playa seca

viernes, 31 julio 2009. Llego a un hotel, me recibe una pareja, me cachean y me pasan un detector de metales manual que pita a la altura del pecho. Se ríen, me dejan entrar. En el hall hay un colchón blanco cuadrado. Me tumbo junto a un chico que quiere entrevistarme. Le digo con gestos que no tengo nada interesante que contar. Él pone un puñado de piedras sobre el colchón. Lo miro asombrada, señala hacía unas dunas que no había visto al entrar. Detrás la las dunas hay una playa seca, sólo la orilla, sin mar. Sin embargo las piedras están pulidas por años de erosión. Acaricio varias piedras como si fueran los lomos de algún animal. Cojo tres piedras rayadas y me las meto en el bolsillo. Una se la doy al chico del colchón, otra la guardo para el escritor Chivite, otra me la meto en la boca.
+
Estoy durmiendo. Sobre el colchón, a mi lado, hay un montón de revistas que se me clavan en la espalda. Llevo un kimono rojo y unas geta a juego. Oigo el ruido de la llave en la cerradura. Veo una imagen reflejada en el suelo: los pies de mi suegra y los de un hombre que la empuja para entrar en casa.
+
Mi hermana es una niña y no sabe salir de detrás de un seto. Meto la mano entre las ramas tupidas y tiro de ella. Llegamos a una casa de piedra, todas las ventanas están cerradas. La cojo de la mano y traspasamos los muros sin dificultad.

navidad y delfines

miércoles, 29 julio 2009. Hace calor, llego a la casa de mi abuela sudando. Alguien ha colocado apliques con velas por todas las paredes. apliques verdes y rojos. Parece una casa Mejicana, le digo a mi madre. Mi madre me manda callar poniendo el índice sobre los labios. Pienso que ha sido mi tía Mari y mi madre teme que se enfade. Miro a mi tía. Son pegatinas, dice muy contenta. Mi abuela me abraza, me besa, dice que van a celebrar la Navidad antes de tiempo, por si acaso, dice y me guiña. A su lado hay bolsas con regalos. En una de ellas veo un kimono tejido de lana. Espero que sea para mí, pienso.
+
Antonio Muñoz Quintana y yo hemos quedado con Iker Biguri. Caminamos de frente a un muro del que salen espadas móviles, si nos descuidamos se nos clavan en la barriga. No podemos dar un paso atrás porque al otro lado hay un foso lleno de agua sucia. Cuando hemos salvado todo el recorrido, llegamos a una plataforma donde alguien a escrito con muy mala letra "Dolores pequeños". Debemos poner los dedos sobre unas teclas y una máquina nos golpea con un martillo de goma dura. Una vez terminado este pequeño suplicio, Antonio me pregunta: ¿Habrá conseguido adiestras Iker a los delfines?

pateta

martes, 28 julio 2009. Recorro una ciudad en obras en bicicleta. Cuando la gente se acerca demasiado a ver cómo trabajan en las zanjas, un hombre con un megáfono les advierte que se alejen. Pienso que los tratan como animales. Yo paseo entre ellos, pero sé que no pueden verme.
+
Pateta llega a casa cargado con material escolar. Lo reparte entre mi hermana y mis primas que, como son niñas pequeñas, se ponen muy contentas. Le pregunto si quiere tomar algo, pero actúa como si yo fuera invisible. Cuando está seguro de que las niñas están entretenidas, va a la cocina, abre el frigorífico, mete la cabeza y dice, como si hubiera alguien dentro: Traigo un montón de noticias.

