el mismo

martes, 31 enero 2012. Llego al que era mi cuarto en la casa de mis padres. Los armarios están lleno de ropa de color amarillo. Pregunto por mi ropa. Mi madre dice que la ha llevado al contenedor de reciclaje. Me enfado muchísimo, le digo que ahora tendré que bajar a recuperarla. Dice que no me esfuerce, que la hija de la vecina ya la recuperó e incluso ya se viste con ella. No te quejes, he conservado tu vestido de novia. Es negro y lleva un lazo amarillo horroroso. Póntelo, dice mi madre. Dudo si ir a casa de la vecina a reclamarle mi ropa.
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Subo en un ascensor. Se suponía que iba a mi habitación en un hotel, pero al abrir la puerta aparezco directamente en una calle con árboles y mucho tráfico. Me doy cuenta de que voy en pijama y que no sé en qué ciudad estoy. Sé que tengo que dar una lectura de poemas, pero no sé dónde ni cómo llegar. Noto que un chico camina a mi lado todo el tiempo. Me paro, se para. ¿Eres el mismo...?, y antes de que pueda terminar la frase, responde que sí, que es él y que me llevará al hotel.

y eso era bueno

lunes, 30 enero 2012. Voy con Sofía y algunas de sus amigas por las calles de lo que parece un pueblo de calles encaladas. Hay una fuente muy rústica que sale de la pared. Las chicas beben como locas porque dicen que les traerá suerte. También llenan unos cuencos de barro para ir bebiendo por el camino. De repente, a la carrera, aparece su padre, y le hace un placaje a una de las chicas. Los dos caen a la acera. Recuerda esta frase: Todas llevaban cuencos y eso era bueno, dice. Lo miro asombrada.

casaca de patchwork

domingo, 29 enero 2012. Llego a una playa de piedras. Unos niños me preguntan si hay alguna regla. Hay que elegir siempre las más bonitas, pero sólo podéis llevar tres en la mano. Si encontráis otra que os guste más, debéis dejar una de las que ya habíais cogido, les explico. Los niños asienten y nos ponemos a recolectar. Busco en la orilla. Cada vez que consigo tres y creo que son las definitivas, al verlas secas me parecen feas y tengo que empezar de nuevo. Muy cerca de al orilla hay una casa encalada con la puerta y las ventanas pintadas de amarillo. Entro sin llamar. Una familia está almorzando. Siéntate, me ofrece el cabeza de familia. Veo que es Ballesteros. No sabía que fueras canario, le digo. No lo soy y tú tampoco, responde. Me fijo en su plato. La comida representa un campo dividido en parcelas de distintos colores. En una de las parcelas hay una palmera. ¿Gustas?, dice. Me fascina, respondo. De repente llega Gómez Yebra con una casaca de patchwork muy fea cosida con retales de paño y encajes. Explica de manera pomposa que es para la tenida del viernes. Pienso que no sabe de qué habla, que sólo quiere impresionarnos. Me despido, salgo de la casa: la playa ha desaparecido. Ahora hay una autovía de tres carriles en cada sentido. Justo en el momento en que estoy pensando que jamás podré cruzarla, alguien me agarra por detrás, me levanta del suelo y sale corriendo. Miro hacia ambos lados, sólo veo las luces de los coches, pienso que voy a morir. Ya está, dice la persona que ha conseguido cruzarme. Veo que es Luisa María, mi profesora de 6ºEGB. ¿Y si nos hubiesen atropellado?, pregunto. Tu familia me habría denunciado, imagínate, toda la vida de juicio en juicio, dice entre risas.

sembrar tomatitos

sábado, 28 enero 2012. Veo a unos niños enterrar canicas en la arena. Pienso que cuando se vayan bajaré a la arena a desenterrarlas, a llevarme alguna. Pero de repente estoy en un museo donde se celebra un baile al estilo de "El gatopardo", y en una de las mesas auxiliares hay una escultura hecha con las canicas que los niños habían enterrado. Me siento en el suelo, junto a la escultura y los miro bailar vestidos de época. Araño la madera del suelo hasta llegar a la tierra, saco unas semillas del bolsillo y las entierro. También coloco tres piedras con forma de patata, alineadas, junto a las semillas que acabo de enterrar. Alguien se acerca y me pregunta qué hago. Siembro tomatitos, le digo.

