tablao flamenco

domingo, 28 febrero 2010. Mi hermana nos cuenta, a modo de queja, que le han ofrecido un trabajo en un tablao flamenco. Le han dicho que no hace falta que sepa bailar, sólo tiene que zapatear bien fuerte y sólo trabajará una noche por semana. El sueldo es desorbitado. Dice indignada que no piensa trabajar por la noche y se va a su cuarto. Mi madre le da la razón. Le digo a mi madre que debe convencerla, que nunca encontrará un trabajo mejor. Es un trabajo muy cansado y muy peligroso, dice mi madre. Como no quiero enfadarme, en vez de decirle lo que pienso, me pongo a hacer dibujos en la pared con un cuchillo. Mi hermana sale de su cuarto y me dice que no haga tanto ruido.

erizo y pelo afro

sábado, 27 febrero 2010. Mi madre y yo esperamos el bus del colegio. Para entretenerme, mi madre da un taconazo y aparece un vídeo musical sobre la acera. En él, la hija de Auster canta con Obama. Después, me da un barreño azul lleno de agua donde flotan semillas. Ahí vivirá el erizo, dice. Saca del bolso un híbrido entre erizo de campo y hámster gigante. El erizo se tira de cabeza al agua, a comer. Le pregunto si podré enseñarle a hablar. Por supuesto, dice mi madre.
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Una de mis tías cuenta que una amiga tiene en su casa muebles hechos con animales. No con piel de animales, recalca, con animales completos. Al parecer la técnica consiste y sacarle los huesos al animal y amasarlo, dice que la sangre se endurece como si fuera plastilina. Hace unos puf preciosos, dice. Después se queda pensativa. ¿Cómo estará Alberca?, pregunta. La última vez que lo vi estaba igual, sólo que ahora lleva el pelo blanco y largo, le digo. Pues el pelo largo, interviene mi padre, es lo que más estropea la ropa. Cuando me fijo en él, veo que lleva el pelo afro.

fantasma

viernes, 26 febrero 2010. Mi madre y una de mis tías están en el cuarto de baño de la casa de mi abuela. Es muy tarde y se han dejado la puerta que da al jardín abierta. Yo estoy en mitad del pasillo, mire donde mire siento miedo. Como si presintiera que algo malo va a pasar. Intento concentrarme en lo bonitas que son las baldosas amarillas del suelo, me lamento de no llevar la cámara para hacerles una foto porque sé que al día siguiente derribarán la casa. Noto que las baldosas se mueven y me llevan hacia dentro de la casa. En la puerta que da al dormitorio de mi abuela hay una mirilla. Miro. Me veo a mí misma discutiendo con otra persona idéntica a mí, incluso vamos vestidas igual. Corro hacia el baño, le digo a mi madre que hay que salir de la casa cuanto antes. Por la ventana que da al patio veo pasar el fantasma de una mujer mayor en tonos grises, que me mira con cara de pocos amigos. Camina como si llevara ruedas. Le repito a mi madre que hay que salir de allí. Mi madre me abraza para consolarme y me doy cuenta de que estoy mojada de pies a cabeza.

agujero olímpico y gomas de borrar

jueves, 25 febrero 2010. Alberto y yo hacemos un agujero en el suelo. Primero con las manos, después con palas y hasta con taladradoras. La tierra es muy negra y húmeda. El agujero es enorme y cuadrado del tamaño de una piscina. Empujamos algunos muebles, una cama vestida, sillas. Me apena que las sábanas estén llenándose de tierra. El agujero ha tomado unas dimensiones exageradas, parece una piscina olímpica. Alberto empuja la cama para que una de las paredes del agujero retroceda. ¿No crees que ya es bastante grande?, le digo, pero él sigue empujando. ¿No crees que antes de seguir deberíamos sacar todo ese montón de piedras?, le digo.
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Intento comprar queso, pero en las estanterías del supermercado sólo hay bolígrafos Bic naranja y gomas Milán. Le pregunto a un chico qué ha pasado con los quesos. ¿Pero no se ha fijado?, ¡quién quiere quesos cuando las gomas pueden borrar el lápiz y el bolígrafo!, dice entusiasmado.

