baile absurdo

sábado, 26 diciembre 2011. Un grupo de chicas y chicos hacen una rueda y se mueven como si bailaran. Da un poco de vergüenza ajena mirarlos. Las chicas dicen a los chicos que no saben bailar. Una los defiende diciendo que ellas bailan sobre hierba y ellos sobre asfalto, aunque todo el suelo de arenilla blanca. A mi lado hay una chica con un bebé sentada en sus hombros. El bebé me habla como s fuese un adulto. Le pregunto a la chica qué edad tiene. Todavía no ha cumplido el año, pero habla perfectamente desde los seis meses, dice. Tanto la chica como el bebé llevan el pelo con un corte años veinte y teñido de blanco.

cristales

viernes, 25 noviembre 2011. Estoy delante del ordenador, tengo que escribir algo, pero no puedo concentrarme porque el vecino hace ruido con un martillo. Además suena el teléfono y alguien llama a la puerta, a la vez. No hago caso. Intento concentrarme, pero el ordenador no funciona, sólo aparecen páginas en color azul. Busco mi vieja máquina de escribir y me pongo a teclear con prisa. Noto que los dedos me duelen y me sangran. Me fijo en que cada tecla lleva encima una capa de cemento con cristales rotos y puntiagudos. Me recuerda a una tapia que había al lado de la casa de mi abuela, me paso la mano por la cara para detener ese pensamiento y ponerme a trabajar, pero la sangre de las manos se me mete en los ojos y no veo nada.

banzai

jueves, 24 diciembre 2011. Andrés está al otro lado del ventanal agarrado a la baranda, se balancea, dice que piensa tirarse. Has visto demasiadas películas japonesas, le digo y cierro la ventana.

souvenirs gigantes y velas góticas

miércoles, 23 diciembre 2011. Juan ha construido una casa con sus propias manos. Dice que sólo necesitó un cuadrado de cemento de diez por diez. Me enseña los planos, están en el sótano colgados de la pared con cuatro chinchetas. En el sueño Juan tiene cinco hijos, tres niños y dos niñas. También vive con un oso, un cerdo y un búho. Al llegar a la casa el búho se me posa en el hombro. Todos se asombran porque, dicen, siempre ataca a las visitas. El oso y el cerdo duermen al lado de su mesa de trabajo, entre montones de folios escritos. Las hijas pequeñas me enseñan cada rincón de la casa. El sótano da a un gran huerto. Al salir, una de las niñas me dice que voy descalza. Me ensucio de barro hasta las rodillas. Alrededor del huerto Juan ha colocado los típicos souvenirs que trae uno de los viajes, pero tamaño gigante. Uno compra cosas sin ton ni son y después no sabe qué hacer con ellos, ¿no?, le digo. Recuerdo dónde y cuándo compré cada uno, volvería a hacerlo, dice, no me arrepiento de nada.
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Encuentro dos velas encendidas detrás de la cortina. Pienso que he tenido suerte porque podría haberse incendiado la casa. En cada vela hay escrito una palabra con letras góticas: Michelle Pfeiffer.

gluts

lunes, 21 noviembre 2011. Una chica se me acerca por la calle y me dice que hay dos mensajes para mí. La acompaño a una centralita improvisada que cuelga de la pared. La chica pone y quita cables y después me dice que escuche. Oigo la voz de Manuel, dice que ha vuelto de Roma pero que no llegará a tiempo de recoger a su hija. No entiendo nada, ni que los mails ahora sean hablados y en la calle, ni de qué hija habla Manuel porque Manuel no tiene hijos. Se nota que son buenas noticias, dice la chica. Un camión vuelca un montón de vestidos de niña sobre los adoquines de la Plaza de la Merced. Me pongo a doblarlos con cuidado y los voy colocando sobre un banco de piedra. Aparece una niña, dice que el nuevo novio de su madre la ha dejado sola en la calle y ahora no sabe volver a casa. ¿Y tú padre? La niña señala un elefante aparcado en doble fila. Como si fuera lo más normal del mundo, reconozco en la matrícula al elefante de Manuel y pienso que quizá esta es la hija que decía que no podía recoger. La niña tiene frío. Me subo al elefante con ella y la arropo tirando de la piel del animal, que es tremendamente elástica. Le cuento historias sobre sus vestidos mientras esperamos a que Manuel salga. Manuel sale del bar con un trozo de pizza en la mano. Dejo a la niña dormida sobre el elefante y bajo a hablar con él. Tienes que explicarme muchas cosas, le digo. Mira lo que sé hacer, dice. Manuel se mete un trozo de pizza, los mastica, se tapa la nariz y aprieta. Un líquido verde sale de su nuez a toda presión. Eso es Gluts, dice satisfecho.

