gluts

lunes, 21 noviembre 2011. Una chica se me acerca por la calle y me dice que hay dos mensajes para mí. La acompaño a una centralita improvisada que cuelga de la pared. La chica pone y quita cables y después me dice que escuche. Oigo la voz de Manuel, dice que ha vuelto de Roma pero que no llegará a tiempo de recoger a su hija. No entiendo nada, ni que los mails ahora sean hablados y en la calle, ni de qué hija habla Manuel porque Manuel no tiene hijos. Se nota que son buenas noticias, dice la chica. Un camión vuelca un montón de vestidos de niña sobre los adoquines de la Plaza de la Merced. Me pongo a doblarlos con cuidado y los voy colocando sobre un banco de piedra. Aparece una niña, dice que el nuevo novio de su madre la ha dejado sola en la calle y ahora no sabe volver a casa. ¿Y tú padre? La niña señala un elefante aparcado en doble fila. Como si fuera lo más normal del mundo, reconozco en la matrícula al elefante de Manuel y pienso que quizá esta es la hija que decía que no podía recoger. La niña tiene frío. Me subo al elefante con ella y la arropo tirando de la piel del animal, que es tremendamente elástica. Le cuento historias sobre sus vestidos mientras esperamos a que Manuel salga. Manuel sale del bar con un trozo de pizza en la mano. Dejo a la niña dormida sobre el elefante y bajo a hablar con él. Tienes que explicarme muchas cosas, le digo. Mira lo que sé hacer, dice. Manuel se mete un trozo de pizza, los mastica, se tapa la nariz y aprieta. Un líquido verde sale de su nuez a toda presión. Eso es Gluts, dice satisfecho.