viernes, 19 febrero 2010. Mi madre dice que hay una llamada para mí y me tiende el teléfono, es el teléfono antiguo, negro y pesado de la casa de mi abuela. Mi tía Encarna está sentada en un sillón haciendo punto. No te va a gustar, dice y se ríe. Quien me llama es precisamente mi tía Encarna, no comprendo nada, no sé cómo puede estar en dos sitios. Las dos me hablan a la vez. La que está en el sillón dice que dejó un mensaje grabado porque no era capaz de decírmelo a la cara. Mientras, la del teléfono me dice que necesita una muestra del labio para hacerse una biopsia, y que nadie quiere sostenérselo mientras ella se corta un trozo con una tijera. Sólo tienes que estirar y yo corto un pedacito de dentro de la encía, dice.