salvamanteles

lunes, 3 octubre 2011. Estoy en un bar con Juan y Daniel. En vez de pedir algo de beber compramos plantas al camarero. Daniel dice que ha comprado una madreselva. Son glicinias, le corrijo. Compro una maceta pequeña de canónigos. Juan me habla de su última novela mientras caminamos por la calle. Le digo que tenemos que volver porque he olvidado mi maceta. Una niña se nos acerca y le da a Juan unos salvamanteles ilustrados con pentagramas. ¡No creo en las casualidades!, dice Juan y los tira al aire. El viento hace que los salvamanteles se me enreden entre las piernas, casi no me dejan andar. Cuando llegamos al bar está lleno de gente y nadie sabe nada de nuestras macetas. El cocinero sale a saludarnos como si nos conociera de toda la vida. En vez de uniforme o delantal, lleva un abrigo de lana muy grueso.