equilibrio y ventanas

domingo, 20 noviembre 2011. Camino con mi sobrino Darío de la mano. Me cuenta que un hombre le ha dicho que si es capaz de adivinar cuántas ventanas tiene una casa, se la regalará. Es una casa muy grande, con tres plantas y muchas habitaciones, podrás quedarte a dormir en mi cuarto, dice. ¿En qué piensas?, me pregunta. Pienso en un elefante-jinete montado a caballo. El caballo está loco y tira de él. El elefante hace equilibrios con las cuatro patas, muy juntas sobre el lomo del caballo. Con la trompa agarra las riendas. El caballo corre y gira y babea con la boca abierta. ¿En qué piensas?, ¿en qué piensas?, me grita Darío tirándome de la mano. Pienso que esa casa tuy debe de tener muchas ventanas, le digo.

en el tiempo

viernes, 18 noviembre 2011. Manu Sánchez hace un monólogo en un bar. El bar está muy oscuro, las paredes son de ladrillo visto y tienen nichos donde el público puede sentarse. También hay fanzines clavados con chinchetas en un mural de corcho. Veo a Daniel de lejos y me acerco. Señalo una de las revistas, una versión muy primitiva, y a fotocopias, del Rockdelux, pienso que he viajado al pasado. Le digo que me gustaría decirle al editor que su revista será la mejor en el futuro. Por ahí sale, dice Daniel y corre tras un chico. Manu empieza a hablar y me meto en mi nicho. Una chica me pregunta si después iremos a otro bar. Le digo que no puedo, que Alberto me está esperando en un bar de mi época.

cresta verde, té verde y kimono

jueves, 17 noviembre 2011. Encuentro a María mirando la ventana de la que fue mi casa de niña. Le recuerdo que la casa la tiraron y ese edificio ya no tiene nada que ver conmigo. Sólo espero a mi hermana, dice. Su hermana llega, es enorme, nos pregunta si sabemos algo del nuevo libro de Harry Potter. Tú debes saberlo, dice, lo publica Ferran. Me extraña y me alegra a la vez, porque pienso que va a vender muchísimos. Un camión descarga varios palés de libros a las puertas de un bar. Alguien se ha olvidado una caja con una camisa y pienso que se perderá entre los libros, la recupero y voy preguntando, bar por bar, de quién es. En un pub años 70, con asientos de obra y cojines de flores, un hombre me dice que deje de hacer el tonto y ayude a recoger los cojines de afuera por si llueve. Un tipo, mitad mago Tamariz, mitad Ocaña, me dice que si no me acuerdo de él. Ni idea. Se quita la gorra por si así lo reconozco. Intento esquivarlo. Aparece Héctor, me alegro muchísimo de verlo, lo abrazo. Ya ha pasado todo, me dice. Unos pasos más allá veo a Antonio casi irreconocible: lleva el pelo teñido de negro con una cresta punki verde y una trenza muy larga recogida en la nuca. Me dice, muy contento, que la trenza es de junco teñido y que es postiza. No digo nada. Nos sentamos a comer en una mesa enorme. Al principio no reconozco a nadie, pero al fijarme veo que se trata de mi familia. En la esquina opuesta distingo a Juan, lo saludo con la mano, feliz. Nos hablamos desde lejos, haciéndonos señas. Me señala lo que está bebiendo, té verde con frambuesa. Señala una lata que mi hermana ha abierto y me explica que en realidad me la trajo a mí. Se ríe. Nos reímos. Le digo que quiero regalarle un kimono. Se ríe. Me fijo en que llevo puesto un albornoz, me siento muy triste. Me levanto, salgo a la calle y me siento en la acera a tomar el sol.

