan a charlar en grandes corros. En una zona mi madre corta el pelo. Me extraña mucho, pero me acerco a que me lo corte a mí también. Lo hace muy mal, pero no le digo nada. La madre de Daniel me dice que se ha comprado varios móviles. Todavía están en sus cajas. Es que soy abuela, se excusa. Busco a Daniel, pero no lo veo. Veo a algunos conocidos, los evito. Alberto está sentado en una carpa con una chica. Me despido. ¿Te vas tan pronto? Siempre me voy a la misma hora, le respondo como si asistiera a fiestas cada día. Al salir, me doy cuenta de que he perdido los zapatos. El suelo del jardín parece de lava fría y dura. A la puerta esperan para entrar. Traemos whisky, me dice un tipo enseñándome una botella de dos litros. Pasad, a mí me da lo mismo. Bajo la cuesta de Rodrigo de Ulloa, alguien prepara carne en una barbacoa. a pesar de la fiesta la calle está muy oscura. Al llegar a la casa de mi abuela, el jardín y las casas colindantes han desaparecido. Un tipo me pregunta si me acuerdo de él. Yo servía el catering en un hotel donde leías poemas, dice. Pienso que en realidad es Manuel haciéndose pasar por otra persona. Va con una chica bajita que me abraza. La chica roba collares y chucherías que hay a la puerta de la casa de mi abuela. Mi tía, desde la puerta, me hace una seña para que la deje. Al parecer le pone cosas para que se las lleve. aquí había un jardín, le digo a Manuel.

chaquetas

miércoles, 13 abril 2016. Alberto y yo subimos calle Cristo muy juntos. Al llegar a Fuente Olletas, me fijo en que llevo la chaqueta que uso para estar en casa y él lleva mi chaqueta azul. No sabemos qué hacer, porque tampoco arreglamos nada intercambiárnoslas.

leche glaciar

martes, 12 abril 2016. Parece un salón de actos donde acaba de terminar algo. l público comienza a levantarse. Un tipo se acerca a saludarme. Le doy la mano, le pregunto cómo está y se convierte en una mujer. Es que me he puesto muy nervioso, dice y se aleja. Hay una revista que al cogerla la portada se convierte en una película. Somos Daniel y yo en primer plano, en blanco y negro. Daniel bebe de una copa haciendo el tonto, yo me río, se nos nota que sabemos que nos está grabando. Si abro y cierro la revista, la portada cambia. Ahora se me ve sentada con dos niñas en la desembocadura de la lengua de un glaciar, con los pies en el agua. Nadamos en camisón. ¡Qué frío pasamos!, digo en alto. Aunque en realidad no recuerdo haber estado allí. Dentro de la revista hay una foto de familia. A simple vista parece una boda, pero si te fijas van disfrazados, llevan máscaras y ropa tipo "Mad Max". Distingo a Juano en un sillón, parece el patriarca. Pienso que la única explicación es que se haya casado.

desorden ajeno y cuentas de colores

lunes, 11 abril 2016. Estamos en una habitación de hotel. Me extraña que esté desordenada porque suelo ser muy cuidadosa. A los pies de la cama veo dos pares de zapatos idénticos: manoletinas rojas. Las coloco paralelas bajo la ventana. Rápido, tenemos que cambiar de habitación, ya he llevado nuestras cosas, dice Alberto. cruzamos pasillos con paredes enmoquetadas muy cutres donde la gente charla como si fueran vecinos de toda la vida. Pasamos por unos baños comunitarios con pozas de agua caliente donde mujeres muy gordas están bañando a sus niños.
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A Rosamari, una niña del colegio a la que no veo hace años, se le ha roto un collar o se le ha volcado un joyero. Hay un montón de cuentas, pendientes y baratijas en el suelo. Dice que aún quedan más arriba. Arriba significa un armario que parece hecho con cajas viejas de madera. Le ayudo a recogerlo todo. De repente me doy cuenta de que el armario está más alto de la cuenta, unos 20 metros si miro hacia el suelo. Comienza un leve vaivén. Me cuelgo de los dedos para quedar algo más cerca del suelo y me dejo caer deslizándome por una de las paredes. Al llegar abajo, mi padre le dice a mi madre que quiere que le hagan más pruebas. Una cada día, recalca. Mi madre dice que se entretenga viendo el Mundial. Los observo discutir desde lejos, mientras sigo ordenando cuentas de colores sobre la mesa.