manifestación nocturna

miércoles, 24 febrero 2010. Estoy en una playa llena de piedras, pero ninguna me gusta lo suficiente como para llevármela. Las chupo, las veo brillar y las dejo en su sitio. Quiero volver a casa, pero hay un niño solo jugando en la orilla y temo que le pase algo si me voy. Después de un buen rato aparece su madre. Empieza a hablarme de una dieta que sigue. La dieta consiste en hacer cada día varios bocadillos y comer sólo uno. Los demás debe guardarlos en el congelar. Se los daré a la mujer de mi hijo cuando se case. Miro al niño, apenas tiene cuatro años. Ella intenta que no me vaya, sacando conversación. Dice que siempre le gustó la gente que va a la playa con flores bordadas en la ropa. Me fijo en que llevo puesta una falda de peto en pana morada, con unas flores bordadas, que estrené el día que cumplía ocho años. No comprendo que pueda quedarme bien. Me fijo también en que voy en zapatillas de paño. La chica dice que vaya con ella a una manifestación. Pero si es de noche, le respondo. Es una manifestación nocturna, dice.

caída

martes, 23 febrero 2010. Mi hermana y yo subimos una escalera de una casa en ruinas. La casa parece una mansión antigua y lujosa, pero la escalera está hecha de tablones unidos por cuerdas. Le digo todo el tiempo que tenga cuidado, voy detrás de ella vigilando sus movimientos. Mi hermana cae al vacío, la veo caer, la oigo gritar. Pienso que sólo es un sueño y que si deseo que se agarre algo en su caída, ocurrirá. Veo que se agarra a un tablón, no deja de patalear. Le digo que no se mueva, que se quede quieta para que pueda ayudarla, pero pesa mucho. No sé qué hacer, si quedarme allí agarrando sus brazos, sabiendo que tarde o temprano caerá, o avisar a Hero, su marido, para que puedan despedirse.

braille

domingo, 21 febrero 2010. Al entrar en la casa de mi abuela veo que hay un montón de folios sobre la mesa. Son algunos de mis poemas. Estoy numerando las páginas, dice mi madre. Sólo tienes una hora para enviarlos al concurso, dice. Intento quitárselos. Le digo que no pienso mandar nunca nada a ningún concurso de poesía. ¿Para qué escribes entonces?, dice. Se enfada, los arruga, los rompe. Mi padre va estirando como puede los folios que mi madre arruga. Mi hermana entra en ese momento con una caja de pastillas, dice que le haga una receta. Este medicamento es muy peligroso, le digo. Me da igual, dice metiéndose en la boca todas las pastillas a la vez. No sé qué hacer, pienso que todos se han vuelto locos. Intento llamar a Antonio Muñoz Quintana para pedirle ayuda, pero en la agenda todos los números están en braille.

tatami y zumo de naranja

sábado, 20 febrero 2010. Estoy esperando a Matías Prats a la puerta de su despacho. Dice si estoy segura de querer entrar, que igual me decepciona porque no tiene casi muebles. Efectivamente, sólo hay un tatami y un futón. Le digo que adoro la decoración oriental y me siento sobre los talones como si fuera a servirle un té. Siento cómo el tatami se me clava en las piernas, me gusta. Me enseña un agujero en la pared. Dice que teme que entren ladrones, que a veces le entran ganas de meterse por ese agujero para ver dónde lleva. Me fijo que en la pared hay dos láminas enmarcadas de dos hombres desnudos. Uno de ellos es Dostoievski, el otro parece una estatua griega con el pene muy pequeño. Le pregunto si es homosexual. De repente, la actriz Natalia Dicenta entra vestida de colegiala, se tumba en el futón y no para de hablar. Al cabo de un rato se marcha sin despedirse. Matías Prats dice que quiere bajar a ver una película. Le señalo una enorme tele de plasma que cuelga de la pared, donde están dando una versión muda de "Humillados y ofendidos". Dice que prefiere verla en el bar, mientras cena. Pienso que es una excusa para que me marche. Al despedirme me acerco para besarlo, pero en ese momento coge una jarra enorme de zumo de naranja y se la lleva a la boca. Tengo claro que quiere librarse de mí. Siento una tristeza enorme.

