la casualidad es un bolso verde

viernes, 31 diciembre 2010. Alberto y yo subimos en bus por la calle Victoria. Nos bajamos frente a San Lázaro. Se supone que vamos al cine Zayla. Nos cruzamos con Camilo. Va del brazo de una chica muy guapa. Del hombro derecho cuelga el bolso de ella. Qué casualidad, pienso, el bolso verde que ayer mismo vi en Hakei. Pienso que debe de estar muy enamorado para llevarle al bolso a su novia. Cuando nos acercamos al cine, le digo a Alberto que se dé prisa, porque todos los que iban en el bus con nosotros se nos han adelantado y están formando una cola. Eso es imposible, sería mucha casualidad, dice.

las tinieblas y las mantas

jueves, 30 diciembre 2010. Juan está en la cama. Un librero le muestra varios libros como si fuesen camisas que debe elegir para vestirse. Los mira, los sopesa. No está el que le he pedido, dice. Es que ése ya lo tiene, responde el librero. Juan deja los libros sobre la cama y se echa a dormir. Quiero otro ejemplar de "El corazón de las tinieblas" para regalárselo cuando me vaya de casa, dice sacando la cabeza de entre las mantas.

baile de huesos

miércoles, 29 diciembre 2010. En una especie de stand hay números atrasados de "El maquinista de la generación". Ojeo las revistas, buscando un artículo del poeta Rafael Calero. Una chica se me acerca y me dice que puedo llevarme las que quiera porque van a tirarlas. Pesan demasiado, además no encuentro lo que busco, le digo. A lo lejos veo que se acerca Carlos. Corro hacia él, lo abrazo. Lleva un jersey de lana de muchos colores. A pesar del jersey he notado cómo te bailaban todos los huesos, le digo.

soledad

martes, 28 diciembre 2010. Mi abuela y mis tías hablan de mí como si yo no estuviera delante. Sé que lo hacen para provocarme. ¡Imbécil!, le grito a una de ellas. Me levanto, le doy un beso a mi abuela y me voy.
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Alberto conduce sin luces por calles sin iluminar. Pienso que vamos a matarnos. Al llegar a una escalera, temo que quiera subirla con el coche. Hemos llegado, dice. Nos bajamos y caminamos al borde de una carretera. El arcén está lleno de plantas secas que se me clavan en los dedos de los pies. Voy descalza.
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Mi madre señala con el dedo, descaradamente, a unos tipos. ¿A eso se le llama estar cachas?, dice en voz demasiado alta. Mi padre me mira para que haga algo. Yo me alejo. Andrés dice que nos tomemos la última mientras esperamos. Nos sentamos en el alféizar de una ventana que empieza a elevarse. Temo perder los zapatos. Me los quito y se los doy a Andrés, pero Andrés es ahora Juan. Le pregunto qué tal está. Como toda respuesta hace un gesto con la cabeza para que mire a sus espaldas. Hay varias chicas preciosas, desnudas, en una especie de piscina de obra llena de un líquido marrón. Me tengo que ir, le digo. Una de las chicas me da las gracias por haberle dado las instrucciones. Ya sabes, dice y me guiña. No sé de qué me habla. Cuando vuelvo donde estaban mis padres, los veo ordenar maletas en dos coches enormes. Pelean por cuál está mejor ordenado.

la familia

lunes, 27 diciembre 2010. Mi familia organiza un festival en un teatro. Al abrir el telón, a la izquierda del escenario, aparecen tres ahorcados. Mi familia quiere que suba al escenario. No, les digo muy tranquila. Tiran de mí, intentan arrastrarme. Trato de explicarles que cuando se dice No la primera vez, ya no se puede cambiar de opinión porque quedaría falso. Se enfadan muchísimo, dicen que les he estropeado la fiesta.
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Toda mi familia y algunos amigos están sentados formando una circunferencia. La silla de mi padre no encaja bien. Se sube al asiento y salta con todas sus fuerzas. La silla se rompe, pero lo peor de todo es que provoca un alud de barro.
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Estoy doblando ropa aún húmeda sobre la mesa del jardín de la casad e mi abuela. Se nota que tengo ganas de largarme cuanto antes. Mi hermana se acerca, insinúa que esa ropa es suya. Las prendas negras o verdes son mías, las blancas o rosas, tuyas. Mi hermana protesta, porque no hay nada rosa, y desordena lo que yo ya había doblado. Después cambia el gesto de odio a felicidad y grita: ¡Hoy podremos ir a esquiar!

secta y habitación de hotel

domingo, 26 diciembre 2010. Dos filas, una de hombres y otra de mujeres, cruzan la calle hacia un edificio enorme con pinta de paraninfo. Van de la mano y vestidos de azul marino. Veo a Alberto entre ellos, intento acercarme para preguntarle qué hace ahí. Alguien me explica que son de una secta. En el paraninfo los esperan unos hombres con traje y corbata, todos de azul marino. Hay muchos niños. Reparten entre los curiosos caramelos y octavillas. Me siento entre el público. Pienso que Alberto se está haciendo pasar por uno de ellos para estudiarlos.
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Estoy en una habitación de hotel. Miro el reloj y pienso que hace demasiado que no recibo ningún mail de Juan. En ese momento aparecen en la tele varios mails suyos, con fotos, donde se le ve subido a una escalera pintando paredes y techos.
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Entro en un edificio en el que parece hay un congreso. No hay nadie en las salas de ponencia, todos están en el bar. En las mesas sólo hay fruta y yo quiero un café. Un camarero me dice que la máquina de café está al otro lado de la calle. Intento cruzar, pero hay tanto tráfico que me siento en el bordillo de la acera a esperar que cambie el semáforo. Una chica me roba el bolso. Pienso que no podrá ir muy lejos porque pesa mucho. La chica lo lanza por encima de una tapia.

la levedad y un ratón

sábado, 25 diciembre 2010. Mi madre y yo dormimos en una cama de matrimonio. La despierto. Me parece que no peso, le digo. Salgo de la cama, salto a cámara lenta hasta tocar el techo. Ven a saltar conmigo, le digo.
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Estamos en un bar colgado de un monte. Es de madera y parece que vaya a caer sobre un pantano enorme. Está pintado de colores chillones, como "El Bartolo" de San Fernando. Para mirar el pantano tengo que agarrarme a uno de los postes amarillos para no caer. Mientras miro al vacío, pienso si Chivite sabrá que existe ese sitio. Los amigos del trabajo de Alberto vuelven de jugar un partido. Dicen que nos lo hemos perdido y que ha sido lo mejor del año. Alberto llega envuelto de una toalla, me señala a la cabeza y se ríe. En la sombra que proyecto veo que llevo una toalla como turbante y sobre el turbante un ratón con el rabo muy largo.

ascensores, donuts y zapatillas de fieltro

jueves, 23 diciembre 2010. Mi hermana se prueba vestidos y botines de tacón muy alto. No parece ella. Cuando se quita los botines me fijo en que lleva un tatuaje en el pie derecho. La miro, no le digo nada.
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Mi hermana me pregunta si voy a comer con ellos. Su marido abre el frigorífico con orgullo. Sólo hay Donuts.
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Espero el ascensor en un portal que no reconozco. Cuando se abren las puertas, entra tanta gente que pienso que se descolgará. El ascensor, en vez de subir, gira a mucha velocidad. La fuerza centrífuga nos pega a todos a las paredes.
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Voy andando por la acera. Noto una sombra enorme detrás de mí, me aparto para dejarle paso. Un hombre enorme me adelanta. Lleva un vestido de mujer bastante feo. Camino detrás de él. No sé si decirle que lo lleva puesto del revés.
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La hermana de mi suegra nos enseña, a dos chicos y a mí, cómo se hacen las zapatillas de fieltro. Mientras cose, los chicos le preguntan si de verdad conoció a Cortázar. Se pronuncia Coltásar, dice ella. Los chicos toman apuntes de todo lo que dice.

primas, kleenex y piedras de colores

miércoles, 22 diciembre 2010. Le regalo a mi prima Cristina unas veinte piedras rojas. Las coloco ordenadas sobre la mesa. Sé que tú cuidarás de ellas, le digo.
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Andrés, su hijo Darío y yo bajamos por un camino de tierra mojada. Cojo una piedra azul. Se la doy al niño. Le digo que no es una piedra corriente, que esa piedra brilla en la oscuridad. El niño corre muy contento con la piedra en la mano. Lo perdemos de vista. Hay fiestas en las calles y temo no encontrarlo. En una plaza enorme lo veo correr hacia mí, me abraza. No me estabais buscando, dice muy triste. Acércate a papá, le digo, y si lo primero que hace es sonarte la nariz, es que estaba muy preocupado. Darío se acerca a Andrés, Andrés saca un kleenex y le dice que se suene fuerte. Lo raro del sueño es que Darío, en todo momento, es un niño japonés.
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Bajo con mi prima Elisa Por una pared vertical. Nos cuesta agarrarnos a unos ladrillos que sobresalen para no caer al vacío. Ella se agarra con una mano mientras fuma con la otra. Está muy enfadada, dice que no entiende qué mal puede hacer el humo de su cigarrillo a los demás. Si todavía soltara oxígeno, le digo, entendería tu enfado. Cuando por fin llegamos al suelo está cubierto de piedras con aristas. No podemos andar. Me agarro a una columna hecha con varios ladrillos, sin cemento, y la rompo. Mi prima se ríe.

ajedrez rectangular y nube muy negra

martes, 21 diciembre 2010. Vivo con una familia que tiene cuatro hijas y cuatro hijos. Los hijos enseñan a jugar al hermano pequeño al ajedrez en un tablero rectangular. El pequeño siempre gana. Es una eminencia, dice uno. Sólo es suerte, dice otro. Yo los miro, y tomo apuntes sentada en la escalera.
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Abro la ventana del cuarto de baño y veo, a menos de un palmo, una nube negra y densa. Tan densa que parece musgo. Pienso que me gustaría meter la mano dentro. Siento tanto miedo como atracción.

apuntes

lunes, 20 diciembre 2010. Estoy en un bar, muy cerca del techo. No sé exactamente dónde estoy subida. Intento tomar apuntes de un programa musical de la tele, per hay demasiado ruido. Alguien me llama desde una de las mesas, me hace señas para que me siente con ellos. Una de ellas es una mujer mayor que parece argentina. Me enseña un catálogo de móviles, se ríe. No sé qué hago allí.

parecidos razonables

domingo, 19 diciembre 2010. Estoy en un hotel con un tipo que quiere llevarme a la cama. En el sueño consta que soy, pero me parezco más a la protagonista de Millenium. Ya sabes que me gustaría dormir contigo, pero tengo que marcharme inmediatamente, le digo, dame el cedé. El tipo, que se parece a Stephen Rea, no se mueve ni cambia el gesto. Golpeo con un cenicero un trasto de la pared, saco un cedé y me voy. En la puerta, otro tipo que se parece a Woody Allen me pregunta por mí sin saber que soy yo. Le digo que cuente hasta diez y entre en la habitación. Si cuenta hasta diez la pillará desnuda por sorpresa, le digo. El tipo me da las gracias, cierra los ojos y empieza a contar. Yo aprovecho para escapar.

falsa bala y falso funeral

sábado, 18 diciembre 2010. Un niño se queja de que cuando va al colegio otro le pega, se esconde detrás de mí, me hace prometerle que no dejaré que le peguen más. Le digo que lo seguiré disimuladamente para atrapar al que le pega. En el sueño consta que el niño es mi amigo Juan. Lo sigo por calles vacías hasta que desaparece. Dos niños me disparan con cerbatanas. ¡Le he dado!, grita uno y huyen. Noto un escozor en el cuello, aprieto y me saco una bala plateada con forma de dedal. En el cuello me queda un hueco enorme des que empieza a manar algo así como plastilina.
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En el hall de una casa muy antigua hay unas chicas haciendo que lloran. Todas llevan vestidos negros estilo años 20. Les pregunto si se ha muerto alguien. Es el funeral de Mario, dice una aguantando la risa. Me quedo helada. Otra me dice que disimule y llore, que está a punto de entrar. Mario entra disfrazado de mujer gorda, con vestido y peluca azul. ¡Gracias pro venir a mi funeral!, dice con la voz impostada.

arnés y aparcamiento

viernes, 17 diciembre 2010. Voy colgada de una especie de arnés que se desliza sobre un bosque enorme. Las curvas me dan un poco de vértigo porque toman más velocidad.. Sobrevuelo un pueblo y al llegar a una plaza con niños jugando, doy un salto y me bajo. Pregunto dónde estoy, pero cada uno me dice un nombre distinto. Pregunto a unos niños. Me acompañan a una casa de madera en ruinas y dicen que puedo dormir allí. Tengo que marcharme, le digo. Lo sabemos, aquí no hay nada que ver, dicen.
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Llego conduciendo a la entrada de un cementerio, aparco. Alguien me dice que allí no se puede, a pesar de que hay señales blancas en el suelo y coches en línea. Después de cambiar el coche varias veces de sitio, respondo que mi coche no ocupa nada porque es una bici. Tampoco. La bici está sujeta con una cadena enorme a una valla metálica y no encuentro la llave.

