jueves, 12 enero 2012. Voy por la calle con Andrés, Elisa y Darío. Las calles están llenas de gente, casi no podemos andar. Les digo que yo me quedo con el niño para que puedan hacer sus cosas. Me voy con Darío a casa. El ascensor parece de cartón, hay cientos de botones y luces que parecen de juguete. Darío le da a todos y a pesar de eso el ascensor sube. Darío quiere jugar con los caballitos amarillos, pero antes se desnuda. Pienso que cogerá frío, intento que se ponga algo, pero tengo que perseguirlo por toda la casa. Al pasar por la cocina me quedo mirando el árbol que parece muerto y siento una tristeza enorme. Darío me echa los brazos, me agacho y me abraza. Los árboles no son nuestros padres, pero los caballitos amarillos son mis amigos, me dice.