sábado, 11 julio 2009. He quedado con María Eloy-García en la desaparecida librería Denis. Ella y Rocío, están sentadas junto al mostrador. María dice que tiene una sorpresa para mí. En el callejón de atrás hay un tren de juguete. Montamos. El tren nos lleva por calles que nunca había visto, calles con tiendas antiguas especializadas. Hay calles en las que sólo venden botones, otras donde sólo venden gomas de borrar. Le pregunto a María por el nombre de las calles para poder llevar a Alberto otro día. María dice que por esas calles sólo se puede ir en ese tren porque son calles muy peligrosas, dice que hay que tener cuidado con el conductor, porque puede salir y atracarnos en cualquier momento. El tren para en un descampado. Es un descampado sin salida, dice Rocío asustada. Estamos preparadas para defendernos. De la cabeza de tren sale una niña muy pequeña. Se quita la gorra de conductor, ni siquiera nos mira. Sólo dice: Mi trabajo por hoy ha terminado.
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Marina, una amiga de la familia, ha preparado la cena. Nos reúne en el comedor de la casa de mi abuela. Dice que sólo cenaremos postre y que esos postres hay que comerlos con las manos. Pone en el centro de la mesa dos fuentes enormes y mi familia se sirve como puede.
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Marina, una amiga de la familia, ha preparado la cena. Nos reúne en el comedor de la casa de mi abuela. Dice que sólo cenaremos postre y que esos postres hay que comerlos con las manos. Pone en el centro de la mesa dos fuentes enormes y mi familia se sirve como puede.