coincidencias y barro

jueves, 16 diciembre 2010. Veo en la tele un reportaje sobre Pepo Paz y su editorial. En una de las imágenes aparece delante de un póster antiguo de un niño comiendo galletas. Es el mismo que cuelga de la pared de la que se supone es mi casa. Me parece una casualidad enorme. Pongo el póster sobre el sofá e intento hacerme una foto con disparador automático para enviársela. La cámara se cae más de diez veces, se hace de noche, el flash no funciona. Imposible hacer la foto.
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Mi hermana dice que tengo que ordenar sus collares. Me señala el sofá, hay más de cincuenta. Miro las paredes y están llenas de alcayatas desnudas. Pero yo no sé en qué alcayata va cada collar, le digo.
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Una de mis tías me envuelve todo el cuerpo en barro. No te muevas hasta que se seque, dice y se va. En la habitación empieza a entrar gente. No sé qué hacer.
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Una de mis tías dice que mi prima Cristina no podrá hacer la comunión en mayo. La hará en junio, en Talavera de la Reina. No sé cómo se lo tomará la familia porque la mitad no podrá venir, dice. Lo más importante ahora es encontrar un vestido blanco, dice. No comprendo nada. Mi prima hizo la comunión de niña, ya es madre de familia. La veo tan ilusionada con el tema que no le digo nada. Me vas a ayudar con los preparativos, ¿verdad?, dice. Claro, pero si el vestido es blanco parecerá una novia, le digo.
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Camino por la calle con mi madre y una de mis tías. Vemos una medalla azul con la imagen de una virgen, pero ninguna de las tres nos atrevemos a cogerla. Te has quedado con las ganas, le dice mi tía a mi madre. Mi madre se pone muy triste. Unos pasos más allá hay otra medalla más pequeña en un charco. Me da un poco de asco, pero la cojo, la seco en mi ropa y se la doy a mi madre. Ya es tuya, le digo.
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Bajo a un sótano de lo que parece un hospital. Entro decidida a una de las habitaciones. Mi abuela está en una de las camas. Las camas están a ras del suelo. Me siento a su lado. Menos mal que has venido, me dice, el médico dice que es verano y yo estoy convencida de que es invierno. Es invierno, le digo. Mi abuela sonríe, tira para ella de las mantas y se duerme.
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Estoy al fondo de un salón de actos. Un tipo pone cedés y dice que va a hacer cantar a todo el público. Suena una canción que no conozco, pero el resto la canta a gritos. Un tipo del público mira hacia atrás y grita: ¡Mimbre! Me señala, me pregunta a gritos qué significado tiene la palabra mimbre en esa canción. No lo sé, le grito ahuecando las manos para que me oiga. Tú debes saberlo porque todos tus amigos son homosexuales, grita. Pienso unos segundos, cuento con los dedos. Sólo la mitad, le respondo a gritos. Además, en la canción mimbre significa andamio, concluyo.
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Voy por un camino de barro con otras personas. Una de ellas me ensucia las manos y me las restriega por la ropa. Le digo que es la ropa que tengo para toda la semana. Se ríe. Llegamos a una especie de canal estrecho con barcas muy pequeñas. Hay que tumbarse para pasar por debajo de algunos puentes. Nos bajamos en una especie de residencia. Todo está muy sucio. Al menos no tengo que compartir la habitación, pienso. Suena el teléfono, Dani aparece de repente y descuelga. Peleamos. ¡Quiero mi teléfono!, grito. Lo consigo. Es Carlos. Te he oído, dice, tú quieres el teléfono y yo te quiero a ti. Estoy en el cine, dice. ¿Lo sabe tu madre?, le pregunto, pero ya ha colgado.

paliza

miércoles, 15 diciembre 2010. Alberto y yo entramos en una iglesia que sólo conserva los muros. Un tipo con túnica celeste nos persigue durante el recorrido. Cuando salimos le digo a Alberto que corra, pero él se para a darle la mano al tipo de la túnica que aprovecha para darle una paliza con un compinche. Grito pidiendo ayuda, pero la gente pasa de largo y yo sola no puedo detenerlos. (Me despierto aterrada, llorando.)

cueva y maquillaje obligatorio

martes, 14 diciembre 2010. Camino por la vía de un tren hasta bajar a un descampado. Bajo hasta una cueva y está llena de agua. Me pregunto qué profundidad tendrá, si podré atravesarla andando o tendré que nadar. Un tipo aparece con sus hijos, les enseña la cueva y les dice que tengan cuidado porque las aguas son muy profundas. Le pregunto si hay manera de cruzar. ¿Y tú de dónde sales?, dice. He venido caminando por la vía. Me mira asombrado. Nunca hagáis eso, le dice a sus hijos.
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Llego muy cansada hasta la puerta del que fue mi colegio. Las aceras están sin enlosar y cuesta mucho andar entre piedras y tierra. Frente al colegio hay un stand de maquillaje. Para entrar hay que maquillarse, dice una chica. Yo nunca me maquillo, le digo. Pues entonces no entras, responde y me da con una brocha de polvos rosa en la cara.

barbie y el taller clandestino

domingo, 12 diciembre 2010. Una mujer muy parecida a una Barbie, cuenta su vida a un público en silencio. Cuando la mujer dice que tiene 52 años todos cuchichean, se ríen. La mujer casi llora. Se quita la pamela, monta en una bici de alambres y reduce su tamaño hasta convertirse en una Barbie de verdad.
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Un chico me guía por un edificio hasta llegar a lo que parece un taller de costura clandestino. Una de las costureras me dice que casi no sabe leer ni escribir en su propio idioma y sin embargo sabe decir palabras en ruso. Tiene los dedos llenos de heridas. Le digo que salga a descansar, que yo terminaré su trabajo. En un momento cambio cremalleras, echo hilos flojos y termino el trabajo de toda una semana. La chica me mira asombrada. Soy patronista, le digo, pero no se lo cuentes a nadie.

colgada (gracias a patty de frutos)

http://www.youtube.com/watch?v=iBYyZZ3SGJ0

el enfermo imaginario y las fresas gigantes

sábado, 11 diciembre 2010. He ido a ver a mis padres. Consta que es su casa, pero no se parece en nada. Tiene los techos muy bajos y el suelo de moqueta. El cuarto de mi padre no está cerrado, al contrario, tiene un enorme arco en vez de puerta con llave. Mi madre tiene que salir, mi hermana y su marido también. Mi padre dice que los esperará en casa porque no se encuentra bien. Mi hermana besa a mi padre antes de salir. Todo me resulta extraño y sospechoso, pero no digo nada, observo la escena desde un sillón verde que jamás había visto. Cuando por fin se van, mi padre se frota las manos y me pregunta, jovial, si quiero algo de beber. ¿Lo ves?, hacerse el enfermo es la única manera de que te dejen vivir en paz, dice con cara de felicidad y una copa enorme en la mano.
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Estoy en una plaza pequeña esperando a alguien. La plaza se va llenando de palomas. No me gustan las palomas, pienso y me subo la capucha de la parka sin darme cuenta de que dentro hay dos palomas que me clavan sus picos con fuerzan en las sienes. (Me despierto gritando, con un enorme dolor de cabeza.)
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Alguien me pide que le ayude a transportar un saco. El saco está vacío y no entiendo para qué necesita mi ayuda. Ahora lo entenderás, dice sin que yo diga nada. Entre dos coches aparcados en batería hay un cuerpo calcinado y tenemos que meterlo con palas en el saco. Mientras, muy cerca, se celebra una lectura de últimas voluntades. Cuatro chicas sentadas en taburetes cruzan y exhiben sus preciosas piernas. Pienso que son las viudas del cuerpo calcinado. Cuando la jueza señala a una de ellas, las demás se bajan las faldas y se marchan.
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Entro en la trastienda de una frutería. El frutero, se supone, me dice que tengo muy buena cara, y me susurra que no tarde demasiado. En el centro de la habitación hay una cama cuadrada y monitores antiguos de ordenador. Un tipo llega y, sin mediar palabra, nos desnudamos y follamos. Cuando estamos recomponiéndonos, a medio vestir, entran el frutero y la mujer del tipo con una fuente de fresas enormes cortadas en rodajas. Cada rodaja es como la palma de mi mano. Comed, dice, esto sólo pasa una vez al año.

pañal xxl

viernes, 10 diciembre 2010. Daniel y yo esperamos a que su hija Clara se despierte para salir de excursión. Daniel dice que ha olvidado los pañales. En el armario queda alguno, le digo y saco de un armario un pañal enorme para adulto. Daniel me mira con cara de espanto. Lo extiendo sobre la cama y lo recorto. Date prisa que ya ha empezado, dice. La niña está sentada en la cama orinándose sobre las sábanas. Mientras recorto miro por la ventana, el cielo se ha puesto completamente negro y pienso que no podremos salir a comer al campo.

dos terrazas y un caballo

jueves, 9 diciembre 2010. Una niña corre hacia la barandilla de una terraza. Corro detrás de ella, pero no llego a tiempo y cae. A los dos segundos, una de mis tías se tira con los brazos en cruz. No quiero mirar. Entro en lo que parece la casa de mi abuela y le digo a mi madre lo que ha pasado. No salgas a mirar y llama a una ambulancia, porque si miras no podrás olvidar nunca esa imagen, le digo. Me asomo a la calle y veo los cuerpos destrozados. El de la niña se mueve. ¡La niña está viva!, grito.
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Me asomo desde la terraza de casa y veo una gran fiesta en el jardín, junto a la piscina. Un tipo vestido de negro, que se parece a Coque Malla, me saluda. Me pregunta cómo está el caballo. Claro, el caballo, pienso. En la casa no hay muebles, sólo una alfombra. Por eso me parecía tan grande la casa, porque falta el caballo, pienso. Intento recordar qué pasó con el presunto caballo. Me caí y se escapó, concluyo. Unos policías entran en casa, dicen que cierre las cortinas y me tire al suelo porque hay pelea en la calle. ¿Ya que están aquí puedo hacerles una pregunta?, les digo. Si el caballo no tenía chip délo por perdido, me dicen sin que llegue a preguntarles nada.

experiencia

lunes, 6 diciembre 2010. Parece un restaurante, pero en realidad consta que es el comedor de un hospital. Un montón de escritores muy viejos se intercambian poemas a la hora de los postres. Observo sus gestos de asombro y gratitud. Pienso que actúan. Quiero salir de allí. Cuando por fin encuentro la salida, Eduardo me pregunta si puede trabajar de cocinero en el hospital. ¿Tienes experiencia? He sido cocinero antes que poeta, dice aguantando la risa. Los dos soltamos una carcajada. Vámonos de aquí, anda, le digo.

buena voluntad

domingo, 5 diciembre 2010. El poeta Eduardo Pérez Ruiz me dice muy contento, como si me hubiera hecho un favor, que ha mirado mi correo, que había más de cien mensajes, que ha respondido sólo a los de Chivite y el resto los ha borrado porque no eran nada interesantes. Los adjuntos los he dejado en la acera, dice satisfecho. Tiene tal cara de ilusión que le doy las gracias a pesar de todo. Bajo a la calle y en la acera hay un puñado de objetos de plástico diminutos y verdes.

nieve y superpoderes

sábado, 5 diciembre 2010. Me asomo a la ventana. Veo caer unos copos de nieve tamaño pelotas de balonmano. Al intentar alcanzarlas caigo al vacío. En el último momento consigo agarrarme con una mano a la baranda de una terraza. Alguien me golpea la mano hasta que me suelto. Oigo la voz de Joan. Recuerda lo que decía Bukowski, hay que ser un gato, dice la voz. Me retuerzo en el aire y caigo de pie sobre la acera nevada.

trapo sucio

viernes, 4 diciembre 2010. Una chica regala a Alberto una toalla pequeña y cuadrada. Alberto me la da con mucho cuidado para que se la guarde. En mis manos se convierte en un trapo de limpiar el polvo, muy sucio.

la memoria

jueves, 2 diciembre 2010. En el centro de una nave enorme hay una mesa igual de enorme. Sobre la pared hay paneles de aglomerado apilados. Para alcanzar un rotulador que hay en el centro de la mesa tengo te tumbarme y estirar mucho los brazos. Javier me pregunta algo. ¿Lo has olvidado?, le digo. No recuerdo nada, dice, mi cabeza está vaciándose poco a poco, como este almacén. Miro a mi alrededor y la nave es un almacén de cajas de cartón sin armar.

