lunes, 26 diciembre 2016. Estoy en un jardín. Hay sillas blancas de plástico, como si fuera a hacer un concierto o una charla al aire libre. Veo un escenario con una pantalla, pero no le presto atención. Me dedico a mover el pie, a rozar con la punta del zapato, unas ramas que sobresalen de un seto. Me pregunto si algo así será la eternidad, repetir conscientemente un gesto sin posibilidad de cambio. Decido que si fuera así, estaría conforme con ese gesto al sol para siempre. En el propio sueño me sorprende pensar en la posibilidad de otra vida porque nunca he creído en nada. De repente, entre las sillas, aparece Cumpián, que me saluda muy cariñosamente. Me alegro mucho de verlo, aunque no comprenda por qué se ha puesto unos bermudas de flores con una camisa de cuadros.