desapasionados

miércoles, 31 marzo 2010. Camilo y yo estamos sentados en un bar con otra chica, la chica saca papeles de una carpeta y nos los da a firmar, después se marcha. Le digo a Camilo que siempre me gustó su pelo. Lo dices para caerme bien, dice. Le hago un gesto para que acerque la cabeza y le paso los dedos hacia atrás, como si fueran un peine. Necesitas suavizante, le digo. La chica vuelve, dice que ya está bien de charla. La mesa se transforma en una cama, nos metemos vestidos y nos tapamos con varias mantas. Permanecemos así un buen rato hasta que suena el teléfono. Alberto dice que si no consigo quedarme embarazada de en dos días, vuelva a casa. ¿Lo dejamos?, pregunto a Camilo. Si no lo hemos hecho ya es que no lo deseamos tanto, dice.
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Mi hermana dice que me siente en el sueño, delante del Cac, para hacerme una foto. Cuando dispara pone el dedo delante del objetivo. Le digo que la foto no saldrá. Se enfada muchísimo, dice que si no sale la foto es porque yo he roto la cámara. ¡La has roto tú, la has roto tú!, grita. Mi padre aparece comiendo galletas. Vaya, galletas de miel, le digo. Mi padre y mi hermana niegan con la cabeza, dicen que no tengo ni idea de lo que hablo.

salto mortal

lunes, 29 marzo 2010. Un niño de unos doce años corre por la terraza. Se sube al muro y se lanza de pie con los brazos en cruz. Mientras corro para ver qué le ha pasado, pienso: esto es un sueño y el niño estará jugando en el jardín de abajo, aunque se hubiera tirado de cabeza, esto es un sueño. Al asomarme, el cuerpo del niño está estrellado en el suelo sobre un charco de sangre.

brazos frutales

domingo, 28 marzo 2010. Mi amiga Begoña y su hijo Álvaro llegan a casa. Estoy sentada en el suelo de la terraza. Begoña lleva varios vestidos amplios sobrepuestos. Álvaro se sienta a mi lado, habla de una chica de la que está enamorado. Está muy preocupado, dice que si esa chica lo deja él no podrá volver a escribir poemas. Mientras tanto Begoña se va quitando vestidos. Los brazos se le quedan al aire, unos brazos que dan ganas de morderlos, y me acuerdo de una canción de El niño gusano que decía: "Quiero una chica con brazos frutales tumbarme en el suelo y comer cosas buenas". Se la ve absolutamente feliz.

cinco elefantes pequeños

sábado, 27 marzo 2010. Llamo a una casa y pregunto si tienen juguetes. Alguien señala al frente. Hay estanterías al aire libre. Lo mismo hay juguetes que libros que frutas y verduras. Todo está muy abandonado, aunque la luz es muy bonita. Camino entre estanterías hasta llegar a un descampado. Alguien me dice que es el solar donde hacían la feria, pero que la han trasladado al centro de la ciudad. El descampado acaba en una playa cubierta de piedras idénticas, color ladrillo con una raya blanca. También hay una montaña de pipas sin tostar. Mi amiga Salud y sus hijos las comen con cara de felicidad. Cojo unas cuantas y me las guardo en el bolsillo. Dos hombres juegan a pasarse un balón. Dan unas patadas tremendas. La pelota acaba cayendo por un terraplén y los hombres corren tras ella. Pienso que van a matarse. Me doy cuenta de que voy subida a unos zancos y que probablemente la que se mate sea yo. Intento apoyar la espalda en una pared. Cinco elefantes pequeños acuden en mi ayuda. Son de cinco colores diferentes. Cada uno lleva una montura de tela con flecos. Al borde de cada montura hay bordado un verso del escritor Chivite.

medalla de plata

viernes, 26 marzo 2010. Se celebra una Olimpiada en un país africano. Voy entre los atletas de la maratón. La mayoría son hombres negros altísimos. Todos van descalzos a pesar de que la pista es de tierra. Yo llevo unas zapatillas rojas de suela muy fina. Pienso que me clavaré cada piedra que pise. Para amortiguar el dolor corro con los ojos cerrados. Una vez en la meta, sacan una cartulina con los nombres de los diez primeros en llegar. Leo mi nombre en el segundo lugar, al lado de las palabras "Medalla de plata", varios puestos por encima del que era el campeón mundial. Me empujan para que suba al podio, voy agarrándome a los que encuentro a mi paso porque no quiero subir. No sé qué hago allí, no entiendo nada.

