sábado, 15 octubre 2016. Llevo un rato escondiéndome por diferentes habitaciones, casas, ciudades. Salgo de una caja de madera muy frágil, como esas que se usaban para transportar naranjas, y me escondo bajo un montón de ropa que hay sobre una silla. Alguien me saca de allí en el momento que van a encontrarme. Es Jurdi. Podemos hacer dos cosas, me dice, te pincho con mi una metálica en la espalda y te pincho en el cuello y entonces te convertirías en uno de nosotros. Pínchame en el cuello, le pido. La inmortalidad no tiene nada de divertido, me dice. No me importa. Me pincha. Quienes venía a por mí se dan media vuelta. ¡Funciona! Claro que funciona, pero ahora vagarás toda la eternidad. Lo pasaremos bien juntos. Ya te he dicho que esto no es divertido, me voy. Jurdi desaparece. Veo a Daniel, lo están persiguiendo. Lo agarro de la mano y corremos a escondernos detrás de unos coches. Pienso si debo pincharlo e la espalda o en el cuello.