gemelos e icosaedro

sábado, 29 octubre 2011. Carmen y Enrique han organizado una cena en su casa. Su casa es un laberinto de pasillos con muros de piedra y cristal. Carmen lleva un vestido de noche azul. Dice que la barriga empieza a pesarle. Le pregunto si está segura de que sólo es un bebé y no dos. Me mira con cara de susto. Los invitados me suenan, pero soy incapaz de recordar sus nombres. Propongo que todos los escriban y los coloquen sobre la mesa.
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Después de intentar hacer una foto en la esquina de una calle por donde pasan mujeres vestidas de flamenca, corro con una caja enorme hacia un hotel. En la caja pone "negativos". En el hall del hotel hay una chica rubia que está protestando por algo, me trata de usted. Pienso que he viajado en el tiempo porque en realidad es mi sobrina muy mayor. Entro con ella a los servicios, ella sigue hablando, pero no tiene boca. Su cara parece de porcelana. Hay una puerta de cristal que separa los servicios de una habitación enmoquetada. El cuarto me resulta familiar. Pienso que podría vivir en él. Una chica y su novio, que está sentado en el suelo con el abrigo puesto, hacen gráficos en un papel enorme. Hay una estantería llena de nazarenos vestidos de azul y figuras geométricas de cristal. Me fijo en que la chica es una amiga de la familia, pero muy joven. Pienso que ahora he viajado hacia atrás en el tiempo. Para disimular, le pregunto si tiene un icosaedro de cristal.

enfermera asesina y zoo macabro

viernes, 28 octubre 2011. Una enfermera va a sacarme sangre, pero en ves de eso agarra un cúter y comienza a cortarme las manos. Manoteo con ella, sólo consigue hacerme arañazos. De cada corte sale sangre muy roja muy lentamente, muy espesa. No sé cómo escapar porque sólo hay una cristalera enorme sin puertas. De repente aparece Chinarro en una furgoneta blanca y la estrella contra la cristalera. ¡Vete ahora!, me grita.
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Estoy en la puerta de un zoo esperando mi turno para recoger mi ropa limpia. Al parecer en el zoo hay lavandería. Llega Bárbara con una amiga, hablamos de su pelo. Le digo que a pesar de habérselo teñido mil veces sigue teniéndolo suave y precioso. Me fijo en que lo lleva con estampado de leopardo. De repente veo a través de una ventana escondida tras unas plantas, como cortan la cabeza de otras chicas que llevan el pelo igual que ella. Trato de convencerla de que no entre, pero no me oye y no puedo caminar, las piernas me pesan muchísimo. Intento arrastrarme hasta su mesa (se han sentado en el bar del zoo), pero alguien me empuja hacia otro camino. El suelo está marcado con caminos en bajo relieve que no permiten volver al anterior. Veo las lavadoras, pero decido dejar allí mi ropa y escapar para denunciar lo que está pasando. Veo una habitación llena de cabezas cortadas y al lado otra con un cañón. Me meto en el cañón y me disparo como lo haría un hombre bala. Cuando aterrizo, vuelvo a estar en el punto de partida.