oh!

me acaban de decir que "días impares" (ed. polibea)
ya se vende en las siguientes librerías de madrid:
alhakem
el aleph
hiperión
oh
qué bien

me permito el lujo de estos ¿blogspam?
porque no me llevo un duro, perdón, euro
de ningún libro mío que se venda

cuando me llevé, ya lo diré
con mayúsculas

gracias
besos

pantalón lila y luces de gálibo

jueves, 25 marzo 2010. La casa tiene cuatro cuartos de baño, dos arriba y dos abajo. Tengo que ducharme pero ninguno me convence por un motivo u otro. Entro en una habitación para dejar mi ropa. Carlos está tumbado en la cama, estudiando. Me disculpo por haber pasado sin llamar. Se levanta y me habla de las ventajas e inconvenientes de cada cuarto de baño, como si fuera un vendedor de coches. Si no te convence ninguno, siempre puedes ducharte a la puerta del bar, dice. Efectivamente, mirando a la derecha, hay una ducha en plena calle, delante del un bar. Le ofrezco unos pantalones lilas. Todavía me quedan bien, pero si te gustan te los regalo, le digo. Dice que los había imaginado más oscuros, que no, que prefiere seguir vistiendo de negro porque el negro es el color más elegante. El blanco, aunque no nos guste reconocerlo, es el color más elegante, le digo. Niega con la cabeza y yo no insisto. Dani, su hermano, está sentado en el suelo, está muy triste. Nos acercamos a consolarlo. Pienso que como ha sido el cumpleaños de su padre y su padre murió hace poco, se ha acordado de él. Carlos lo sienta sobre sus rodillas, para hacerlo reír pone la mano como si fuese un cuenco, y las líneas arrugadas dibujan una cara sonriente. Al mover la mano, la cara se mueve, parece que habla. Dani se ríe a carcajadas.
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Bajo en una bici de cross por la acera de una cuesta, esquivo peatones, me salgo a la calzada, esquivo autobuses y taxis a toda velocidad. Me elevo sobre las cabezas de la gente que pasa. Justo en ese momento otro ciclista pasa por debajo. Me mantengo en el aire unos segundos, a cámara lenta, como en las peleas de las películas japonesas. Quítate, quítate, pienso. Caigo a la acera y el tipo ya no está, afortunadamente. Unos metros más abajo me está esperando. Dice que podía haberlo matado. Intenta pegarme. Cuando me quito el casco y ve que no soy un chico, cambia el gesto. Dice que he intentado seducirlo, que oyó las palabras que pensaba. Le digo que decir Quítate no es nada seductor, que yo sepa. Piénsatelo, dice. Es muy guapo, pero no me interesa lo más mínimo. Mientras sigue intentando convencerme, yo ya no escucho, mi mente anda distraída mirando las luces de gálibo de los camiones que pasan.

escritor holandés y pene de pana

miércoles, 24 marzo 2010. Un escritor holandés viene a leer al CAL. Alguien tiene que ir al aeropuerto a recogerlo. Julio Neira saca su agenda y pasa el dedo por una lista de nombres. Nada, nadie habla holandés, dice. Tendrás que ir tú, me dice. Le digo que, en holandés, sólo sé decir Por favor. No importa, tu cuñado nació en Rotterdam, así que irás tú, dice.
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Leo un relato de Chivite en una revista. Al final hay una pequeña bibliografía. Ninguno de los títulos que han puesto se corresponde con los libros que ha publicado. Incluso dice que ha escrito un libro de poemas que se titula "Pene de pana". Me parece indignante.