el hombre calamar

jueves, 26 enero 2012. En un ecenario hay tres hombres, uno de ellos disfrazado. Me parece reconocer bajo un disfraz de calamar a Nancho Novo. Pienso que es una pena que un actor como él, que lleva tantos años trabajando, tenga que hacer de calamar en lo que parece una fiesta de fin de curso. Cada vez que hace un movimiento o interviene con frases de calamar (tipo "gluh gluh gluh"), aplaudo exageradamente para demostrarle que hay alguien entre el público que aprecia su trabajo.

evolution

miércoles, 25 enero 2012. Pasa un autobús con una reja plegable en la parte de atrás. Alberto y yo nos agarramos como podemos. Me duelen las manos, temo caer. Pienso que sólo son dos paradas, que sólo tengo que aguantar un poco más.
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Alberto y yo estamos al borde de un terraplén, debajo se ve la orilla limpia, el agua completamente transparente. No hacemos nada, sólo mirar. La marea sube y la orilla se llena de turistas. Pienso que me gustaría bañarme y mi ropa se convierte en un bikini, pero sigo mirando la orilla sin moverme.
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Restaurante pequeño con ventana desde la que se oye explicar a un chico cómo se lava un coche. Alberto dice que nos vamos, se levanta con prisa. Me fijo que sobre la mesa, entre los restos de comida, están mis cosas desperdigadas. Hay hojitas con notas escritas a mano, juguetes de plástico y fotos. También trozos de papel de regalo. Intento recogerlo todo lo antes posible, pero llega un momento en que no m cabe todo en el bolso. Intento llenarme los puños, pero hay demasiadas cosas. En la mesa de la lado hay una pareja muy joven. Él se pone a cantar "Evolution" de Mercromina, ella se levanta y baila. De repente me siento completamente triste y salgo del restaurante dejando mis cosas sobre la mesa. En el parking, veo a Alberto rodeado por unas monjas que están poniéndole una especie de hábito. El hábito lleva bordado el yugo y las flechas. Las monjas señalan los enormes edificios que hay alrededor del parking, orgullosas. Todo es nuestro, dicen. No entiendo nada.

a tomar una manzanilla

lunes, 23 enero 2012. Camino detrás de Francis, procuro llevar el mismo paso. Está buscando un cibercafé para ver si Manuel le ha escrito. Llegamos a la antigua biblioteca de la Diputación. En vez de escalera hay una especie de puente hecho con cuerdas. Hay demasiada cola. Nos cuesta caminar hacia la salida de la cantidad de gente que hay. Entre ellos veo a Sanmartín, pero no me da tiempo a saludarlo siquiera. Cuando estamos fuera vuelvo la cabeza. Juan habla con la princesa Letizia. Por sus gestos hablan de zapatos. Siento una soledad enorme.
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Hay una especie de bar en un patio encalado en cuesta, está lleno de gente. Una pareja se sitúa en lo alto de la cuesta y comienza a jugar a las películas. Él hace que orina y ella grita, ¡Calzaslargas! Yo le digo a Juan que está sentado a mi lado: ¿Pippi calzaslargas es una película? La pareja me mira y me sacan para que yo haga la siguiente. Nadie quiere ser mi pareja de juego. Miro a Juan, pero él mira hacia abajo. Entre las mesas veo a Eduardo, le hago señas, nada. Un tipo con peluca naranja de payaso se pone a mi lado. Alguien me dice al oído que tenemos que representar "A tomar una manzanilla". Pienso que eso no es ninguna película, pero no digo nada. Levanto cuatro dedos de la mano, el público comienza a gritar sin ton ni son: ¡Ocho palabras! ¡Diez negritos! ¡Dos en la carretera! ¡Tres reyes! Miro a Juan, quiero que entienda por mis gestos que tiene que sacarme de allí. Juan mira todo el tiempo hacia abajo, no me ve.