accidentes

lunes, 27 julio 2009. Estoy esperando a Masip en el parque, junto al kiosco "Los paragüitas". Mientras espero, intento aprenderme de memoria alguno de sus poemas.
+
Acabo de dar de merendar a un niño chino muy pequeño. Después le digo a mi suegra que se acueste y descanse porque ya es muy tarde, pero ella sigue lavando un mantel. Tengo miedo de que resbale con el agua y se caiga. En ese momento suena el teléfono, es Daniel. Le digo que tengan cuidado porque he soñado que Ángeles tenía un accidente de coche. En ese momento oigo que Ángeles ha llegado a casa y le dice a Daniel que ha tenido un accidente. Daniel cuelga el teléfono. Me doy cuenta de que estoy en mitad de la calle con un teléfono sin cables en la mano.

mar mudo

domingo, 26 julio 2009. Bajo a la playa, hace un día espléndido. En la arena se van acumulando piedras según me acerco a la orilla. También se hace de noche a cada paso, hasta el punto de no ver nada. Miro hacia el mar y se enciende una farola. Gracias, digo. Busco piedras. La más bonita es demasiado grande para llevármela, es blanca con dibujos azules diminutos de culantrillo. Otra es plana, con forma de lagarto. La más pequeña es amarilla. Es tan bonita que me la meto en la boca, inmediatamente se transforma en arena que escupo en el mar. Pregunto en voz alta refiriéndome al escritor Chivite: ¿Crees que si le dijera que quedáramos aquí para coger piedras, vendría? El mar no contesta.

londres y larvas

viernes, 24 julio 2009. Hablo con mi hermana por el portero automático, le pregunto por mi madre. Dice que no está, que ha desaparecido y están muy preocupados. No entiendo nada. Mi hermana empieza a hablar, como si nada, de un viaje a Londres. Intento retomar el tema, le pregunto si tiene alguna idea de dónde ha podido ir nuestra madre. Responde que ya tenían los billetes comprados porque quería ver la Tate Modern, pero que al final han decidido dejarlo para otra ocasión. Allí la dejo, hablando a través del portero, mientras me alejo hacia donde creo que puede estar mi madre.
+
Encuentro una larva de gusano en una esquina del techo. Tiene el grosor de un dedo índice. Le pregunto a Alberto si será peligroso o sólo se convertirá en una mariposa. Cuando nos acercamos a verlo, hay cientos de larvas por toda la habitación. Alberto intenta despegar una con un vaso de plástico. Lo único que consigue es que varias exploten. Tengo la ropa llena de diminutos puntos marrones. No sé si son sangre de las larvas o miles de huevos.

panadero

jueves, 23 julio 2009. Estoy sentada sobre el mostrador de una panadería, me cuelgan los pies. Veo pasar a mi madre conmigo de niña de la mano, le hago señas, no me ve. También veo pasar a algunos amigos, les digo que me ayuden a bajar, pero no me oyen. El panadero se ríe a mis espaldas, pero es una risa dulce que también me hace reír a mí. Voy a intentarlo sola, le digo. Intento bajar agarrándome con las puntas de los dedos a los salientes de los ladrillos, como si estuviera haciendo escalada, pero hacia abajo. Cuando llego al suelo, me hecho a llorar desconsoladamente y trepo de nuevo al mostrador. El panadero me pregunta qué ha pasado. Acabo de recordar que mi hermana está muerta, le digo.

koala

miércoles, 22 julio 2009. Estoy sentada junto a la puerta que daba al patio del comedor de la casa de mi abuela, como entonces, la luz que deja pasar la persiana de madera es maravillosa. Hacía mucho que no tenía esta sensación, pienso. En ese momento aparecen tres personas sentadas en el sofá. Una de ellas, un hombre al que nunca he visto. Anoche estuve chateando con tu amigo el koala, dice. Yo no digo nada. El chat se llamaba Farmacia y le vendí unas cuántas drogas, dice. Tu amigo el koala me dijo que era gay. Pienso que ese hombre quiere provocarme con sus mentiras, así que sigo sin decir nada, disfrutando de la luz que entra por la persiana.

