domingo 20, noviembre 2016. Tengo que coger el tren de cercanías, hay una fila enorme que va por varios pasillos, de lo que fue un jardín, entre setos secos y barandas oxidadas. Al entrar en las vías, una chica uniformada dice que me he equivocado de fila. En vez de dar la vuelta me propone subir a una tapia y caminar sobre ella como un funambulista hasta llegar a mi andén. Subo, la tapia es tan estrecha que se balancea con mi peso, me quedo con trozos de cemento y tubos oxidados en las manos. Intento agarrarme a las ramas de un árbol, pero siento vértigo. Le digo a la chica, y a toda la fila que me mira, que voy a bajar.
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Estoy en una semiesfera de tela muy blanca en lo alto de una noria. Veo la playa llena de gente que espera. Al parecer todos están allí para ver la salida del sol. Quiero bajar, voy pidiendo permiso a cada ocupante de su semiesfera, baja pasar de una a otra hasta llegar al suelo. Una chica dice que no con una sonrisa enorme. Pienso que no me ha entendido, que creerá que quiero ocupar su semiesfera. Se lo pregunto en inglés y me dice "Of course". Llego por fin al paseo marítimo. Una señora extremadamente delgada, doblada como si hubiesen hecho papiroflexia con ella, me pide que la despliegue. Lo hago. Me cuesta mantenerla en pie por ser tan delgada. Cuando voy a alejarme para ver l salida del sol, me dice: No te vayas, todavía me tienes que enseñar a volver a caminar.