el fernando alonso de los trajes de novia

miércoles, 16 noviembre 2011. La madre de Alberto está en la cama, entro a abrir las cortinas, a preguntarle cómo ha dormido y a contarle algunas noticias da tele. Le digo que han aprobado la ley de divorcios. De repente, se levanta sola de la cama, me tira cosas, todo lo que encuentra a su paso, me grita que si me divorcio me mata. Intento decirle que sólo era una noticia de la tele, pero las palabras no me salen. Por un lado me alegra que vuelva a andar, por otro temo que me mate de verdad.
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Me despiertan unos ruidos en la terraza, me asomo por detrás de las cortinas si llegar a abrir la puerta. Mi vecina y un albañil están haciendo obra en mi terraza, me pregunto cómo habrán entrado, si habrán saltado el muro. Les oigo hablar de los cambios que van a hacer. Voy a ducharme y a vestirme para salir y decirles algo, pero tampoco sé que puedo decir porque la obra ya está hecha. En el cuarto de baño hay varias chicas maquillándose. No entiendo qué hacen en mi casa. Una de ellas le cuenta a las otras que no quiere saber nada de los hombres, que a partir de ahora sólo se acostará con mujeres. Pienso que igual no notan mi presencia y entro a ducharme. Una de ellas dice que quiere ducharse conmigo.
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Camino con Virginia por calle Carreterías. Dice que es incapaz de recordar el apellido de Virginia. Virginia eres tú, le digo. No sé si habla en serio o en broma, pero no le digo nada. Le digo trucos para recordar datos, le cuento cómo me aprendí hace años la tabla periódica de elementos y aún hoy la recuerdo. Mientras miramos zapatos en un escaparate. Virginia saluda a Mario. Yo también. Ella no entiende de qué podemos conocernos. Le explico que estudiamos juntos, que él se hizo diseñador de alta costura. Virginia me mira asombrada. ¡Mario es el Fernando Alonso de los trajes de novia!, dice levantando el índice. Mientras Mario, en un coche deportivo, lee una revista.

letra erre

lunes, 14 noviembre 2011. Recibo varios mails donde alguien dice que Juan y yo somos la misma persona porque, después de leer atentamente nuestros poemas, usamos el mismo tipo de erre. Se lo cuento a mi madre para que se ría, pero está muy preocupada porque mi hermana quiere echarla de su propia casa. Mi madre mueve muebles de un lado a otro. En una de las paredes hay un paisaje de árboles enormes. No sé si es una ventana o una pantalla gigante. Le digo a mi madre que no se preocupe por nada y que disfrutemos de las vistas.

pompeyo gener, taxista

domingo, 13 noviembre 2011. Estoy en una fiesta en casa de Virginia. No conozco a nadie y me quedo en la cocina, observando. De repente aparece mi padre, no sé de dónde sale, pero dice que es muy tarde y lo acompañe a la parada de taxis. Mientras vamos caminando por la calle me advierte que sólo se meterá en el taxi si el taxista es Pompeyo Gener.

gato morboso y deseos de caer

viernes, 11 noviembre 2011. Un gato gris y enorme se empeña en arrastrar sus patas sobre los cristales de un vaso que se me acaba de romper. No sé cómo detenerlo.
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Me lanzo al mar desde una avioneta. Mientras caigo, deseo no llegar al agua nunca y seguir cayendo.

muestras de veneno

jueves, 10 noviembre 2011. Alguien guía a un grupo a una sala de actos. Voy entre ellos. Cuando veo los asientos de madera y y la cara de los que están en el estrado, pienso que ya he estado allí y sé lo que va a pasar. Efectivamente nos comunican lo que yo ya sabía, la muerte de una chica. Hablan de que ha tomado veneno por error. Un tipo pasa por los asientos dándonos una muestra de veneno. Nos advierten que probemos sólo un poco. Todos se ponen una gota en la muñeca y prueban. Si yo ya sé lo que va a pasar, ¿qué debería hacer?, le pregunto al tipo que está a mi lado, ¿decirle que se equivocan o largarme? El tipo me manda callar. Yo intento decirle a alguien que a la chica la ha matado su marido, que no tomó ningún veneno por error, pero nadie parece querer escucharme.