gafas de sol milagrosas

martes, 21 julio 2009. Mi madre hace los gorgoritos de La flauta mágica, entran por la ventana del que fue mi dormitorio. Intento imitarla. Busco unas gafas de sol, me miro al espejo y observo que llevo el pelo corto y me queda realmente bien. Al quitarme las gafas el pelo vuelve a ser largo y me queda realmente mal. Le pregunto a mi madre si entiende los motivos de tal milagro. Tú nunca has tenido oído, pero tu hermana podría cantar igual o mejor que yo, me dice como única respuesta.

citron

lunes, 20 julio 2009. Llego al restaurante Citron de la Plaza de la Merced. La barra me queda muy alta, me encaramo, le digo a un camarero bastante mayor que quiero reservar mesa para la hora de comer. ¿Para cuántos?, pregunta. Para uno. Suelta el bolígrafo y junta las manos como lo haría un cura que fuera a darme un consejo. Comer solo es muy triste, dice. Puedo comer en la barra, respondo. El hombre niega con la cabeza y se dispone a escribir en un cuaderno muy grueso. Nombre y profesión, dice. ¿Profesión?, ¿para qué? Me mira con gesto de impaciencia. Escribo poemas. Eso no es ninguna profesión. Cierra el cuaderno de un golpe y salgo a la calle. Un chico joven con delantal rojo me sigue. Yo te daré de comer si me enseñas a leer, dice. ¿No sabes leer? Sé leer, pero no sé leer durante mucho tiempo ningún libro porque me aburren todos.

almendras

sábado, 18 julio 2009. Salgo de casa con la intención de comprar almendras, pero es difícil dar con un puesto que venda almendras con piel y sin tostar. Una chica me hace señas y me ofrece una bolsa de papel con almendras. Le digo sorprendida que son justo las que quería. Me dice que su madre las vende en el nuevo centro comercial. No sé de qué me habla. El centro comercial que hay al lado de tu casa, dice. Miro a lo lejos y efectivamente hay un centro comercial enorme con una fachada metálica llena de aristas brillantes.

ceras comestibles

viernes, 17 julio 2009. En una habitación con sillas verdes de instituto, una chica reparte cajas de ceras de colores. Dice que cada caja es de un gran artista y que si adivinamos de quién podremos conocerlo personalmente. Cuando abro la caja que me ha tocado veo que contiene ceras cuadradas, parecen tizas o barras de plastilina, están usadas, sobre todo las de color rojo. A pesar de estar usadas mantienen un exquisito orden de colores. Son del poeta David González, digo. La chica dice que he acertado y que podré conocerlo. No le digo que ya lo conozco, que David y yo somos amigos, por si pierdo la oportunidad de verlo. Al volverme David está sentado en mi silla. Actúo como si no lo conociera, le pido que haga un dibujo para mí, se ríe y nos comemos unas cuántas ceras. Efectivamente son blandas como la plastilina. Nos abrazamos, noto sus costillas bajo la ropa, sus pómulos se clavan en mi cara. Me preocupa su extrema delgadez pero no le digo nada. No te preocupes, me dice como si pudiera leerme el pensamiento. Nos besamos. Cuando abro los ojos estamos en la calle y caminamos muy juntos. Le digo que no debemos volver a besarnos porque no puedo amar a dos hombres a la vez. David me agarra la mandíbula con una mano, estira el brazo y me observa unos segundos con los ojos entornados. He podido notar cómo me empujaban todos esos hombres desde la punta de tu lengua, dice. Me echo a llorar, no digo nada, sólo pienso que eso que ha dicho me parece un poema precioso.

mathias

jueves, 16 julio 2009. Llego a un piso compartido donde viven varias chicas. No las conozco, no las saludo, sólo quiero encontrar una habitación con una cama libre para dormir. En una de ellas está el actor Alberto Sanjuán. Hace ejercicios de yoga. Le pregunto si puedo dormir en su cama, no pienso molestar, le digo. Me dice que puedo quedarme siempre que no lo llame por su nombre. Llámame Mathias, dice.

