miércoles, 10 febrero 2010. El poeta José Luis Gallero y yo estamos tirados en el suelo de lo que parece un bar. De fondo, se oye que alguien lee poemas. Gallero me pregunta si no necesito que me los expliquen. ¿Tengo que explicarte para qué sirve esto?, le digo y le muestro un tenedor. Gallero se ríe. Lo beso en el cuello. Gallero mete la mano en la manga de su chaqueta y saca unas llaves, después un descapotable color arena completo. Nos subimos saltando sobre las puertas, sin abrirlas siquiera. La felicidad.