solapas

viernes, 29 agosto 08. Le regalo un libro a Muñoz Quintana. Lo abre ilusionado y comienza a leer las solapas del libro. Incluso se guía con el dedo por cada línea. Está feliz. Yo no entiendo nada, porque de repente me doy cuenta de que tanto en las solapas como en el libro no hay nada impreso.

fuera de juego

jueves, 28 agosto 08. Alberto y yo, al salir de un bar, nos damos cuenta que es invierno. Saco unas bufandas muy gruesas y nos abrigamos el cuello y la cara. Bajo la cuesta muy contenta porque por fin ha llegado el frío. Abajo, en la carretera, unas vecinas juegan con un balón, se lo lanzan a patadas de una acera a otra. Jalean a Alberto para que participe. Alberto lanza el balón muy lejos, las vecinas aplauden. Entre dos árboles, una pantalla de humo, vemos dónde ha caído. Dos futbolistas profesionales juegan con él. Uno de ellos hace una chilena, cae mal al suelo y se dobla el cuello. Su compañero trata de ponerle la cabeza en su sitio. Vemos como se le salen las vértebras de la espalda y, al tirarle del brazo, también la médula espinal. El futbolista se deshace como un muñeco. Su compañero llora mientras trata de recomponerlo.

postura incómoda

miércoles, 27 agosto 2008. Una chica me persigue con una escopeta. Voy escondiéndome por donde puedo, en casas ajenas, en habitaciones de hotel. Siempre consigue dar conmigo. Una de las veces me acorrala en una habitación con las paredes forradas de madera. Pensando que ha llegado mi hora, me siento sobre un mueble y abro un libro para leer. La chica está sentada frente a mí, dice que si estoy sentada en una posición incómoda no puede matarme, así que esperará leyendo. Le lanzo un libro. Leemos. Yo procuro que mi postura sea la más incómoda posible, porque ella sigue apuntándome. En un descuido, consigo salir por la ventana. Encuentro a mi hermana en la calle y le digo que escape conmigo porque van a matarnos. Mi hermana, por el camino, se va entreteniendo mirando flores y preguntándome cómo se llama cada cosa que ve. Cuando le pregunto si no tiene miedo a que la maten, dice que no, que eso no va con ella, que la única que corre peligro soy yo. La dejo mirando un seto y me escondo en el hueco de un árbol.

boda

martes, 26 agosto 2008. Estoy en una boda donde no conozco a nadie. De lejos veo a Camilo y aún más lejos a Jota. Una chica se me acerca y me pregunta si sigo viviendo en Cádiz. Le cuento que no, que he vivido en muchos sitios desde entonces. Me pregunta si sigo escribiendo. Me fijo en ella y creo reconocer a Stella, una compañera de colegio. Camilo está muy cerca, en la barra, pero por más que hablo muy lato para que se dé cuenta de que estoy allí, se hace el loco. También me río exageradamente, para que Jota reconozca mi risa. Nada. Una de las hermanas de la novia, me dice que ha hablado con Jota y qué está muy lejos de ser como yo se lo describí. Yo no recuerdo haberle hablado ni de él ni de nadie. Salimos a la calle, donde también están celebrando algo. Delante de mí va Camilo besando a una chica y unos pasos por delante, Jota besando a otra. Me río de la coincidencia. Al llegar a una plaza enorme, tropiezo en el sueño con una placa homenaje a un chico. Al levantar la vista, veo al chico a mi lado, lleva muletas y me dice que llega tarde a entregar unos papeles. Da una carrera, a pesar de las muletas, y desaparece. Pienso que se merece esa placa.

atajo

domingo, 24 agosto 2008. Alberto, Andrés y yo estamos en casa de David González. En el jardín hay mucha gente, parece una fiesta. Andrés dice que Elisa lo espera fuera y que se va. Le digo que conozco un atajo para llegar antes, y en vez de salir por la puerta, trepo por una alambrada que hay junto a las escaleras.

agua

sábado, 23 agosto 2008. Subo la calle de la Victoria corriendo con dos botellas de Coca-cola llenas de agua. Las botellas no tiene tapón y temo que el agua se derrame. Me duelen los dedos porque las llevo agarradas por el gollete.

maquillaje

viernes, 22 agosto 2008. Uso maquillaje para taparme las pecas. La cara me queda como una pared mal pintada. El cuarto de baño donde me maquillo es un cubo blanco sin puertas ni ventanas, parece la habitación de un loco, pero sin acolchar. Sólo tiene un espejo.

paje

jueves, 21 agosto 2008. Mi suegra es una niña pequeña. Lleva el pelo a lo paje, muy rubio y muy brillante. Le hablo muy despacio.