coro, lluvia y botones

miércoles, 15 julio 2009. La poeta Sofía Castañón me llama por teléfono para que ponga la radio. Yo voy por la calle y saco del bolso una radio enorme. Dice que escuche la última versión que Sr. Chinarro ha hecho de nuestros poemas. En la radio suena un coro angelical de niños cantando. No entiendo nada.
+
Hace sol, llueve a cántaros, yo estoy sentada en una plaza escribiendo en un cuaderno. Según escribo, la lluvia va borrando las palabras.
+
Entro en una mercería a comprar elástico para la cintura de unos pijamas que he cosido. Veo que hay cajas con botones de distintos modelos. La dependienta, como si me leyera el pensamiento, pone en el mostrador una caja con botones con la cara de Heidi y Pedro. Le digo que sólo quiero elástico. A la hora de pagar, la chica me devuelve todas las monedas que le he dado. Una es de un país que no existe, otra una ficha de cabina telefónica, otra un botón.

casero

martes, 14 julio 2009. El escritor Chivite ha organizado un encuentro de deportistas orientales en una nave industrial. Según llegan los va sentando en mesas de ocho, todos van vestidos con chándal blanco. La encargada del discurso inaugural es Scarlett Johansson. Cuando se sube al estrado, todos los deportistas se quedan absolutamente callados. Scarlett se echa a llorar.
+
Llego caminando a una casa con la que ya he soñado varias veces, una casa mata con un jardín descuidado. Como en otros sueños, pregunto a una chica si le quedan habitaciones libres. Me recomienda que me instale por semanas porque es más barato. Al decirle que no me interesa una semana, dice que mejor hable con el casero. El poeta Antonio Blanco sale de la casa y se sienta en el jardín. Me extraña verlo vestido de blanco, él que siempre va de negro. Habla como si no me conociera, explica las ventajas de alquilar por semanas. Le digo que me gustaba más de negro, cuando se comportaba como Blanco. Ahora soy el casero, dice. Le digo que ni siquiera voy a pasar una noche completa en la habitación, que sólo la necesito para descansar un rato y contar el dinero que me queda. Él echa un vistazo a la bolsa que he dejado en el suelo. Con ese dinero podrías quedarte toda al semana, dice.

clases de dibujo

lunes, 13 julio 2009. Llego tarde a clase. El edificio está vacío, ni siquiera tiene paredes, sólo columnas y una puerta que da a una clase ruidosa. Entro. La profesora me dice que me vaya, que ya son demasiados días llegando tarde. Intento explicarle que tengo que hacer mil cosas antes de salir de casa y busco en el bolso mi cuaderno de dibujo para demostrarle que he terminado todos los trabajos, pero el cuaderno no está. Me dice que deje de hacer el tonto, me siente y dibuje. Busco cuadernos limpios donde dibujar, pero todos los que encuentro están pintarrajeados.

los 80

domingo, 12 julio, 2009. Alberto y yo caminamos muy juntos por la calle. En una fachada anuncian telas estampadas. Una de ellas me recuerda a una falda tipo pareo que tuve en los 80. Cuando miro nuestras sombras en la acera me fijo en que llevo el pelo cardado a lo Robert Smith.
+
Me paso un rato intercambiando monedas con el cajero de un supermercado. Le digo que elija él las monedas que va a cobrarme porque no veo bien con las gafas nuevas, pero en realidad es porque se me ha olvidado sumar y restar.

