lunes, 17 octubre 2016. Una chica me presenta a su novio y me enseña su jardín. Me cuenta cómo le gustaría que fuera la ceremonia. Sospecho que me confunde con una decoradora. Cada vez que se vuelve, el novio hace gestos, la imita, se ríe de ella. A pesar de todo el novio me cae mejor que la chica. De repente noto algo en la boca, algo amargo. Busco una maceta vacía y lo escupo. Es un puñado de cristales azules. Brillan. El gesto de los novios va de la sorpresa al asco. Y esta es mi propuesta para iluminar el jardín, les digo, cristales fluorescentes completamente ecológicos. La maceta está iluminada, ellos aplauden.