nave espacial y teorema de félix

jueves, 27 octubre 2011. Estoy con un grupo de chicas en lo que parece un hotel. Una de ellas dice que quiere que nos hagamos una foto de despedida. Todas se peinan y se ponen ropa de fiesta. Le pido a una que me ponga una gota de su perfume en la muñeca. Le explico que mi abuela decía que si llevas perfume se nota en las fotos. Todas se ríen. Nos tumbamos en la hierba y miramos el cielo, de repente es de noche. Les digo que imaginen que quieren ver porque a veces se cumple. Por ejemplo, una taza, digo y vemos una constelación con forma de taza. Una cafetera, dice otra, y vemos una cafetera. Pienso que lo que dije en broma es verdad. Mira al cielo y digo en alto: Quiero que aparezca una nave espacial enorme llena de extraterrestres. Todas me miran con horror porque la nave acaba de aparecer. Se esconden donde pueden, yo me quedo alucinada viendo lo enorme que es y las luces que lleva. Un chico se me acerca, me besa y se va. La nave también, Las chicas aparecen de nuevo enfadadísimas. Les pido perdón por haber deseado una nave espacial. No, estamos enfadadas por que has besado a su novio, dicen señalando a una chica muy delgada con los labios muy rojos. Me acerco a la chica y la beso, le muerdo los labios, le quito la pintura. Ya estamos en paz, le digo.
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Una chica me explica algo en un libreta. Le digo que quizá sería más fácil si dibujara una circunferencia y me lo explicara a base de líneas y ángulos. Veo sus manos dibujar sobre mi libreta pero no saco nada en claro, sólo hay borrones. ¿Eso que dibujaste es el baricentro o el incentro, porque si el triángulo es escaleno no es lo mismo?, le digo. La chica tira la libreta y se va llorando con un grupo de chicas. De repente aparece el cantante de siniestro total con unos amigos y se ponen a pegar carteles. Le pregunto si puedo ayudarlos. Sí, así mientras pegas te explico bien el teorema de Félix. Por ejemplo, si te preguntan si tienes hambre tú respondes: sí, me gusta mucho Mozart. ¿Y eso que tiene que ver con un teorema matemático?, pregunto. ¡La tangente!, dice levantando el índice.

de no andar a volar

miércoles, 26 octubre 2011. Estoy cruzando el parque. El semáforo está a punto de cambiar, pero el cuerpo se me queda atrás al andar. Tengo que ir tirando de mi cuerpo con las manos, incluso ayudar a una mano con otra para evitar que me atropelle un coche. Llego a duras penas a la casa de mi abuela (se supone que ahora es mi casa). En el bloque de enfrente oigo hablar a mi madre, tienes las ventanas abiertas. Agito los brazos desde la acera para que me ve, le digo por señas que baje la voz. Es imposible que puedas oírme desde ahí, dice a gritos.
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Mi tía Encarna tiene que ir a algún sitio, pero está muy cansada. La tomo de la cintura y tras un pequeño impulso sobrevuelo con ella la ciudad como si fuera Superman. Incluso me atrevo a planear entre edificios altísimos y dejarme caer en picado para retomar el vuelo un segundo antes de caer. Mi tía quiere que pare, señala una playa llena de piedras. Le digo que si paramos no llegaremos a tiempo. Es que he perdido un zapato, dice.
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Parece que estoy al cuidado de unas cuantas niñas en una casa de dos tipos que hacen yoga sobre un colchón en mitad de su salón. Por allí anda un mono muy estilizado con el lomo plateado. Mientras las niñas están en la cocina (las oigo reírse) digo algo que hace reír a carcajadas a los dueños de la casa. Me fijo en que el suelo está lleno de canicas y muñecos Dunkin, pero no me atrevo a pedirles ninguno. Entra de repente un policía con el antiguo uniforme marrón. Cuando se quita la gorra descubro que es Eduardo, pero al ir a saludarlo entra sin mediar palabra en el cuarto de baño. Una de las niñas dice que ha perdido nosequé muñeca. Yo le voy señalando cada muñeco Dunkin que veo, pero la niña cada vez llora más fuerte.

recién llegada

martes, 25 octubre 2011. Estoy en una casa que me recuerda a la primera en la que viví con mis padres. Oigo pasos y apago las luces. Alguien entra, intento esconderme para que no me vea, pero no me ve de todos modos. Salgo a la calle y noto que tampoco me ve nadie, ni siquiera Maldonado, al que paro agarrándolo del brazo. Mira a su alrededor y se va. Las calles están muy oscuras. Un tipo con gafas de sol me saluda. Corro tras él, le pregunto si sabe qué está pasando. Pasa que eres nueva, me dice. Quiere que lo espere a la salida de un cine. Cuando sale me da unas gafas de sol estilo 3D. Con ellas podrás reconocer a los tuyos, dice y desaparece. Una chica con gafas idénticas a las mías se para a mi lado me coge del brazo, se siente muy feliz de tener una amiga, dice. ¿Y tú cómo lo hiciste?, me pregunta. ¿Hice qué? Suicidarte. Empiezo a entender lo que pasa, pero ni me gusta ni recuerdo nada. Me quito las gafas de sol y veo una imagen de mi cuerpo sobre el coche de Marcos. Marcos está dentro del coche, mi cuerpo sobre el capó y también a su lado, junto a la ventanilla, diciéndole que siento habérselo abollado. (Me despierto con un dolor de cabeza tremendo.)