tren y postres

sábado, 11 julio 2009. He quedado con María Eloy-García en la desaparecida librería Denis. Ella y Rocío, están sentadas junto al mostrador. María dice que tiene una sorpresa para mí. En el callejón de atrás hay un tren de juguete. Montamos. El tren nos lleva por calles que nunca había visto, calles con tiendas antiguas especializadas. Hay calles en las que sólo venden botones, otras donde sólo venden gomas de borrar. Le pregunto a María por el nombre de las calles para poder llevar a Alberto otro día. María dice que por esas calles sólo se puede ir en ese tren porque son calles muy peligrosas, dice que hay que tener cuidado con el conductor, porque puede salir y atracarnos en cualquier momento. El tren para en un descampado. Es un descampado sin salida, dice Rocío asustada. Estamos preparadas para defendernos. De la cabeza de tren sale una niña muy pequeña. Se quita la gorra de conductor, ni siquiera nos mira. Sólo dice: Mi trabajo por hoy ha terminado.
+
Marina, una amiga de la familia, ha preparado la cena. Nos reúne en el comedor de la casa de mi abuela. Dice que sólo cenaremos postre y que esos postres hay que comerlos con las manos. Pone en el centro de la mesa dos fuentes enormes y mi familia se sirve como puede.

lectura

viernes, 10 julio 2009. Observo una lectura desde la puerta de un salón de actos. Una chica, que parece Begoña Abad, lee poemas. Cuando termina me señala. Los poemas eran suyos, dice. El público mira hacia la puerta. Yo salgo corriendo.

puertas

jueves, 9 julio 2009. Una niña me pide que la ayude a encontrar una bolsa. No me dice más. Vamos abriendo las puertas de una casa. Detrás de las puertas hay de todo, habitaciones vacías, campo, gente durmiendo. En una está mi amigo Emilio en la cama. Le pregunto si ha visto una bolsa de plástico. Dice que lo deje dormir porque ha quedado con Francis, muy temprano, para ir a pescar. En la siguiente puerta está Francis pescando con su hijo. En la última, oscura y sin ventanas, hay una bolsa de plástico. Se la doy a la niña. La mía tenía dentro zapatos y esta sólo tiene pañales, dice decepcionada.

palomitas

miércoles, 8 julio 2009. Alberto cena en el hall de un cine. Me acerco al hombre que vende palomitas, me cuenta que van a cerrar, que no sabe de qué va a vivir porque lleva 30 años haciendo lo mismo y no sabe hacer otra cosa. Sólo sé hacer palomitas, dice. Y me ofrece un vaso con jarabe y palomitas flotando en la superficie. Me da mucho asco, pero me como algunas para no despreciárselas. Cuando vuelvo a la mesa, Alberto no está. Voy a la barra a pagar la cuenta. La camarera me pregunta por un reloj. ¿Dónde te has comprado el reloj que llevabas el otro día?, dice. No sé de qué me habla, le digo que jamás uso reloj. Como insiste, le digo que lo compré en un kiosco, que era de plástico. Cuando vuelvo a la mesa, Alberto está cenando otra vez. Dice que olvidó que ya había cenado y ha vuelto a pedir comida. La camarera lo oye, le quita el plato y lo tira a la basura. Busco al hombre de las palomitas para despedirme, pero me dicen que ha muerto.