pelánganos

miércoles, 20 agosto 2008. Piso compartido. Todos duermen, Odila está arreglándose en el cuarto de baño. Yo estoy lista. Alberto dice que no quiere esperar más y baja a la calle. Le meto prisa a Odila y salimos. He dejado la cama hecha y sólo meto en los bolsillos lo necesario. Odila ahora es rubia, habla de su pelo, de cuando de niña llamábamos a nuestras melenas "pelánganos". Nunca nos gustó nuestro pelo, dice.
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En un camarote los concursantes de supermodelos posan en pijama. Una de ellas lleva un camisón completamente transparente. Su novio le pregunta algo y ella escribe alrededor de un tapón de cerveza: Moña, dando a entender que está borracha. Algunos, en vez de pijamas llevan disfraces de La guerra de las galaxias.

martes, 19 agosto 2008. Salvador hace que le dibuje la cara de un niño en una camiseta. Me lo pide justo antes de entrar en un ascensor. Intento hacerlo muy rápido para que no esté la puerta abierta durante mucho tiempo.
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Le digo a Pablo que le he dejado en el buzón un regalo para uno de sus hijos, pero que ahora me doy cuenta de que sus hijos no toman té.

en el camino

domingo, 17 agosto 2008. Carmen y Kb me dicen que se van de viaje. Vamos a cruzar Estados Unidos, dicen. Sólo llevarán como referencia el libro "En el camino" de Kerouac. Le digo que tienen mucha suerte. Kb me dice que han reservado hotel también para mí y que iré con ellos quiera o no porque necesito unas vacaciones.
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Estoy en un colegio mayor mirando las habitaciones como si fuera el jurado de un premio. Me las enseña un grupo de profesores muy viejos. Las paredes están enteladas de varios colores y estampados. Todo me parece horrible. A pesar de todo, pienso que una de las habitaciones podría vivir, porque tiene un pupitre de madera que parece un confesionario. Cuando subimos al piso de arriba, alumnos y profesores disfrutan de una orgía.

uñas

sábado, 16 agosto 2008. Alberto y yo estamos en una fiesta con varias supermodelos. Me fijo en las uñas de sus pies, larguísimas y pintadas en tonos nacarados. Una de ellas me dice que el peinado que llevo no me favorece. Es la hora, dice Alberto, y entramos en una clase donde el profesor es Vicente Ortiz. Lo saludamos y pasamos al servicio. Allí nos cepillamos los dientes, mientras yo meto los pies en un cubo de agua con hielo.
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Salvador dice que irá al fútbol con sus dos hijos, cuando en realidad tiene uno. Alberto me hace una seña para que no diga nada. Me enfado muchísimo porque irá con la entrada de Alberto.

croquetas

viernes, 15 agosto 2008. Necesito una libreta, pero entro en una tienda de ropa. Hay muchas chicas probándose vestidos por los pasillos y no me dejan andar. El dueño de la tienda me hace una seña para que lo ayude. Busca una máquina para hacer croquetas. Me señala al techo. El techo es altísimo y está lleno de utensilios de cocina de plástico. Veo una especie de huevera celeste y le pregunto si es lo que busca. He dicho croquetas, no albóndigas, dice indignado.
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Leo en el periódico un mensaje de Jota en el que se burla de una chica que envió otro mensaje en el que aparecía la palabra masa. Unas páginas atrás, leo un mensaje mío que dice: Deberían levantarse en masa.

rocieros

jueves, 14 agosto 2008. Vamos en coche, conduce Alberto. Al entrar en la autovía, vemos en la mediana a un coro rociero. Nos distrae tanto que entramos en el carril que va en sentido contrario. Un coche nos golpea y nosotros golpeamos a un motorista. Le pregunto varias veces a Alberto si está bien. No responde. El motorista sube a su moto y se va. Tampoco hay nadie en el coche que nos golpeó. Corro hacia un coche de policía, pero dicen que están allí por unos baches y no pueden atendernos. Entramos en un bar a esperar.

larva

miércoles, 13 agosto 2008. Luciano dice que vaya con él a un concierto. Le digo que sería inútil porque no oigo casi nada. Con un palillo de dientes me saca una larva de oído.
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Mi madre me vigila todo el tiempo. Dice que soy muy lenta arreglándome y los voy hacer llegar tarde. No sé dónde quieren ir. Entro en un cuarto de baño donde no hay nada, sólo un pequeño grifo en la pared a modo de ducha. Me ha dado la ropa que debo ponerme, un pantalón de campana y un chaleco a juego, unos calcetines de lana y unas sandalias de verano. Me siento ridícula así vestida.
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Mi padre y yo corregimos una novela de Juan Pardo Vidal. Cada uno tenemos una copia escrita a mano. Comparándolas, vemos que son dos versiones diferentes. Me extraña que la novela termine con la palabra etc.