el mejor

domingo, 23 octubre 2011. Begoña, Juan y yo llegamos a una sala para leer poemas. Las paredes están mal encaladas y el suelo está cubierto de una especie de alfombra sucia de lana con mechones sueltos. Nos hay sillas. Tanto el público como nosotros nos sentamos sobre la lana. Entre algunas mechas veo que hay restos de comida, salsa de tomate, garbanzos. Pienso que acabaremos con la ropa sucia, pero no digo nada. Un tipo nos dice que primero leerá Juan, después Begoña y terminaré yo. Le digo que deberíamos hacerlo al revés, empezar conmigo que mis poemas son más sosos y terminar con Juan que lo hace mucho mejor que yo. Me empuja la frente con el índice a la vez que dice: No. Juan comienza a leer. Lee a gritos, rapeando sus poemas al ritmo de una canción de Freddy Mercury. Begoña y yo lo miramos asombradas. Pienso que quiere hacerlo mal para que no vuelvan a llamarlo, pero consigue justo lo contrario. Lo hace tan bien que el público se pone en pie y aplauden como locos. ¿Lo ves?, hagas lo que hagas eres el mejor, le digo.

tres niños muy rubios

sábado, 22 octubre 2011. Hay mucha gente por la calle. Una señora que va en silla de ruedas me pide que la acompañe a su casa, pero no sabe ni cómo se llama ni dónde vive. Sólo recuerda que a veces compra especias en la tienda del Pasillo de Santa Isabel. "La casita del reloj", dice muy contenta. Le digo que conozco la tienda, que iremos y preguntaremos, que seguro que allí saben dónde vive. Pero el camino empieza a convertirse en una cuesta estrecha con piedras y rocas. Tanto que tengo que bajarla de la silla y cargarla en brazos. Voy preguntándole a todo el mundo si saben quién es. Nadie la conoce, me mandan de una casa a otra. Cada casa está excavada en la pared y cuenta mucho subir y bajar. En una de las casas me encuentro a Santiago y a Aznar. Aznar lleva tres niños muy rubios de la mano que no hacen más que molestar. Santiago intenta hacer que la mujer recuerde. Uno de los niños rubios encuentra un papel con la foto de la mujer, pero antes de que podamos verlo lo rompe e intenta comérselo.

sombra

viernes, 21 octubre 2011. Me abrazo a una sombra enorme. Me despido, le digo que cuando sepa si me quiere no dude en volver.

león otomano bravo

miércoles, 19 octubre 2011. Llego a la que se supone es la casa de mis padres. Un pasillo muy largo distribuye las habitaciones. En una hay una mujer maquillándose. Cuando me ve me dice que tengo que darme prisa. Me pone sombra de ojos con una espátula y colorete con un spray. En ese momento pasan mi padre e Iker con almohadas bajo el brazo. Me miran un momento y siguen su camino. Ya imaginaba que no les gustaría verme así, le digo a la mujer que sigue a lo suyo.
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Mi madre, Ferran y yo hacemos cola para entrar a un museo. En la puerta hay aparcada una moto enorme. Ferran la empuja y la guía con un solo dedo. Digamos que la moto camina a nuestro lado. Una azafata dice que no podemos entrar con la moto. Ferran le dice que la mire bien, que no es una moto, que es un león otomano bravo. Efectivamente la moto se ha convertido en un león. Mientras miramos los cuadros del museo, Ferran me dice que debería dejar de escribir poemas y dedicarme al air-guitar. Mi madre y el león asienten.

