viernes, 20 enero 2012. Begoña presenta las noticias en la tele, lleva los labios exageradamente pintados de rojo y el pelo muy largo. Está guapísima. Voy al cuarto de baño y busco una barra de labios roja. Me pinto. No me queda tan bien como a ella. En ese momento recuerdo que Andrés me está esperando abajo. En el ascensor intento quitarme la pintura, pero no puedo. Cuando Andrés me ve, dice que por fin he decidido maquillarme. Me acorrala contra la pared. Dice que tenemos que hablar, que ya ha comprado los billetes de avión. No pienso ir a ningún sitio, le digo y echo a andar. Llegamos a un bar con sillones de dentista. La camarera lleva debajo del jersey negro una bata de enfermera con encajes. Andrés coquetea con ella. Pienso en que he hecho bien diciéndole que no iría a ningún sitio con él. Me siento muy sola y muy triste. Pienso en Begoña, tan lejos. Mientras espero a que acabe de hablar con ella, me fijo en las cestas de pan: en vez de haber pikitos hay lápices. Un camarero con turbante, al ver que los miro, me dice: Coma, coma, son lápices de cuatro colores.