secta del ojo

martes, 5 agosto 2008. Estoy en una habitación con un grupo de personas que no conozco. Oigo ruido fuera, una especie de cántico, y me asomo a la mirilla. Son los de la secta del ojo, pienso. Empujan la puerta desde afuera y yo desde dentro, pero no sé si podré aguantar mucho así. Nadie de la habitación me ayuda. Cuando parece que se han ido, veo que al otro lado de la puerta hay gente trabajando en lo que parece la redacción de un periódico. Abro la puerta y les pido ayuda. Alberto me dice que no debo preocuparme por los de la secta, él los conoce porque son antiguos compañeros de la facultad. Si vuelven, tendrás que ayudarme a empujar la puerta porque no me quedan fuerzas, le digo.
+
Estoy sentada sobre un montón de piedras. Las estoy limpiando, les saco brillo restregándolas sobre el pantalón y vuelvo a dejarlas en el montón. Ferran se acerca y me dice muy sonriente que se va a quedar con mi vara. La vara no es otra cosa que una rama de metro y medio que he pulido de nudos y sacado brillo. Llévatela, ahora que vives en el campo te vendrá muy bien, le digo.