de visita

domingo, 22 enero 2012. Llego a casa de mis padres, Jota está de visita y habla con mi padre de pintura. Me siento a varios metros de ellos sin quitarme la parka ni soltar el bolso siquiera, como si temiera que mis movimientos lo asustaran. Pienso que es la primera vez que lo tengo frente a frente, que es justo como lo imaginaba. En ese momento me ve, y dice que tiene que irse. Lo acompaño hasta la puerta, pulso el ascensor, pero dice que prefiere bajar por la escalera. Me alegra verte, le digo. Se vuelve y me dice adiós con la mano.
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Camino con José Luis por la calle, me pregunta cuando voy a darle el libro que le tengo guardado. No sé de qué libro me habla. Deja caer la espalda sobre un muro. ¿No pensarías que vivía de hacer fotos?, dice. Me explica que es editor y que esperaba que yo le hubiera guardado un libro para editarlo. ¿Desde cuándo eres editor? Shhh, dice mirando a su alrededor. Le digo que no se preocupe, que escribiré un libro expresamente para él, pero sólo si me promete que no dejará de hacer fotos. Se le ve muy triste, tengo ganas de darle un abrazo enorme, pero sólo me quedo mirándolo.
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Llego a una habitación de hotel con mi madre mis tías y Andrés. Andrés protesta porque en la publicidad decía que las camareras adivinaban la religión de los clientes nada más verlos y a él no le ha dicho ninguna que es judío. Es que no eres judío, le digo sorprendida. Eso da igual, dice. Pienso que cada día lo comprendo menos. Mi madre dice que es la hora de los regalos. Me da una caja de metacrilato y una cartera naranja de piel de serpiente. Son horribles, pero le digo que me vienen muy bien, para no disgustarla. La caja la usaré como costurero, le digo. Llaman a la puerta, por la mirilla veo que es una camarera con una bandeja. Trae un sandwich plastificado y una botella de Moët Chandon enorme. Abre tú, que yo sólo llevo una toalla, le digo a Andrés. Andrés sigue mirando por la ventana como si tal cosa.

lápices comestibles

viernes, 20 enero 2012. Begoña presenta las noticias en la tele, lleva los labios exageradamente pintados de rojo y el pelo muy largo. Está guapísima. Voy al cuarto de baño y busco una barra de labios roja. Me pinto. No me queda tan bien como a ella. En ese momento recuerdo que Andrés me está esperando abajo. En el ascensor intento quitarme la pintura, pero no puedo. Cuando Andrés me ve, dice que por fin he decidido maquillarme. Me acorrala contra la pared. Dice que tenemos que hablar, que ya ha comprado los billetes de avión. No pienso ir a ningún sitio, le digo y echo a andar. Llegamos a un bar con sillones de dentista. La camarera lleva debajo del jersey negro una bata de enfermera con encajes. Andrés coquetea con ella. Pienso en que he hecho bien diciéndole que no iría a ningún sitio con él. Me siento muy sola y muy triste. Pienso en Begoña, tan lejos. Mientras espero a que acabe de hablar con ella, me fijo en las cestas de pan: en vez de haber pikitos hay lápices. Un camarero con turbante, al ver que los miro, me dice: Coma, coma, son lápices de cuatro colores.