maletas, mentiras, desorden y flores asesinas

miércoles, 1 diciembre 2010. Estoy en un aeropuerto enorme y vacío. Ya tengo mis maletas, sin embargo busco la cinta de mi vuelo. En la cinta sólo hay periódicos desordenados que intento reconstruir, pero no tienen el número de página. De repente me doy cuenta de que he dejado mis maletas en el otro extremo del aeropuerto. Intento acercarme a ellas, pero la sala se llena de gente y no me dejan avanzar.
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Mi cuñada se ha teñido el pelo de negro y lo lleva al estilo de Camarón. Se queja de que, cuando estaba sacando al perro, un vecino la ha confundido con pelusas y ha intentado barrerle la cabeza. Mi madre y mis tías la consuelan, me miran para que yo también le diga algo. No digo nada, creo que miente, porque ella nunca ha tenido perro.
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La casa está muy desordenada. Los muebles están cambiados de sitio. Alberto dice que debería estudiar porque los exámenes están cerca. No sé de qué exámenes me habla, pero a la vez pienso que no he estudiado nada. Mi hermana y mis primas son niñas y sacan los libros de la estantería con las manos llenas de mermelada. Mi hermana dice que es una pena que haya que devolverlos. No sé de qué habla. La cocina también está manga por hombro. Mi madre dice que el triturador de naranjas se ha atascado por culpa de los vecinos. Están cambiando el suelo, me dice como si fuera un gran secreto. Le digo que no sé lo que es un triturador de naranjas. Yo le llamo así al fregadero, dice muy contenta. El fregadero está hasta arriba de agua color óxido. Veo pasar a mi suegra, lleva unos calcetines blancos, sin zapatos, y pienso que puede resbalarse. Corro hacia ella, dejo a mi madre en la cocina y a las niñas con las manos sucias pasando las páginas de mis libros.
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Intento cruzar la calle, pero hay demasiado tráfico y demasiada gente. Un chico me pregunta si esos paneles que han puesto junto a los semáforos son relojes. Le digo que no, que seguramente sólo sean para que la gente no se aburra. Al chico le parece un chiste tan buen, que suelta una carcajada desproporcionada. Ten, me dice y me entrega una maceta de flores blancas diminutas. Se pone a llover y nos resguardamos en un portal. Dos amigos del chico se ponen pesados, quieren que vaya con ellos a no sé dónde. Arranco las flores de la maceta y se las lanzo con todas mis fuerzas. ¡Flores asesinas!, gritan. Se les quedan pegadas a la ropa como si fuera confeti. Aprovecho su desconcierto para huir.

gravedad

martes, 30 noviembre 2010. Álvaro García está solo en mitad de la calle. Me acerco a saludarlo, le pregunto si está bien. Somos iguales, dice. Al momento se transforma en Avi, una niña del colegio que murió muy joven. Me alegro mucho de verla, le pregunto por otras compañeras. Según las nombro, aparecen. África va vestida de monja, pero con una gran pamela. Empiezo a sentirme incómoda, nunca me gustaron las reuniones de colegio. Me despido. En el hall del hotel donde se supone que me alojo, veo a Mesa Toré. Cuida a Álvaro, por favor, le digo. Subo a una habitación. Me quedo con el pomo en la puerta. Dentro están Emilio y su hijo Dani. Ven a tirar habas desde la ventana, me dicen. Las habas explotan, dice Dani entusiasmado. Lo veo tan feliz que no me atrevo a decirle que, aunque esté allí, su padre está muerto. Sus habas explotan siempre, las mías no. Será que las tiro con menos fuerza, digo. ¿Es que no has aprendido nada sobre la gravedad?, dice Dani. Emilio y yo nos miramos asombrados. Decido marcharme, entro en mi habitación y encuentro a mi madre cambiándose de ropa. Me da un susto de muerte. Se maquilla con unas pinturas que parecen de juguete.

tendedero

lunes, 29 noviembre 2010. Miro desde abajo un tendedero que atraviesa la calle. Intento adivinar quién vive en esa casa por la ropa que está colgada. Las cuerdas se desatan lentamente y la ropa queda colgada en vertical, casi rozando el asfalto.

kit reparaheridas

domingo, 28 noviembre 2010. Cumpián, Ferran y yo hablamos en la terraza de una cafetería. Hablamos con las cabezas muy juntas, echados sobre la mesa, como si estuviéramos conspirando. Cumpián nos cuenta, como si fuese el mayor de los misterios, que ha descubierto que lo único importante es llevar siempre encima un kit reparaheridas. Nos enseña el suyo, una cajita blanca con unas cuántas píldoras, alcohol, vendas y un costurero. ¡Así, invencibles!, dice levantando el índice.

el chico más dulce

sábado, 27 noviembre 2010. Estoy en la terraza de un bar con dos chicas. Una de ellas le da una patada a mi sandalia y la manda al otro extremo de la calle. No le veo la gracia, les digo. Unos niños se ponen a jugar con mi sandalia al fútbol. Intentan que discuta con ellas, se ríen. Me levanto y me voy. Me siguen en bicicleta. Pienso que las he esquivado y entro en un bar. Las dos chicas llegan disimulando y e sientan en una de las mesas del fondo. Un chico muy joven se acerca, me saluda, me abraza como si hiciera años que no nos vemos. Sígueme el cuento, me dice al oído. Me saca del bar de la mano. Las chicas no pueden seguirnos porque el camarero acaba de servirles. El chico me pregunta si quiero acompañarlo al concierto de un amigo. Sí. Me besa suavemente. Vamos, dice. En la puerta del bar un tipo mira unos papeles. Podéis entrar, dice. No comprendo cómo tenía mi nombre en su lista, pero no digo nada. Nos sentamos al fondo del bar, sobre unas alfombras. Vuelve a besarme. Estaremos poco tiempo, dice. Pienso que nada de eso está pasando, escondo la cara entre las manos, pienso que al volver a mirar estaré en casa. Nada. Sigo en ese bar lleno de alfombras y cables, con ese chico tan dulce que no hace más que besarme. Seguro que esto no está pasando, pienso mientras me abraza. Si esto es un sueño tengo que preguntarle su nombre antes de despertar, pienso.

hamaca de lona

viernes, 26 noviembre 2010. Mi suegra está tumbada en una hamaca de lona, en el jardín de la casa de mi abuela. Por la calle pasa un grupo de gente, entre ellos un cura que entra al jardín y bendice a mi suegra. Ella se echa a llorar. Empujo con muy malos modos al cura hasta la calle. Vuelvo a la hamaca, la abrazo, le digo que no llore, que no tenga miedo, que no va a morir, que ese hombre no es más que un imbécil. Pues por eso lloro, porque quiero morirme y no me muero, dice ella.

camas individuales

jueves, 25 noviembre 2010. La habitación sólo tiene una pared, pero sigue siendo una habitación, no un simple muro. Hay dos camas individuales. Un tipo intenta besar a una mujer rubia impresionante, pero no atina a encontrarle la boca. Pienso, desde la otra cama, que está ciego. La mujer se levanta aburrida y se va. Pienso que me gustaría salir de mi cama, meterme en la suya y besarlo. Ni se te ocurra, dice como si me hubiera leído el pensamiento.

salamanca

martes, 23 noviembre 2010. Alguien me regala una piedra amrilla en una caja de cerillas. Salamanca, pienso.

fusiles y mesas camillas

lunes, 22 noviembre 2010. Llego a la puerta del que fue mi colegio. Sobre la acera hay fusiles apilados. Un hombre vestido de militar dice que debo dejar el mío antes de entrar. En ese momento me doy cuenta de que voy vestida de camuflaje y llevo un fusil. Subo a clase. Sólo quedan dos asientos libres. Me siento en uno de ellos y miro el otro vacío. Me pregunto si tendré la suerte de que sea el pupitre de Chivite y qué pensará al verme vestida de camuflaje.
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Hago varios intentos por colocar un mantel redondo en una mesa cuadrada. Cada vez lo levanto en el aire como se hace para extender las sábanas sobre la cama. En cada sacudida el mantel es más pequeño. Mi madre me observa y niega con la cabeza. Le explico que las relaciones de parejas son igual que esa mesa y ese mantel. Uno crece y otro decrece con el tiempo. Déjate de tonterías y termina, que es la hora de comer, dice ella.

moqueta verde

domingo, 21 noviembre 2010. Paso la aspiradora por la moqueta verde que cubre un jardín.

carne cruda

sábado, 20 noviembre 2010. Estoy en un festival de cortos donde, a falta de gafas 3D, los efectos especiales se consiguen con pequeñas linternas. Llevo un pantalón corto y las piernas muy morenas. Un tipo pelirrojo me dice que tengo heridas y me las besa suavemente. Me acuerdo de ti, me dice, me llevabas al colegio y me hablabas como a un adulto. Eso me gustaba, dice.
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Cocó me ayuda a cruzar un semáforo porque las cintas de mis zapatos se han desabrochado. Son unas suelas de madera muy pesadas atadas con cintas amarillas.
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Una chica me regala unas láminas de chocolate blanco. Quiere que lo pruebe inmediatamente. Al morderla noto que, a pesar de ser tan fina, va rellena de algo salado. Es una loncha muy fina de carne cruda. Siento un profundo asco.

escalera y col

jueves, 18 noviembre 2010. Subo calle Ferrándiz. Veo que delante de mí sube Joaquín Reyes, camino del que fue mi colegio. Dudo si acercarme y preguntarle si Héctor le dio un libro que le dejé para él. Reyes se vuelve y me saluda. Me cuenta que actuará en el colegio esa misma noche. Le hablo del libro. No sabe nada. Le dejé a Héctor "Madre noche" para ti, le digo. ¿No te hacías daño de niña al bajar por la baranda de la escalera?, me dice señalando una escalera de obra.
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Mi madre está muy preocupada porque no podrá acompañar a mi hermana a la parada del autobús. Te recuerdo que Susana tiene ya cuarenta años, le digo mientras le quito hojas a una col enorme.

gritos

miércoles, 17 noviembre 2010. Mi abuela está en la cama muy enferma. Mi prima Elisa la cuida. Los vecinos entran en la casa para llevarse las cosas. ¡Todavía está viva!, les grito. Salgo a la calle, han colocado una manta en el suelo con objetos de la casa para venderlos, me entran ganas de pisotearlos. Mi madre y mis tías están allí y no hacen nada. Les grito que nos las entiendo. Les grito que me voy para siempre, que no volverán a verme jamás. Llama de vez en cuando, dice mi madre.

de visita

martes, 16 noviembre 2010. He ido a ver a Sr. Chinarro. Hablamos sentados en el pasillo. Se queja de lo solo que está. Le digo que me pega que acabe con una mujer extranjera. Al final vas a ser adivina, dice. Dime si está lloviendo, dice. Le digo que sí. Corremos a la cocina y vemos que se ha puesto a llover. Me pongo muy triste de repente, quiero irme de allí, pero al parecer he ido de visita con toda mi familia y hacer que se despidan me cuesta un buen rato. Ha ido hasta mi abuela. Se la ve ligera y juvenil. Chinarro la mira entusiasmado. Tiene 99 años y yo voy a vivir lo mismo que ella, grito con los puños en alto.

menorca y tabaco de liar

lunes, 15 noviembre 2010. Dibujo con tiza, en un muro, el contorno de Menorca. Un tipo me dice que lo he hecho muy bien y que en verano iremos a la isla y usaremos el mapa que he dibujado. Sus dos hijos me abrazan.
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Una niña intenta vender tabaco de liar a unos chinos. Como no le hacen caso, le mete un poco en los bolsillos sin que ellos se den cuenta. Mañana estarán muertos, dice. ¿Y cómo lo sabes? Porque ya he visto la película, dice.

excavaciones algo extravagantes

domingo, 14 noviembre 2010. Carles me quiere enseñar un bar, pero entramos en una iglesia excavada en una roca. En las paredes hay fotos de poetas que hace mil años que no veo. Todos están desnudos. En una de las fotos aparece Salvador López Becerra comiendo un bocadillo. Desnudo. El sacerdote, que no es otro que el fraile "Hermano Pepito", parece que va a comenzar una misa. Le hace una seña al monaguillo, que no es otro que Miguel López Gaspar, y éste reparte copas de fino a los feligreses. Cuando llega a mí, le digo que no me gusta el fino. Todos me miran alarmados, incluso Carles. Pienso que mejor me voy. Mientras espero fuera a Carles, me pregunto si López Becerra y López Gaspar serán familia.
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Unos niños juegan en la calle que los atropellen los coches. El mayor les enseña cómo deben saltar y tumbarse sobre el capó para que no les pase nada. Escribo una carta donde pido al alcalde que construya en cada barrio un agujero cuadrado descubierto de 80 metros cúbicos, donde los niños puedan jugar sin que les pase nada.