antiguas alumnas

martes, 18 octubre 2011. Me encuentro a Rosamari, una niña del colegio a la que no veo desde hace años, por la calle. Me cuenta que han organizado una cena de antiguas alumnas pero que ella no piensa ir. Mientras me habla me llama la atención que las dos vayamos vestidas de blanco, incluso los zapatos y los bolsos. De repente estoy entrando en una habitación donde unas chicas están sentadas alrededor de una mesa ovalada. No reconozco a ninguna. La mesa ocupa casi toda la habitación. Sobre la mesa sólo hay platos hondos vacíos. ¡Vamos!, dice una. Todas se levantan y las luces se apagan. Entra un chico muy delgado y les va colocando el pene entre las manos de cada chica. Ellas lo miran y calibran con mucha seriedad. Cuando llega mi turno me guiña y pasa de largo. Me ha parecido que era Carlos. Carlos lleva turbante y un ordenador portátil. Dice que pueden comenzar las preguntas. Antes de que yo pueda decirle nada, me hace una señal para que no hable.

despertar

lunes, 17 octubre 2011. Amanezco en una casa destartalada. Blanco, con una cafetera en la mano dice que los 700 euros han volado. Pshh, dice haciendo un gesto con la mano libre. No sé de qué me habla y no me atrevo a preguntarle si entonces no podrá volverse a Eslovaquia. Una chica regordeta sale del cuarto de baño envuelta en una toalla minúscula. Me pregunta cómo he dormido y, antes de que le responda, dice que ya sabe que mal porque me oyó limpiar la cocina de madrugada. Tampoco sé a qué se refiere. Al entrar en el cuarto de baño veo que la ducha está sobre un pilar alicatado y es imposible ducharse sin golpearse la cabeza. Por la ventana veo llegar a Juan en un coche. Conduce a toda velocidad, a su lado corre Jurdi para llegar el primero. Ambos dan un frenazo. Salgo a saludarlos. Juan lleva el maletero lleno de láminas y postales con cuadros de Dalí. De repente recuerdo que no me he duchado. Como es un sueño, pienso, puedo hacer que aparezca un grifo donde yo quiera. Efectivamente, toco una pared y por arte de magia aparece un grifo.

baraja

viernes, 14 octubre 2011. Begoña me dice que está buscando una baraja de cartas que tenía de niña, pero no la encuentra. Busco en mi casa por si yo la tuviera, pero sólo encuentro cartas sueltas del juego de las familia. Cuando se las enseño, echándoselas sobre la cama, se han convertido en cartas de coches y motos. ¡Por probabilidad, si las echo muchas veces, en algún momento se convertirán en las cartas que buscas!, le digo entusiasmada.

snyder, el pirata

miércoles, 12 octubre 2011. Voy con mis padres y otras personas que no conozco en un coche. Es un coche enorme pero vamos muy apretados. Llegamos a casa de unos amigos, han preparado una fiesta para recibirnos. Al entrar hay un corcho en la pared con fotos mías y de mi hermana con distintas edades, como si mis padres se las hubieran estado enviando a lo largo de los años. Todos hablan en alemán o inglés. Yo sigo mirando fotos. Dos niñas se me acercan, una me toma de la mano y me saca de allí. Dice que todos estos años ha querido conocerme, que lee mis blogs. Después me lleva a un camino en mitad de un campo de trigo. El trigo está seco, dice. Es más bonito seco, dice la otra niña. Me cuentan que ellas saben que mi padre dijo que no quería morirse sin volver a ver un campo de amapolas. Lo sabemos todo de vosotros, añade la pequeña. Nos echamos al suelo y husmeamos el camino como si fuéramos perros sabuesos. Encontraremos esas amapolas, dicen las niñas. No entiendo nada, pero les sigo el cuento. Llegamos a una casa, la puerta está abierta, entramos. En el hall hay un retrato enorme de mi padre con una amapola en la mano, con el mismo gesto que Durero sostiene el cardo azul. Al final del pasillo hay luz. Una familia ve la tele. Una pareja y sus tres hijos. Ella me suena, creo reconocer a una modelo famosa, pero no recuerdo su nombre. Las niñas hablan con ellos en alemán, ellos responden en inglés. Me extraña que no se extrañen de que nos hayamos colado en su casa. Intento poner orden. ¿Por qué no hablamos todos en francés?, les digo. Las niñas dicen que no saben y se echan a llorar. El marido de la modelo me dice, ya en francés, que se alegra mucho de que hayamos ido a visitarlos, que allí viven aislados, por eso tienen siempre la puerta abierta. Espera, dice y vuelve al momento con cuatro libros de Gary Snyder. Son para ti, dice. ¡Oh, querido, son tus libros favoritos!, dice la modelo teatralmente. Le digo que no puedo aceptarlos, aunque adoro a Snyder. Me pide que al menos me quede con uno. Elijo uno con la portada azul, gastada, donde Snyder aparece disfrazado de pirata. Sabías que elegirías ése, dice. La modelo solloza teatralmente, las niñas siguen llorando. No sé qué hago allí ni cómo volver a casa.

