martes, 3 enero 2012. Alberto me dice que llegamos tarde. Le digo que tenemos que esperar a mi hermana porque tiene nuestras toallas. Mi hermana y mi cuñado aparecen de repente, les digo que se den prisa, que van a castigarnos a todos. Corremos hacia el que fue mi colegio, las puertas se están cerrando. De repente me fijo en que mi hermana se ha rapado la cabeza, lleva una cresta y una especie de disfraz de punki.
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Estoy con un grupo, de sobremesa. Me fijo en que mi servilleta es en realidad un calendario. El último día del mes es el 24 de diciembre y está señalado en rojo. Alguien ha escrito: Mamá. Pienso que alguien ha señalado el día que va a morir mi madre. Mi madre se levanta y va hacia la cocina. Pienso que si entra morirá. Le grito que no vaya, que vuelva a la mesa. No puedo moverme de mi asiento. Mi hermana asoma la cabeza desde la puerta y dice muy tranquila: Ya. Lloro y grito desesperadamente.
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Alberto y yo vamos de visita a casa de Isabel. De la pared cuelga un cuadro abstracto grande y cuadrado en tonos tierra del mismo color que la moqueta. En mitad del salón hay una cama cuadrada igual al cuadro. Isabel la empuja hacia la pared y la cama desaparece. Me asomo por la ventana para ver dónde ha ido a parar la cama, pero sólo hay una pared. Por toda la habitación hay fotos enmarcadas de un niño, la mayoría de fiestas de cumpleaños con tartas donde pone: Felicidades Paco. También hay muñecos con la equipación del Málaga. Le pregunto si hace tanto tiempo que no nos vemos como para que tenga un hijo de diez años. Tengo doce, dice el niño desde el fondo de la habitación. Isabel saca un montón de carpetas con poemas y se las da a Alberto. Alberto se sienta inmediatamente sobre la moqueta a leer. A mí me da un montón ropa sólo hilvanada. Sólo son retales, me los regala Vitorio y Luchino cada vez que voy a Sevilla, dice. Pienso que tenía que haberle dado a Alberto los retales y a mí los poemas. Tengo ganas de leerlos para saber si después de tener a su hijo ha cambiado su forma de escribir.
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Estoy con un grupo, de sobremesa. Me fijo en que mi servilleta es en realidad un calendario. El último día del mes es el 24 de diciembre y está señalado en rojo. Alguien ha escrito: Mamá. Pienso que alguien ha señalado el día que va a morir mi madre. Mi madre se levanta y va hacia la cocina. Pienso que si entra morirá. Le grito que no vaya, que vuelva a la mesa. No puedo moverme de mi asiento. Mi hermana asoma la cabeza desde la puerta y dice muy tranquila: Ya. Lloro y grito desesperadamente.
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Alberto y yo vamos de visita a casa de Isabel. De la pared cuelga un cuadro abstracto grande y cuadrado en tonos tierra del mismo color que la moqueta. En mitad del salón hay una cama cuadrada igual al cuadro. Isabel la empuja hacia la pared y la cama desaparece. Me asomo por la ventana para ver dónde ha ido a parar la cama, pero sólo hay una pared. Por toda la habitación hay fotos enmarcadas de un niño, la mayoría de fiestas de cumpleaños con tartas donde pone: Felicidades Paco. También hay muñecos con la equipación del Málaga. Le pregunto si hace tanto tiempo que no nos vemos como para que tenga un hijo de diez años. Tengo doce, dice el niño desde el fondo de la habitación. Isabel saca un montón de carpetas con poemas y se las da a Alberto. Alberto se sienta inmediatamente sobre la moqueta a leer. A mí me da un montón ropa sólo hilvanada. Sólo son retales, me los regala Vitorio y Luchino cada vez que voy a Sevilla, dice. Pienso que tenía que haberle dado a Alberto los retales y a mí los poemas. Tengo ganas de leerlos para saber si después de tener a su hijo ha cambiado su forma de escribir.