domingo, 22 enero 2012. Llego a casa de mis padres, Jota está de visita y habla con mi padre de pintura. Me siento a varios metros de ellos sin quitarme la parka ni soltar el bolso siquiera, como si temiera que mis movimientos lo asustaran. Pienso que es la primera vez que lo tengo frente a frente, que es justo como lo imaginaba. En ese momento me ve, y dice que tiene que irse. Lo acompaño hasta la puerta, pulso el ascensor, pero dice que prefiere bajar por la escalera. Me alegra verte, le digo. Se vuelve y me dice adiós con la mano.
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Camino con José Luis por la calle, me pregunta cuando voy a darle el libro que le tengo guardado. No sé de qué libro me habla. Deja caer la espalda sobre un muro. ¿No pensarías que vivía de hacer fotos?, dice. Me explica que es editor y que esperaba que yo le hubiera guardado un libro para editarlo. ¿Desde cuándo eres editor? Shhh, dice mirando a su alrededor. Le digo que no se preocupe, que escribiré un libro expresamente para él, pero sólo si me promete que no dejará de hacer fotos. Se le ve muy triste, tengo ganas de darle un abrazo enorme, pero sólo me quedo mirándolo.
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Llego a una habitación de hotel con mi madre mis tías y Andrés. Andrés protesta porque en la publicidad decía que las camareras adivinaban la religión de los clientes nada más verlos y a él no le ha dicho ninguna que es judío. Es que no eres judío, le digo sorprendida. Eso da igual, dice. Pienso que cada día lo comprendo menos. Mi madre dice que es la hora de los regalos. Me da una caja de metacrilato y una cartera naranja de piel de serpiente. Son horribles, pero le digo que me vienen muy bien, para no disgustarla. La caja la usaré como costurero, le digo. Llaman a la puerta, por la mirilla veo que es una camarera con una bandeja. Trae un sandwich plastificado y una botella de Moët Chandon enorme. Abre tú, que yo sólo llevo una toalla, le digo a Andrés. Andrés sigue mirando por la ventana como si tal cosa.
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Camino con José Luis por la calle, me pregunta cuando voy a darle el libro que le tengo guardado. No sé de qué libro me habla. Deja caer la espalda sobre un muro. ¿No pensarías que vivía de hacer fotos?, dice. Me explica que es editor y que esperaba que yo le hubiera guardado un libro para editarlo. ¿Desde cuándo eres editor? Shhh, dice mirando a su alrededor. Le digo que no se preocupe, que escribiré un libro expresamente para él, pero sólo si me promete que no dejará de hacer fotos. Se le ve muy triste, tengo ganas de darle un abrazo enorme, pero sólo me quedo mirándolo.
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Llego a una habitación de hotel con mi madre mis tías y Andrés. Andrés protesta porque en la publicidad decía que las camareras adivinaban la religión de los clientes nada más verlos y a él no le ha dicho ninguna que es judío. Es que no eres judío, le digo sorprendida. Eso da igual, dice. Pienso que cada día lo comprendo menos. Mi madre dice que es la hora de los regalos. Me da una caja de metacrilato y una cartera naranja de piel de serpiente. Son horribles, pero le digo que me vienen muy bien, para no disgustarla. La caja la usaré como costurero, le digo. Llaman a la puerta, por la mirilla veo que es una camarera con una bandeja. Trae un sandwich plastificado y una botella de Moët Chandon enorme. Abre tú, que yo sólo llevo una toalla, le digo a Andrés. Andrés sigue mirando por la ventana como si tal cosa.