casco amarillo

domingo, 10 abril 2016. Vamos en coche. Al final de la carretera se ve una curva muy cerrada y el cielo muy blanco. No hay paisaje. Pienso que quizá detrás no haya nada. Al dar la curva, caemos al vacío. Caemos juntos, en vertical, como si estuviéramos de pie en el vacío. Tengo un casco, le digo a Alberto. No responde. Pienso que cree que vamos a morir, que es lo más lógico, pero también pienso que no noto la velocidad que debería notarse en esa situación. Creo que si los dos metemos los pies en el casco, al llegar al suelo no nos pasará nada, le digo. El casco es amarillo, como el que usaría un albañil. Metemos los pies dentro y seguimos cayendo.

llave

jueves, 7 abril 2016. Parece un vagón de tren. Una chica habla sin parar sobre que hay que usar la vagina, que la hija de una amiga la tenía atrofiada y le tuvieron que meter dos bolas. Cuando termina su discurso para nadie le digo que estaba en mi colegio, en mi clase. Eras amiga de la pelirroja. No sé si se acuerda de mí, pero se alegra de verme. me habla de las reuniones que hacen, me habla del cura, de que tengo que ir a nosequé misa. Yo no digo nada. Me mira muy seria. ¿No serás una Mariflor?, pregunta. No sé qué es eso, pero le digo que no creo en ningún dios. Las manos empiezan a temblarle. Tendré que matarte, no me queda otra, dice. Aprovecho un descuido para recoger mis cosas y pasarme a otro vagón. Alberto duerme en una cama pequeña. Parece una habitación de hotel. No consigo cerrar la puerta, el pestillo está roto.

Estamos en una casa de campo que conoció mejores tiempos. La chica de antes lleva uniforme gris y un delantal. Parece no reconocerme. Me hago pasar por alguien de los suyos. Le digo que vengo por los microchips. Los vuelca sobre una mesa. Dos o tres personas vienen conmigo, quieren ayudarme. Un hombre muy grande coge el microchip que buscamos y se lo traga. La chica nos mira sin creer lo que ve. Tan aturdida está que le digo que nos dé la llave, y va a por ella. Nunca fue muy lista, le digo al hombre grande. Mientras la chica vuelve con la llave, les digo a un montón de ancianos que salgan de la casa, que hay que escapar. Los ancianos caminan muy despacio, se demoran charlando unos con otros. No sé cómo tengo la llave. Una llave de hierro de 30 centímetros. Encierro a la chica en la casa y huimos lentamente. Un niño llora. Una pareja que lo llevaba de la mano decide abandonarlo. Ni siquiera es nuestro, dicen. El niño dice que ha perdido su silbato y que no se irá sin él. El niño lleva una gomilla que le aplasta las orejas contra la cabeza y que le pasa por la nariz. Se la quito. Tiene orejas de soplillo, pero deja de llorar. Una sonrisa enorme. ¿Era esto?, pregunto. Sí, dice el niño. Lo tomo en brazos y huimos por un túnel.

En la boca del túnel hay un vigilante. Lo miro con temor. Parece que me conoce de algo y sonríe, me saluda con la cabeza dándome su beneplácito para que huya. Me vuelvo hasta él de nuevo. Es usted el hombre más guapo que he visto en mi vida, le digo. El hombre se quita la gorra y huye con nosotros. Una chica rubia vestida de fiesta dice que nos demos prisa. Los ojos del vigilante brillan. Siempre las rubias, le digo con un gesto cómplice. Él me pone una mano en el hombro y corre tras ella. Al llegar a una plaza que da al puerto, vemos la casa desde fuera. Hay una puerta que da directamente a la plaza. Podríamos haber salido por ahí, dice alguien. Pero la puerta está sellada con varias barras cruzadas de hierro negro. En la plaza todo sucede con normalidad, gente que pasea o que vende en sus puestos. nadie nos mira. Hemos salvado a más de mil, le digo al niño. Y de repente no sé qué haré con ese niño que no es mío y si siquiera sé cómo se llama.