chicle de pan

miércoles, 18 enero 2012. Mi hermana y mis primas salen a la terraza de la casa de mis padres y desaparecen. Miro a las terrazas del primer piso por si hubieran caído al vacío, pero no hay nada ni nadie.
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Daniel me enseña una agenda donde tiene apuntado los días que venía a casa de mis padres y las noches que nos veíamos en los bares del centro. En algunos días sólo hay cruces, en otros aparecen los nombres de los bares: Catedral, Terral, Tarot. Y en otros iniciales: TW, BR o SM (que supongo corresponden a Tom Waits, Blaine Reininger y Samuel Beckett). Así que apuntabas los días que escuchábamos a Tom Waits, le digo. Apuntaba los días malos, dice. Discutimos, le digo que sé que eran días buenos porque yo también los tengo apuntados. Se enfada muchísimo, me persigue por la casa para pegarme. No me defiendo, dejo que me pegue. Siento una tristeza enorme. Me da golpes como lo haría un niño, sin fuerza, con las manos abiertas.
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Me encuentro a Elena por la calle. Dice que ha encontrado un chiste sobre Dora la exploradora en la casa-museo de Dámaso Alonso. Saca un papel del bolso y me enseña una foto donde en una baldosa hay una D y una A entrelazadas. Ves, dice muy feliz, D-ora E-xploradora. Me da pena decirle que es no es una E. No sabía que hubiera un museo de Dámaso Alonso en Málaga, le digo y me señala el edificio donde estaba la Peña Malaguista. Me sorprende no haberlo visto nunca. Entramos. El museo lo cuida una señora muy mayor y muy delgada. Parece una caricatura. Dice que todavía no saben a quién dedicaba el poema que hay enmarcado porque no entienden la letra. Me acerco y leo claramente Elvira. La señora se enfada un poco por mi diligencia. Me acompaña a un jardín muy descuidado donde se celebra una fiesta. Desde un balcón, Leonor Watling (disfrazada de dama medieval) presenta a su hija recién nacida. Me extraña que la niña tenga una melena larguísima y lance besos al público, pero no digo nada. Alguien me ofrece ron. Ya no bebo, le digo y me da un chicle enorme que me ocupa toda la boca. Sabe a pan, lo escupo. Manuel le pide a una chica que trepe por el muro e imite a distintos animales. Ha conseguido ser el centro de atención, pienso. No sé qué hago allí, me siento sola y triste. ¿Has visto qué bien hace de rana?, me pregunta Manuel justo cuando voy a marcharme. Pensé que hacía de pato, le digo.

árboles giratorios y campaña electoral

martes, 17 enero 2012. Tengo un patio con árboles y estanque. El estanque está bastante descuidado, pero los árboles son muy frondosos. Me subo a uno de ellos sin ningún esfuerzo. Cuando quiero pasar a otro sólo tengo que tomar un leve impulso, el árbol gira como si estuviera atornillado al suelo por un eje, y paso a las ramas de otro. Acabo en uno muy alto, sólo tiene ramas, ninguna hoja. Pienso que no sé si seré capaz de bajar. Desde allí arriba veo una enorme extensión de tierra formada por cuadrados irregulares de distintos tonos. De repente veo a unos hombres (parecen hormigas desde donde yo los miro) tirar de los límites de uno de los cuadrados como quien tira de una manta, y lo hacen desaparecer. Bajo del árbol lo antes posible, primero girándolo y después agarrándome a un muro de cal. Entro en casa a toda prisa y voy cerrando todas las puertas y ventanas. Cuando sólo me queda una, un grupo la empuja desde fuera. Políticos haciendo campaña, pienso. Entre ellos va Matías Prats y una compañera de la facultad, que ahora milita en el PSOE, a quien no he vuelto a ver. Aporrean la puerta, ahuecan las manos y las pegan al cristal para mirar. ¡Y decías que eras comunista! ¡Largo de aquí, gorda mentirosa!, le grito.

agua de peces

lunes, 16 enero 2012. Alberto y yo estamos a la puerta de lo que parece un garaje abandonado. Dos tipos llegan de repente, le digo a Alberto que nos escondamos. Entramos, dentro sólo hay suciedad y algunos muebles viejos. Intento abrir una puerta trasera para escapar. Mientras, Alberto construye algo con hierros viejos y lo coloca detrás de la puerta por si consiguieran entrar. Lo consiguen. Uno de ellos me pone el cañón de una pistola en la cabeza. Hablo con él, como si nada, de lo que se ve por las rendijas de la puerta trasera.
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Tengo que preparar una cena para más de veinte personas, pero sólo hay dos trozos de atún, dos tomates y un aguacate. Encuentro un montón de periódicos y los corto en tiras muy finas para convertirlos en espaguetis. Paralelamente unos tipos preparan una fiesta. Llevan enormes bandejas de comida y perfumes. Le dicen a un chico muy joven (es una mezcla entre Daniel y a Juan) que es hora de vestirse. Antes te pondremos agua de peces, dice uno. Le pido al chico que no se vaya, que sé que en cuanto salga de la habitación sus amigos me matarán. Tengo que irme, no te suicides, dice y se va.