hare krisna y flan de arena

martes, 9 noviembre 2010. Estoy subida a una columna muy estrecha. Temo caer. Toco unos platillos metálicos y canturreo "Hare Krisna, hare hare". La columna se cubre de plantas. Pienso que quizá pueda bajar agarrándome a ellas. Cuando llego al suelo, veo que estoy en el patio de la casa de mi abuela. Me alegro mucho de verla. No te vas a creer de dónde vengo, le digo. Déjate de tonterías y ayúdame a tender las sábanas, dice.
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Carlos me da un flan hecho de arena. Lo trae entre las manos, teme que se le desmorone. Hubiese sido mejor que me regalaras otra cosa, cada vez me lo pones más difícil, le digo.

rifa y catavinos

lunes, 8 noviembre 2010. Llego tarde a casa de mis padres, pienso que si tuviera una bici llegaría antes. De repente voy en bici, pero tiene las ruedas pinchadas, la calle está en obras y no avanzo nada. En un bar se rifa una maceta, quieren que compre un número. Les digo que tengo prisa. Camilo sale del bar con un papel en la mano. Tienes que leer esto, dice. Nos sentamos en un escalón. El papel es un vinilo transparente con palabras recortadas y pegadas. Le digo que Herta Müller acaba de publicar un libro así. Camilo se ríe, y corre al bar agitando el papel sobre su cabeza y gritando: ¡Le ha tocado la maceta, le ha tocado la maceta!
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Entro con mi madre a una papelería. Mi madre se para a mirar lápices y rotuladores. No entiendo para qué los querrá. Me doy cuenta de que yo llevo en la mano varios cuadernos y dos lápices. Pienso que quizás crean que los he robado. Me quedo tranquila al ver que mis lápices están gastados y mordidos. Mi madre me enseña un catavinos verde. Le digo que no con la cabeza. Mi madre parece decepcionada. Los catavinos deben ser catavinos, le digo como si fuese una niña pequeña.

cita

domingo, 7 noviembre 2010. Joan ha quedado con una chica que ha conocido en un chat. La cita es en un bar. El bar tiene cuatro plantas, pero en el ascensor no aparece el botón del tercero. En el cuarto piso sólo sirven cócteles. Como queremos cerveza bajamos al segundo. Hay un concierto. Nos fijamos en una chica que baila en primera fila, nos hace señas, se ríe. Joan y yo nos miramos y nos encogemos de hombros. Pienso que a Joan se le ha olvidado que tenía una cita. Decido que no voy a recordárselo.

botas de pipo

sábado, 6 noviembre 2010. Sobrevuelo un bosque. Entre los árboles veo unas manchas cuadradas blancas. Oigo una voz que dice: Azúcar de lucha. Al momento, chicos y chicas entran en esos cuadrados como si fueran un ring, y luchan sobre el azúcar. Está amaneciendo y llego a la ciudad. Aterrizo en una estación de tren. Para bajar a la calle hay un tobogán de hierro pintado de verde. Es muy estrecho y algunas mujeres quedan atascadas. Alberto está esperándome abajo. Le cuento entusiasmada que he estado volando. Intento demostrarle que puedo volar dando pequeños saltos. Te pesan las botas de pipo, dice. Efectivamente llevo unas botas de agua azul marino con ribetes amarillos y un asa en el talón. Me fijo en que todos los niños que pasan llevan unas iguales. Por los altavoces de la estación gritan: ¡Compre sus botas de pipo!

lejía

viernes, 5 noviembre 2010. Hay flores con tallos blancos por toda la casa. Mi padre me explica algo sobre los beneficios de la lejía. Caína nos observa desde un sillón. Tiene el pelo muy largo.
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La lavadora de la casa de mis padres explota y suelta agua y espuma. Le pido ayuda a Héctor. Héctor se pone a mi lado y apunta todo lo que digo y hago.

fuego

jueves, 4 noviembre 2010. Estoy en una habitación llena de muebles que no están en su sitio. Del piso de arriba baja un chico en ropa de deporte, se presenta, dice que mi vecino. No entiendo cómo su casa da directamente a la mía. Subo a ver la suya. En vez de cama he puesto una bañera redonda, dice orgulloso. Al lado de la bañera hay una estantería llena de medicamentos. No te preocupes, son proteínas, tú también deberías tomarlas, dice y me pone unas tabletas en la mano. Debes buscar otro modo de salir a la calle sin pasar por mi casa, le digo. No responde y se mete vestido en la bañera. Estoy en mi cocina, pienso que he sido muy antipática con él, y al abrir el grifo salta una chispa. Al momento la cocina entera está ardiendo. Subo a avisar al vecino. Cuando bajamos la casa se ha llenado de gente, incluso niños. Charlan unos con otros como si nada. Mientras las llamas ya salen de la cocina. Mi vecino me da una toalla enorme mojada, dice que me la ponga y salgamos de allí. Pienso que debería salvar algunas de mis cosas, pero miro a mi alrededor y no reconozco nada mío. Unos hombres uniformados de amarillo entran y apagan el fuego en dos segundos. Menos mal que alguien llamó a los bomberos, digo. No son bomberos, son taxistas, dice mi vecino.

rocieros

miércoles, 3 noviembre 2010. Alberto y yo subimos por una carretera recién asfaltada. Es de noche, llevo tacones y me cuesta mucho andar. Al llegar a un desvío de tierra, un tipo nos ofrece un hojaldre. Alberto empieza a comérselo mientras camina y el tipo le dice que se lo guarde para después. Pienso que nos lleva a una fiesta rociera. Llegamos a una casa en mitad del campo. Efectivamente son todos rocieros. Nos recibe Stella, una compañera de colegio a quien no he vuelto a ver. Se interesa por mi vida, me hace muchas preguntas, quiere que la acompañe para hacerme unas fotos. Me lleva a una cala con piedras. Casi todas son de rayas blancas y negras. Son iguales a la que me regaló Juan, pienso. Entre ellas distingo un cristal azul con vetas turquesas, lo escondo en el puño, pienso que se parece a otro con el que soñé una vez y que podría gustarle a Chivite. Entre las piedras hay figuras esculpidas. Aquello empieza a resultarme sospechoso. La playa comienza a ponerse en vertical, las piedras caen al agua, trepo como puedo, tratando de no perder el cristal azul.

tráfico

martes, 2 noviembre 2010. Hay una lectura en un bar. Muchos de mis amigos están allí, incluso Francis, que ha venido desde París. Cuando empiezan a leer, me doy cuenta de que he olvidado mis poemas. Le pregunto a la organizadora dónde hay una tienda donde pueda imprimirlos. Alberto se va con mi pendrive. Yo espero a la entrada del bar mirando hacia la calle. Veo cruzar a una chica. Lleva una chaqueta de hombre y tiembla. Pienso que va a suicidarse. La acera de enfrente está en alto y tiene baranda. La chica sube a una silla, después a la baranda y se deja caer entre el tráfico. Un autobús destroza su cuerpo. Los coches y peatones siguen pasando como si nada. Salgo a la calle e intento detenerlos. Una chica policía muy joven me pide que le cuente lo sucedido. Dice que no me aleje demasiado porque me necesitarán como testigo. Entro en el bar, la lectura ha terminado. Les cuento a Emilio y Francis lo que ha sucedido. Francis dice que prefiere no oírlo y llama a Alberto por teléfono para que no imprima nada. Francis dice que Alberto está muy enfadado por haber hecho ir a todos los amigos para nada. Algunos hasta han traído una sombrilla amarilla, dice.

barro

lunes, 1 noviembre 2010. Unos tipos preparan la llegada de alguien importante. Organizan una especie de exposición en un parque. Han hecho esculturas enormes con barro. Una de ellas es una casa a escala, la mitad sin terminar, como si la casa saliera de una montaña. Es preciosa. Les ayudo a subir con una polea un enorme trozo de barro blanco, para dejarlo caer en mitad del parque. Cuando cae, forma una figura preciosa. Me da cierta pena pensar en todo el trabajo que se han tomado, porque no creo que nadie vaya a verlas.

gato al sol

domingo, 31 octubre 2010. Llego a la terraza de un bar y me siento con dos chicas que toman café. Intento entablar conversación. Una de ellas me da un bebé envuelto en una toquilla, pero cuando lo acuno con cuidado me doy cuenta de que es un muñeco mecánico. Junto a la puerta de la cafetería hay un caramelo gigante. Me fijo en el cinturón del camarero. Lleva presillas para balas, pero en vez de balas guarda caramelos como el de la puerta. Intento hablar de un libro. Pregunto a las dos chicas si lo han leído. Ni caso. Un gato negro con la cabeza amarilla busca un poco de sol en la acera. Cuando lo encuentra se sienta y cierra los ojos. En la boca lleva unas hojas de árbol muy verdes. Las chicas intentan hablar conmigo del libro que les dije antes, pero yo ya sólo tengo ojos para el gato.

mala memoria y huellas dactilares

jueves, 28 octubre 2010. Llego al que fue mi instituto. Parece que es el primer día de curso. Una chica que fue compañera de clase sale de secretaría a saludarme. Está embarazada. Me pregunta en qué clase me ha tocado. No tengo ni idea. Ni siquiera sé en qué curso entro.
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Un hombre chino me acompaña con mucho misterio a la trastienda de un negocio. Va descorriendo puertas de madera y cortinas. Dice que antes de seguir debe tomarme las huellas. Extiendo mi mano y el hombre me chupa los dedos uno a uno. Después acerca mi mano a la boca de un perro que también chupa mis dedos. Siento un asco enorme.

plato de postre volante y zorros imaginarios

miércoles, 27 octubre 2010. Me asomo a una ventana de un piso muy alto. Abajo juegan al baloncesto. Distingo a Juan Marqués. Me extraña verlo haciendo deporte. Es el que mejor juega. En uno de los tiros a canasta la pelota llega hasta la ventana donde estoy. Oigo aplaudir en la ventana de al lado. Es Susana, su novia. Nos miramos, nos decimos hola con la mano, nos reímos y aplaudimos.
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Entro descalza a una zapatería enorme, el suelo está muy brillante y resbaladizo. Una especie de suela de madera me persigue. Al cabo de un rato la suela se convierte en un plato de loza de postre que también me persigue, pero ahora volando. Verlo venir hacia mí me da un miedo enorme.
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¿Tú también los ves?, le pregunto a mi madre. Me refiero a unos zorros pequeños que me persiguen por la casa a todas horas. Yo no los veo, dice. Pues aunque sólo me los imagine me duelen muchísimo los mordiscos que me dan, le digo.
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La casa está a oscuras. Mi hermana enciende la tele, dice que va a empezar el programa que yo quería ver, y la habitación toma un tono azul muy bonito. Quiero sentarme a verlo, pero una niña pequeña corre por la casa con dos paraguas y cables de teléfono en la mano. Eres un demonio, vete a tu casa, le grito. La niña tira al suelo varias bolsas de papel llenas de libros que yo tenía ordenadas cerca de la puerta. Abre el mando a distancia de la tele y tira las pilas a otra bolsa llena de cables. Suena el teléfono, la niña corre a cogerlo y dice "Aquí no vive nadie". Le digo que se vaya de una vez, pero veo que es de noche y temo que le pase algo si sale sola a la calle. Intento entretenerla con unas canicas, pero en ese momento mi hermana me dice que al abrir el grifo de la cocina, el agua cae del techo.

agujero y mentira

martes, 26 octubre 2010. La calle donde vivía mi abuela está en obras. Unos niños corren con sus bicis entre los montones de escombros. Mi prima Elisa, muy niña, monta su triciclo y corre hacia un agujero tapado con un plástico. La veo caer. Pido ayuda, grito que hay que sacarla de allí como sea. Intento descolgarme pero el agujero es muy hondo. El agujero cambia y se convierte en una explanada que da a un colegio de monjas. Una monja sale y le da a Elisa un plato de comida. Le digo a gritos que entre al colegio y desde allí suba a la calle, pero la monja no la deja y ella no insiste, se sienta en el suelo a comer.
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Al quitarme la camiseta veo una mancha morada enorme en mi pecho izquierdo. Mi madre entra en ese momento. Intento sonreír, seguirle la conversación. Pienso que no debe enterarse porque sufrirá mucho, pienso que voy a tener que inventar alguna buena mentira para desaparecer un tiempo hasta que me cure.

milikito

lunes, 25 octubre 2010. Emilio Aragón, subido a una mesa, les grita a los presentadores de "Sé lo que hicisteis" que todos los domingos hay que programar películas de Robert Redford. Yo paso por allí sin detenerme, y pienso que no sabía que Milikito tuviera los ojos claros.

performance

domingo, 24 octubre 2010. Unos chicos salen de una furgoneta y lanzan desde a la acera de enfrente un montón de espadas y cuchillos de plástico. Pienso que es una performance, cojo un sable y una daga y juego a luchar contra ellos. Todo el que pasa por la calle, coge un cuchillo y se pone a jugar. Después entran de nuevo en la furgoneta, quieren que vaya con ellos, dicen que van a una casa de té donde unas japonesas muy guapas te lo sirven en las manos. En un descuido me bajo de la furgoneta en marcha. Me acerco a una cabina te teléfono, pero me doy cuenta de que es falsa. Marga se acerca, me abraza, dice que es imposible llamar a nadie desde allí.