cubiertos judíos

lunes, 22 marzo 2010. La terraza de la casa de mis padres está cubierta de caramelos transparentes de colores, parecen canicas. También hay cajas cuadradas de plástico llenas de cubiertos. Le digo a mi hermana que me ayude a separar los sucios de los limpios. veo a mi padre salir del cuarto de baño con una toalla-poncho que le llega a los pies. Me extraña verlo así, él que se pone corbata para todo. Lo miro extrañadísima. Dice, con toda naturalidad, que es la prenda más cómoda que se ha inventado. ¿Te has fijado que algunos cubiertos llevan dibujos de gatos en relieve?, le digo. Mi padre los observa detenidamente. Son cubiertos judíos, dice al fin. Ante mi cara de asombro, me explica que a los judíos no les permitían viajar con sus mascotas así que las repujaban en los mangos de sus cubiertos a modo de homenaje.

jeringuillas, chorizo y despedida

domingo, 21 marzo 2010. Andrés y yo estamos en una terraza. Hay poca luz. Le cuento que, desde que he vuelto a casa, no puedo dormir. Sin mediar palabra, saca un maletín plateado con dibujos de Los picapiedra. Dentro hay jeringuillas con líquidos de colores. Elige una con líquido rosa e intenta inyectármela. Salgo corriendo, pero la terraza no da a ningún sitio, sólo a un cortado y a un monte de rocas. Trepo por el monte, me rompo las uñas en la huida. Pienso que Andrés es mucho más grande y más fuerte que yo, que acabará por atraparme. De todos modos, sigo huyendo.
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Una chica argentina me ofrece un chorizo por la calle como las mujeres gitanas ofrecen romero. Te va a hacer falta, me dice y desaparece. Se hace de noche de repente. Las calles están vacías y empiezan a cubrirse de niebla. Al fondo veo un taxi con las luces encendidas. me acerco, pero está vacío. Si tuviera las luces apagadas daría menos miedo, pienso, y trato de apagarlas a patadas. Oigo ladridos de perros. Me acuerdo del chorizo. Lo parto en trozos pequeños con los dientes y los voy tirando por las calles que dejo atrás. Pienso que así los perros se entretendrán comiéndoselo y yo podré escapar.
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Me encuentro a Blanco por la calle, me da dos besos, me cuenta cosas sin importancia. Mientras me habla, me pasa la mano por la espalda una y otra vez, como si tratara de consolarme. Pienso que ese gesto significa que va a marcharse, pero que no va a decirme que se marcha.

corsé paralizante y caballo-carril bici

viernes, 19 marzo 2010. Acompaño a Pateta y Laura al médico. Laura está embarazada. El médico le dice que tiene que ponerse un corsé durante el embarazo. Le vende dos. Laura dice que me ponga uno. Le digo que todo eso me parece un timo y que nos vayamos de allí cuanto antes. El tipo, aprovechando que ellos están saliendo, se me echa encima. Intento quitármelo de encima pero es enorme y pesa muchísimo. No puedes hacer nada, me dice, el corsé es paralizante. Llamo a Pateta a gritos para que me ayude. No te esfuerces, me dice, el corsé también hace que ellos no puedan oírte.
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Hay una protesta junto al Ayuntamiento para que pongan carril bici. El alcalde sale al balcón y dice que sólo lo pondrá si lo dejan poner también un caballo. Todos jalean y dicen que sí. Yo no sé de qué caballo habla. El alcalde tira periódicos desde el balcón, donde se ve la foto del proyecto: un caballo blanco gigante en mitad del parque y un carril bici minúsculo que pasa entre sus patas.

quiche de reserva

jueves, 18 marzo 2010. Mi prima Elisa y su marido Andrés, han preparado muchísima comida. Está toda sobre una mesa de playa plegable, en el jardín de la casa de mi abuela. Cuando vamos a sentarnos a comer, Elisa dice que la comida se ha llenado de arena y la tira a la basura. Andrés saca del horno una quiche. La había escondido por si algo así pasaba, dice.
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Mientras limpio un cuarto de baño, pienso que por fin ha tenido gusto en elegir el lavabo. No hay ninguna pieza blanca, todo parece rústico. Cuando todo está limpio, me fijo en que hay pegatinas de perros en la bañera. Me dejo las uñas quitándolas. En una papelera que antes no había visto, hay unos guantes naranjas de lana. Al sacudirlos, me doy cuenta de que están llenos de perejil picado y todo ha vuelto a ensuciarse.

