carrera y escaparate

viernes, 24 septiembre 2010. Como las calles están vacías aprovecho para correr. No necesito esforzarme, una pequeña zancada me hace avanzar mucho. Atravieso un patio de armas, subo una escalera de piedra y entro en un edifico señorial. Una chica uniformada me indica dónde está la entrada a las habitaciones. Al pasar por un servicio, entro, escupo un chicle en la bañera y me enjuago la boca en el lavabo. Tengo la boca teñida de rojo. Me seco en una toalla de tela brillante color burdeos y la dejo en un cesto para ropa sucia. Al fondo del pasillo hay una habitación enorme con espacios separados por paneles bajos. En uno de ellos está Alberto, esperándome para desayunar. Las paredes están cubiertas por tarjetas de navidad y regalos.
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Veo a Manuel desde la calle, está junto al mostrador de La casa del libro. Le ha crecido mucho el pelo, vuelve a tenerlo afro. Cuando me ve a través del escaparate sale por la ventana a saludarme. En la acera hay varias chicas trabajando con sus portátiles. Nos sentamos con ellas. Me habla de Gema, de que está nervioso porque esa misma mañana llega de Rotterdam. Las otras chicas lo miran celosas. Yo, por cambiar de tema, le pregunto por su gata.