el hombre de las libretas

lunes, 6 julio 2009. Al pasar entre el mar y el muro de los astilleros Nereo, veo junto a la puerta un montón de cajas con libretas. En cada libreta hay escritas un montón de listas. Listas de cosas importantes, como nombres de gente que debe morir, y listas insignificantes, como listas de a compra. Una de las libretas es más grande, parece un diario, y cuenta la vida del dueño de todas esas libretas. Al parecer fue estudio de psiquiatras, cuenta cuánto sufrió por su obsesión y por las pruebas a las que lo sometieron. Quiero llevarme todas las cajas a casa para que no se las lleve el mar, ya que entre el mar y el muro no hay más que un metro. Un hombre sentado en las rocas me observa y, como si leyera mis pensamientos, dice: La marea acabará con todo. En ese momento me doy cuenta de que empuja hacia el agua un brazo que sale entre las rocas. Lo empuja varias veces indiferente a mi cara de horror. Pienso que ha matado al dueño de las libretas y lo oculta entre las rocas. Otra vez, como si me leyera el pensamiento, dice: Nadie iba a creerte.
+
Subo con Juano hacia la iglesia de la Victoria, hay cuerdas de una acera a otra de donde cuelgan moluscos. Juano agarra unos cuantos y se los come. Le digo que los moluscos me dan asco, pero que él coma tranquilo. Han llenado la plaza de buganvillas fucsias, el suelo y las escaleras. El viento las mueve de un lado a otro. Menudo espectáculo, pienso. Corro detrás de ellas tratando de fotografiarlas. De repente recuerdo que tenía un examen y que llego tarde. Corro hacia el colegio, que queda cerca, pero a mitad de camino oigo decir que son las seis. Me doy media vuelta. La gente camina por la acera hacia la iglesia, yo camino por el filo de un muro encalado. No sé bajar de allí, pienso que si salto me partiré las piernas. Pienso que alguien me ayudará, pero por más que les hago señas no me hacen caso. Otra vez estoy en modo invisible, pienso. A lo lejos veo la espalda de Ana Artacho, una compañera de 8º EGB. Sigue teniendo el pelo igual de bonito, pienso desde lo alto del muro.

cita

domingo, 5 julio 2009. He quedado con alguien, me cuesta andar por la calle, empieza a llover, pierdo las sandalias, llevo una bolsa de viaje muy pesada. En una plaza se amontona la gente, todos deben cruzar a través de un edificio. Me pongo a la cola. Entro. Cuando me toca salir por la otra puerta, un chico me pide 100 euros. Me echo a llorar porque ya no llego a tiempo a mi cita y encima llegaré sin zapatos y con el pelo mojado. El chico dice que me deja pasar sin pagar porque es su cumpleaños. Salgo a la acera y busco en la bolsa algo que regalarle. Mientras busco, sigue lloviendo, sigo mojándome.

rosamari

sábado, 4 julio 2009. Rosamari, mi amiga de 1ºEGB a la que no veo hace más de 20 años, coloca sobre un muro encalado una fila de hormigas. Las coloca una a una. Cuando voy a preguntarle para qué lo hace, me hace callar poniendo el índice sobre sus labios.

consciente

viernes, 3 julio 2009. Estoy apoyada en un malecón, el mar es de un azul transparente y denso a la vez. Sobre el agua hay cuatro colchones de corcho blanco. Envidio a los que se tumban sobre ellos o se suben para saltar al agua. Alguien me pregunta por qué no me baño. No tengo bañador, le digo. Y en ese momento pienso que da igual que me bañe vestida o desnuda porque sólo es un sueño.

operación urgente

jueves, 2 julio 2009. Una enfermera y un enfermero me acompañan por unos pasillos con puertas de cristal que se abren automáticamente. Se supone que es un hospital pero más bien parece una cárcel. Oigo que cuchichean entre ellos que tienen que operarme urgentemente.

hoy empieza todo

miércoles, 1 julio 2009. Caigo desde una terraza sin barandilla a un patio donde dos niñas están tomando el sol. Alguien protesta de un vecino. Intento irme sin que me vean. No sé cómo he llegado a uno de los pasillos del colegio, mi madre dice que ya no sabe dónde poner los trastos de mi hermana. Miro los pasillos y están vacíos. Caben muchos muebles, le digo, pero sigue protestando sin mirarme. Le ofrezco dos bolsos que me alguien me ha regalado. No me gustan, uno es naranja y el otro azul. Ni caso. Empiezo a sospechar que soy invisible.
+
Alguien me lleva agarrada del cuello. Dice que cuando llegue a la esquina debo golpear a la persona que está esperando el bus. No me muevo. La persona que me lleva me usa entonces para golpear. En la lucha, veo que se me ha roto el colgante que llevaba al cuello. Me duele más que el colgante se haya roto que los golpes.
+
Camino. Sólo veo mis piernas y las de otra mujer que va a mi lado. Confianza, pienso. A partir de hoy voy a ser otra persona, pienso.