barandilla

sábado 30 julio 2016. La puerta de la calle da directamente al dormitorio o bien hay una cama en el recibidor. Los muebles son muy antiguos, pesados, de madera oscura. La cama está revuelta, Jonás está tumbado leyendo. Hola, le digo. Me mira, no me reconoce. Hueles a isabelbono, dice así, todo seguido. Me quito una gorra de cheviot, que parece a juego con los muebles y que no sé de dónde ha salido. ¡Sí, eres tú!, dice contento. El espacio cambia. Estamos en la casa de mis padres. Tengo que arreglarme porque vamos a salir. Llevo una falda de flores y unos zapatos de flores, pero los estampados son distintos, no pegan nada. Me pongo la yukata que compré en Varsovia. Parezco un fantoche. Mi madre y mis tías me gritan, me dicen que no tengo tiempo, que me dé prisa y que, además, tengo que ordenar la terraza. La terraza no tiene barandilla. Miro hacia abajo, reprimo las ganas de lanzarme al vacío. Entro. Hago que busco algo en un cajón, de espaldas a todos, para que vean que estoy llorando de rabia. Jonás se acerca y habla de cualquier cosa para cambiar de tema y nadie note nada.

bónor

jueves, 28 julio 2016. Parece un colegio convertido en centro de exposiciones, pero exposiciones no hay. En una sala hacen teatro. Reconozco a varios de ellos cuando eran jóvenes. Pienso que son hologramas que se activan al cantar una sintonía antigua. Yo iba cantándole a Marcos "Todo es posible en domingo". Alberto y Antonio nos acompañan. Antonio dice que no quiere encontrare con la chica de la cara quemada. De repente, recuerdo que tengo que subir a casa para algo, pero hay una chica con su hija viviendo en ella. Han convertido el comedor en una pocilga. Les pregunto si bajo el reciclaje. Nosotras no reciclamos, dice muy ofendida. Bajo las escaleras a todo correr. Hay escalones cubiertos de nieve pegajosa. Una niña china me dice en chino que es nieve de azúcar y no la pise. Intenta barrerla como puede. En uno de los pisos veo a Andrés con una guitarra. Va a cantar canciones de iglesia a unos niños. No comprendo nada. Lo acompañan unos tipos raros con mascarillas de plástico transparente que les cubren nariz y boca. Alguien dice que ahora todos los poetas tienen nombre raros. Les digo, en broma, que voy a cambiarme el apellido por Bónor para que parezca nombre de rapero. Andrés abre un mapa dibujado en papel de seda y dice que debe ponerse al día para vender también 30.000 ejemplares. Busutil, que está desayunando una ensalada de piña con arándanos, se vuelve y dice que 15.000 ya le parecen más que suficientes. Me despido, intento meter una banqueta plegable en el bolso, le abro la puerta del portal a una chica embarazadísima. El felpudo de la puerta es un sujetador azul enorme, tipo abuela. Una vez salgo a la calle, no reconozco nada, no sé dónde estoy.

la secta del papel carbón

miércoles, 27 julio 2016. No sé dónde estoy ni cómo he llegado allí, pero parece que me ha captado una secta. Nos dicen que tenemos que entregar un saco con nuestra ropa y otro saco vacío, que nos dieron al entrar, lleno de papel carbón. En casa sólo encontré cuatro, y pienso que quizá me castiguen. Nos hacen pasar por pruebas absurdas como aparcar un coche en una calle con niños muy gordos que no deben quedar atrapados entre el coche y la pared. También pasamos por unos túneles de ladrillo hasta llegar a la cúpula exterior de una iglesia. Allí debemos entregar el saco de papel carbón y un diario resumen de nuestra experiencia esos días, a cambio de nuestra ropa. No entiendo bien para qué pueden querer tanto papel carbón, pero imagino que para nada bueno. Le pregunto a una chica si puedo entregar los diarios más tarde, para repasarlos. Parece que mi dedicación le gusta y me deja marchar. Aprovecho para huir.

un coche negro

martes, 26 julio 2016. Estoy en la antigua cafetería "La cosmopolita". Las mesas han sido sustituidas por un patio de butacas. María lleva el pelo azul, me pregunta algo. Pone tan cerca su cara de la mía que no entiendo lo que dice. Odila lleva un vestido ligero de flores. Pienso en una reunión de antiguas alumnas, pero hay poetas que gritan al fondo de la sala. Quiero salir de allí. Marcus Versus, que está sentado a mi lado, como si pudiera oír mis pensamientos, dice: Quédate. Afuera hay un coche negro con la puerta abierta, esperándome.

xanadú

lunes, 25 julio 2016. Mis amigos hacen una coreografía de Xanadú, subiendo y bajando escaleras, mientras yo peleo con mi familia en la cocina. La pelea comenzó porque dije que la cocina estaba muy limpia y ordenada, que la mantuvieran así.
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Acompaño a Sora al médico. Es media noche y nos atiende en pijama, en un despacho vetusto. Sora se sienta frente a él con las rodillas muy juntas. El médico le pregunta: ¿Has traído algún elefante? Mientras tanto, la espero en el cuarto de baño de la consulta. Miro por la ventana, comienza a amanecer. Miro porque Enrique dijo que vendría a recogerme y no quiero estar allí.

