sábado, 11 septiembre 2010. Camino calle Fernando el Católico abajo. Pienso en lo extravagante que voy vestida y me pregunto de dónde habré sacado esa ropa. Llevo una especie de falda corta fruncida sobre los hombros a modo de capa. Debajo, unas tiras de elástico negro en vez de ropa interior. Bajo por la acera del sol porque la ropa es ligera y siento frío. Una mujer saca cosas del maletero de un coche ocupando toda la acera. Me paro. Su hijo se acerca para ponerle una capa parecida a la mía sobre los hombros. No entiendo nada. Me doy la vuelta y vuelvo a la casa de mi abuela. Mi tía Encarna me frena antes de entrar al jardín, dice que no puedo pasar porque acaba de fregar y las cartas están mojadas. Efectivamente el suelo está cubierto de papeles escritos mojados.