sueños enlazados

martes, 11 octubre 2011. He quedado con Andrés y Elisa en un bar. El suelo es de madera, está mojado y se mueve igual que lo haría un barco. Me siento fuera a esperar. Tardan en llegar pero no me importa porque me da el sol en la cara. De repente estamos dentro del bar. Con el vaivén del suelo, cada plato que trae el camarero se le vuelca sobre la mesa. Los platos que trae son todos de moluscos que parecen vivos. No entiendo cómo pueden comérselos.
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He quedado con Ibán en una escalera frente a un paseo marítimo. No reconozco la ciudad. Hablamos muy despacio. Desdobla una hoja de papel del tamaño de una sábana y me enseña las veces que intentó viajar para verme. Hay números y nombres de ciudades. Yo señale con una rapidez asombrosa, todos los números primos que hay apuntados en la sábana de papel. Él se ríe y señala todas las veces que ha escrito en la sábana la palabra frío. Le cuento que tuve un sueño donde el suelo del bar se movía y sólo servían moluscos. Dice que eso tiene que significar algo y que para venir a verme ha dado un rodeo por Delft. Te has cortado el pelo, le respondo. Pasamos un buen rato diciendo lo que nos parece, sin hilo.
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Una chica me enseña una ciudad. Le digo que me está llevando a los mismos sitios que he soñado en los dos sueños anteriores. La chica dice que eso es buena señal. Seguro que ahora quieres que vea la tumba de Jovellanos, le digo. Pensaba enseñarte la de Pocoyó, dice y se ríe. Me deja en el bar del sueño anterior y corre a preguntarle algo a un taxista. Dice el taxista que los osos no llegarán hasta las ocho de la mañana, así que puedo llevarte yo en mi coche, dice llena de felicidad.

soldados por zapatillas

lunes, 10 octubre 2011. Estoy sentada en el suelo de una tienda mirando zapatillas. Son muy planas, con la suela de corcho y rojas. Pienso que son zapatillas de viaje. Busco unas de mi número y otras para Alberto. La tienda se convierte en una habitación a la que le faltan dos paredes. Aparece mi padre, dice que tuvo que tirarlas para poder montar batallitas con soldados a escala. Veo que tengo entre las manos soladitos en vez de zapatillas.

aeropuerto

domingo, 9 octubre 2011. Estoy en un aeropuerto sentada junto a un montón de botellas pequeñas y vacías de ginebra, whisky. Meto fotos en sobres y en cada sobre escribo el nombre de un amigo. Hay una foto de Ángeles con sus cobayas entre las manos. Parece una niña. En otra sale Juan arrastrando una maleta enorme. En ese momento levanto la vista y veo a Juan arrastrando una maleta enorme. Lo sigo para darle su foto, lo llamo, pero no me oye. Lo pierdo entre la gente. En ese momento aparecen Alberto y Marcos con botellas pequeñas y vacías y las echan al montón de antes. Un policía me pregunta qué llevo en los sobres. Fotos, le digo. Si llevas líquido tendremos que analizarlo y tardaremos tanto que perderás el avión, dice.

