viernes, 18 marzo 2016. Alberto, Antonio y yo, nos asomamos a la terraza sin abrir las puertas, corriendo la cortina. Está lloviendo, dicen. ¿Os fijáis en la lluvia y no veis que han cortado los barrotes de la reja?, les digo. Están cortados a trozos, como si hubieran dejado los huecos precisos para entrar en casa y poder sacar cosas. Alberto dice que hay que avisar a la policía porque seguro que lo han preparado todo para volver por la noche. Antonio dice que seguro que son rusos y traerán armas. Se me ocurre que podríamos llevarnos todos los muebles para cuando entraran a robar encontraran la casa vacía. Antonio y yo aparecemos, de repente, en un sótano. Para salir de allí hay un ascensor muy oxidado y una escalera completamente a oscuras. Elegimos la escalera. Antonio me empuja para que yo vaya delante. Salimos a un jardín versallesco donde parece que se celebra una fiesta. ¡Lo ves, ya han llegado los rusos!, exclama Antonio.