murcia es lo mejor

martes, 5 abril 2016. Estoy en un bar con personas que no conozco. Me preguntan si hay editoras. Muchas, respondo casi ofendida. Al intentar recordar nombres, no soy capaz de llegar a tres. También hay dos niños. Uno me dice que es una niña. Se parece mucho a Anne. Se lo digo. Le hace ilusión parecerse a alguien, la cara se le ilumina de repente. Su hermano pequeño dice que lo coja en brazos, que a quién se parece él. Lo abrigo con una bufanda roja para salir a la calle. Mientras tanto, Alberto dice que se ha metido detrás del mostrador para coger una caja de cerillas de propaganda que ponía "Murcia es lo mejor" y Daniel paga lo que hemos tomado. Ya en la calle un hombre enorme nos pregunta por un hotel. No lo entendemos. Mientras miramos un plano, un chico le roba la cartera. Corro tras él. Aparece una banda de música de militares, les digo que dejen de hacer el tonto y detengan al chico. Uno de ellos se asombra por la descripción tan minuciosa que hago de él. siendo de noche y estando la calle a oscuras. Hablamos mientras bajamos por una calle hasta una cafetería. Todo resulta cursi, desde las sillas hasta las magdalenas cubiertas de chocolate. Alguien me dice que le guarde un sitio a mi madre, pero mi madre ya está sentada a la mesa. Más conversaciones de amueblamiento entre tazas rococó. No sé qué hago allí.

max

domingo, 3 abril 2016. Parecía un portal pero era una tienda de herramientas viejas. Un hombre me pedía disculpas por no levantarse a saludar. Es que estaba cerrando, dice. Le digo que sólo voy al piso de arriba. Los peldaños de la escalera son tablas de madera muy vieja y muy mal colocadas. temo caerme. El bolígrafo que llevo en la mano se me cae entre los escalones. Bajo a buscarlo. Está entre libros y papeles viejos que hay en una caja que fue de transportar fruta. Entre las cajas aparece Max, el hijo de Eloísa. Lo abrazo, me alegro muchísimo de verlo. Le enseño la tienda como si fuese mía, demorándome en cada objeto absurdo. Max lleva la merienda en la mano, atiende a mis palabras con los ojos muy abiertos sin dejar de masticar.

de qué sirve viajar?

sábado, 2 abril 2016. Yo acababa de volver de China y nadie me preguntaba dónde había estado. Por un momento dudé si aquello era verdad. Miraba a mi alrededor y todo estaba igual que antes. ¿De qué sirve viajar?, pensaba mientras veía a los demás hacer sus cosas a mi alrededor.

montañas fósiles

viernes, 25 marzo 2016. Paseamos por un pueblo de calles encaladas. Una chica canta y toca la guitarra en una azotea. Nadie le hace caso. Es una canción antigua muy triste que no logro recordar cómo se titula. De repente, al doblar una esquina, nos encontramos un paisaje de piedra. Montañas que parecen esculpidas imitando fósiles de erizos de mar.

atajo

miércoles, 23 marzo 2016. Alberto dice que llegamos tarde al cine. Veo una puerta enorme de madera. Tomaremos un atajo, le digo. De la puerta sale un tobogán muy tosco hecho con mitades de tubos de plástico muy mal ensamblados. Pienso que será muy difícil deslizarse. El tobogán termina en un portal de una casa vieja y está lleno de gente. Para bajar, nos cobran y nos piden la ropa. Como había previsto, cuesta mucho bajar, lo hacemos a trompicones. Una vez abajo, pregunto por mi ropa, pero nadie sabe nada. me dan una bolsa de plástico. Me enfado muchísimo, protesto, los amenazo con denunciarlos. Nadie me hace ningún caso.

fiesta

lunes, 21 marzo 2016. Hay una fiesta en un patio, aunque se supone que son las fiestas del pueblo. Chivite me deja con unos amigos y desaparece. No sé de qué hablar con ellos. Intento buscar temas. Miro al cielo y hay constelaciones que se mueven, que van formando distintos dibujos. Pienso en hablarles de eso, pero no estoy segura de si será verdad o una alucinación mía. Caminamos hacia una zona con mesas de billar enormes, nos tumbamos en una de ellas. Un tipo me dice que no hablo como las demás adolescentes. ¿Adolescente, yo? Él me mira sorprendido. Encuentro unas llaves en uno de los agujeros de la mesa de billar. Ganas de desaparecer.