musical country

miércoles, 9 noviembre 2011. Estoy leyendo un libro. Cada vez que levanto la vista aparece ante mis ojos un musical country en el que los personajes del libro bailan en un granero. Entre ellos baila San Shepard. Por un lado quiero que desaparezcan y para eso sólo tendría que cerrar el libro, pero por otro no quiero dejar de ver bailar a Shepard, que es de nuevo joven y guapo.

desfiladero

lunes, 7 noviembre 2011. Camino con Salvador por el desfiladero de El Chorro. Hay militares con muy mala pinta. Pienso que en cualquier momento van a dispararnos o a empujarnos al vacío. Después de caminar un rato en silencio, aparecen grupos de niños acampados y algunas familias. Una niña tiene delante una caja de piedras muy brillantes, me cuenta que lleva varios años puliéndolas con agua. También tiene una caja con cuadrados hechos de resina donde ha metido botones, cuentas de collar y trocitos de pan de oro. Le pido que me enseñe a hacerlos. Me regala uno y dice que la acompañe al servicio. El desfiladero se convierte en el hall de un hotel, hay muchas puertas iguales, mientras ella busca cuál es la de los servicios, yo empujo una y ha están unas duchas y unas letrinas muy sucias.

caos

viernes, 4 noviembre 2011. Me despierto sobre una montaña de ropa en la que parece la casa de mi abuela. Los muebles, sin embargo, son los de la casa de mi suegra. Se supone que ha habido una fiesta aunque más bien parece que haya pasado un tornado. En distintas habitaciones encuentro varias chicas que también acaban de despertarse. Les digo que tenemos poco tiempo para limpiar y dejarlo todo en su sitio. Una de ellas usa la aspiradora para recoger calcetines del pasillo, otra se pone a jugar con unas figuras de porcelana sobre la mesa de comedor a pesar de que está cubierta de restos de comida. No sé por dónde empezar a ordenar y limpiar.

quiche y cristales

miércoles, 2 noviembre 2011. La vecina del sexto y su hija me hablan de recetas. Presumen de hacer las mejores quiches. Sacan del horno unos huevos revueltos con patatas. No hago comentarios, les digo que ya volveré otro día. Al llegar a la que era la casa de mi abuela, un niño me lanza trozos de cristal a una velocidad enorme. Consiguen hacerme cortes en las manos. La madre del niño está en la otra acera mirando sin intervenir. Intento entrar en la casa, pero tiene varias cadenas y varios candados. Aporreo la puerta para que me oigan. Nada. Me duelen y me sangran las manos.

tickis

martes, 1 noviembre 2011. Llegamos a un bar con la barra en forma de U. El camarero me suena, me recuerda a Natalio el de "Galería de arte". Me fijo en que sólo llevo una falda blanca de mucho vuelo hasta los pies. Parece un vestido de novia al que le falte la parte de arriba, sin embargo nadie me mira. Voy al servicio. El servicio es una habitación sin paredes ni techo. Está rodeado de un bosque de eucaliptos. Cuando estoy orinando aparece Dani con un amigo entre los árboles y me hacen fotos. Intento bajarme la falda, pero es demasiado tarde y además me la he mojado. La mojo entera en el lavabo para que no queden manchas, pero acaba cubierta de barro. Cuando vuelvo me siento con Ángeles, la madre de Dani. Tampoco se extraña de que vaya desnuda con una falda mojada de vestido de novia. Por la calle, Dani me dice: ¿A que soy muy malo? Lo miro sin responder. Insiste: Dile a mi madre que soy muy malo. No pensaba contárselo, pero ya que insistes, digo. Le cuento lo de las fotos y que además, cuando estaba entre los eucaliptos, lo vi comerse unas cacas en forma de canica. ¡Tickis!, dice Ángeles muy contenta, los dos se ríen. No comprendo nada, sólo les pido que borren las fotos.