martes, 14 junio 2016. Alberto nos ha llevado a un balneario. Un hombre gordo con bigote, que parece una caricatura, nos dice que esperemos en un cuarto (oscuro, con pequeños catres de lona). Alberto dice que queremos "El gran salón". El hombre se ríe. Risa falsa. Abre la puerta y vemos una habitación enorme con una gran piscina de agua caliente. Por la ventana veo un paisaje precioso, un lago de agua transparente. Todos salimos a verlo. El hombre nos advierte con un gesto que no podemos bañarnos, que el lago es privado. Todos se dan media vuelta. Alberto discute con Josemari, porque dice que prefiere hablar de qué desayuna que disfrutar el paisaje. Salvatore, Emilio y yo nos quedamos. Trepamos por un muro de piedra, nos reímos recordando cuando íbamos de excursión a El chorro. Me fijo en que a Salvatore le han desaparecido las canas, tiene el pelo largo y rizado como cuando era joven. Le meto las manos en el pelo, se me hunden, nos reímos, le digo que no se lo corte nunca más.
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Alberto y yo estamos en un dormitorio de un primer piso que da una playa donde el agua es espesa y amarilla. Una abuela se baña con su nieto. Sus cuerpos amarillos me resultan preciosos pero a la vez me producen asco. Se supone que hemos alquilado esa habitación para cambiarnos de ropa. Los amigos ya se han ido. Alberto dice que ha terminado y se va. Sobre la cama hay varias maletas con cámaras de fotos. No encuentro mi anillo, tengo que bajar demasiadas bolsas y no sé si podré con todo. Llega un señor mayor, me pregunta si he terminado.