112

sábado, 23 octubre 2010. ¡Llama al 112!, grito al borde de una carretera.

cebolla

viernes, 22 octubre 2010. Camino por la calle con una cebolla entre las manos. La llevo con cuidado para que no se me caiga. Le hablo como si fuese un bebé.

incendio y ruedas quemadas

jueves, 21 octubre 2010. Se supone que es la casa de Carmen y Enrique. La casa tiene tres pisos. Huelo a quemado y subo al tercero. Está ardiendo. Bajo a decirles que todavía hay tiempo de llamar a los bomberos pero, ellos y otros amigos, se ponen a buscar albornoces, se los prueban, se ríen. Les digo que las llamas empiezan a bajar, que hay que darse prisa, que todavía podemos salvar los libros de la planta baja. Nada. Saco todos los libros que puedo a la calle y los voy colocando en fila sobre la acera.
+
Alguien me dice que tengo que pasar unas ruedas de bicicleta de un lado a otro del patio del que fue mi colegio sin dejar huellas en el suelo. El patio está nevado, las ruedas también, los radios son hilos de hielo que temo romper. Pongo un hilo de pescar de una ventana a otra y voy pasando las ruedas una a una. Una chica japonesa se asoma a la ventana y me dice que lo estoy haciendo muy bien.

hélice analgésica

miércoles, 20 octubre 2010. Vuelvo a casa de mis padres, es de noche y la calle está en obras. Unos gatos me atacan por la espalda, me clavan las uñas en el cuello y los hombros. Cuando llego por fin a casa, el portal está lleno de cachivaches de un vecino que se muda, y no puedo entrar. Entre sus muchas cosas hay una hélice de madera enorme, preciosa. Hélice de barco, oigo decir a mis espaldas. Y como si esas palabras fueran mágicas, los gatos y el dolor desaparecen.

hojas secas

martes, 19 octubre 2010. Me cepillo los dientes. Comienzan a salirme hilos verdes que se van convirtiendo en hojas frescas pequeñas, parecidas al perejil. Cada vez que me enjuago y escupo en el lavabo aparecen más y más grandes. Acabo escupiendo hojas secas de árbol.

lo imposible

lunes, 18 octubre 2010. Trato de explicarle algo a mi hermana, pero cada vez que empiezo a hablar, ella lanza un grito. Le digo a mi madre que me voy, que la doy por imposible, abro la puerta de la cocina y da a una playa. Si hablar con tu hermana te parece imposible ya verás lo que es bañarte en la playa sin pagar, dice mi madre. Efectivamente, en la orilla hay un tipo que cobra por cada cubo de agua que quieres echarte por encima.

animales domésticos y canicas únicas

domingo, 17 octubre 2010. Subo una cuesta con Alberto y Antonio. De todas las casas salen perros a ladrarnos. Intento ponerme cerca de los muros para proteger a Antonio ya que le tiene fobia a los perros. Llegamos a una especie de balneario donde hay un fiesta. Alberto y Antonio corren al centro de la fiesta como si hubiesen estado deseando. A mí me atacan unos gatos muy pequeños, noto como se van clavando sus uñas en mi espalda.
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Veo en un frasco de canicas en un escaparate. Todas son iguales a la canica que me dio mi padre. Por una parte me alegro, porque podré comprar una para regalársela a Ibán. Por otro me siento muy triste porque mi padre me dijo que era una canica única y pienso que quizá me haya mentido.

las nutrias del pasado

sábado, 16 octubre 2010. Es una playa entre tres paredes de roca. Varias chicas, que parecen modelos, están tumbadas tomando el sol, pero es de noche, ni siquiera hay luna. Varios chicos gritan y se ríen. A ellas no las conozco, a ellos sí. Yo miro la escena desde lo alto de un muro lateral. Me llama la atención que se lleven tan bien porque apenas se conoces. Unos son mis amigos de toda la vida (Alberto, Salvador y Francis) y otros los amigos poetas (Antonio, Andrés, Joan y Sergio). Me gritan desde la playa para que baje. Me agarro a una cuerda, me balanceo y me dejo caer. Sergio me espera en el otro extremo del muro, dice que no voy a conseguirlo, se ríe. Me agarro con las puntas de los dedos al borde del muro, Sergio aplaude, intenta ayudarme pero le digo que quiero hacerlo sola. Una vez arriba, agotada, le digo: pude. Él se tumba sobre mí y me besa. Su boca es muy blanda. Mientras me besa recuerdo algo que me dijo Joan: En los sueños todas las bocas son blandas. Bajamos a la playa, ellas siguen tomando el sol, ellos gritando. Le digo que no griten, que despertarán a los del pueblo. En ese momento, al fondo del paisaje comienzan unos fuegos artificiales. De entre los árboles salen chicos y chicas en bañador, que se tiran al agua sin pensárselo. Podéis gritar, les digo. Un chico muy gordo toma carrerilla desde donde estamos nosotros, nos mancha de arena, y se tira al agua al grito de ¡Por las nutrias del pasado!. Sergio y y nos miramos y decimos a la vez que es un gran título para un poema. Llega un autocar con turistas. Un tipo me pide el ticket por acampar en esa playa. No tengo, pero Salvador saca un montón de la cartera, se lo da al tipo y me guiña. Pienso que siempre está en todo aunque también creo que los tickets eran falsos. Nos acercamos a saludar a Emilio, que baja del autocar y reparte tarjetas de navidad. Pienso que quizá los fuegos sean porque es fin de año. Feliz año nuevo, le digo a Alberto. Se acerca y me da dos besos. Mientras volvemos a la playa me pregunto si las tarjetas las habrá hecho Emilio o las habrá comprado.

matrimonios

viernes, 15 octubre 2010. Alguien me cuenta que un poeta muy famoso que acaba de dar una conferencia sobre el matrimonio, en realidad tiene un novio muy joven desde hace cuatro años. Le digo que es imposible, que yo lo conozco bien y sé que le gustan, y mucho, las mujeres. Desde hace cuatro años, repite.
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Juanjo me habla de sus nueva novela, de que le queda muy poco para acabarla. Me maravilla oírlo hablar porque yo no sé nunca, de antemano, cuándo voy a acabar un libro. Alberto me pregunta si quiero ir con él al cine. Le digo que no. ¿Dejas que tu marido se vaya solo al cine?, dice Juanjo escandalizado. Te recuerdo que tú has dejado a tu mujer en Madrid por venir a verme diez minutos, le digo. Juanjo dice que tengo razón y que lo ayude a vestirse porque va a perder el Ave. Saca de la chaqueta unos calcetines y se los pongo con cuidado. Después, dos tipos uniformados traen unos aparatos metálicos que le coloco en brazos y piernas.

flecos

miércoles, 13 octubre 2010. Sentada en un taburete giratorio junto a la barra de un bar, me pruebo unos flecos de colores sobre el vaquero. Un chico me dice que no le dé más vueltas y se los cosa. Ya sabes, dice, los flecos sólo les quedan bien a las chicas de pechos grandes.

mechones de pelo y dedos de mercurio

martes, 12 octubre 2010. Una chica con el pelo blanco, muy corto y de punta, intenta explicarme algo y como ejemplo usa unos ramos de flores que lleva envueltos en tubos de red de plástico verde. Al doblarlos por la mitad, los ramos parecen más densos, dice. Yo sólo me fijo en su pelo que también parece de plástico. Me toco el mío y veo un enorme mechón entre mis dedos. Sigo tocándomelo hasta que me quedo sin pelo.
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Me sacudo los dedos como si los tuviese mojados y algunos caen al suelo. Cuando los recojo, se han convertido en termómetros de mercurio. Todos marcan 37,6 grados.

family's corner

sábado, 9 octubre 2010. Sorteo varias zanjas, vallas de cintas amarillas y charcos de barro para ir a casa de mis padres. Al llegar al portal y volverme, la calle ya no está en obras. Por más que llamo al portero no me abren. Una vecina me dice que ya están en el restaurante, que están allí desde muy temprano. Por su gesto, parece que lo diga en tono de reproche. Es restaurante está en la esquina, unas letras mal pintadas dicen "Family’s corner". Me paro en la puerta, miro la esquina de enfrente y recuerdo el kiosco que había cuando era niña. Un kiosco bajo el único árbol de la calle. A veces me paraba frente a ese kiosco sólo por estar bajo aquella luz, digo en alto. La frase suena realmente cursi hasta para mí. Pasa un autobús lleno de gente. Alguien me mira desde una ventanilla y se pone el índice en la sien para decirme que estoy loca. Cuando estoy a punto de echarme a llorar, un portazo a mis espaldas. Si ibas a llegar tarde deberías haber avisado, oigo decir.

libreta

viernes, 8 octubre 2010. Al fondo de la habitación, cerca del suelo, hay una luz que no me deja dormir. Pienso que es el aparato para ahuyentar a los mosquitos. Veo al fotógrafo Ibán Ramón entrar sigilosamente y dejar en el suelo, apoyada en la pared, una libreta negra. La libreta no deja pasar la luz. Me mira, hace un gesto con la mano y me dice muy flojito: Ahora duerme.

enemigos

jueves, 7 octubre 2010. Mi amigo Francis me persigue por una casa llena de muebles para matarme. A ratos lleva una pistola, a ratos un mazo de madera. No sé qué le pasa. En un descuido consigo salir de la casa, dudo si bajar a la calle o subir a la azotea. Pienso que él pensará que he bajado a la calle, así que subo. En la azotea hay toda una ciudad de edificios de tres plantas con jardín. Alguien me pregunta si quiero alquilar una casa. Me pregunto si Francis me encontrará.
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Estoy sentada en el escalón de un portal mirando a la gente que pasa y recuerdo que alguien me ha dicho, después de acostarse conmigo, que no había pensado en mí. Pienso que en realidad me da lo mismo. Pienso en si ha sucedido de verdad o lo habré soñado.
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Voy en autobús con Camilo. En una parada sube Purranki, se sienta al fondo. Me acerco a saludarlo. Lo noto muy serio, como si prefiriera que no lo hablara. Le presento a Camilo y se ponen a charlar animadamente. Me bajo en la siguiente parada, para dejarlos hablar en paz.
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Alberto y yo entramos en el ascensor de un hotel en el momento que Cumpián sale. Le doy a Alberto la llave de la habitación y le digo a Cumpián si puedo acompañarlo un poco. Para cruzar la calle me agarra de la cintura del vaquero, me levanta y me lleva como si fuera un saco. Casi nos atropellan. En un descampado una mujer gordísima lava a su marido, igualmente gordo, echándole tinas de agua por encima. Los dos están desnudos. El hombre llora como un bebé gigante. Le doy un codazo a Cumpián para que los mire y le digo que parece una escena de Beckett. ¿De verdad has leído a Beckett?, dice. Todo, no me he dejado ni una palabra sin leer. ¿Saber lo único que echo de menos?, que por las calles no sonara como hilo musical de fondo, la voz de Beckett leyendo su obra, le digo. Cuando me vuelvo a ver su cara, me doy cuenta de que Cumpián se ha quedado unos pasos atrás y está mirando un escaparate lleno de figuritas de barro.

elección

miércoles, 6 octubre 2010. Tengo que elegir vivir entre dos casas. En una el ascensor tiene el suelo despegado y hay que agarrarse a las paredes para no caer al vacío. En la primera habitación vive un perro enorme que, si está en casa, se te tira a la cara. En ésa viven estudiantes y tiene un pasillo muy largo. En la otra casa vive una familia que habla poco. La cocina tiene los muebles verdes y siempre hay alguien desayunando, sea la hora que sea. No sé con cuál quedarme.

papel mojado

martes, 5 octubre 2010. Hay un montón de ropa mojada sobre la mesa. Cuando voy a tenderla veo que, entre camisetas y toallas, están algunas de mis libretas. Los forros de tela se han descosido y encogido, las páginas están mojadas, y lo que estaba escrito se ha borrado.

gato atragantado y borja thyssen

lunes, 4 octubre 2010. Salud y yo estamos en una terraza de lo que parece un hotel. Le digo que le quedaría muy bien un vestido tipo japonés. En la mesa de al lado hay una señora sola, sentada mirando hacia la pared. La señora se mete en la conversación, dice que el vestido en azul le favorecería mucho más. Pienso que esa señora está muy sola. Tengo ganas de decirle que sería mejor que se sentara mirando hacia la gente y así le sería más fácil hacer amistades, pero no le digo nada.
+
El buzón de la casa de mis padres está lleno de papeles, dos cartas para mí, una planta sembrada en un tapón de plástico y hasta un perro pequeño. Lo subo todo a casa y, cuando lo estoy dejando sobre la mesa, un gato se come la planta con maceta y todo. Si dejo sueño al perro, pienso que va a comerse al gato, así que con el perro en brazos intento sacarle la planta al gato para que no ahogue. El gato tiene los ojos muy abiertos, no puede respirar, consigo sacarle la planta, pero no el tapón, el perro intenta escapárseme.
+
Estoy tumbada en el sofá de un recibidor, me duele mucho la cabeza y tengo fiebre. Borja Thyssen llega con bata blanca, me pasa la mano por la frente y me dice que tengo el hueso hundido. Después mete la mano por el escote del camisón hasta colocarla sobre mi pecho. Y además tienes fiebre, dice.

