martes, 17 enero 2012. Tengo un patio con árboles y estanque. El estanque está bastante descuidado, pero los árboles son muy frondosos. Me subo a uno de ellos sin ningún esfuerzo. Cuando quiero pasar a otro sólo tengo que tomar un leve impulso, el árbol gira como si estuviera atornillado al suelo por un eje, y paso a las ramas de otro. Acabo en uno muy alto, sólo tiene ramas, ninguna hoja. Pienso que no sé si seré capaz de bajar. Desde allí arriba veo una enorme extensión de tierra formada por cuadrados irregulares de distintos tonos. De repente veo a unos hombres (parecen hormigas desde donde yo los miro) tirar de los límites de uno de los cuadrados como quien tira de una manta, y lo hacen desaparecer. Bajo del árbol lo antes posible, primero girándolo y después agarrándome a un muro de cal. Entro en casa a toda prisa y voy cerrando todas las puertas y ventanas. Cuando sólo me queda una, un grupo la empuja desde fuera. Políticos haciendo campaña, pienso. Entre ellos va Matías Prats y una compañera de la facultad, que ahora milita en el PSOE, a quien no he vuelto a ver. Aporrean la puerta, ahuecan las manos y las pegan al cristal para mirar. ¡Y decías que eras comunista! ¡Largo de aquí, gorda mentirosa!, le grito.