una canción

domingo, 15 enero 2012. Llego a lo que parece un bar. He quedado con Manuel, que ha vuelto. Entro en una habitación muy pequeña llena de gente, están sentados en el suelo, esperando que empiece el espectáculo. El espectáculo no es más que cada uno diga cuál es la canción más representativa de su vida. Busco a Manuel, pero no lo veo. Pienso que así tendré tiempo de encontrar mi canción en uno de los muchos elepés que hay en las estanterías. Algunas chicas me dan cintas de casete para que las ponga. Veo a Manuel entrar en ese momento, le hago señas, pero no me ve.

un bosque (despeinado y confuso)

sábado, 14 enero 2012. Entro en un bar y veo a Manuel al final de la barra. La barra está tapizada en cuero corinto con tachuelas. Mientras me acerco, pienso en la imagen tan fotogénica que forman: Manuel con su pelo de Hombre Cangrejo, su camisa de cuadros ajustada, y esa barra años 60. Nos abrazamos, no decimos nada. Al momento llegan dos amigos de Económicas a los que hace más de veinte años que no veo. Los sigue Claudia Schiffer. Francis llega con Daniel, pienso que no recuerdo que hubieran coincidido nunca hasta hoy. Se van sentando callados, ordenadamente. Veo a una chica despeinada, con abrigo y bufanda. Pienso que se parece muchísimo a Juano, pero no recuerdo que Juano tuviera una hermana mayor. Detrás de la chica veo a Juano vestido exactamente igual, despeinado y con cara de despiste. Lo veo tan desvalido que quiero acercarme a abrazarlo, decirle cuánto lo echo me menos. Mientras me acerco pienso que parece un bosque. Le aprieto el brazo a Manuel, como diciéndole "ahora vengo" y me acerco a Juano, lo abrazo, lo beso en la cabeza y en la frente. Trato de ordenarle el pelo. Los demás me miran. Me acerco a cada uno y les doy un beso en la frente. También a Claudia Schiffer.

carnet de matrimonio

viernes, 13 enero 2012. Voy por la calle, me noto muy cansada y me siento en la acera. A mi lado hay un frigorífico de un bar con las puertas transparentes. Saco un trozo de roscón de reyes. Unos metros más allá veo a Jurdi. También está comiendo un trozo de roscón. El suyo lleva una rodaja de naranja y el mío un trozo de cidra verde. Antes de que me diga nada, suena un timbre, descuelgo un teléfono que hay junto al frigorífico. Es mi madre, me pregunta a quién quiero que invite a la boda. Le digo que no tengo ánimo para fiestas, que estoy muy cansada. ¿Has comido?, dice. Roscón, le respondo. Cuando cuelgo Jurdi me pregunta qué es eso de la boda, si va todo bien. Le explico que ahora los matrimonios hay que renovarlos como el carnet de conducir y en mayo hará 24 años que me casé. Mientras me escucha hablar, Jurdi mastica muy despacio su trozo de roscón. Parece un niño de cinco años, tengo ganas de abrazarlo.

los árboles no son nuestros padres

jueves, 12 enero 2012. Voy por la calle con Andrés, Elisa y Darío. Las calles están llenas de gente, casi no podemos andar. Les digo que yo me quedo con el niño para que puedan hacer sus cosas. Me voy con Darío a casa. El ascensor parece de cartón, hay cientos de botones y luces que parecen de juguete. Darío le da a todos y a pesar de eso el ascensor sube. Darío quiere jugar con los caballitos amarillos, pero antes se desnuda. Pienso que cogerá frío, intento que se ponga algo, pero tengo que perseguirlo por toda la casa. Al pasar por la cocina me quedo mirando el árbol que parece muerto y siento una tristeza enorme. Darío me echa los brazos, me agacho y me abraza. Los árboles no son nuestros padres, pero los caballitos amarillos son mis amigos, me dice.