los rusos

viernes, 18 marzo 2016. Alberto, Antonio y yo, nos asomamos a la terraza sin abrir las puertas, corriendo la cortina. Está lloviendo, dicen. ¿Os fijáis en la lluvia y no veis que han cortado los barrotes de la reja?, les digo. Están cortados a trozos, como si hubieran dejado los huecos precisos para entrar en casa y poder sacar cosas. Alberto dice que hay que avisar a la policía porque seguro que lo han preparado todo para volver por la noche. Antonio dice que seguro que son rusos y traerán armas. Se me ocurre que podríamos llevarnos todos los muebles para cuando entraran a robar encontraran la casa vacía. Antonio y yo aparecemos, de repente, en un sótano. Para salir de allí hay un ascensor muy oxidado y una escalera completamente a oscuras. Elegimos la escalera. Antonio me empuja para que yo vaya delante. Salimos a un jardín versallesco donde parece que se celebra una fiesta. ¡Lo ves, ya han llegado los rusos!, exclama Antonio.

de humo

martes, 15 marzo 2016. Pablo y yo nos sentábamos a hablar en las gradas de una especie de cancha de baloncesto vacía y me contaba que su madre estaba muy enferma. Según me lo iba contando yo veía imágenes de su madre en una pantalla de humo.

huir, volar

viernes, 11 marzo 2016. Hay tanta gente en la alameda que parece semana santa. La luz no es natural (todo parece gris, pero luminoso). Entro en un portal para huir de tanta gente. Un chico me saluda emocionado, ¡Cuánto tiempo!, dice. No sé quién es. Dice que no nos vemos desde que yo era Castor. Nunca he sido castor, pero no le digo anda (se supone que era mi jefe en los Scouts). Dice que han quedado en el portal, precisamente. De repente, todo el portal lo ocupa una mesa con comida y bebida en vasos de plástico. Se llena de supuestos compañeros Scouts. Aprovecho la confusión para irme. Las calles siguen igual. Doy una patada en el suelo y me elevo unos metros. Sobrevuelo gente y basura. Doblo esquinas a una velocidad de vértigo. Me gusta. 

tierra libre

lunes, 7 marzo 2016. Parece que hemos ido a un hotel en mitad de un bosque para ver algo que sucederá en el cielo. Hay gente que ya está tumbada sobre la tierra, entre los árboles, junto a un lago, para ver lo que sea que vaya a suceder. Los miro buscar un sitio desde la ventana de mi habitación. Alguien me hace señas y corro la cortina. No quiero ver a nadie, no quiero bajar a ver nada. ¡Vamos, nos esperan!, dice Alberto. Bajamos y buscamos un sitio entre los árboles. Quedan pocos metros cuadrado libres. Alguien se asoma desde un montón de tierra. ¡Begoña!, grito. ¡Isabel!, grita ella, y de un salto con voltereta se lanza y cae sentada a mi lado. Qué agilidad, le dio. Lo haré otra vez, dice y vuelve a subir y a lanzarse con la misma precisión.

25 segundos

tu cabeza
era una bola esponjosa blanca

no tenías cara
no tenías ojos
no tenías boca,
pero me besabas

acabas de contarme tu vida
en 25 segundos
dijiste

(viernes, 4 marzo 2016)

