miércoles, 3 marzo 2010. Al ir a cerrar la puerta de la casa de mi abuela me quedo mirando el monte del Seminario y deseo que aparezca un platillo volante. Nada. En cambio veo una constelación con forma de candelabro, sólo que en vez de estrellas, está perfectamente dibujada a colores. Por la acera veo pasar a Odila, quiero felicitarla por su cumpleaños, pero hace tanto que no nos vemos que me da vergüenza. Después de cerrar, dos chicas regordetas la traspasan. Pienso que son dos amigas fantasmas de Antonio Muñoz Quintana. Los oigo hablar, quieren que él les maquete algo. Yo sigo ordenando el cuarto donde duermo. Hay una mesa llena de cajas que no sé qué contienen. Antonio aparece con corbata. Ante mi cara de asombro, responde que se la ha puesto porque es la única que no refleja la luz.
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Un tipo muy pesado insiste en que lea en un festival que organiza. Le digo que tengo cosas mejores que hacer, y me pongo a separar con el pie cristales rotos que hay en mitad de la calle. Entre los cristales hay una flor de cristal intacta. Sólo con mirarla le hago un par de agujeros, le paso la cadena y me la cuelgo al cuello. Al fondo de la calle hay una chimenea con forma de antorcha de la que sale un humo espesísimo precioso.
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Un tipo muy pesado insiste en que lea en un festival que organiza. Le digo que tengo cosas mejores que hacer, y me pongo a separar con el pie cristales rotos que hay en mitad de la calle. Entre los cristales hay una flor de cristal intacta. Sólo con mirarla le hago un par de agujeros, le paso la cadena y me la cuelgo al cuello. Al fondo de la calle hay una chimenea con forma de antorcha de la que sale un humo espesísimo precioso.