bolos, besos y coordenadas

domingo, 3 octubre 2010. En un jardín hay varias personas colocadas como si fuesen bolos. Un tipo les dispara desde un coche, al otro lado de la carretera. Les pido desesperada que entren en casa. A uno de ellos de da en el hombro y cae. Cuando voy a ver si está bien, compruebo que es un muñeco de cartón.
+
Me duele la cabeza, me meto en la cama y noto que me dan muchos besos en la frente. Alberto está durmiendo a mi derecha. Veo que quien me da los besos es Salvador, que está tumbado a mi izquierda.
+
Suena el móvil de Alberto. Cógelo tú, dice. Es Manuel, dice que me llama desde el Museo del Prado. Se le nota completamente feliz.
+
Daniel tiene un niño en brazos. Me acerco a preguntarle si sabe algo de las aristas que se ven en el horizonte. Se ríe. En el horizonte se ven unas coordenadas x y z perfectamente dibujadas. Daniel me dice el nombre de la línea, un apellido francés. Y se ríe. Dice que hasta el niño que tiene en brazos sabe eso. No me creo nada de lo que dice. El niño vomita sobre mis zapatos.

bee

sábado, 2 octubre 2010. Alguien me ha dado una lista de palabras en inglés que debo pasar al ordenador. Cuando escribo Bee, de la pantalla sale una abeja enorme. La siguiente palabra es Lion.

luz y virutas

viernes, 1 octubre 2010. Mis padres hablan en el que era mi cuarto de niña. No se dan cuenta de que la ventana está abierta y la lluvia está mojando mi cama, que está justo debajo. Pienso que es la primera vez que veo llover desde esa ventana, que no recuerdo ningún día de lluvia en esa casa a pesar de haber vivido mis ocho primeros años. Mientras ellos hablan y la cama se moja, cierro los ojos y veo los columpios del parque iluminados por el sol. Pienso que antes el sol iluminaba más y que esa luz no va a volver. Quiero mandarlos callar para pensar mejor, para procurar que la imagen sea más nítida, pero sé que no pueden oírme.
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Alberto dice que ha invitado a comer a una vecina y a su familia. Abro el frigorífico, le explico que acabamos de mudarnos y todavía está vacío. Van a venir de todos modos, dice y echa virutas de madera en una olla con agua. Salgo de la cocina sin decir nada. En la tele dicen que acaban de detener a una mujer por matar a toda su familia. Es nuestra vecina. No pongas más virutas en la sopa, me parece que no van a venir, le digo.

saliva

jueves, 30 septiembre 2010. Estoy sentada en un escalón, delante de mí hay un charco. En el charco hay pequeños tiburones del tamaño de un dedo. Escupo al charco. Todos se acercan a comerse mi saliva.

telefonillo, tirantes y cristales

miércoles, 29 septiembre 2010. Mi madre dice que Manuel se ha ido y ni siquiera me he despedido de él, después de haber estado ayudándome toda la tarde a arreglar el ordenador. Mi madre arranca el telefonillo del portero automático de la pared de la cocina y me lo pone en la mano. Todavía lo pillas saliendo del portal, dile adiós, dice.
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Me pruebo vestidos de fiesta para ir a la comunión de Marta, la hija de Josemari. Vestidos hasta los pies con estampados veraniegos. Mi madre dice que todos me quedan bien, sobre todo uno sin tirantes, yo me veo ridícula. Alberto mete la cabeza en el cuarto para advertirme que ha decidido no ir. Llama a Emilio, y te vas con él, dice. Intento marcar su número de teléfono, pero me equivoco todas las veces. De repente veo que Emilio está en mi cuarto en pijama. Te recuerdo que la comunión es hoy. Él piensa que es al día siguiente. Ángeles le dice a Emilio que qué espera para vestirse. Lo ves, le digo. Josemari también entra en mi cuarto. Lleva un pantalón corto y un polo. ¿No os vais a vestir de largo?, le pregunto. Puedes ponerte lo que quieras, dice. Y en ese momento, el vestido de fiesta sin tirantes se me cae y queda arrugado sobre los pies.
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Estoy en una playa de piedras con Salud y Loli. Loli, al ver las piedras brillando en la orilla corre hacia a ellas como una niña. Salud lleva una maleta de ordenador enorme que apenas la deja moverse. Hay piedras grises con rayas blancas, preciosas, pero son largas y grandes como barras de pan. Intento elegir una bonita para llevármela. Entre las piedras hay trozos de cristal en forma de cubo con lo que podría hacer marcos de foto. Le doy a Salud unos cuantos. Sobre una máquina de coser que alguien ha tirado, veo tres de mis piedras. Una de ellas es la que me envió Chivite. No comprendo cómo ha llegado allí. La luz sobre la piedra es tan bonita que la dejo un poco más. Cuando voy a recuperarla ya no está. Me entran ganas de llorar. Salud dice que tenemos que irnos. Loli vuelve de la orilla cargada de piedras con cara de felicidad. Yo sólo llevo en las manos un trozo de cristal roto.

camisa de cuadros

martes, 28 septiembre 2010. Alguien me dice que tenga cuidado al cruzar la calle. Me vuelvo, es Pepo. Lo encuentro muy delgado, muy guapo, pero no le digo nada. Dice que al final hubo suerte y mis poemas aparecerán en la antología, pero que ha tenido que hacer el libro dos centímetros más largo para que cupieran. No escribas poemas, tan largos, dice. No sé de qué me habla. ¿No me notas nada?, dice. Le digo que sí, que ya me he fijado en que está más delgado y más guapo. Bueno, yo me refería a mi nueva camisa de cuadros, dice.
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Corro por los pasillos del que fue mi colegio. No sé muy bien cuál es mi clase ni si llego a tiempo. Todo está muy oscuro. Me agacho delante de algunas puertas para ver si por el haz de luz reconozco cuál es la mía.

colchones

lunes, 27 septiembre 2010. Después de caminar un buen rato bajo la lluvia llego a un hotel, pido la 206 sin estar muy segura de que esa sea mi habitación. Tres empleados del hotel comienzan a hacerme preguntas. Les digo que he olvidado el número, que me busquen por el nombre. Después de un buen rato, me dan la llave. Al bajar a los ascensores tropiezo con un zapato de niña, lo dejo a la vista por si vuelven a por él. Junto a los ascensores hay una habitación con literas, y cada litera tiene más de diez colchones. Pienso que me hubiese gustado que e dieran esa habitación.

cerezos y tinta invisible

domingo, 26 septiembre 2010. Juan me dice que se ha pasado la noche colocando flores de cerezo en todos los árboles para que estén bonitos cuando yo salga a la calle. Chivite protesta. ¿Por qué no dices que he sido yo quien ha colocado las campanillas para que suenen con el viento?, dice
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Escribo en una papel una pregunta y la respuesta aparece como por arte de magia, escrita debajo, letra por letra. Así hasta llenar el folio. Pienso que quien responde es Antonio desde su casa y que ha aprendido a usar un folio como si fuese un chat.

palanca de cambios

sábado, 25 septiembre 2010. Juan y yo resolvemos problemas de matemáticas en una libreta de Hannah Montana. Se supone que es de su hija Ani. Mientras, Ani juega con una PSP. Una vez que hemos terminado, dibujo con el dedo a sus hijos en una pizarra. Se parecen mucho. Su hijo Pablo llega con un amigo. Se ha cortado el pelo, así que le doy con el dedo al dibujo para igualarlos. Son las 14.51, dice Pablo, y recuerdo que he quedado a las 15.00 para comer con mi padres. Busco mis zapatos, pero no los encuentro. Juan dice que no me preocupe, que Pablo tiene que coger el mimos bus que yo y nos llevará ala estación. Voy sentada en el asiento de atrás, Juan agarra mi pie desnudo mientras conduce. Pienso que lo ha confundido con la palanca de cambios, pero por cómo lo acaricia, siento que es su forma de despedirse. Cuando llegamos a la estación, a Pablo se le cae una moneda al suelo, rueda calle abajo, corre tras ella. Juan consulta en el móvil dónde está aparcado el bus, señala con el dedo y caminamos por un descampado. Casi nos atropella un coche que circula marcha atrás. Como sé que llegaré tarde de todos modos, me olvido de la prisa y no le digo a Juan que vamos en sentido contrario.

carrera y escaparate

viernes, 24 septiembre 2010. Como las calles están vacías aprovecho para correr. No necesito esforzarme, una pequeña zancada me hace avanzar mucho. Atravieso un patio de armas, subo una escalera de piedra y entro en un edifico señorial. Una chica uniformada me indica dónde está la entrada a las habitaciones. Al pasar por un servicio, entro, escupo un chicle en la bañera y me enjuago la boca en el lavabo. Tengo la boca teñida de rojo. Me seco en una toalla de tela brillante color burdeos y la dejo en un cesto para ropa sucia. Al fondo del pasillo hay una habitación enorme con espacios separados por paneles bajos. En uno de ellos está Alberto, esperándome para desayunar. Las paredes están cubiertas por tarjetas de navidad y regalos.
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Veo a Manuel desde la calle, está junto al mostrador de La casa del libro. Le ha crecido mucho el pelo, vuelve a tenerlo afro. Cuando me ve a través del escaparate sale por la ventana a saludarme. En la acera hay varias chicas trabajando con sus portátiles. Nos sentamos con ellas. Me habla de Gema, de que está nervioso porque esa misma mañana llega de Rotterdam. Las otras chicas lo miran celosas. Yo, por cambiar de tema, le pregunto por su gata.

link

martes, 21 septiembre 2010. Estoy en la terraza de un bar. Tres chicas grandes y gordas se sientan conmigo, una de ellas casi me aplasta. Hablan, yo no digo nada, ni siquiera sé si pueden verme. Abro el portátil y veo una página de fotos donde sale la chica que casi me aplasta. Al parecer es actriz porno. A la derecha hay un listado de nicks, de fans que han dejado sus mensajes. Uno de ellos me llama la atención y lo abro. Es de Juan. Pienso que está escrito en clave y no es para ella, es para mí. En el mensaje dice que no podemos volver a vernos. No vuelvas a preguntarme nada, dice. Al final del mensaje, en letra muy pequeña, me parece leer: Al menos en dos años. A la izquierda hay un link a un poema, pero decido no leerlo por miedo a que me duela.

herradura

lunes, 20 septiembre 2010. Intento volver a la casa de mis padres rodeando el edifico, que tiene forma de herradura. Las piernas cada vez tiene menos fuerza, se me doblan, tengo que agarrarme a las paredes para no caer y ayudarme con las manos a moverlas para dar otro paso más. No entiendo por qué llevo unos tacones altísimos y una falda de tubo muy ajustada.

foto finish

domingo, 19 septiembre 2010. El sueño no es más que una imagen fija de Juan y yo sentados en lo que parecen butacas de tren, con las mesas abatibles abiertas, y nosotros escribiendo muy concentrados. Pero las butacas están colocadas en la explanada de Los Baños del Carmen, se ven las columnas justo detrás de nosotros, y de fondo la bahía. Los curioso es que aunque nosotros estemos completamente quietos como en una fotografía, en segundo plano un hombre en movimiento tala las columnas de mármol con un hacha como si fueran árboles. Lo más curioso es que a pie de foto han escrito: Los autores llegando a la línea de meta.

bañera gigante

sábado, 18 septiembre 2010. El salón de la casa de Héctor es una bañera gigante. Hay amigos comunes sentados a su alrededor. Duende, su hijo, corre de un lado a otro. Pienso que va a resbalar y caer. Como si Héctor me leyera el pensamiento, apunta hacia él con un mando a distancia y el niño se convierte en un bebé que aún no sabe andar. En el suelo hay trozos de papel que alguien ha roto en pedazos. Los uno y miro a Camilo. Son mis poemas, dice, los he roto porque sé que no te gustan. Hago un puzzle con ellos cambiando el orden de las palabras. Ahora sí, le digo.

rosas por humo

miércoles, 15 septiembre 2010. Me encuentro a María Teresa Campos en una especie de túnel de vestuarios. Lleva un vestido de fiesta tipo años 50, está muy guapa y se lo digo. Saca un cigarrillo. La miro, pero no le digo nada. Ya sé que tengo cáncer, dice, pero sólo dejaré de fumar cuando me queden unas horas de vida, dice. La abrazo. Se sienta en el suelo sucio con su precioso vestido, me siento con ella. Me habla de que no quiere morirse sin volver a Amsterdam. En el sueño consta que sus hijos son los hijos del poeta Diego Medina. Dice que su hija no le dice nada porque también fuma, pero que su hijo tiene el cuarto lleno de rosas en vez de humo. Eso te pasa por haberlo educado para poeta, le digo. Nos reímos.

