viernes, 26 noviembre 2010. Mi suegra está tumbada en una hamaca de lona, en el jardín de la casa de mi abuela. Por la calle pasa un grupo de gente, entre ellos un cura que entra al jardín y bendice a mi suegra. Ella se echa a llorar. Empujo con muy malos modos al cura hasta la calle. Vuelvo a la hamaca, la abrazo, le digo que no llore, que no tenga miedo, que no va a morir, que ese hombre no es más que un imbécil. Pues por eso lloro, porque quiero morirme y no me muero, dice ella.