lunes, 23 enero 2012. Camino detrás de Francis, procuro llevar el mismo paso. Está buscando un cibercafé para ver si Manuel le ha escrito. Llegamos a la antigua biblioteca de la Diputación. En vez de escalera hay una especie de puente hecho con cuerdas. Hay demasiada cola. Nos cuesta caminar hacia la salida de la cantidad de gente que hay. Entre ellos veo a Sanmartín, pero no me da tiempo a saludarlo siquiera. Cuando estamos fuera vuelvo la cabeza. Juan habla con la princesa Letizia. Por sus gestos hablan de zapatos. Siento una soledad enorme.
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Hay una especie de bar en un patio encalado en cuesta, está lleno de gente. Una pareja se sitúa en lo alto de la cuesta y comienza a jugar a las películas. Él hace que orina y ella grita, ¡Calzaslargas! Yo le digo a Juan que está sentado a mi lado: ¿Pippi calzaslargas es una película? La pareja me mira y me sacan para que yo haga la siguiente. Nadie quiere ser mi pareja de juego. Miro a Juan, pero él mira hacia abajo. Entre las mesas veo a Eduardo, le hago señas, nada. Un tipo con peluca naranja de payaso se pone a mi lado. Alguien me dice al oído que tenemos que representar "A tomar una manzanilla". Pienso que eso no es ninguna película, pero no digo nada. Levanto cuatro dedos de la mano, el público comienza a gritar sin ton ni son: ¡Ocho palabras! ¡Diez negritos! ¡Dos en la carretera! ¡Tres reyes! Miro a Juan, quiero que entienda por mis gestos que tiene que sacarme de allí. Juan mira todo el tiempo hacia abajo, no me ve.
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Hay una especie de bar en un patio encalado en cuesta, está lleno de gente. Una pareja se sitúa en lo alto de la cuesta y comienza a jugar a las películas. Él hace que orina y ella grita, ¡Calzaslargas! Yo le digo a Juan que está sentado a mi lado: ¿Pippi calzaslargas es una película? La pareja me mira y me sacan para que yo haga la siguiente. Nadie quiere ser mi pareja de juego. Miro a Juan, pero él mira hacia abajo. Entre las mesas veo a Eduardo, le hago señas, nada. Un tipo con peluca naranja de payaso se pone a mi lado. Alguien me dice al oído que tenemos que representar "A tomar una manzanilla". Pienso que eso no es ninguna película, pero no digo nada. Levanto cuatro dedos de la mano, el público comienza a gritar sin ton ni son: ¡Ocho palabras! ¡Diez negritos! ¡Dos en la carretera! ¡Tres reyes! Miro a Juan, quiero que entienda por mis gestos que tiene que sacarme de allí. Juan mira todo el tiempo hacia abajo, no me ve.