horno

miércoles, 17 marzo 2010. Mi madre conduce por calles muy estrechas, tiene que dar la vuelta continuamente porque el coche no cabe por ninguna. Dice que no sabe en qué ciudad estamos y que me baje a preguntar. Me bajo, pero para no volver. Me siento en la terraza de un bar y saco un libro. Una pareja se sienta conmigo, hablan de sus cosas. Hablan muy alto si importarles que yo los oiga. Hablan incluso de mí, se ríen porque el libro que estoy leyendo está escrito en francés. De repente estoy agachada delante de un horno. Hay mucha gente en la cocina, niños que quieren comer. Al fondo del horno veo una mano y doy un grito. El horno está lleno de carbón, castañas, cubiertos sucios y trozos de tela mojada. No se me ocurre qué voy a poder cocinar con todo eso.

de colegialas perdidas y buenas intenciones

lunes, 15 marzo 2010. Voy por una calle que no conozco. Oigo hablar a la gente y tampoco reconozco el idioma. Voy vestida de colegiala, llevo una bolsa de deporte que pesa mucho. La gente me mira y se sorprende, algunos se ríen, porque no voy abrigada y hace mucho frío. Camino por la misma acera sin saber hacia dónde ir. Veo una chica con un uniforme igual al mío. Arrastra un carrito de cuadros. Cada vez que intento seguirla, la adelanto sin querer y entonces es ella quien me sigue a mí.
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Intento terminar de escribir un documento que tengo que entregar urgentemente. Uso una máquina muy antigua. Algunas letras saltan. Mi amigo Salvador dice que va a ayudarme, y, desde el otro lado, con la máquina del revés, le da a unas cuantas letras al tuntún. A esta máquina le falta la P, dice. Saca el papel de la máquina y escribe a mano. Reconozco su buena intención, no le digo nada, pero pienso que tengo que volver a empezar por su culpa.

esto no es un sueño, pero casi

es que como me niego al facebook
y a las páginas de contactos, me anuncio aquí

(tampoco tengo móvil ni tdt,
viva yo!)

gracias
besos

http://losbanderines.blogspot.com
http://www.youtube.com/watch?v=ujBpP7bXp5M&feature=related

milagro pequeño

domingo, 14 marzo 2010. Un niño llega a casa y me dice que viene a por un milagro pequeño. Le digo a un tipo que hay en la terraza que bautice al niño. Pero con muy poca agua, le advierto señalándolo con el dedo. El tipo se lo lleva de la mano, le pregunta si ha comido algo. Comí queso, responde. Al cabo de un rato oigo a lo lejos llorar al niño, se queja de que el agua está muy fría.

vecinos

sábado, 13 marzo 2010. Un motorista persigue a una chica. La chica no parece tener miedo, pero se le caen las bolsas de la compra. Me acerco a ayudarla. La acompaño a su casa. Vive sola en un apartamento precioso, con un ventanal enorme que da a lo que parece el Sena. Demasiados muebles, pienso. En ese momento algunos muebles desaparecen por arte de magia. ¿Podemos entrar?, dicen desde la puerta unos vecinos. Vienen a jugar todas las tardes, me explica ella. Dos chicos y un niño, hacen carreras de coche sobre el suelo de madera. No te preocupes, me dice la chica, los arañazos se borran solos.

bicicleta perchero

viernes, 12 marzo 2010. Llueve mucho, las calles están inundadas. El agua me llega por los tobillos cuando intento cruzar. Al menos no es barro, pienso. El agua es completamente transparente, da gusto mirarla. Me quito los zapatos y camino descalza por mitad de la calzada. El asfalto se transforma en mármol y me hace resbalar. Llego con dificultad a una casa con porche. La puerta está abierta, me muero de frío, pero no me atrevo a entrar por no mojar el sueño. Me quedo en el porche con la ropa completamente empapada. En el porche hay una bicicleta estática. Me desnudo y la uso de perchero. Tiendo mi ropa en la bici y me siento a mirar la lluvia.