el fari

martes, 14 septiembre 2010. Atravieso a todo correr y en diagonal un descampado de tierra a pesar de llevar unos tacones altísimos. Cuando llego al final intento subir la alambrada que lo rodea para recoger ropa tendida que hay en lo más alto. Cuando estoy trepando veo llegar al Fari con un niño de la mano. Me bajo porque la falda es muy corta y temo que me vea las bragas. Cuando vuelvo, de nuevo a todo correr, sobre la mesa está toda la ropa recogida sobre una mesa enorme.

lem y marqués

lunes, 13 septiembre 2010. Un periodista me pregunta cómo viví todo el tiempo que estuve secuestrada en el dormitorio de mis padres. En el sueño consta que acaban de rescatarme. Le cuento que bajo la cama había un agujero con agua de donde sacaba peces. El periodista cierra su libreta y me dice en voz baja que Gagarin hacía lo mismo cuando se quedó aislado en el espacio, que bajo su cama había un lem y que eso le salvó la vida, pero que ningún ruso conoce esa historia, sólo su mujer. Pienso que ese periodista sólo ha oído campanas porque quién estaba bajo la cama de Gagarin era Stanislav Lem y no un pez, y que se salvó gracias a sus historias, no por matar el tiempo pescando. Pero no le digo nada por no alargar la conversación.
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(Siesta). Estamos en un bar muy ruidoso, todos gritan para hacerse oír. Le pregunto algo a Alberto y me dice no grite. No entiendo nada, voy al servicio. A través de la pared oigo a una pareja jadeando. Intento no hacer ruido para que no se sientan incómodos. Espero a que terminen para no encontrármelos a la puerta. Al salir, el servicio da a un descampado y es de noche. El fulard se me cae a un charco, siento una tristeza inmensa. Alguien lo recoge y me lo da. Al ver que es el poeta Juan Marqués me echo a llorar. Me abraza, me consuela, me dice que no me preocupe por nada, y que va a llevarme a casa en su moto.

traperos

domingo, 12 septiembre 2010. Estoy con unos amigos en un restaurante. Durante la comida proyectan en la pared un vídeo casero donde se me ve vestida de negro, con la cara pintada de blanco y los labios muy rojos. Es un pingüino, dicen algunos, otros gritan que soy un personaje de Batman. A mi lado, en el vídeo, hay un muñeco iguala mí del tamaño de un pingüino real. No entiendo como alguien ha sido capaz de proyectar algo tan personal en un restaurante, pero no digo nada, prefiero no saber cuál de ellos ha sido porque tendría que pelearme con él. A la hora de pagar no tenemos dinero suficiente, así que el dueño dice que tenemos que ayudarlos a hacer la mudanza. Desmontamos los muebles y los acarreamos por la calle como traperos.

cartas mojadas

sábado, 11 septiembre 2010. Camino calle Fernando el Católico abajo. Pienso en lo extravagante que voy vestida y me pregunto de dónde habré sacado esa ropa. Llevo una especie de falda corta fruncida sobre los hombros a modo de capa. Debajo, unas tiras de elástico negro en vez de ropa interior. Bajo por la acera del sol porque la ropa es ligera y siento frío. Una mujer saca cosas del maletero de un coche ocupando toda la acera. Me paro. Su hijo se acerca para ponerle una capa parecida a la mía sobre los hombros. No entiendo nada. Me doy la vuelta y vuelvo a la casa de mi abuela. Mi tía Encarna me frena antes de entrar al jardín, dice que no puedo pasar porque acaba de fregar y las cartas están mojadas. Efectivamente el suelo está cubierto de papeles escritos mojados.

anillos y barro comestibles

viernes, 10 septiembre 2010. Estoy en un bar con Ela la mujer del poeta Jaime Siles. Al abrir el bolso se le cae al suelo un anillo de plástico amarillo transparente. Se ríe. Para que no coma entre horas le doy anillos. Siles se sienta a mi lado en un taburete, Ela le tiende un anillo idéntico al otro, pero azul, y Siles se lo come.
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Al pasar por delante de la terraza e un bar, veo sobre la mesa un cuenco con un niño de barro dentro. De repente recuerdo que es el hijo de Francis, que me lo dejó el día anterior para que lo cuidara y lo olvidé sobre la mesa del bar. Me acerco, está dormido. El camarero me dice que no se han atrevido a tocarlo ni a darle de comer. Tomo al niño, que en realidad sólo es un bloque de barro fresco y blando, y con una cucharilla voy rebañando el barro de la base y se lo meto en la boca. El niño come sin ganas.
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Un ruido en la puerta me hace huir de la casa de mis padres por la terraza. Salto el cristal que separa las terrazas y entro en la casa de los vecinos. No hay nadie. Me encierro en el último cuarto para que nadie me encuentre. Al cabo de un rato, algo se mueve sobre la cama. Es Iker. Me alegra mucho verlo, lo saco de la cama y lo llevo de la mano a otra habitación. Me tienes que contar tantas cosas, le digo.
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Estoy en un bar, en una mesa con unas diez personas. Sólo conozco a David Leo. Los oigo hablar. La puerta me queda justo enfrente y me sorprende ver entrar a mi madre con Juan Maldonado. Mi madre saluda con la mano y me dice que va a pedirse una pizza. Juan se acerca a mi mesa y me pregunta algo. Le digo que David leo escribe muy bien así que no necesita llevar sombrero. Cuando levanto la vista y miro a Juan, veo que también lleva. Todos en el bar, excepto mi madre, llevan sombrero.

polillas y libros horneados

jueves, 9 septiembre 2010. Mi prima Cristina está sentada en una hamaca de lona delante de una ventana. Está desarreglada, sin peinar, en una postura de dejadez muy fotogénica. No te muevas, le digo mientras voy a buscar mi cámara. Cuando vuelvo, veo que se ha maquillado, cambiado de ropa y tiene un cigarrillo encendido entre los dedos, ella que nunca ha fumado. Está sentada en la hamaca como si fuera una silla dura, con las rodillas juntas y las manos sobre las rodillas. Ya no tiene sentido hacerle ninguna foto, pero me dice que dispare y disparo.
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El salón de la casa de mis padres está vacío. Virginia empuja una vitrina y la coloca del revés, con los cristales mirando hacia la pared. Me pide que la ayude a agitarla. No entiendo muy bien lo que quiere decir, pero agarro el mueble e imito sus movimientos. De la vitrina caen un montón de polillas. Mátalas antes de que escapen a otros muebles, dice. Aunque no hay ningún otro mueble, le hago caso y pisoteo las polillas. Mientras, ella se sienta en el suelo y va tapando cada agujero con cera.
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Camilo y yo vamos por la calle cargados de libros. Espérame aquí, dice y deja su montón sobre un mostrador de lo que parece una panadería. Una chica regordeta los coge, sale corriendo y los mete en el horno. Cuando Camilo vuelve la chica los saca y los deja sobre el mostrador como si nada. Algunas letras de las portadas han cambiado del azul al dorado. Me fijo en que Camilo también ha cambiado, de ropa. Lleva camiseta y pantalón rojos. Me extraña. Sin que yo le diga nada, me responde con un abrazo y me dice que desde que viste de rojo es más feliz y hasta su madre canta por las mañanas.

cuadrícula sweet home

martes, 7 septiembre 2010. Sobre la mesa de la terraza de la casa de mis padres hay dos billetes muy verdes, tanto que no sé si serán auténticos. Miro el cielo y pienso que va a levantarse viento y los dos billetes se volarán. Inmediatamente ocurre. Los dos billetes vuelan haciendo piruetas. Pienso que mi madre se va a enfadar muchísimo. Recorto dos papeles del mismo color y los dejo sobre la mesa con un cenicero encima para que no se vuelen.
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Salgo a la carrera de la casa de la abuela de Odila, bajo la escalera en cuatro zancadas, bajo la cuesta, giro por calle María, llego hasta el final entre unos niños que juegan a la pelota. Corro como nadie y me siento completamente feliz. Al llegar al final de la calle encuentro una escalinata que nunca ha estado allí, pero me da igual, la bajo también a toda carrera. Desemboco en una habitación enorme donde viven unas cien personas ordenadas en cuadrículas. Cada uno tiene un vaso de palomitas grande lleno de comida y un ordenador portátil. Pienso que es la solución a la superpoblación y que es perfecto. Le pregunto a un tipo si me puedo quedar a vivir allí. Me dicen que hable con el jefe. El jefe es el poeta Juan Marqués. Juan se alegra mucho de verme y me pregunta en qué cuadrícula quiero vivir. Quiero una pegada a la pared, le digo. ¿No prefieres una al lado de Chivite?, dice. No, mejor una alejada para poder escribirle. Juan me acompaña a mi nueva vida. Para agradecérselo, saco un libro del bolso y se lo doy. El libro se titula "Libro de faros".

10/10

domingo, 5 septiembre 2010. Sobre la mesa hay dos especie de caparazones de tortuga. En cada uno hay una cifra: 10/10 y 10/11. Juan me dice que elija uno. Elijo 10/11. Has elegido mal, 10/10 es el día perfecto, dice. Sí, pero 10/11 es el día de mi cumpleaños, le digo.

as time goes bye

sábado, 4 septiembre 2010. Hay una especie de mercadillo en una nave cerrada. En una de las mesas está Daniel. Lo saludo, le pregunto qué vende. Entre las cosas de la mesa hay una sartén de cerámica blanca. Daniel me explica que parece maciza, pero en realidad está hueca, y al moverla suena "As time goes bye". Muy cara, le digo, y allí se queda la sartén sonando. Camino contra la masa de gente para salir de allí. Me cruzo con Mocito Feliz. Dice que le un puñado de almendras, y abre el bolsillo de su chaqueta. Le digo que sería mejor envolverlas en Albal, para que no se le manche. Mocito saca del bolsillo un trozo de Albal y se lo lleno de almendras. Veo a Virginia perdida entre la gente, es muy pequeña, apenas tiene tres años. Lleva un gorrito de capota de tela azul a juego con un abrigo. La cojo de la mano y la saco de allí. Una vez en la calle se vuelve mayor de repente, se sacude el abrigo, y me dice que vayamos a un bar.

parking en el tiempo

viernes, 3 septiembre 2010. Llego a un garaje donde han pintado en la pared aparcamientos verticales para personas. Cada uno tiene un número que en realidad es un año. Los números van desde el 35 antes de Cristo hasta el 2010. Al parecer, según en qué año aparques tu cuerpo viajarás en el tiempo a ese año. Todo eso me explica una chica con túnica, con pinta de pertenecer a una secta. Me da igual, pienso que si de verdad funciona, podré viajar al año 72, y corro hacia la plaza con ese número. Le digo a la chica que podían haberse ahorrado pintar un montón de años porque casi todos los de mi edad querrán viajar a los años 60 y 70. La chica se enfada mucho. Mereces castigo, grita. Dos hombres me llevan a una habitación donde ya hay otra pareja castigada. Desde allí dentro oímos cómo el garaje se llena de gente, pensamos en lo bien que lo estarán pasando. Por el resquicio de la puerta veo que todos llevan túnica y caminan formando un círculo. Llevan velas en la mano. La habitación donde estamos da a un solar abandonado donde se acumulan balones que han caído desde detrás de la tapia. Sobre un armario hay una caja enorme, me subo a una silla y miro. Está llena de figuras del niño Jesús a tamaño real. Le hago fotos. En ese momento, llega el poeta David leo García y me dice que las borre inmediatamente. Si no lo haces tú amigo Antonio pagará las consecuencias, dice. En segundo plano veo a Antonio saltar por la valla del descampado. Mientras huye, me dice que no con el índice. David Leo, que está de espaldas y no ve lo que sucede, no comprende que me guarde la cámara y me ría.

de besugos

miércoles, 1 septiembre 2010. Iker nos cuenta que cuando entra en el servicio de un bar y ve a una chica pintándose la raya del ojo, le quita el lápiz y escribe con él en el espejo. Alberto dice que a él le gustan las chicas maquilladas. Yo le digo a Iker que acabamos de ver una película en la que el protagonista era igualito a él.