casi diógenes

miércoles, 24 febrero 2016. Al pasar por una tienda de un centro comercial, veo que la está cerrando. Es una tienda de telas muy bonitas. Se supone que conozco a la chica y que ya hemos hablado antes. Le digo la pena que me da que la cierre. La tienda se convierte en la recepción de un hotel donde venden billetes de avión. Nos ofrece unos vuelos muy baratos. Salud compra cuatro, para ella y sus hijos, Nosotros también. Al ir a pagarlos nos dice que le debemos 600 euros. No entendemos nada. Dice que hemos tardado demasiado en pagar y las normas son las normas. Salud saca la cartera. Yo me indigno muchísimo porque ya la consideraba amiga. Salgo a la calle, noto como la ropa se me va quedando pequeña. Pienso que me estoy convirtiendo en La Masa y pronto la ropa me estallará y empezaré a romper cosas. Alberto me calma. Sólo es dinero, dice. Y la injusticia, ¿no te molesta?, le digo. De repente estamos en un coche, no es el nuestro, pero no digo nada. A mi lado, un chico al que no conozco. Le pregunto dónde lo dejamos. Vivo en la calle Coca-cola, dice. Me cuenta que en esa calle hay un psiquiátrico y se ha escapado. La cara del chica adelgaza por segundos. Llegamos a una playa con montones de piedras. Si subo por los montones se hunde. Cojo un par de ellas, pero al separarlas del montón dejan de parecer bonitas. Una señora abre una puerta con muchos pestillos. La playa continúa dentro de su casa, aunque el suelo ha dejado de estar cubierto de piedras, ahora hay botones. Parecen antiguos. Algunos son de cuerno, de madera. Cojo unos muy grande con forma de pezuña. También hay libros y agendas. Hago un pequeño montón con mi tesoro.  Según avanzo por la casa encuentro montones de collares. Le ofrezco uno a Begoña, Begoña grita, respira muy fuerte. Tengo un ataque de ansiedad, he llamado a la policía, dice. La señora me pregunta por qué grito y señalo a Begoña. Puedes coger lo que quieras, dice la señora. El siguiente pasillo está cubierto de pijamas, el siguiente de camisetas de rayas, pero me da asco coger ropa usada. Meto en mi bolso las piedras, los botones, los collares y algún libro. El loco de antes que ahora se ha convertido en un niño, quiere sacarlo todo y ordenarlo en el suelo. Ya no sé qué hacer con él para que me deje en paz. Entro en último salón de la casa de la señora. Hay varios sofás ordenados de frente al televisor y un espacio sin pared que da directamente a la calle. ¿Para qué tantos cerrojos por aquel lado, si en este no hay pared?, pienso, pero no le digo nada. Me siento junto a mi madre y le hago una señal como diciéndole: Cuando llegue a casa he cogido collares para ti.

portada morada

martes, 23 febrero 2016. Entro en una tienda con expositores verticales de alambre. parecen muy frágiles. Hay libros colocados haciendo equilibrios. Uno de ellos es una novela de Gabriel Noguera, pero con una portada diferente en colores morados, muy fea. Pienso que se lo han plagiado y convertido en un libro de semana santa. Pienso que si salgo de la tienda sin comprar nada, pensarán que voy a avisarlo. No sé cómo salir de allí.

concierto

lunes, 22 febrero 2016. El poeta Nacho Fernández tiene un grupo y tocan en un escenario. Me sorprende mucho porque lo tenía por tímido. En el cartel del concierto aparece la cara de Juan Pardo Vidal muy triste, como si estuviera a punto de llorar.

playas en pamplona

miércoles, 17 febrero 2016. El escritor Chivite ha venido con su familia a Málaga para enseñarme su nuevo proyecto: una app para encontrar playas en Pamplona. Dice que nadie ha tenido antes esa idea. No me extraña, pienso, pero no digo nada. En el sueño, además de sus dos hijas, tiene dos hijos. Un bebé de poco más de un año y otro muy alto y delgado que se parece a Beckett. Me llamo Nevado, dice, aunque todos me llaman Sam. Entramos en un bar. La mesa es muy larga y todos estamos muy separados. Tenemos que hablar a gritos. Nos vamos, dice Chivite. Habrá que pagar, les digo. Salimos con prisa por una puerta que hay junto a los servicios. ¿Hemos hecho un "simpa"?, pregunto, pero nadie me responde. Llegamos a casa de mis padres. No sé qué hacemos allí, no quiero estar allí, pero Chivite pasea observándolo todo como si estuviera en un museo. Me gustan mucho los cuadros que hay en el dormitorio de tus padres. Asiento, y espero que no haya visto el caracol de peluche que hay sobre la cama. Este era mi cuarto, le digo. Pero de repente me doy cuenta de que todos han desaparecido.

parade

viernes, 12 febrero 2016. Después de acompañar a un señor mayor al portal de su casa, nos encontramos con la calle llena de gente disfrazada. Una chica nos cuenta que se ha comprado una bata para andar del revés. A pesar de sus explicaciones no llego a entenderla. Están montando un escenario. Aparece Juano con su hijo. Le digo que lo agarre bien para que no se pierda. Juano me da unos papeles y nuestros meñiques se quedan enganchados. Alguien nos hace fotos desde un balcón.