malos aires

jueves, 11 marzo 2010. Paseo por una ciudad que parece Buenos Aires. Subo a una casa antigua, me recibe el portero. Está sentado frente a una mesa de madera muy gastada. La casa está vacía. Las vistas son espectaculares. Le pregunto si está en venta y cuánto cuesta. Me dice el precio en una moneda que no conozco. Deberías ver los informativos, dice. Me siento avergonzada. Unas chicas muy guapas llegan en fila, parece un pase de modelos. Abren los brazos para que pueda ver sus vestidos de fiesta. Me dicen que yo también puedo hacerme uno. Les digo que dejé de coser hace mucho tiempo. Se ríen. La profesora ha llegado, dice el portero. Bajo mis pies se ha hecho un agujero y puedo ver el piso de abajo. La profesora me hace pasar a una habitación con asientos muy viejos puestos en círculo. Reconozco a mi amigo Daniel y a mi amiga Begoña. No entiendo cómo han venido hasta Buenos Aires. No les digo nada. Daniel lleva un jersey rojo de mujer, muy escotado. Me siento en el suelo, junto a él, con las piernas cruzadas. La profesora me dice que no haga el tonto y me siente en uno de los sofás libres. Están muy sucios. Me levanto y cruzo el círculo con vergüenza. La tela del sofá está tan pegajosa que la falda se queda enganchada y deja al aire mis muslos. Frente a mí, mi amiga Begoña sentada junto al escritor Chivite. La profesora le dice que nos relate la actualidad. Chivite se asoma con disimulo por la ventana y nos habla de política económica. Pienso que lo está copiando de la tele de la casa de al lado sin que la profesora se dé cuenta. Me río en silencio. Mientras habla, pienso si habrá venido conduciendo desde su casa y que seguramente tenga que volver esa misma noche. Hago la cuenta de los kilómetros que hay desde Buenos Aires a Pamplona. Ni Daniel, ni Begoña, ni Chivite me reconocen y yo no me doy a conocer. Salgo de la casa en un descuido. Las medias se me han bajado por culpa del sofá. Pienso que soy una estúpida, que tenía que haberlos saludado. Me siento absolutamente triste y sola en una ciudad sucia que se cae a pedazos. Decido volver. La oscuridad en las calles es total. El portero está en la acera y me enfoca con una linterna. Ya se han ido todos, dice.

password

miércoles, 10 marzo 2010. El que era mi cuarto en la casa de mis padres está desordenadísimo. Donde antes había jerseys bien doblados ahora hay embutidos y latas de comida abiertas. Busco el portátil entre todo ese caos. Lo encuentro al fondo, oculto por unos paquetes de café también abiertos. Pienso que ese café después no sabrá a nada. Toco una magdalena, está dura. Me la como, sabe a tierra. En ese momento mi madre entra en el cuarto. No le digo nada del desorden porque me da pena. Le cambiamos el password al ordenador, me dice muy sonriente. ¿Y cuál es ahora? Estaba escrito en un papel que escondí dentro de una magdalena, dice.

servilletas redondas

martes, 9 marzo 2910. Un fotógrafo me persigue por un centro comercial. El suelo está muy brillante. Pienso que si me quito los zapatos podré ir más rápido, deslizándome. Me doy cuenta de que no llevo calcetines, así que en vez de patinar, los pies se me agarran aún más al suelo. Subo a una rampa mecánica, pero resulta tener forma de omega y desemboca en el mismo sitio.
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Alberto ha tirado un taco de servilletas de papel a la basura. Pienso que si su madre se entera me echará una bronca. Las servilletas se han ensuciado por los bordes. Las recorto, les doy forma de círculo. En ese momento entra su madre en la cocina. Mira, servilletas redondas, le digo. No digas más tonterías y deja esos posavasos en su sitio, dice.
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Mi amigo Juan está sentado en el sofá de su casa, lleva ropa de deporte, incluso un número en el pecho como si viniera de una carrera urbana. Se le ve muy cansado. Me acerco a preguntarle si está bien, si ha podido correr a pesar de su rodilla, pero ni me ve ni me oye. Intento coger algo de la mesa, pero mi mano traspasa las cosas. Sobre la mesa hay unas piedras muy bonitas en una bandeja y una piedra grande con huellas de animal. La madre de Juan se sienta a mi lado, me dice que le duele un hombro, que le dé un masaje. Pienso que si sólo ella puede verme va a ser porque las dos estamos muertas.

