miércoles, 14 diciembre 2106. Llego a una casa típica sureña. Es de noche y el jardín está muy oscuro. Aparecen varios motoristas, pero las luces de sus motos no iluminan nada. Corro a esconderme detrás de un seto, pero ya hay escondido un botijo gigante. Cuando los motoristas desaparecen entro en la casa. Todo está revuelto, como si no hubieran acabado de instalarse. Mi madre está en la cocina haciendo panellets con formas muy raras. Seremos quince a la mesa, no me va a dar tiempo, dice. Le digo que no se esfuerce, que puedo hacerlos o comprarlos yo. Tú, mejor, vete a por el besugo, dice. Entre los panellets hay un teléfono. Suena. Es Pablo. Dice que ha decidido estudiar cine. ¿Vas a dejar derecho? La llamada se corta. Aparecen mis tías con mi abuela. Una d ellas se queja de que la otra ha perdido en la mudanza sus zapatillas de yoga. Me pregunto desde cuándo hará yoga, pero no digo nada y le ofrezco el botijo gigante para consolarla.