reloj peonza

miércoles, 10 febrero 2016. Camino por la calle. Veo en la acera un reloj de bolsillo muy grande. Pienso que quizá le gustaría a mi padre. Vuelvo sobre mis pasos para cogerlo. La acera está mojada y el reloj en un charco. Me lo acerco para ver si funciona, pero el reloj se ha convertido en una peonza.

fiesta

martes, 9 febrero 2016. Llego muy cansada a casa y me acuesto con los zapatos puestos sobre la colcha. Noto un terremoto. Le pregunto a mi padre si lo ha notado. Claro, ha sido en México, dice muy contento desde la cocina. Miro la hora, en cada reloj marca una distinta. Intento llamar a Begoña, cuando al fin lo consigo me dice que es muy tarde, que ya han cenado y que como mucho escucharán música. Oigo voces conocidas de fondo. Me visto muy rápido, al ponerme los vaqueros se transforman en un pantalón blanco. Me miro al espejo, me veo de blanco y no parezco yo.

despacho

lunes, 8 febrero 2016. He quedado con Iker en un despacho bastante solemne. A la entrada una secretaria no deja de escribir a máquina. Al fondo, detrás de la que se supone es su mesa de trabajo, hay una chimenea apagada, pero que da una luz muy acogedora. Me habla de lo que ha hecho durante estos años sin vernos. Me confiesa que un cuento que me envió, firmado por un amigo, en realidad era suyo. Le digo que debería habérmelo dicho. Hay algo más, dice, mi madre murió. Me hecho a llorar desconsoladamente. Pienso en lo mal que lo habrá pasado sin que yo pudiera consolarlo. Lo abrazo. Le pido que no vuelva a ocultarme nada.

casa rural

miércoles, 27 enero 2016. Pepo me pide que lo acompañe a visitar a unos amigos que han alquilado una casa rural. Cenamos en la cocina. Un tipo saca varias botellas de vino y nos las muestra como si fuera maître. Dos chicas vestidas de fiesta, con joyas, hablan de banalidades. Una se quita los zapatos y los deja caer teatralmente. Me fijo en que están muy viejos y son muy grandes. Sí, uso un 40, dice como si pudiera leerme el pensamiento. De repente estoy en mitad del campo, junto a una carretera. Veo la casa a lo lejos. Corro. Me cruzo con una vecina que me mira los pies y me saluda incrédula. Al llegar a la casa, les cuento lo rápido que he corrido a pesar de llevar zapatillas de andar por casa. Todos me miran los pies. Las zapatillas están completamente destrozadas.

el misterio

domingo, 24 enero 2016. Antonio Gala entrevista a Peter Weir. Yo estoy entre los dos, no sé qué hago allí. Después caminamos. Le pregunto a Weir cuál es el tema de sus películas. El misterio, dice. Y la última, ¿cómo se titula? El misterio, repite. En la acera hay dos cajas. En una hay piedras y juguetes rotos. Me agacho y, al revolver, cada vez hay menos piedras y más juguetes y más rotos. En la otra caja hay varias crías de gato.

ruinas y hombre tronco

miércoles, 20 enero 2016. Visito unas ruinas. El guía dice que va a enseñarme algo que nadie ha visto. Entramos por un túnel alicatado. Se supone que es antigua, pero a mí me parece una iglesia normal que han recubierto con pedacitos de cerámica rota, como el parque Guëll. No digo nada. La única peculiaridad que le veo es que todo está movido, como si un terremoto lo hubiera resituado. Hubo un terremoto, dice el guía como si leyera mis pensamientos.
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Subo por la calle Fernando el Católico y veo algo tirado en la acera. Parece un tronco, pero es Jurdi con un traje marrón. Un hombre le da golpecitos para comprobar si está vivo. Resaca, le digo para tranquilizarlo. El hombre se va, Jurdi despierta, se alegra de verme. En el sueño consta que la casa contigua a la casa de mi abuela es su casa. No hay nadie, le digo, ayer vinieron a mirar el agujero del techo, pero no lo han arreglado. Se levanta de un salto. Ahora el traje es negro. Llama a casa de mi abuela, pregunta por el agujero del techo. La casa de mi abuela parece un portal futurista. Mi tío Juan pasa con la enorme garrafa de cristal llena de aceite. Te dará acidez, le dice mi tía. Él saluda feliz. Le pregunto a mis tías si hay alguna carta de Marcos, el hermano de Jurdi, para ver si aclaramos algo. No me hacen caso, así que me echo a dormir en una cama que hay en el portal, bajo los buzones.