pepito grillo

lunes, 11 agosto 2008. Llego con una familia a una casa en el campo. Podría ser Italia. La casa por fuera no es gran cosa, pero por dentro es un auténtico palacio. La abuela se pone a cocinar inmediatamente. Llena la mesa de diferentes platos. Oigo llorar a uno de los niños pequeños y corro por un laberinto de armarios. Cuando doy con él, dice que se ha perdido y que no quiere vivir allí. Le explico que cuando se pierda, camine doblando sólo a la derecha hasta dar con el patio. En una de las habitaciones-armario encuentro a la niña, está leyendo un tebeo y me pide que no le diga a nadie que se ha escondido allí. En las escaleras del patio, la madre de la familia está tumbada en los escalones tomando el sol. Deberías terminar hoy la novela, le digo. Ella se molesta como un niño al que le dice que termine sus deberes. Ya te la he dejado escrita, sólo tienes que cambiarle algunas palabras, le grito. El hijo adolescente me cuenta al oído que se ha enamorado de una tal Paula. Le digo que su hermano mayor también. El hermano mayor está sentado en las escaleras y le tiendo una copa con agua. Ten cuidado, la copa está rota, le digo. La abuela se queja de que ha pasado todo el día cocinando y la familia le ha dicho que cenarán sólo una mandarina. La consuelo, le aconsejo que para otro día haga menos comida. Me siento a la puerta de la casa. Una chica dice que en el pueblo de al lado está lloviendo. Siento una nostalgia tremenda.

alfileres y monopatín

sábado, 9 agosto 2008. Unos tipos con aspecto de brutos nos persiguen. Nos metemos en el primer coche que encontramos y, como la calle es muy estrecha, Alberto conduce marcha atrás. Le digo que pare en la puerta del bar para recoger a Jurdi, pero cuando llegamos quien nos espera es un bebé dentro de su carrito.
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Javier me pide que adorne una sala donde va a haber una lectura de poemas. Me da una caja en la que sólo hay alfileres. El suelo de la sala está lleno de cuentas diminutas de colores. Meto tres cuentas en cada alfiler y los voy clavando en la pared, formando dibujos.
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Voy por la calle a toda velocidad en un monopatín. Incluso bajo escaleras y esquivo coches sin problema. El monopatín es una viga de madera sin ruedas.

caramelo naranja y orbea moncayo

viernes, 8 agosto 2008. Llamo a Daniel por teléfono para avisarlo de que van a dar un festival de música en la tele en el que actuará Vonnegut. Mientras hablo con él por teléfono, se materializa delante de mí. Me cuenta que Ángeles ha pasado un embarazo muy malo porque tuvo leucemia de niña, pero eso la ha hecho muy fuerte. Le digo que va a ser una madre extraordinaria. Oímos que el festival empieza y corremos a ver la tele. Vonnegut está en el escenario tocando la guitarra y cantando. Me llama la atención que lleva pendiente. El pendiente es un caramelo diminuto envuelto en papel naranja muy brillante.
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Alberto y yo estamos de visita en casa de un señor mayor que nos recibe en la cama. Toda la cama está cubierta de papeles y restos de comida. Alrededor tiene las cosas que necesitará durante el día al alcance de la mano, entre otras cosas un peine al que ha adosado un mango de un metro. El hombre me dice que sus hijos pequeños quieren conocerme porque les ha dicho que soy una ciclista de élite. Mira detrás de esa puerta, dice. Miro. Aparecen sus hijos, una niña y dos niños pequeños, y veo la que fue mi bici de carreras, Orbea Moncayo, detrás de la puerta. Le hemos sacado brillo, dicen los niños. Juego con ellos hasta el momento de irnos. El hombre sale de la cama para despedirnos y me doy cuenta de que todo lo que llevaba en el bolso está desperdigado sobre la cama. Le digo a uno de los niños que me ayude. Al mirarlo veo que se ha convertido en mi hermana de niña. Consigo recuperar algunas cosas y salimos al descansillo. Los tres niños me abrazan y me dan besos. Alberto me espera con la puerta del ascensor abierta, pero mi hermana se niega a entrar, quiere subir al ascensor que hay justo al lado. Por el cristal vertical del otro ascensor veo que dentro hay un hombre enorme vestido con un traje negro de neopreno. Pienso que no puedo dejar a mi hermana subir sola con un extraño, así que la agarro muy fuerte del cuello de la blusa, la levanto del suelo y la meto en el ascensor con Alberto y conmigo.


