miércoles, 25 enero 2012. Pasa un autobús con una reja plegable en la parte de atrás. Alberto y yo nos agarramos como podemos. Me duelen las manos, temo caer. Pienso que sólo son dos paradas, que sólo tengo que aguantar un poco más.
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Alberto y yo estamos al borde de un terraplén, debajo se ve la orilla limpia, el agua completamente transparente. No hacemos nada, sólo mirar. La marea sube y la orilla se llena de turistas. Pienso que me gustaría bañarme y mi ropa se convierte en un bikini, pero sigo mirando la orilla sin moverme.
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Restaurante pequeño con ventana desde la que se oye explicar a un chico cómo se lava un coche. Alberto dice que nos vamos, se levanta con prisa. Me fijo que sobre la mesa, entre los restos de comida, están mis cosas desperdigadas. Hay hojitas con notas escritas a mano, juguetes de plástico y fotos. También trozos de papel de regalo. Intento recogerlo todo lo antes posible, pero llega un momento en que no m cabe todo en el bolso. Intento llenarme los puños, pero hay demasiadas cosas. En la mesa de la lado hay una pareja muy joven. Él se pone a cantar "Evolution" de Mercromina, ella se levanta y baila. De repente me siento completamente triste y salgo del restaurante dejando mis cosas sobre la mesa. En el parking, veo a Alberto rodeado por unas monjas que están poniéndole una especie de hábito. El hábito lleva bordado el yugo y las flechas. Las monjas señalan los enormes edificios que hay alrededor del parking, orgullosas. Todo es nuestro, dicen. No entiendo nada.
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Alberto y yo estamos al borde de un terraplén, debajo se ve la orilla limpia, el agua completamente transparente. No hacemos nada, sólo mirar. La marea sube y la orilla se llena de turistas. Pienso que me gustaría bañarme y mi ropa se convierte en un bikini, pero sigo mirando la orilla sin moverme.
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Restaurante pequeño con ventana desde la que se oye explicar a un chico cómo se lava un coche. Alberto dice que nos vamos, se levanta con prisa. Me fijo que sobre la mesa, entre los restos de comida, están mis cosas desperdigadas. Hay hojitas con notas escritas a mano, juguetes de plástico y fotos. También trozos de papel de regalo. Intento recogerlo todo lo antes posible, pero llega un momento en que no m cabe todo en el bolso. Intento llenarme los puños, pero hay demasiadas cosas. En la mesa de la lado hay una pareja muy joven. Él se pone a cantar "Evolution" de Mercromina, ella se levanta y baila. De repente me siento completamente triste y salgo del restaurante dejando mis cosas sobre la mesa. En el parking, veo a Alberto rodeado por unas monjas que están poniéndole una especie de hábito. El hábito lleva bordado el yugo y las flechas. Las monjas señalan los enormes edificios que hay alrededor del parking, orgullosas. Todo es nuestro, dicen. No entiendo nada.