domingo, 10 abril 2016. Vamos en coche. Al final de la carretera se ve una curva muy cerrada y el cielo muy blanco. No hay paisaje. Pienso que quizá detrás no haya nada. Al dar la curva, caemos al vacío. Caemos juntos, en vertical, como si estuviéramos de pie en el vacío. Tengo un casco, le digo a Alberto. No responde. Pienso que cree que vamos a morir, que es lo más lógico, pero también pienso que no noto la velocidad que debería notarse en esa situación. Creo que si los dos metemos los pies en el casco, al llegar al suelo no nos pasará nada, le digo. El casco es amarillo, como el que usaría un albañil. Metemos los pies dentro y seguimos cayendo.