miércoles, 1 julio 2009. Caigo desde una terraza sin barandilla a un patio donde dos niñas están tomando el sol. Alguien protesta de un vecino. Intento irme sin que me vean. No sé cómo he llegado a uno de los pasillos del colegio, mi madre dice que ya no sabe dónde poner los trastos de mi hermana. Miro los pasillos y están vacíos. Caben muchos muebles, le digo, pero sigue protestando sin mirarme. Le ofrezco dos bolsos que me alguien me ha regalado. No me gustan, uno es naranja y el otro azul. Ni caso. Empiezo a sospechar que soy invisible.
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Alguien me lleva agarrada del cuello. Dice que cuando llegue a la esquina debo golpear a la persona que está esperando el bus. No me muevo. La persona que me lleva me usa entonces para golpear. En la lucha, veo que se me ha roto el colgante que llevaba al cuello. Me duele más que el colgante se haya roto que los golpes.
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Camino. Sólo veo mis piernas y las de otra mujer que va a mi lado. Confianza, pienso. A partir de hoy voy a ser otra persona, pienso.
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Alguien me lleva agarrada del cuello. Dice que cuando llegue a la esquina debo golpear a la persona que está esperando el bus. No me muevo. La persona que me lleva me usa entonces para golpear. En la lucha, veo que se me ha roto el colgante que llevaba al cuello. Me duele más que el colgante se haya roto que los golpes.
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Camino. Sólo veo mis piernas y las de otra mujer que va a mi lado. Confianza, pienso. A partir de hoy voy a ser otra persona, pienso.