koji kabuto y los peces triangulares

miércoles, 11 enero 2012. Entro en un kiosco de revistas. Veo que con el Rockdelux regalan estampas y una figura de Koji Kabuto del tamaño de una Barbie. Hay gente que pelea por colarse, por conseguir uno. Cuando por fin me toca, digo que ya no la quiero. Un chico que está a mi lado dice que no es justo porque él se la ha comprado sólo porque yo dije que la quería. El mostrador se convierte en la barra de un bar. Veo a Ferran en un rincón, pide dos vermuts. Intento hablar con él, pero parece no verme. No sé qué hago allí y me voy.
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Estoy subida a lo que parece el tronco de un árbol muy fino y flexible. Crece muy rápido y el paisaje queda cada vez más lejos. Pienso que tengo la misma sensación que cuando vuelo en sueños. Esto tiene que ser un sueño, me digo y miro hacia abajo para retener la imagen cuando despierte. Al cabo de un rato pienso que debería volver, pero abajo hay una laguna muy oscura. Pienso que si me dejo caer al agua, quizá no sea capaz de llegar hasta la orilla. Comienzo a balancear el tronco para que baje. Una de las veces consigo meter la mano en el agua y levantar una baldosa que hace de tapón. El lago se queda seco en pocos segundos. Bajo del tronco, en el suelo alicatado quedan culebras y peces pequeños de cuerpos triangulares muy desagradables, con aspecto de pesar mucho. Pienso que si alguien los tocara estarían calientes y que si me quedo allí mirándolos acabarán por hablarme. Miro alrededor y el paisaje de bosque que había alrededor del lago no son más que las cuatro paredes de una habitación. No sé cómo voy a salir de allí.

perfume espanta poemas

martes, 10 enero 2012. Hay una habitación llena de pupitres desordenados. Intento ponerlos de dos en dos o al menos hacer un pasillo para que se pueda andar entre ellos. En una estantería encuentro un frasco de perfume. Mi madre, que aparece de repente, dice que por qué no quiero usarlo. Le digo que huele muy fuerte para mí, que huele a señora muy mayor. Huele a Doña Marina, le digo a modo de explicación. Me fijo en que hay alguien que nos observa desde la tarima, sentado detrás de la mesa del profesor. Cuando se incorpora, veo que es Mesa Toré. Me regalaste ese perfume, dice. Lo siento muchísimo, no sabía que olía tan fuerte. Oh, no te preocupes, en las reuniones de vecinos triunfo, pero cuando voy a escribir poemas me ducho antes, dice.

lentejas y tryptizol

domingo, 8 enero 2012. Justo tiene una librería. Está sentado detrás de una mesa enorme. Detrás de la mesa hay una ventana enorme que llega casi al suelo. Pienso que no podría trabajar con una ventana a la espalda que da directamente a la calle, y mucho menos abierta. Cada vez que intento hablar con él, llega alguien a hacerse una foto con él o a pedirle un autógrafo. Una chica saca un micrófono del bolso y le pregunta si es verdad que cuendo cierra la librería sale por la ventana en vez de por la puerta. Dos guardias de seguridad se la llevan inmedaitamete. Entra Zayas, se va directamente a por un libro de Carver. Me dice que no comprende cómo todavía hay obras inéditas suyas. Le digo que cada vez que sale un libro inédito de Beckett o Vonnegut desconfío. Zayas le da la mano a Justo y se va. Aprovechando que los guardias no están, me acerco a su mesa y le digo que tengo que contarle algo que me pasó en Barcelona. Dime, dice. Saco un frasco del bolso, lo vacío sobre su mesa, son un puñado de lentejas y comprimidos de Tryptizol. Mira, le digo.

dos maletas

sábado, 7 enero 2012. Le digo a Alberto qué ya sé cómo tiene que titularse el libro de Manuel y que tenemos que ir inmediatamente a verlo para decírselo antes de que se me olvide. Arrastro dos maletas que pesan muchísimo por la sala desierta de un aeropuerto. Alberto dice que una de las maletas va vacía y no nos dejarán subir al avión, se acerca a una chica para comparle un saco de azúcar y rellenar la maleta. No te precocupes, le digo desde lejos, se me ha olvidado el título.

mascota con aristas

viernes, 6 enero 2012. Voy a sacar al gato, digo en alto y salgo a la calle. Paseo muy despacio por aceras con naranjos. Pienso que todas las calles deberían tener naranjos. De vez en cuando miro hacia atrás a ver si el gato ha hecho ya sus necesidades. Al final de la correa no hay un gato, hay una caja de zapatos.

