lunes, 11 julio 2016. Hay un ring con un micrófono que cuelga del techo. Tengo que subir a leer un relato muy corto y del que, al parecer, estoy muy satisfecha. Una chica me dice que mejor cambiemos los relatos y ella lea el mío, y yo el suyo. El suyo es un horror y sé que ella entonará engoladamente hasta cargarse el mío. No digo nada. Deseo en silencio que la lectura se suspenda.
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Llego a un edificio donde algunos estudiantes esperan su turno de examen sentados en el suelo y en las escaleras. Yo sólo llevo un papelito en la mano mientras que ellos llevan un papel enorme desplegable. Me acerco al mostrador y pregunto si necesito algo más que mi papelito. Un tipo sonriente me tienda un desplegable donde tengo que responder marcando cruces. Una chica pregunta lo mismo que yo y el tipo amable la manda a paseo. Una de las preguntas es si los caracoles pueden reconocer el idioma francés cuando se les habla. Respondo que sí.