miércoles, 20 octubre 2010. Vuelvo a casa de mis padres, es de noche y la calle está en obras. Unos gatos me atacan por la espalda, me clavan las uñas en el cuello y los hombros. Cuando llego por fin a casa, el portal está lleno de cachivaches de un vecino que se muda, y no puedo entrar. Entre sus muchas cosas hay una hélice de madera enorme, preciosa. Hélice de barco, oigo decir a mis espaldas. Y como si esas palabras fueran mágicas, los gatos y el dolor desaparecen.