lunes, 3 octubre 2016. Alberto y yo hemos quedado con Antonio. Acuérdate de que no sabe que está muerto, me advierte Alberto. Al verlo, me lanzo sobre él a darle besos, lo abrazo muy fuerte. Me extraña que lleve un jersey muy grueso de lana, con lo caluroso que suele ser. Se ha afeitado la barba y parece mucho más joven. Le pregunto cómo ha venido. En moto, responde muy sonriente, y señala una moto aparcada sobre la acera. ¡Tengo tantas cosas que contarte!, le digo. No me atrevo a preguntarle cuánto tiempo podrá quedarse.