llamada en 3D

viernes, 19 febrero 2010. Mi madre dice que hay una llamada para mí y me tiende el teléfono, es el teléfono antiguo, negro y pesado de la casa de mi abuela. Mi tía Encarna está sentada en un sillón haciendo punto. No te va a gustar, dice y se ríe. Quien me llama es precisamente mi tía Encarna, no comprendo nada, no sé cómo puede estar en dos sitios. Las dos me hablan a la vez. La que está en el sillón dice que dejó un mensaje grabado porque no era capaz de decírmelo a la cara. Mientras, la del teléfono me dice que necesita una muestra del labio para hacerse una biopsia, y que nadie quiere sostenérselo mientras ella se corta un trozo con una tijera. Sólo tienes que estirar y yo corto un pedacito de dentro de la encía, dice.

navajas y camareros borrachos

jueves, 18 febrero 2010. Voy en un bus con dos maletas, una es enorme y no pesa nada, la pequeña pesa muchísimo. Un tipo grande que parece extranjero se acerca al conductor y le exige su billete. Los demás pasajeros se indignan, el que está a mi lado saca una navaja. Le digo que la guarde, que no hace falta hacer daño a nadie. Me la pone en el cuello y me dice que me baje inmediatamente. El bus para a la puerta del que fue mi colegio. Me obligan a bajar entre todos. Todos llevan navaja. Me siento en un banco a esperar que salga alguien. Me doy cuenta de que llevo una toalla liada en la cabeza, como si acabara de salir de la ducha. Cuando me la quito veo en mi sombra que se refleja en el suelo que tengo el pelo rizado.
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Parece que mi familia celebra algo en un restaurante. Los observo comer. Mi hermana ha pedido una tarta enorme con velas, pero le han puesto bengalas y no puede apagarlas soplando. Está muy triste, como si celebrara una ruptura o el aniversario de alguien que ha muerto. Mi tía se acerca a las burbujas que se forman sobre la tarta de manzana y dice que ahí se puede leer la suerte que le espera. Le digo que la suerte no existe. Repite en alto lo que he dicho y todos se ríen. En segundo plano, los camareros parece que estén borrachos, pues antes de servir un plato meten el dedo para ver si está caliente, o lamen los postres antes de servirlos.

fin del mundo sin música

miércoles, 17 febrero 2010. Alberto y yo llegamos a un hotel que tiene las paredes hechas con cajas de fruta y verduras. Por la ventana vemos a los dueños hablar de nosotros, están muy preocupados porque piensan que soy muy antipática. Incluso les oímos decir que van a denunciarme. Alberto quiere que vaya a hablar con ellos y les demuestre lo amable que soy.
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Es el fin del mundo y los autobuses van llenos de gente joven vestida con sacos blancos. No sé bien si van disfrazados de fantasma o de tubo de pasta de dientes. Yo prefiero ir caminando por una carretera a oscuras, junto a unos montes. Los montes están llenos de gente vestida de fantasma y bailan. Me parece que están demasiado felices para ser el día en que vamos a morir todos. Oigo a una chica hablar por su móvil, le cuenta a alguien lo que ve y le explica que está muy contenta de tener la oportunidad de ver cómo explota la luna. Ya me parecía que no sabían lo que va a pasar, pienso. Cuando llego a la falda de los montes, varios de mis amigos están por allí bebiendo puré de verduras en botellas de Orangina. Siento asco. Hay un escenario con un piano. Al parecer, Juan Pardo Vidal va a dar un concierto. Pero Juan llega y se sienta entre el público. No hay manera de convencerlo de que toque.
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Mi cuñada dice que hizo mal un examen. Me dice la frase que le pusieron para analizar. No supe cuál era el sujeto. El sujeto es Yo, le digo. Dice que no tengo ni idea, que ahora todo eso ha cambiado. Saca a su hija de debajo de la mesa y la obliga a que me dé una clase de sintaxis. La niña no tiene ni idea. Saca del bolso un rizador de pestañas con el que intenta cortarse las uñas.

tesis con pájaros

lunes, 15 febrero 2010. Carmen Beltrán acaba de terminar su tesis. La tiene encuadernada sobre la mesa. Enrique Kb quiere enseñarme su nueva firma y no se le ocurre otra cosa que garabatearla en la portada de la tesis. Después dibuja unos pájaros en bandada. Carmen dice que no aguanta más y tira la tesis a un cajón de madera. Kb se pone tan triste que está a punto de llorar. Le ofrezco mi brazo para que se limpie las lágrimas. Me lo aparta con cuidado. Entonces usa este trozo de pan, le digo.