conferencia

lunes, 8 marzo 2010. Emilio tiene que dar una conferencia en el hospital y se retrasa. Alberto dice que no sabe dónde comer, si con sus amigos o conmigo. Ya sé que estáis de celebración, así que no le des más vueltas y vete con ellos, el digo. El director médico se sube al estrado y dice que hay que empezar de cualquier manera. Una chica pasa en ese momento con Emilio echado a los hombros, como si fuera un saco. Me entrega un cedé. Dice que Emilio ha decidido marcharse, que la conferencia la lea otro. Le pregunto a Alberto que quién cree que debe leerla él o su hijo Carlos.

continente boo

domingo, 7 marzo 2010. Mi hermana quiere abrir una tienda de souvenirs cerca de la catedral y quiere que la ayude a decorarla. Me enseña cintas de tul en tonos ocres para forrar las estanterías. El nombre es más importante que el tul, le digo. Voy a llamarla "Continente González". No entiendo a qué viene lo de González y sospecho que un nuevo novio se llame así y sea el artífice de la idea, porque ella nunca ha sabido de negocios. Demasiado largo, le digo. ¿Qué tal "Boo"? Mi amigo Luciano podría hacerte un logo muy bonito. Demasiado corto, dice. ¿Y "Continente Boo"? Dice que sí. Al salir del local siento mucha tristeza. Pienso que igual que yo he tardado medio minuto en convencerla cualquiera podría hacerlo. Subo por Alcazabilla con el papel, donde hemos escrito los nombres, en la mano. Lo tiro a una papelera. El director de cine senegalés, Moussa Sene Absa me toma del hombro y camina a mi lado. Vamos a tomar un café a Recogidas, dice. Recogidas está en Granada, le digo. No tenemos prisa por llegar, dice y se ríe. Mientras caminamos monte a través, le digo que habla muy bien español. Es que me fui a vivir a México, dice.
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Me encuentro a una vecina en la escalera del portal. Sin mediar palabra dice que está harta de su novio, que es un tirano. ¿Saber que me ha dicho?, que el vecino del sexto debería morirse, porque para la vida que lleva. Me explica quién es el vecino, pero le digo que a pesar de todos estos años no conozco a nadie. Una pareja entra con dos niñas. Una lleva el pelo teñido de rosa. La miro espantada porque no tiene más de dos años. Fue su regalo de Reyes, me explica la madre orgullosa. El padre dice que se gastaron todo el dinero en el tinte y no les quedó nada para comprarle un triciclo a la pequeña. Ahora nos estamos pensando, ¿triciclo o vacaciones? La vecina les cuenta, también a ellos, que su novio es un tirano. Mientras, intento escabullirme y pienso que por la noche dejaré un triciclo a la puerta de su casa. Inmediatamente pienso que no sé en qué piso viven.

entradas

sábado, 6 marzo 2010. Alberto y yo hacemos cola en la iglesia de la Victoria con Diego, el hijo de su hermana. Diego, en vez de tener sus 24, tiene unos 5 años. La iglesia es ahora un cine. Pienso que debe de ser una película para niños porque hay muchas madres con varios niños de la mano. Se empujan, incluso se insultan si alguien trata de saltarse la cola. No entiendo qué hacemos allí. Finalmente Alberto aparece con dos entradas. Dice que entremos nosotros mientras él se va a dar un paseo. Tiro las entradas el suelo y me alejo llorando.

colón

viernes, 5 marzo 2010. Estoy comiendo en una terraza con Berto Romero y una señora con peluca. Berto le quita la peluca y se la pone. En la mesa hay un plato lleno de algo que no distingo lo que es, pero parece muy pringoso. No como nada, sólo bebo compulsivamente Coca-cola. Al mover las piernas bajo la mesa me chocan con algo. Hay más de 50 botellines de cerveza vacíos. Mientras, ellos hablan de que si no te lavas el pelo se cae. Lo dicen y me miran como esperando una respuesta. Miro a Berto y aguanto la risa, parece Colón. Finalmente digo: Yo me lo lavo a diario, incluso hay días que me lo lavo dos veces.