un top

sábado, 16 julio 2016. Estoy con los amigos en un hotel, en mitad de la nada, que parece sacado de un espagueti western. Por otro lado está Chivite y su mujer con unos amigos. Parece que se están organizando para buscar a alguien, pienso. Me acerco a ellos para ayudar. Ya tenemos las maletas hechas y no podemos irnos sin él, me explican. ¿Cómo es el niño?, pregunto. ¿Niño?, buscamos un pijama. Alguien grita que no es un pijama, que es un top. ¡Es un top!, ¡un top!, se gritan unos a otros.
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José Miguel, a quien no veo desde hace más de 30 años, actúa en una especie de club de la comedia. Cuenta su vida, habla de sus conquistas, su trabajo. Una chica corre hasta el centro de la sala, se abrazan, caen al suelo. Es mi mejor amiga, dice él a modo de disculpa. Todos aplauden y él se despide. Me acerco a saludarlo, pero al pasar por mi lado no me reconoce. Entra en el servicio de hombres. Lo espero fuera. Del servicio salen varias chicas riéndose. Sobre la puerta hay un foco que me deslumbra. Empiezo a pensar que cuando salga no sabré qué decirle.

ruinas

martes, 12 julio 2016. No sé dónde estoy. Marcos, Sr. Chinarro y yo paseamos por unas ruinas. Les cuento que alguien ha dicho que soy muy graciosa y que eso es lo único que me gusta que digan de mí. Chinarro dice que tenemos que escondernos de alguien que nos persigue. Nos metemos bajo la cama que hay en una especie de museo de piedra que se cae a pedazos. Por la mañana una chica en moto me persigue con unas perchas de plástico. Alguien me pregunta cómo conocí a Marcos y a su hermano. Jurdi aparece de repente. Parece un Jesucristo venido a menos. Me bajo de un autobús en marcha. Me despido de una pareja vestida al modo tradicional indio. Sigo sin saber dónde estoy.

caracoles políglotas

lunes, 11 julio 2016. Hay un ring con un micrófono que cuelga del techo. Tengo que subir a leer un relato muy corto y del que, al parecer, estoy muy satisfecha. Una chica me dice que mejor cambiemos los relatos y ella lea el mío, y yo el suyo. El suyo es un horror y sé que ella entonará engoladamente hasta cargarse el mío. No digo nada. Deseo en silencio que la lectura se suspenda.
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Llego a un edificio donde algunos estudiantes esperan su turno de examen sentados en el suelo y en las escaleras. Yo sólo llevo un papelito en la mano mientras que ellos llevan un papel enorme desplegable. Me acerco al mostrador y pregunto si necesito algo más que mi papelito. Un tipo sonriente me tienda un desplegable donde tengo que responder marcando cruces. Una chica pregunta lo mismo que yo y el tipo amable la manda a paseo. Una de las preguntas es si los caracoles pueden reconocer el idioma francés cuando se les habla. Respondo que sí.

gofio

domingo, 10 julio 2016. Me encuentro a alguien en el pasillo de un hotel. Le cuento con gran entusiasmo que hay cinco maneras de comer gofio.

masip&masip

sábado, 9 julio 2016. Hay dos Masip. Parecen gemelos, pero sé que hay algo que los distingue aunque no soy capaz de verlo. Uno de ellos tiene una mujer negra muy guapa que se queja de algo. Quiere que interceda, que hable con su Masip de su problema. Yo no digo nada. Veo caminar a los dos Masip por un camino entre árboles.
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Recibo una carta de Pepo. La carta es en realidad un dibujo tipo mandala hecho a boli. Lo miro y soy capaz de leerlo. Le respondo con otra carta igual. No entiendo mi propia letra mientras la escribo, pero estoy convencida de que él la entenderá cuando la lea.

accidente y cemento de mantequilla

viernes, 1 julio 2016. Vamos en el coche. La carretera es estrecha y mal iluminada. Pienso que hemos pasado por el mismo lugar varias veces. Llegamos a unas curvas muy juntas y muy cerradas. Al final no hay nada y caemos al vacío. (Me despierto llorando).
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Vamos por la calle. Alberto y yo discutimos por algo. Caminamos calle Ferrándiz arriba. Jonás me toma del hombro, intenta consolarme.
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Esto en un vagón. No conozco a nadie. Me siento sola al final. Un tipo entra con una cámara. Dice que es para la tele. Voy a esconderme entre los demás pasajeros. El vagón es ahora una clase con pupitres. Daniel me tiende un texto en francés, quiere que se lo corrija. Lo ha escrito sobre una página ya escrita de un libro. Veo a Francis en primera fila. En el suelo hay tres broches. Los recojo, le digo que nos pierda. Dice que no son suyos. Entonces me quedo este, le digo. Es un broche grande con la cara de Esther (la de "Esther y su mundo"). Una mujer muy arreglada saca una lista de preguntas. Francis responde a todo. La mujer me mira con cara de decepción. Le digo que casi no oigo y por otro no entiendo lo que oigo. Me tiende una cerveza con aspecto de miel y la dejo sobre una cama turca. Nos pregunta si Papá Nöel está vivo o muerto. Pienso que es una pregunta trampa, si digo que está muerto reconoceré que existió. La mujer sigue haciendo preguntas. Me hago una bola y me echo al suelo a llorar amargamente.
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Estoy con un grupo de amigos en una especie de verbena. Me siento profundamente triste, hago bromas, todos ríen. No quiero que noten nada. Sonia me pregunta qué me pasa. Le digo que se lo contaré a Cristina. Me voy a enterar de todos modos, dice. Aparece Alejandro con un grupo de chicos, parece que han preparado una coreografía. A una chica se le ce un póster que ha pegado en la pared. Alejandro dice que ha aprendido a pegar pósters sobre cemento con los ojos. Toma una pajita de un refresco y la empuja con el ojo. La pajita entra como si el cemento fuese mantequilla. El póster queda perfecto. Aparece un señor con peluca y gorra al que todos conocen, le llaman Ismael. Les digo que no se llama así y que es un coleccionista de firmas de Marisol que conocí en un hospital. Según hablo me voy poniendo todavía más triste.