barandilla

sábado 30 julio 2016. La puerta de la calle da directamente al dormitorio o bien hay una cama en el recibidor. Los muebles son muy antiguos, pesados, de madera oscura. La cama está revuelta, Jonás está tumbado leyendo. Hola, le digo. Me mira, no me reconoce. Hueles a isabelbono, dice así, todo seguido. Me quito una gorra de cheviot, que parece a juego con los muebles y que no sé de dónde ha salido. ¡Sí, eres tú!, dice contento. El espacio cambia. Estamos en la casa de mis padres. Tengo que arreglarme porque vamos a salir. Llevo una falda de flores y unos zapatos de flores, pero los estampados son distintos, no pegan nada. Me pongo la yukata que compré en Varsovia. Parezco un fantoche. Mi madre y mis tías me gritan, me dicen que no tengo tiempo, que me dé prisa y que, además, tengo que ordenar la terraza. La terraza no tiene barandilla. Miro hacia abajo, reprimo las ganas de lanzarme al vacío. Entro. Hago que busco algo en un cajón, de espaldas a todos, para que vean que estoy llorando de rabia. Jonás se acerca y habla de cualquier cosa para cambiar de tema y nadie note nada.