amor de lana

jueves, 4 marzo 2010. Mientras mi amigo Luciano saca la compra de las bolsas y la va dejando sobre la mesa de la cocina, le explico que me he dado cuenta de que es mejor no decirle a las personas que quieres que las quieres. Por ejemplo, ese cachorro que tienes encima del frigorífico no es otra cosa que alguien te ha dicho que te quiere. Luciano me da la razón y baja al perro para que coma. A mí, por ejemplo, le sigo contando, una vez me dijeron que me querían y apareció un molino de agua a los pies de la cama. Decirle a alguien Te quiero, provoca desorden en su casa, así que he decidido no volver a decírselo a nadie nunca más. Luciano dice que eso es muy triste y me da una solución. Debes escribir los nombres de las personas que quieres y, cuando mueras, que alguien les diga que los querías. Me parece tan buena idea que me pongo manos a la obra. En vez de escribir bordo con lana en un trozo de tela el nombre de mi amigo Daniel. Estoy pensando que encargaré a Mestre la misión de leérselo, digo. ¿Y si Daniel muere antes que tú?, pregunta Luciano. Pues que se lo lea a su hija.

constelación del candelabro

miércoles, 3 marzo 2010. Al ir a cerrar la puerta de la casa de mi abuela me quedo mirando el monte del Seminario y deseo que aparezca un platillo volante. Nada. En cambio veo una constelación con forma de candelabro, sólo que en vez de estrellas, está perfectamente dibujada a colores. Por la acera veo pasar a Odila, quiero felicitarla por su cumpleaños, pero hace tanto que no nos vemos que me da vergüenza. Después de cerrar, dos chicas regordetas la traspasan. Pienso que son dos amigas fantasmas de Antonio Muñoz Quintana. Los oigo hablar, quieren que él les maquete algo. Yo sigo ordenando el cuarto donde duermo. Hay una mesa llena de cajas que no sé qué contienen. Antonio aparece con corbata. Ante mi cara de asombro, responde que se la ha puesto porque es la única que no refleja la luz.
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Un tipo muy pesado insiste en que lea en un festival que organiza. Le digo que tengo cosas mejores que hacer, y me pongo a separar con el pie cristales rotos que hay en mitad de la calle. Entre los cristales hay una flor de cristal intacta. Sólo con mirarla le hago un par de agujeros, le paso la cadena y me la cuelgo al cuello. Al fondo de la calle hay una chimenea con forma de antorcha de la que sale un humo espesísimo precioso.

fórmula simple

martes, 2 marzo 2010. Participo en una olimpiada de matemáticas. Sólo os queda resolver el problema más difícil, explica el tipo que va a examinarnos, que consiste en encontrar la fórmula simple de la pasión. Cuando todavía no ha terminado de hablar, levanto la mano con la fórmula escrita en el papel. Me pide que salga a la pizarra a explicarla. P=A²-a'. Pasión igual a año en el que se conocieron al cuadrado, menos año en que morirá uno de ellos.

cornetes

lunes, 1 marzo 2010. Me encuentro a la familia La Beira en un parque. Javier lleva una bolsa llena de Cornetes enormes. Me da uno sin mediar palabra. Javi me dice que me lo coma muy rápido porque están a medio derretir. Efectivamente, el helado se sale por la parte de abajo y me mancha las manos y hasta los zapatos. Isa se ha sentado sobre una piedra. Parece una niña disgustada. Le pregunto si le pasa algo. Dice que tiene que ir a firmar los papeles del divorcio. Le digo que deberá pensárselo, que a qué viene tanta prisa. Dejad de vivir juntos y dentro de unos meses a lo mejor queréis volver, le digo. Paula y Javi miran a su madre con los ojos muy abiertos, esperando una respuesta. No, no, hoy mismo voy a firmarlos. Mientras me habla, no puedo dejar de preocuparme por la bolsa llena de Cornetes que se derrite en el suelo.