heridas a carboncillo

domingo, 14 febrero 2010. Dibujo viñetas de cómic. Los personajes comienzan a moverse y salen del papel. Ana, novia de Lucas Rodríguez, está desnuda y lleva un collar de perro en el cuello. La cadena del collar está unida a una jaula llena de cachorros de león. Ana ruge como un león y me araña la mano de un zarpazo. Lucas entra en ese momento y, para que no me vea las heridas, me pinto encima de ellas con carboncillo.

taxi tapizado

sábado, 13 febrero 2010. Enrique Kb es un niño y es mi vecino. Su padre tiene un taxi tapizado en cretona de flores. Tapizado por dentro y también la carrocería. El taxi ha desaparecido. El padre me pregunta si sé dónde anda su hijo y si yo sé si ha sido él quien le ha robado el taxi. Todas las mañanas, cuando me lo encuentro, me registra los bolsillos y me cachea para ver si encuentra algo que le dé una pista. De uno de mis bolsillos saca un trozo de papel de celofán. Dice ¡Ajajá! y se lo guarda. En ese momento aparece Kb conduciendo el taxi tapizado. Su padre corre tras él para darle una paliza, yo corro tras el padre para detenerlo. Cuando Kb sale del taxi ya no es un niño, mide el doble que su padre. Yo respiro tranquila.

massiel

viernes, 12 febrero 2010. Mi madre anda obsesionada con la noticia de que la cantante Massiel tiene cáncer. Quiere que la ayude a empapelar las calles con fotos de Massiel. Cuando estamos pegando carteles en un edificio acristalado, vemos a Massiel en una piscina climatizada bañándose felizmente, nos saluda y da unas cuantas volteretas en el agua. Pues no parece muy preocupada, le digo a mi madre.

mapas con superpoderes

jueves, 11 febrero 2010. Intento chatear con mi amigo Carlos Perea escribiendo en la barra de estado. Al pinchar aparecen mapas militares. El de Australia da mucho miedo. Intento entonces escribir con un rotulador sobre la pantalla del ordenador, pero al pintar, los mapas salen en 3D de la pantalla e intentan atacarme.

la felicidad es un descapotable sacado de la manga

miércoles, 10 febrero 2010. El poeta José Luis Gallero y yo estamos tirados en el suelo de lo que parece un bar. De fondo, se oye que alguien lee poemas. Gallero me pregunta si no necesito que me los expliquen. ¿Tengo que explicarte para qué sirve esto?, le digo y le muestro un tenedor. Gallero se ríe. Lo beso en el cuello. Gallero mete la mano en la manga de su chaqueta y saca unas llaves, después un descapotable color arena completo. Nos subimos saltando sobre las puertas, sin abrirlas siquiera. La felicidad.

impacto inminente a la hora de la merienda

martes, 9 febrero 2010. Mi hermana y mis primas son niñas pequeñas. Meriendan en una mesa enorme cerca de una ventana igual de enorme. Mientras vigilo que se lo coman todo, pienso que en unos minutos un avión va a entrar por la ventana destrozándolo todo. Las veo tan contentas y están merendando tan bien, que pienso: Voy a esperar un minuto más, sólo un minuto más.

línea de la vida

lunes, 8 febrero 2010. Mi amigo Francis quiere que le lea la mano, la extiende ante mí. Veo una línea recta cortada en segmentos. Tú ya sabrás de sobra lo que significa esto, le digo.
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Voy con una niña de la mano por los pasillos de lo que parece un hotel. Abrimos puertas, miramos dentro y nos reímos. La niña dice que le pican los zapatos. Será que te duelen, le digo. No, me pican porque no llevan forro, dice. En el suelo de un pasillo hay un montón de zapatos ordenados, le digo que se los pruebe, aunque en realidad soy yo la que quiere probárselos. Entramos en una habitación bastante fea. La niña quiere orinar y le digo que lo haga en el cajón de la mesa de noche. Nos reímos.
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Al abrir un periódico me sale por la columna del escritor Chivite. El artículo tiene párrafos escritos a mano, como si lo hubiera corregido después de impreso.