miguel bueno

miércoles, 6 agosto 2008. Estoy en una tienda bastante destartalada. Cojo un plato llano y busco la caja. Entro en un ascensor muy viejo, sube muy despacio. Al llegar al último piso, salgo a una azotea en obras. Unos obreros sentados en el suelo, me miran con mala cara. Pregunto dónde puedo pagar el plato y me señalan a un hombre mayor en un despacho acristalado. El hombre tiene delante un montón de detergente en polvo y lo examina sin ganas. Me dice que está prohibido que los clientes suban a la azotea y que me vaya inmediatamente. Vuelvo al ascensor, pero me grita que no use el montacargas. La puerta que hay al lado, se abre. Un chico sale, me mira el escote y se va negando con la cabeza. Dentro hay una chica. Le digo que tenemos que irnos de allí, que me han echado de malos modos. Me pregunta por el hombre del detergente, hace que se lo describa. Una vez en la calle, la chica se agacha y coge e la acera un termómetro roto y lo mete en su envoltorio. Le pregunto si es suyo. No, dice, y lo tira de nuevo a la acerca. Acompaño a la chica. Entramos en un edificio de esa misma calle. Pienso que es otra tienda, pero es un instituto. En el patio, hay alumnos vestidos con ropa de deporte haciendo una especie de coreografía. Nosotras vamos a una clase, donde no tengo nada claro si es una clase de verdad o el bar. La chica se sienta junto a un hombre canoso con barba. Es Miguel Bueno, mi profesor de biología en el instituto. Me alegro mucho de verlo, pero no sé si me reconocerá. Me acerco, me mira, duda y, finalmente, me da dos besos y dice que se alegra mucho de verme. Se levanta con la ayuda de dos bastones de esquiar. Los alumnos deportistas bailan como locos y Miguel cuenta una historia que no llego a oír. Mientras todo esto ocurre, no hago más que pensar que Miguel va a morir en breve.


secta del ojo

martes, 5 agosto 2008. Estoy en una habitación con un grupo de personas que no conozco. Oigo ruido fuera, una especie de cántico, y me asomo a la mirilla. Son los de la secta del ojo, pienso. Empujan la puerta desde afuera y yo desde dentro, pero no sé si podré aguantar mucho así. Nadie de la habitación me ayuda. Cuando parece que se han ido, veo que al otro lado de la puerta hay gente trabajando en lo que parece la redacción de un periódico. Abro la puerta y les pido ayuda. Alberto me dice que no debo preocuparme por los de la secta, él los conoce porque son antiguos compañeros de la facultad. Si vuelven, tendrás que ayudarme a empujar la puerta porque no me quedan fuerzas, le digo.
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Estoy sentada sobre un montón de piedras. Las estoy limpiando, les saco brillo restregándolas sobre el pantalón y vuelvo a dejarlas en el montón. Ferran se acerca y me dice muy sonriente que se va a quedar con mi vara. La vara no es otra cosa que una rama de metro y medio que he pulido de nudos y sacado brillo. Llévatela, ahora que vives en el campo te vendrá muy bien, le digo.

sumo

lunes, 4 agosto 2008. Bajo por el jardín de la Victoria junto a un hombre chino con aspecto de luchador de sumo. Vamos discutiendo. Al llegar a la iglesia, le digo que lo dejo para siempre. Me insulta en chino y, sin detenerme ni volver la cabeza, me alegro de no entenderlo. Llego a la casa de mis padres. Están sentados en el sofá viendo algo en la tele. Por sus caras debe de resultarles muy divertido. Pienso que dejaré para más tarde decirles que me vuelvo a vivir con ellos.

tenis

domingo, 3 agosto 2008. Llevo un bebé en la palma de la mano. Su cabeza es del tamaño de una pelota de tenis. Su cuerpo no es más grande que mi meñique. Llora.