luz roja

sábado, 8 octubre 2011. Se supone que estoy investigando la progresiva palidez de unas niñas. Las vigilo desde la azotea de la casa que hay frene a la suya. Parezco un francotirador, pero con prismáticos. Las niñas vuelven de colegio y juegan en su casa. Lo único anormal que observo es una circunferencia de luz roja que de vez en cuando se proyecta en las paredes de la casa.

piedras por guantes

viernes, 7 septiembre 2011. Juanjo ha venido a verme. Entramos en un bar de carretera para comprar tabaco. Me extraña porque nunca lo he visto fumar. También me extraña su indumentaria, unos pantalones rojos como los que solía llevar Umbral. Pienso que lo hacen altísimo y muy delgado. De repente se pone a trepar por un montículo de piedras. le digo que tenga cuidado. En la falda hay varias personas sentadas. Al acercarme compruebo que son mi madre, mi hermana y mis primas. Mi hermana y mis primas son niñas pequeñas y juegan a meter las manos en las piedras como su fueran guantes. Una lasca de piedra enorme comienza a temblar. Les grito que corran, que se alejen lo más rápido posible. Yo me tumbo en el suelo y me cubro con un pañuelo. Noto una lluvia de piedras. Cuando termina, descubro que bajo el montículo de piedras hay un armario empotrado. Me encaramo y saco cosas del altillo. Hay toda una despensa. Le digo a Andrés, que acaba de aparecer por allí, que me ayude, pero no me hace caso y sigue jugando con un Blandiblú.

platillos volantes y adoquines

martes, 4 octubre 2011. No sé qué pedir en un restaurante. Una señora, desde su mesa, me dice en francés que no pida el pescado porque la otra vez no me gustó. No recuerdo haber estado nunca en ese restaurante. Al cabo de un rato la camarera me pregunta qué tomaré de postre y, sin darme tiempo a responder, añade que ya sabe que el bizcocho de fresa no me gusta porque me lo dejé la vez anterior. No sé de qué me habla. En ese momento la vitrina de las tartas explota. Miro por la ventana y veo varios platillos volantes. Señalo al cielo, pero cuando los demás miran ya no hay nada.
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Paseo por una ciudad adoquinada con mi sobrino Darío de la mano. Lo dejo se que pare a cada paso para mirar cualquier cosa. Se encuentra un plato pequeño de cerámica en el suelo y lo mete en mi mochila. Has encontrado un souvenir, qué suerte has tenido, le digo. El niño, muy serio dice que no cree que lo haya encontrado, que seguramente la dueña del bar lo puso en la calle como cenicero. Así que corramos, dice. Pienso que a ese paso llegaremos tarde al aeropuerto y es posible que perdamos el avión, pero no digo nada y seguimos mirando cuentos en un kiosco. ¿Te has fijado que no pasan coches?, dice Darío.

salvamanteles

lunes, 3 octubre 2011. Estoy en un bar con Juan y Daniel. En vez de pedir algo de beber compramos plantas al camarero. Daniel dice que ha comprado una madreselva. Son glicinias, le corrijo. Compro una maceta pequeña de canónigos. Juan me habla de su última novela mientras caminamos por la calle. Le digo que tenemos que volver porque he olvidado mi maceta. Una niña se nos acerca y le da a Juan unos salvamanteles ilustrados con pentagramas. ¡No creo en las casualidades!, dice Juan y los tira al aire. El viento hace que los salvamanteles se me enreden entre las piernas, casi no me dejan andar. Cuando llegamos al bar está lleno de gente y nadie sabe nada de nuestras macetas. El cocinero sale a saludarnos como si nos conociera de toda la vida. En vez de uniforme o delantal, lleva un abrigo de lana muy grueso.

de cal

sábado, 1 octubre 2011. Mi padre y yo caminamos en silencio por una carretera que atraviesa un paisaje muy blanco, parece de cal. Quiero operarme de cataratas, dice de repente. Ya te operaron los dos ojos, ¿no te acuerdas?, le digo. Pues entonces me operaré del corazón, responde.