bola de dragón y vinagre

jueves, 5 enero 2012. Alberto pide "El país" en un kiosco, pero el kiosquero le entiende "Bola de dragón". Nos enseña un montón de números. Le decimos que no sabemos qué número nos falta y que va volveremos otro día. Nos da vergüenza decirle que no nos ha entendido.
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Todas las mesas de la terraza de un bar están ocupadas. Una señora con sus dos hijas adolescentes nos dice que podemos sentarnos con ellas. Una de las hijas me pregunta qué llevo en la cadena. Le explico que es un trisquel, pero que la gente suele confundirlo con el lauburu. La chica me pregunta con qué lo limpio. Sal y vinagre, le digo. En ese momento el camarero estaba tomando nota, y al momento les trae a todos sus cervezas y a mí una botella de vinagre.

retales

martes, 3 enero 2012. Alberto me dice que llegamos tarde. Le digo que tenemos que esperar a mi hermana porque tiene nuestras toallas. Mi hermana y mi cuñado aparecen de repente, les digo que se den prisa, que van a castigarnos a todos. Corremos hacia el que fue mi colegio, las puertas se están cerrando. De repente me fijo en que mi hermana se ha rapado la cabeza, lleva una cresta y una especie de disfraz de punki.
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Estoy con un grupo, de sobremesa. Me fijo en que mi servilleta es en realidad un calendario. El último día del mes es el 24 de diciembre y está señalado en rojo. Alguien ha escrito: Mamá. Pienso que alguien ha señalado el día que va a morir mi madre. Mi madre se levanta y va hacia la cocina. Pienso que si entra morirá. Le grito que no vaya, que vuelva a la mesa. No puedo moverme de mi asiento. Mi hermana asoma la cabeza desde la puerta y dice muy tranquila: Ya. Lloro y grito desesperadamente.
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Alberto y yo vamos de visita a casa de Isabel. De la pared cuelga un cuadro abstracto grande y cuadrado en tonos tierra del mismo color que la moqueta. En mitad del salón hay una cama cuadrada igual al cuadro. Isabel la empuja hacia la pared y la cama desaparece. Me asomo por la ventana para ver dónde ha ido a parar la cama, pero sólo hay una pared. Por toda la habitación hay fotos enmarcadas de un niño, la mayoría de fiestas de cumpleaños con tartas donde pone: Felicidades Paco. También hay muñecos con la equipación del Málaga. Le pregunto si hace tanto tiempo que no nos vemos como para que tenga un hijo de diez años. Tengo doce, dice el niño desde el fondo de la habitación. Isabel saca un montón de carpetas con poemas y se las da a Alberto. Alberto se sienta inmediatamente sobre la moqueta a leer. A mí me da un montón ropa sólo hilvanada. Sólo son retales, me los regala Vitorio y Luchino cada vez que voy a Sevilla, dice. Pienso que tenía que haberle dado a Alberto los retales y a mí los poemas. Tengo ganas de leerlos para saber si después de tener a su hijo ha cambiado su forma de escribir.

de paseo con sam

domingo, 1 enero 2012. Voy callejeando con unos amigos. Entre ellos, Beckett. Caminamos muy juntos, a veces me agarra del brazo para no caer. Se le ve muy frágil y algunas calles están mal empedradas. Me pregunta por mi nueva casa. ¿Qué tal es la luz? Le digo que la luz es lo mejor, lo único. Quiero hacerle muchísimas preguntas, pero pensar que lo llevo agarrado del brazo me deja sin palabras. Pregunta, dice como si me leyera el pensamiento. ¿Lees a escritores más jóvenes que tú? ¿Has leído a Stamm? ¡Es buenísimo!, dice levantando las manos. Por momentos parece un anciano y al segundo siguiente un niño. A veces me pone la mano en la espalda para empujarme un poco si hay que subir una cuesta. Ahí es justo donde me duele, le digo y él deja la mano apoyada un rato. Nos sentamos en una terraza. Los amigos se ríen, cuchichcean. Pienso que en cualquier momento se marchará y no volveré a verlo. Al pensarlo, desaparece. Andrés lleva una cámara enorme. Podrías habernos hecho una foto de espaldas, mientras caminábamos. La he hecho, dice Andrés muy sonriente.