punset y askildsen

sábado, 2 agosto 2008. Entro en clase de física. Sólo quedan sitios libres al fondo. Cuando voy a sacar la libreta para coger apuntes, veo que sólo llevo tres folios que ya están escritos. Los saco de todos modos para que el profesor no me diga nada. El profesor es Eduardo Punset. Después de explicar algo en la pizarra, se acerca a mi mesa, lee mis folios escritos y me dice que seré una gran física.
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Alberto, David González, un chico que dice ser rociero y yo, hablamos en una cafetería con un escritor mayor. David le dice que tendría que leer mi novela. Yo le digo que no tiene mérito, que sólo he aprendido a escribir leyendo a Askildsen. El escritor mayor sonríe, como si Askildsen fuera él. Se levanta y se acerca a pagara la barra. Desde allí nos dice adiós con la mano. Alberto le pregunta al chico rociero por qué lo es. El chico dice que es igual que ser otra cosa. No es lo mismo, le respondo, los rocieros hace mucho ruido por donde pasan. Justo en ese momento pasa un grupo por la calle cantando y bailando. El chico dice que está borracho porque no se ha duchado. Querrás decir porque no has comido, le digo. No me he duchado hoy porque no había agua fría, ¿tú sí?, me dice. No tengo problemas con el agua fría, le digo y le cuento cuando estuve en Marruecos en pleno invierno y tenía que bajar medio desnuda al piso de abajo a ducharme con agua fría. Todos se ríen como si la historia fuese graciocísima.

diamantes y mentiras

viernes, 1 agosto 2008. Arena, dunas, alguien me dice que hay que bajar con cuerdas. Pateo la arena hasta que formo un tobogán por donde bajo chorrándome. Pasarela de troncos y cuerdas por donde corren hombres negros fortísimos. ¿Qué hacen, footing?, pregunto. Transportan diamantes en sus muñequeras, me responden.
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Hablo con una niña de pelo largo y negro. Ha bordado una tela para regalarla a su hermana. Cambio de habitación, y al salir la niña ha desaparecido. Corro tras ella y la agarro del pelo. ¿Quién eres y qué has hecho con la niña?, le digo. Soy yo, dice. La zarandeo, le digo que miente.


verbena y congreso

jueves, 31 julio 2008. Estoy en una verbena de pueblo. Han construido un circuito en forma de U con mesas muy resbaladizas. Después de recorrerlo, mientras todo el pueblo les tira a los participantes verduras podridas y tartas a la cara, comienza una escalada engrasada de cien metros de altura. No entiendo cómo pueden dejar participar a los niños. Los que caen desde esa altura mueren, pero el pueblo aplaude. Para acabar el día proponen hacer una foto de todo el pueblo con una cámara muy antigua. Cada uno que siga a lo suyo, pero sin moverse, pide el fotógrafo. Todos quedan congelados, menos mi madre, que habla sin parar. Le digo sin mover los labios que saldrá movida en la foto. Qué inocente eres, me dice, nadie está haciendo ninguna foto, es sólo un truco para que no armemos jaleo. Bajo la pasarela engrasada veo a Juan Francisco. Me dice que no entiende la forma de hablar de la gente joven. Le explico que hablan con frases hechas aprendidas en La hora chanante. Para consolarlo le digo que voy a regalarle en dvd del Señor de los anillos.
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Alberto y yo acabamos de llegar a Barcelona para un congreso. Todavía no he soltado la maleta y Alberto ya está saliendo a comer. Corro tras él, le digo que si tiene prisa, tengo dos sandwiches en el bolso. Alberto camina cada vez más deprisa. Le grito, ¡Nos vemos en Contrastes! Un chico que está a mi la do para cruzar el semáforo, me dice que el bar se llama Contradicción. Los dos preguntamos a la vez, ¿Eres de aquí? El chico dice que sí, pero que lo mejor será que vayamos al restaurante del congreso. Corro hacia los autobuses. Hay dos, uno pequeño en el que distingo a Alberto entre un montón de pasajeros. Van apelotonados. Delante hay aparcado otro, sin techo, donde sólo van unos cuántos médicos extranjeros. Le pregunto al conductor si puedo subir. Por supuesto, dice. Cuando arranca, el conductor deja el volante, y comienza a insultar a los extranjeros, sobre todo a un japonés que está sentado detrás de mí.

secta

miércoles, 30 julio 2008. Entro a una iglesia llena de gente. Las chicas llevan vestidos de pastorcillas y los chicos van de traje. Se sientan ordenadamente. Los imito para no llamar la atención. Entre los primeros bancos veo a Blanco. Intento sentarme cerca de él, para que me explique qué está pasando. Cuando por fin me ve, me hace una seña para que me cambie de ropa. Sólo encuentro, bajo un reclinatorio, ropa de hombre. Las primeras filas salen a un escenario y bailan. Los próximos en salir a bailar somos nosotros. Le pido a la acompañante de Blanco que me enseñe los pasos. Dice que como voy vestida de hombre, tendré que hacer el papel de hombre en el baile, y ella sólo se sabe los pasos de las mujeres. Voy andando hacia atrás, hasta que salgo de la iglesia. Una vez fuera intento pensar en un plan para rescatar a Blanco de allí. Mientras, miro a unos niños que juegan al fútbol en una casa abandonada.