boda

martes, 26 agosto 2008. Estoy en una boda donde no conozco a nadie. De lejos veo a Camilo y aún más lejos a Jota. Una chica se me acerca y me pregunta si sigo viviendo en Cádiz. Le cuento que no, que he vivido en muchos sitios desde entonces. Me pregunta si sigo escribiendo. Me fijo en ella y creo reconocer a Stella, una compañera de colegio. Camilo está muy cerca, en la barra, pero por más que hablo muy lato para que se dé cuenta de que estoy allí, se hace el loco. También me río exageradamente, para que Jota reconozca mi risa. Nada. Una de las hermanas de la novia, me dice que ha hablado con Jota y qué está muy lejos de ser como yo se lo describí. Yo no recuerdo haberle hablado ni de él ni de nadie. Salimos a la calle, donde también están celebrando algo. Delante de mí va Camilo besando a una chica y unos pasos por delante, Jota besando a otra. Me río de la coincidencia. Al llegar a una plaza enorme, tropiezo en el sueño con una placa homenaje a un chico. Al levantar la vista, veo al chico a mi lado, lleva muletas y me dice que llega tarde a entregar unos papeles. Da una carrera, a pesar de las muletas, y desaparece. Pienso que se merece esa placa.