domingo, 9 octubre 2016. Estoy con mis padres y Jonás en una especie de parque de atracciones que simula calles famosas de ciudades emblemáticas. Los tres llevan maletas. Tengo que estar pendientes de que no se las vayan dejando en cualquier sitio. A ratos Jonás se convierte en Paco, mi amigo de la infancia. Mientras se hace fotos en un decorado que simula un café de Viena, yo no lo pierdo de vista desde una azotea. Intento seguirlo apuntándolo con el zoom de mi cámara. Desde allí arriba, me distraigo con una monja que se ha tumbado sobre el asfalto a tocar la guitarra. Cuando vuelvo a enfocar a Jonás-Paco, ya no está. Temo haberlos perdido. Intento llamarlos pero mi móvil se ha convertido en un móvil de lana.