gallineros abandonados y adictos al sexo

martes, 31 agosto 2010. Estamos en una casa de pueblo que se supone que es la de Juan. Unas chicas me llevan de habitación en habitación. En unas no hay nada, parecen gallineros abandonados, en otras hay muebles y juguetes antiguos. La madre de Juan nos hace posar. Dice que las fotos son para la revista del pueblo.
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Alberto, Juan y yo estamos sentados en unos muros bajos de un pueblo. No decimos anda. Pienso que Juan quiere escapar de nosotros, pero no quiero que se vaya solo conduciendo por si ha bebido. En un descuido Juan ya no está. Le pregunto a Alberto a cuántos kilómetros queda su casa. Dice que muy lejos. Le queda más cerca la playa, dice. Bajamos a la Plaza, miro cada rincón por si lo veo. Entramos a un bar y le pregunto a la chica dónde está el servicio. Me señala una mesita de noche. Imagino que pretende que abra el cajón y orine dentro. La dueña del bar me dice que lo haga mejor dentro de un armario. En el armario hay libretas llenas de listas. En algunas listas aparecen los nombres de algunos de mis amigos. Cuando salgo, Alberto está hablando con un chico rubio muy alto. ¿No te acuerdas de Eski?, dice. No lo había reconocido con esa gorra, le digo. Eski dice que viene a decirnos de parte de los amigos del trabajo, que les parece muy mal que cuando vamos de viaje no avisemos a nadie. Que él ha pensado que lo hacemos porque, como somos unos adictos al sexo, no queremos que los amigos oigan nuestros gritos. Me pongo muy triste. Le respondo que no es por eso que es porque, al dormir tan profundamente cuando estamos de viaje, no queremos despertalos con nuestros ronquidos. Eski se pone tan contento, que se va corriendo a un descampado a darle patadas a una balón rojo enorme.

abubillas y ghirlandaio

lunes, 30 agosto, 2010. Gallero me cuenta que tiene dos abubillas en el tejado de su casa, que cada mañana antes de ir a trabajar se despide de ellas dándoles dos besos, y procura que sean muy cerca de la comisura del pico, para que ellas sepan que las ama.
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Un poeta mayor que, se supone, acaba de inaugurar un congreso, me dice que debería pensar en cobrar por escribir y leer poemas como él hace. Saca un papel y apunta cuánto podría ganar al mes. Con todo ese dinero podrías pasarte la vida viajando, podrías venir a visitarme a Noruega, dice. Lo oigo hablar, pero atiendo a sus palabras. A pesar de su edad y de hablarme de cosas que no me interesan, me resulta tremendamente atractivo.
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Una chica, tumbada en la cama donde yo dormía de niña en la casa de mi abuela, me pregunta si sigo escribiendo y si por fin he decidido cobrar por los artículos sobre santos que escribo. Ignorando sus palabras, le pregunto si la Gh de Ghirlandaio se pronuncia Gui o Yi.

buzones, orilla y túnicas

domingo, 29 agosto 2010. Han cambiado los buzones de la casa de mis padres. Ahora son negros, brillan como si fuesen de cristal. Todos menos el suyo, que es de madera con puertas correderas y sin cerradura. Pienso que todo el mundo les robará el correo. Lo abro, dentro hay crema hidratante y un neceser completo. Pienso que mi madre lo usa para maquillarse justo antes de salir de casa. Hay un sobre a mi nombre. El sobre está abierto.
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Estoy en la playa con una chica. La chica es a ratos Begoña, otras Salud y otras Laura. Dice que su hija estaba nadando y no la ve. Corremos hacia la orilla. Alberto se quita la ropa para echarse al agua a rescatarla, aunque en el agua no la vemos. Alberto dice que está muy mal beber alcohol y echarse al agua porque produce pesadillas.
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Begoña camina por un paseo marítimo con tres hombres. Uno es Pepo. Begoña habla animadamente con ellos, les cuenta anécdotas. Ellos no se ríen. Me pongo a su lado, le aconsejo que no se esfuerce. Al parecer sólo ella puede oírme pero ni siquiera verme. Los tres hombres entran en fila en una cafetería, me fijo en que los tres llevan túnicas hasta los pies. No entres, le digo a Begoña, no te fíes de los hombres que vistan con túnica.

escondite

sábado, 28 agosto 2010. Oigo la voz de mi madre y me levanto de un salto. Me pongo un vestido directamente sobre la piel y, sin lavarme la cara ni peinarme siquiera, la sigo por el pasillo. Ella va vestida como para una fiesta. No reconozco a mi madre. No reconozco la casa, las habitaciones que veo a los lados del pasillo están tan desordenadas como si hubiese pasado un tornado. Me doy la vuelta sigilosamente y vuelvo a mi dormitorio, lo atravieso andando por encima de la cama y me escondo detrás de las cortinas. Sé dónde estás, dice mi madre cantando como si jugáramos al escondite.

barro y dni

miércoles, 25 agosto 2010. Unos soldados envuelven unos cuerpos en una capa gruesa de barro, los cuelgan para que se sequen. Una vez secos les prenden fuego.
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El poeta Jorge Villalmanzo saca de la cartera dos DNI idénticos. Me los enseña y se encoge de hombros. Le digo que seguramente quien lo hizo metió dos sin querer y se hicieron a la vez, que no le dé importancia y guarde uno de recuerdo. Jorge sonríe como si le hubiera dado la solución a algo importantísimo, abre el congelador y guarda uno de los DNI dentro.

tuercas

martes, 24 agosto 2010. Mi madre y yo salimos de su casa para ir de visita a casa de la madre de Andrés. Mi madre tarda en salir una eternidad. Primero se le olvidan las llaves, después el bolso, ya en el descansillo se da cuenta de que no se ha puesto los zapatos. Llamamos al ascensor pero no llega. Cuando abro la puerta me quedo con ella en la mano. Parece que hayamos desayunado tuercas, dice mi madre.

caballos y oso panda

lunes, 23 agosto 2010. Parece un decorado. Un pueblo de casas blancas donde luchan soldados con pantalón rojo y casaca blanca, contra soldados de casaca roja y pantalón blanco. Un grupo de amigos vamos escondiéndonos por donde podemos. No vamos uniformados. Le digo a alguien que ya podían haberlos vestido de otro modo porque así no hay quien los distinga. No sé en qué bando estoy. De un cobertizo salen un montón de caballos al galope. Alberto dice que le hubiera gustado estar entre ellos para notar esa fuerza. Decide esconderse en el cobertizo por si los caballos vuelven. Yo me escondo junto a unas balas cuadradas de paja y me cubro con algunas para que no se me vea. Un tipo me ha descubierto. Sal de ahí hombre, me dice. Cuando salgo veo que es Zayas, pero dice que no puede llevarme con él porque es del otro bando. Tápate bien y a ver si hay suerte, dice. Me ayuda a esconderme. Te van a matar de todos modos, dice y me abraza.
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Camino por el poyete de la Plaza de la Merced. A mi lado va Camilo. Por fin soy más alta que tú, le digo. Me abraza y me besa sin mediar palabra. Sus labios son muy finos y parecen de cera endurecida. Pienso que no es él.
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Sr. Chinarro me cuenta que en su clase había un niño muy sensible al que todos llamaban "el oso panda" porque por las noches se iba a cuatro patas al parque de las putas. Yo estoy tumbada en el sofá y él me habla como si me contara un cuento para dormirme. Mientras me habla le crece el pelo a toda velocidad.
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Juan Luis dice que me dé prisa, que no llegaremos nunca al bar de los geólogos. No sé de qué me habla. Entramos y, aunque todas las mesas están llenas de comida, la camarera dice que ya no queda nada. Algo podrá ponernos, dice Juan Luis y se sienta en una mesa. Además, tenemos que esperar a Omar, que viene a caballo desde California, cruzando el Atlántico, añade.

póker de poemas, cubo de rubik y hormigas

sábado, 21 agosto 2010. Manuel y yo estamos en una habitación de hotel jugando a las cartas. En vez de cartas, tenemos en las manos cada uno un libro de poemas. Cada vez que tenemos que nos toca arrancamos una página del libro y la ponemos sobre la mesa. Manuel siempre gana porque sus poemas son más largos que los míos.
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Alberto y yo vamos en un autocar bastante destartalado. Alberto se queja de que al principio del viaje los asientos estaban nuevos y en unas horas están sucios y rotos. También dice que el conductor le ha quitado su cubo de Rubia. No sé de qué me habla porque nunca ha tenido un cubo de Rubia y ni siquiera le han gustado, pero intento consolarlo de todos modos.
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Estoy leyendo, sentada en las escaleras traseras del Cac. Una chica me pide permiso para tumbarse delante de mí. Quiero verte leer, dice. Le advierto que hay muchas hormigas. Se tumba. Una fila de hormigas le recorre el cuerpo dividiéndolo en dos. Me parece muy bonito, pero la aviso de todos modos. La chica se sacude con asco y miedo. Liam Neeson, que pasa por allí en ese momento, nos dice que con él no se atreverían. Le hago un gesto con la cabeza. Nelson se tumba en el suelo y, efectivamente, las hormigas lo rodean sin rozarlo siquiera. Soy una estrella, dice. ¿Y no será que hueles mal?, le pregunto. Él se ríe. Me alegra tanto que se haya dado cuenta de que era una broma, que me acerco y le beso la frente. Sostengo mis labios en su frente más de lo que sería normal, pero es que no sé cómo decirle cuánto siento que su mujer muriera.

de persona

viernes, 20 agosto 2010. Mi madre sigue a la princesa de Asturias después de que haya dado una charla en el paraninfo. Yo sigo a mi madre para impedir que siga a Letizia. Mi madre me explica, con una ingenuidad que desarma, que tiene que pedirle un autógrafo porque desde que consiguió el de Coto Matamoros no ha tenido la oportunidad de pedirle a nadie más. No sé qué responder. Mi madre, cambiando el gesto, me mira los pies, llevo chanclas de playa. Deberías aprender de Letizia, mira qué tacones lleva, deberías aprender de ella y vestir alguna vez de persona, me dice.

3d

jueves, 19 agosto 2010. Llego a casa de Rosamari como cada mañana para ir al colegio. Manuel sale del almacén de muebles que hay a la derecha del portal y me abre la puerta. Sin mediar palabra me empuja al almacén y me abraza como si no nos hubiésemos visto en años. Está en los huesos y lleva la cabeza afeitada. Está tan delgado que al abrazarme pierde el equilibrio y casi caemos en una bañera llena de líquido amarillo que sirve para convertir los muebles en foto para que sea más fácil transportarlos. Consigo sostenerlo. Menos mal, me dice, porque si hubiésemos caído dentro ya no seríamos personajes en 3D.

el hombre cangrejo

martes, 17 agosto 2010. Llego a La casa del libro y toco el hombro de Manuel. Pienso que me dará un abrazo enorme, pero apenas me saluda. Me pide que lo acompañe. Quiere que le haga una foto debajo de un arco que han montado para la feria. Le hago varias fotos, algunas con flash por si no hay suficiente luz. Como no me has avisado con tiempo no te he puesto en la lista de invitados, dice. Supongo que habla de la boda de Miriam. No pensaba ir de todos modos porque no la conozco, le digo. Pienso que no se ha alegrado de verme y me da mucha pena. Aunque ya no me quieras voy a seguir llamándote El hombre cangrejo, le digo.

búho negro

lunes, 16 agosto 2010. Un perro intenta comerse una cría de búho negro. Como si tuviera superpoderes, intento concentrarme para convertirlo en un peluche y que el perro no pueda hacerle daño. Se convierte en un peluche, pero vivo, y por más que lo llamo para que se libre del perro, no viene hacia mí.

besos marciales y balas auténticas

domingo, 15 agosto 2010. David leo me enseña unos sellos-poema con dibujos y palabras que va a presentar a un premio de poesía. La peculiaridad de esos sellos es que los poemas según la dirección en que los leas cuentan historias diferentes. Camilo me ve desde lejos y se acerca a nosotros con los brazos extendidos, me toma de los hombros y me da dos besos muy marciales. He aprobado el examen de inglés, me dice muy serio.
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Llego a un almacén donde antes estaba la casa de la abuela de Odila. Una chica envuelve en plástico un cuerpo descuartizado. Intento salir de allí sin hacer ruido, sobre mis propios pasos. Mi madre me ve y me apunta con una pistola plateada que parece de juguete. Dice que tenga cuidado porque sólo le falta una bala. Forcejeo con ella. Consigo abrir el tambor. Las balas caen al suelo. La pistola será de juguete pero las balas son auténticas, dice mi madre muerta de risa.

copa xxl y tsunami

sábado, 14 agosto 2010. Mientras hago la maleta oigo a mi suegra, a través de la pared, contarle a alguien que tengo una talla enorme de sujetador. Oigo risas. Después me llama, pero cojo la maleta sin terminar y me voy de casa.
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Carlos y yo vamos por unas calles muy estrechas llenas de teterías. Huele a frutas y canela. Dos fotógrafos me hacen fotos desde lejos, le digo a Carlos que tenemos que irnos, pero lo pierdo entre la gente. Escapo como puedo de os fotógrafos, casi me atropella un camión, un autobús y un coche de bomberos. La gente grita que el mar está subiendo desde la farola. Corro de nuevo hasta la calle de las teterías para avisar de que huyan. Unos niños colocan taburetes y sillas de juguete para parar el agua. Se ríen. Nadie me hace caso.