espejo descarado

sábado, 6 febrero 2010. Huyo de alguien, entro en un portal que en realidad es un entramado de pasillos que dan a un patio. El patio tiene en el centro una fuente acristalada. Abro la puerta corredera y entro. La fuente no tiene profundidad pero, cuando meto el pie, me hundo hasta el cuello. Nado vestida, el agua está caliente.
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Estoy limpiando el baño de la casa de mis padres. Mi imagen en el espejo le dice a mi padre que él se cree muy ordenado, pero en realidad ordena lo suyo y desordena lo de los demás. Mi padre me mira asombrado con un peine en la mano. Yo mando callar a mi reflejo amenazándolo con un estropajo.
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Intento hacer la maleta, pero siempre me interrumpe alguien o algo. Al abrir el armario no reconozco la ropa. Sólo hay camisetas y blusas de verano en colores pastel. Aun así cojo dos o tres prendas. No encuentro ninguna maleta.

lápices, basura, locos y naranjas

jueves, 4 febrero 2010. La poeta Virginia Aguilar saca punta a un montón de lápices sobre la mesa de la terraza. Así estaré preparada por si me piden que dedique mi libro, dice con gesto de niña al ver mi cara de asombro. Pienso en el polvo de grafito que hay sobre la mesa, en si sería posible usarlo como sombra de ojos.
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Camino con mi amigo Juan Luis por una calle de Tenerife. Los dos miramos de reojo las basuras por si vemos algo interesante. Dejo pasar una bolsa llena de agendas por vergüenza. En otra, veo una caja de zapatos llena de estampitas de comunión antiguas. Juan Luis, coge la caja y me la da. Que no te dé vergüenza, dice.
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Estoy buscando a Alberto por los pasillos de un hospital. En casi todas las puertas hay señales de tráfico que bien me prohiben la entrada, bien de sentido obligatorio. Le pregunto a una chica dónde está la sala de espera. Señala con el dedo una habitación casi a oscuras. Parece una cancha de baloncesto con bancos desperdigados. Todos los que están allí parecen locos de atar. Me siento junto a un chico que parece normal. Me acaricia el pelo y me pregunta por qué me han encerrado. Le digo que sólo estoy esperando. Como todos, dice. Me lleva a un lavabo que hay en la pared, me lava las manos con cuidado. Del grifo sale barro líquido, sin embargo las manos me han quedado muy limpias. Están perfectas, ya puedes irte, me dice entusiasmado.
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Mi suegra está preparándose el desayuno en la cocina de la casa de mi abuela. En la bandeja hay comida para seis personas. Me pregunta si en ese barrio roban mucho. Le digo que sí para asustarla y que no abra la puerta a desconocidos. No quedan naranjas, dice. De repente me doy cuenta de que donde debería estar el frigorífico hay un naranjo cargado. Le doy una. Esas no me gustan, dice. La abro y la pruebo, está amarga. Haré mermelada, le digo.

adiós a la humanidad

miércoles, 3 febrero 2010. Estoy en una playa, Alberto duerme sobre la arena. Veo cómo se aleja, flotando sobre el mar, una ciudad completa. En la orilla va y viene una figura de tamaño real de un Cristo. Sólo quedamos nosotros para volver a poblar la tierra, pero yo no pienso tener hijos. Y ese Cristo de plástico no creo que pueda procrear ni veo yo que esté para milagros, pienso.

berlín-este

lunes, 1 febrero 2010. Me asomo a la ventana y hay soldados por las calles, están construyendo un muro frente a casa. Hay gente que salta desde las ventanas para pasar a nuestro lado. Entro en una casa cercana, me abro paso entre familias que llegan e intento bajar por una ventana, pero la fachada no tiene salientes y temo caer al vacío. Soy la única persona que prefiere saltar hacia Berlín-Este.
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Un bebé muy pequeño me pide que lo coja en brazos. Mientras lo acuno entre mis brazos le meto el dedo meñique en la boca para que se duerma. Un perro intenta morderme los dedos de la otra mano. No estoy segura de si le meto el otro meñique al perro, se dormirá y me dejará tranquila.
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Intento escribir un mail a mi amigo Pablo para decirle que me he mudado de casa y he cambiado de teléfono. Las letras de las teclas están borradas y tampoco consigo que escriban. Escribo sobre la pantalla del ordenador con un bolígrafo.