sábado, 9 octubre 2010. Sorteo varias zanjas, vallas de cintas amarillas y charcos de barro para ir a casa de mis padres. Al llegar al portal y volverme, la calle ya no está en obras. Por más que llamo al portero no me abren. Una vecina me dice que ya están en el restaurante, que están allí desde muy temprano. Por su gesto, parece que lo diga en tono de reproche. Es restaurante está en la esquina, unas letras mal pintadas dicen "Family’s corner". Me paro en la puerta, miro la esquina de enfrente y recuerdo el kiosco que había cuando era niña. Un kiosco bajo el único árbol de la calle. A veces me paraba frente a ese kiosco sólo por estar bajo aquella luz, digo en alto. La frase suena realmente cursi hasta para mí. Pasa un autobús lleno de gente. Alguien me mira desde una ventanilla y se pone el índice en la sien para decirme que estoy loca. Cuando estoy a punto de echarme a llorar, un portazo a mis espaldas. Si ibas a llegar tarde deberías haber avisado, oigo decir.