bolsa húmeda

martes, 19 enero 2016. Estoy sentada al borde de una acera agarrada al tronco de un árbol. Parece calle Ferrándiz. A lo lejos veo bajar a Camilo con una chica. Mientras ella sostiene una bolsa de plástico, él mete un gancho en un contenedor. Saca algo, lo estudia y lo mete en la bolsa de plástico. Cuando llegan a mi altura no les digo nada por si se avergüenzan de haber estado rebuscando en la basura. Hemos estado rebuscando en la basura, dice Camilo con gesto feliz tendiéndome la bolsa de plástico. La bolsa está húmeda.

molduras

sábado, 16 enero 2016. Llego a la que se supone es mi casa. Al encender la luz veo que han cortado de malos modos las molduras del techo. Entran varias personas. Las encabeza Mila Jiménez que les enseña la casa como si fueran a comprarla. Le señalo con la mirada el destrozo que ha hecho. No tuve más remedio, eran horribles, dice ella.

ser rubia

miércoles, 13 enero 2016. Tengo que coger un avión, pero antes me intercambio el pelo con mi prima Cristina. Me miro al espejo: soy rubia con el pelo largo y rizado.

bastón de bambú

sábado, 9 enero 2016. Una chica y su hija van a llevarme al aeropuerto. Conduce muy rápido, en cada curva pienso que vamos a morir. Paran frente a una tienda de segunda mano. Se las ve entusiasmadas con unos zapatos muy flexibles. Son de plástico, les digo. Hay rollos de seda negra, pero cuando las toco se deshilachan. Llevamos tanto tiempo en la tienda que me siento en la obligación de comprar algo. Elijo un bastón de caña de bambú que se pliega en tres partes. Pienso que no llegaremos a tiempo al aeropuerto y que, además, no me dejarán pasar el bastón aunque lo pliegue.

yogur de plátano

viernes, 8 enero 2016. Estoy en un vagón de tren que parece de juguete. Todo es de tablones de madera, bastante incómodo. Un mono pequeño va sentado en uno de los asientos. Le ofrezco un yogurt. Es de coco, quiero uno de plátano, dice. Bajo del tren y en la tienda de la estación busco yogures de plátano. No doy con ellos. La estación y la tienda parecen un decorado de película del oeste. Mientras busco los dichosos yogures, veo por la ventana que el tren se va. Corro, intento agarrarme a una de las puertas, pero no lo consigo. El mono está en el andén. Le doy la mano. Echamos a andar.

azul iceberg

domingo, 3 enero 2016. Me encuentro a Woody Allen por la calle. Quiero decirle algo inteligente, pero al tenerlo a mi lado, le pregunto: ¿Has visto alguna vez un iceberg? Sí, responde. Si has visto ese color azul, no tengo nada más que decir.

ciruelas

sábado, 2 enero 2016. Daniel ha venido a casa. Le enseño vrios árboles frutales que tengo en la terraza. Le explico cómo ha de congelar los pimientos y las zanahorias. Dice que deje de hablar y prepare la merienda. Me acuerdo de que dejé en depósito, en una pastelería, una caja de ciruelas pasas. Voy a por ella. Por el camino me encuentro al actor Kunal Nayyar. Le pregunto si me nota más gorda. No dice nada concreto y concluyo que sí. Tú estás muy delgado, le digo. Él se levanta el jersey y deja ver su barriga plana. En la pastelería, un tipo me dice que mi caja de ciruelas ha desaparecido. Sospecho que la han vendido. Hacen que la buscan, pero sólo es teatro. No pienso volver a compara aquí, les digo. Un dependiente mayor me hace señas, tratándome de decir que tengo razón. Al llegar a casa todos están cocinando, pero en el cuarto de baño.